Insecticidas botánicos

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Insecticidas botánicos
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Concepto:Sustancias naturales que son aprovechadas desde tiempos inmemoriales como repelentes e insecticidas y aún hoy son útiles y eficaces.

Insecticidas botánicos. Tienen la propiedad de contribuir a aminorar los costos de producción de los agricultores debido a que son productos no persistentes, que confieren la más baja posibilidad de resistencia a las plagas por ser específicos, no tóxicos a animales de sangre caliente, a organismos benéficos, ni al hombre, y además se biodegradan rápidamente, no contaminan el ambiente y su costo es bajo.

Una opción ecológica para el control de plagas

El uso indiscriminado de agroquímicos, provocó situaciones fitosanitarias desastrosas, la estrategia de búsqueda de nuevas generaciones de estos y los ensayos de mezclas, incrementó la contaminación ambiental y el resurgimiento de plagas, debido a la resistencia a esos productos.

En 1990 existían 520 casos de insectos y ácaros resistentes a insecticidas y acaricidas, respectivamente; 150 microorganismos a fungicidas y bactericidas y 113 malezas a herbicidas. En la actualidad, con vistas a contribuir a subsanar los efectos nocivos de los plaguicidas de síntesis, los investigadores se han trazado como meta la búsqueda de nuevas alternativas dentro del manejo integrado de plagas, entre las que se encuentra el empleo de insecticidas obtenidos a partir de las plantas.

Mecanismo de defensa de las plantas

Los organismos que existen en la naturaleza (vegetales o animales) tienen algún otro organismo que se alimenta de ellos; por esta razón cada uno posee su propia forma o mecanismo de defensa, por ejemplo:

  • La capacidad de correr y trepar de las ardillas.
  • Las espinas del puercoespín lo protegen de los animales predadores.
  • Muchas serpientes y arañas usan sus colmillos venenosos no solo para cazar a sus presas, sino también para defenderse de otros predadores.

En el caso de las plantas también están dotadas de mecanismos para defenderse de sus enemigos. Muchas tienen espinas para alejar a los animales que las quieren comer (por ejemplo, los cactus), otras poseen pelos urticantes que pican al tocarlos y algunas como el ajo (Allium sativum) y la flor de muerto (Tagetes sp.) tienen olores fuertes que son desagradables a los insectos y sirven para repelerlos, es decir, tienen acción insecticida.

La forma en que los campesinos llaman a determinadas plantas (por ejemplo: matapulga, matapiojo, matarratón, mataperro, etc.) puede constituir un indicio de la existencia de alguna defensa de estas contra esos agentes dañinos e incluso contra el hombre, pues algunas producen venenos tan fuertes que le pueden ocasionar la muerte. Las plantas, al igual que el hombre, también están inmersas en la misma lucha contra los insectos.

Sin embargo, este último, al domesticar los cultivos alimenticios (con la aradura del suelo, la fertilización, el cultivo y la aplicación de plaguicidas), ha provocado que pierdan en cierto grado sus mecanismos de defensa, al ser más dulces, suaves y suculentos para los insectos. El efecto nocivo que causan los plaguicidas hace que los agricultores en muchas regiones del mundo utilicen las plantas silvestres (las cuales son más rústicas) en cultivos intercalados, en extractos, etc. para combatir las plagas, siempre teniendo en cuenta la posibilidad de que los insectos pueden crear resistencia a los químicos que producen las propias plantas. Es importante que cuando se utilicen plantas con fines plaguicidas se tengan en cuenta las siguientes recomendaciones:

  • Nunca cosechar todas las plantas de un lugar. Siempre se deben dejar algunas para que produzcan semillas y se complete nuevamente el ciclo de reproducción.
  • Dejar las plantas más fuertes y saludables. No cosecharlas para que se reproduzcan y así garantizar la raza genética para el futuro.
  • Nunca se debe descortezar el tronco de un árbol, ni cortar sus ramas para usar la corteza.
  • Todas las plantas silvestres que son de utilidad deben sembrarse en un área de cultivo para mantener una fuente permanente de recursos.

Tipos de compuestos naturales con actividad plaguicida

La interacción planta-plaga puede estar condicionada por los metabolitos secundarios de las plantas. De ahí que los compuestos naturales pueden tener actividad insecticida, nematicida, viricida, fungicida, bactericida y herbicida. En cuanto al primer tipo de compuestos, estos se clasifican en tres grupos:

Compuestos vegetales miméticos o antagonistas de hormonas de insectos

Dentro de las sustancias de este tipo de compuestos se agrupan los fitojuvenoides, antihormonas juveniles, fitoecdisteroides y antiecdisonas. Los fitojuvenoides son sustancias que inhiben la metamorfosis, con una estructura química sesquiterpénica. Dicha actividad se ha citado en coníferas (Abies balsamea), compuestas (Tagetes minuta), umbelíferas (Imperatoria ostroruthium) y leguminosas (Psoralea corylifolia), entre otras.

Las antihormonas juveniles causan una matamorfosis precoz de los insectos, dando lugar a adultoides inviables. La especie Ageratum houstonianum, de la familia Compositae, sintetiza precocenos naturales con esas propiedades.
Los fitoecdisteroides son compuestos que inducen la muda en los insectos provocando malformaciones, esterilidad y hasta la muerte. Dentro de estas sustancias están las 20-hidroxiecdisonas producidas por las Pterodofitas (Polypodium vulgare), las Gimnospermas y las Angiospermas; la ponasterona A, la polipodina B y la ecdisona, producidas fundamentalmente por la familia Labiatae (ej. del género Ajuga).

Las antiecdisonas son aquellas que interfieren alguna de las fases del proceso de la muda en los insectos. Por ejemplo, la azadiractina, producida por la especie Azadirachta indica (árbol del Nim) de la familia Meliaceae y la plumbagina y la naftoquinona, sintetizadas por el arbusto Plumbago capensis de la familia Plumbaginaceae.

Inhibidores de la alimentación

Se plantea que las sustancias antialimentarias se clasifican sobre la base del tipo de estructura química como: terpenos (ejs.: la azadiractina, triterpeno sintetizado por A. indica y Melia azedarach, ambos árboles de la familia Meliaceae; el sesquiterpeno sintetizado por Wasburgia ugandensis y Wasburgia stuhlmanii de la familia Canellaceae y la clerodina, diterpeno sintetizado por Clerodendrum sp. de la familia Verbenaceae); compuestos heterocíclicos (cumarinas, flavonoides, lignanos y taninos); compuestos aromáticos (fenoles, quinonas, ácidos fenólicos y alcaloides) y esteroides. Todas estas sustancias tienen como función evitar o interrumpir el proceso de alimentación del insecto (tras un consumo inicial) y conducen de esa manera a su muerte por inanición.

Compuestos fototóxicos

Dentro de estos compuestos están: las fototoxinas lineales (que derivan en general de precursores de ácidos grasos con enlaces conjugados dobles y triples); las fototoxinas cíclicas (que son moléculas bi y tricíclicas que pueden contener nitrógeno, oxígeno, azufre o elementos heterocíclicos, por ej. alcaloides de furoquinolina presentes en la familia Rutaceae, quinonas extendidas, furocromonas presentes también en las Rutáceas y las furocumarinas); y por último las estructuras combinadas lineales y cíclicas (los poliinos, por ej. los acetilenos que tienen actividad viricida; el tiofeno alfa-tertienilo presente en la familia Asteraceae, el cual posee también una potente acción viricida, y los lignanos).

Modo de acción de los insecticidas de origen botánico

Los bioinsecticidas obtenidos a partir de las plantas poseen varias formas de actuar, entre las que se agrupan como las más importantes las siguientes:

  • Repelentes. Sustancias desagradables que contienen algunas plantas, las cuales son capaces de alejar las plagas.
  • Fagorepelentes o antialimentarios. Sustancias que interrumpen el proceso de alimentación de los insectos, incluso después de haber comenzado, y que poseen la propiedad de reducir la capacidad de alimentación de estos hasta que la plaga muere por inanición.
  • Venenos por contacto. Sustancias que provocan la muerte a los insectos al ponerse en contacto con estos, por lo que para que sean efectivas tienen que aplicarse sobre la plaga.
  • Venenos estomacales. Sustancias con efecto tóxico sobre el sistema digestivo de las plagas, cuya efectividad depende de que el insecto las ingiera.
  • Acción de disfrazar olores. Este modo de acción aprovecha los olores fuertes y desagradables que expelen algunas plantas para ocultar el olor del cultivo principal y evitar que sea atacado por las plagas.
  • Uso del jabón mezclado con los insecticidas naturales. Al añadir el jabón aumenta la potencia del insecticida de dos formas: primero contribuye a deshacer la piel de los insectos con cuerpos blandos (áfidos, moscas blancas y algunos gusanos) y a su vez obstruye los espiráculos de estos y no los deja respirar; y segundo porque sirve como adherente haciendo que el insecticida se adhiera mejor a las hojas del cultivo.

Familia de plantas más importantes

Los trabajos más completos y las aplicaciones más frecuentes de productos a base de plantas con propiedades insecticidas se han realizado en la India, Filipinas y China.

Con respecto a las familias botánicas más estudiadas, se señala las siguientes: Meliaceae, Asteraceae, Leguminoseae y Labiatae, aunque también hay muchas otras con esas propiedades, tales como: Lauraceae, Umbelliferae, Cruciferae, Solanaceae, Euphorbiaceae, Celastraceae, Rutaceae, Aroideae, Capparidaceae, Verbenaceae, Piperaceae, Chenopodiaceae, Phytolaccaceae, Caryophillaceae, Portulacaceae, Convolvuceae, Moraceae y Pedaliaceae, las que han sido objeto de estudios químicos para detectar la actividad insecticida y aislar los compuestos activos.

La cifra de plantas con efectos tóxicos es elevada 1 169 especies. Lo mismo ocurre con los insectos afectados por las sustancias activas que ellas producen; solamente de los productos del árbol del Nim existen más de 200 especies de insectos pertenecientes a siete órdenes distintos.

Preparación de plaguicidas naturales a base de plantas

Para preparar los plaguicidas de origen botánico se pueden emplear las diferentes partes de las plantas: hojas, , raíces, corteza y tallos. También se emplean las cabezuelas de la flor, frutos, ramas, ápices, inflorescencias, resinas y la planta completa.

Un aspecto de vital importancia al preparar los bioproductos lo constituye la forma de conservar al máximo los principios activos de las plantas; para procurar esto, dichas plantas o sus partes deben secarse en lugares aireados y colocarse en bolsas de tela, papel o cartón para que haya una mejor transpiración y puedan ser procesadas con ulterioridad sin perder su calidad.

Entre los métodos para preparar los plaguicidas naturales están los siguientes:

  • Purín: Consiste en colocar las partes verdes de la planta en un recipiente lleno de agua de lluvia, que posteriormente se tapa y se remueve todos los días. Después de una o 2 semanas, cuando el líquido no forma más espuma, se aplica diluido cerca de las raíces.
  • Infusión: Se vierte agua hirviendo sobre las plantas o las partes de estas y se deja reposar durante 24 horas.
  • Decocción: Se maceran las plantas o sus partes, después de 24 horas se hierven durante 20 minutos y se dejan enfriar con el recipiente tapado.
  • Maceración: Se introducen las plantas en agua (máximo 3 días), evitando que se fermenten, y se filtra el líquido resultante para separarlo del material vegetal.
  • Extracto de flores: Se mojan y trituran las flores; la mezcla obtenida se coloca en un lienzo fino y se presiona para extraer el líquido. El extracto debe conservarse en botellas cerradas herméticamente.
  • Baño de semillas: Se dejan caer unas gotas del extracto de la planta en cuestión en un litro de agua y se mezclan bien; luego de 24 horas las semillas se colocan en una solución durante 10 a 15 minutos. Posteriormente se dejan secar y se siembran.
  • Se recomienda también la preparación de suspensiones, extractos acuosos, polvos, vapores y emulsiones a base de plantas.

Utilización

Debido a la creciente cantidad de organismos nocivos que devastan las cosechas y al desarrollo de centenares de plaguicidas altamente tóxicos para controlarlos, surge el concepto de Manejo Integrado de Plagas (MIP) en la década de los años 50, como respuesta a una serie de problemas de naturaleza ecológica: las consecuencias de la contaminación del medio ambiente con plaguicidas y sus efectos sobre la salud humana y la vida silvestre y, por otra parte, la pérdida de efectividad de los mismos productos, con consecuentes impactos económicos negativos para los agricultores.

El MIP fue enunciado por primera vez en 1954 y más tarde, en 1965, fue ampliado por parte de los expertos de la FAO en esta temática, quienes lo definieron como: “Un sistema de manejo de plagas que en el contexto del ambiente y la dinámica poblacional de la especie plaga, utiliza todas las técnicas y métodos apropiados de la forma más compatible posible y mantiene la población de la plaga en niveles inferiores a los que causarían daño económico .

El concepto denominado Manejo Integrado de Plagas en la Agricultura Sustentable (MIPAS), revaloriza el sector biológico del sistema de manejo y sustituye los insecticidas químicos por los bioinsecticidas o por otros elementos menos novicos a los ecosistemas. El MIPAS valora fuertemente la relación existente entre hombre-cultivo-insecto-medio ambiente. A partir de estos conceptos enunciados anteriormente, se deduce que los plaguicidas naturales (botánicos) podrían utilizarse en el control integrado de cultivos tanto en la agricultura convencional como en la biológica.

Los avances progresivos que se han alcanzado con los medios biológicos indican que no todo está resuelto en materia de control de plagas, por lo que es necesario el uso racional de los plaguicidas botánicos como parte del MIP y para ello se debe considerar la compatibilidad con los restantes medios biológicos.

Fuente