Juan López de Hoyos

Juan López de Hoyos
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NombreJuan López de Hoyos y de Santiago
Nacimiento[[]] de 1511
Madrid,España
Fallecimiento[[]] de 1583
Madrid,España
NacionalidadEspañola
OcupaciónEscritor y Humanista, Sacerdote y Catedrático
PadresAlonso López de Hoyos y Juana de Santiago

Juan López de Hoyos (Madrid, 1511- 1583) fue humanista, maestro, escritor, sacerdote en la parroquia de San Andrés y el primer cronista de la Villa en el Madrid de la Corte de Carlos I.

Biografía

Juan López de Hoyos creció en el seno de una familia medianamente acomodada del lugar y llegó a fundar un mayorazgo que incluía casas, censosy la no menospreciable cantidad de cien fanegas de tierras de labor en Aravacay el mismo Madrid. De su familia solo se conoce que su padre fue el herrero de Madrid Alonso López de Hoyos, y su madre Juana de Santiago, fallecida en 1592.

Realizó sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, la cual fue creada por el Cardenal Cisneros, con una formación internacional impartida en latín y basada en los conocimientos y las reflexiones. Esta fue una época en la que el Concilio de Trento marcaba los límites de la educación.

También, por su profesión eclesiástica, estuvo vinculado auna de las principales familias del gobierno municipal, la de los Vargas, a quienes sirvió en su Capilla del Obispo hasta que en 1580 obtuvo un curato en la parroquia de san Andrés. Su fidelidad a otras instituciones eclesiásticas del Madridprecortesano se plasmaron en el testamento realizado poco antes de su muerteen 1583, en el que mandaba ser enterrado en el convento de san Francisco y queacompañara su entierro la antigua cofradía de la Vera Cruz, compuesta por «naturales» de la Villa.

Por su devoción, seriedad, capacidad litúrgica, y demostración de una rica elocuencia, esto le promocionaba a tener una fuerte confianza delante de los feligreses y demás líderes religiosos, por lo que le fue dada la oportunidad de ser el sucesor de Alejo Venegas de Busto, como catedrático del Estudio de la Villa de Madrid desde el 29 de enero de 1568. Además fue conocido principalmente como maestro de humanidades del ayuntamiento de Madrid.

En enero de 1568 aprobó el examen requerido para ocupar el cargo de maestro de «letras humanas» en el Estu-dio de la Villa, la única escuela oficial de gramática de la ciudad hasta la instalación definitiva del Colegio Imperial de los jesuitas. En 1580 fue nombrado párroco de la iglesia de San Andrés en la misma ciudad; también fue cronista de Madrid.

Sus presumibles conocimientos de las disciplinas que entonces formaban el programa humanista (latín,retórica, historia, ética y poesía) le abrieron el camino hacia tareas afines, con-cretamente a la colaboración con el ayuntamiento de Madrid en el desafío cere-monial que pronto supuso para la ciudad la presencia continua de la familia real. Algunos meses después de que López se incorporase a su cargo docente muni-cipal, se estrenó como cronista de las ceremonias públicas realizadas por la enfermedad y muerte del príncipe don Carlos.

Como indica en su relación, él mismo compuso «los Epitaphios, Hieroglyficas y versos» colocados en el conventode santo Domingo el Real, donde tuvieron lugar las honras; un acuerdo municipal para que se le recompensara con veinte ducados confirma su autoría «por mandato deste ayuntamiento» y detalla su labor como coordinador general delprograma funerario: «por el trabaxo que puso en los Epitafios que ordeno y dioindustria para la pintura dellos... y trabajo en escribirlo y hacerlo pintar, y asistir con los pintores a ello, y en las honras al ponerlo por su orden»

El trabajo se repitió al morir en octubre de ese año la reina Isabel, con «poco tiempo quepara ello me dio el ilustre ayuntamiento desta villa», y, otra vez, dos años mástarde, cuando la nueva mujer de Felipe II hizo su entrada solemne en Madrid7.En este caso, como veremos más adelante, la autoría de las decoraciones efíme-ras fue compartida, aunque parece claro que se debió a Hoyos la mayor parte delos elementos literarios (poemas e inscripciones), la elección de los atributos paralas alegorías y personificaciones y, desde luego, la elaboración de los temas parala mayor parte de los jeroglíficos, con los que se muestra especialmente entu-siasmado, seguramente a causa de su potencial didáctico.

El papel de López de Hoyos como cronista y autor de las decoraciones efí-meras a comisión del ayuntamiento tenía poco de particular. En las ciudadesespañolas de la segunda mitad del siglo XVI se estaban extendiendo rápidamente las fórmulas renacentistas para la preparación de ceremonias urbanas espe-cialmente solemnes. Como se sabe, el modelo procedía de Italia, donde la orga-nización de las principales ceremonias se encargaba a literatos y artistas de di-versa categoría (denominados festaiuoli), que planificaban y ejecutaban las de-coraciones y los aparatos festivos.

Aunque en algún estudio iconográfico de lasentradas españolas se ha sugerido que los temas eran demasiado heterogéneoscomo para que resulte aceptable pensar en programas únicos, no hay duda de la colaboración, al menos parcial, de humanistas de mayor o menor categoría.

Su trabajo era necesario para la elaboración quizás no tanto de los principales te-mas de la escultura o la pintura (que podían venir marcados por la tradición olas indicaciones del soberano), pero sí de los imprescindibles emblemas y jeroglíficos, cuya ejecución exigía un mínimo de formación clásica para manejar deforma creativa repertorios como el de Alciato o Pierio Valeriano, a menudo citados por los cronistas españoles del siglo XVI.

Las ciudades castellanas de estosaños con un mínimo de categoría no dejaron de servirse para sus celebracionesde humanistas, ya fueran de cierto relieve, como Alvar Núñez de Castro, que colaboró en las entradas de Isabel de Valois de Alcalá y Toledo en 1560, y Juan de Mal Lara, encargado de la entrada de Felipe II en la Sevilla de 1570, ya de segunda fila como el segoviano Jorge Báez de Sepúlveda, que se ocupó de la entrada de Ana de Austria en su ciudad, y el mismo López de Hoyos.

Para las autoridades municipales el servicio de estos cronistas tenía un doble valor por-que sus relaciones inmortalizaban no sólo las ceremonias, sino también a la ciudad que las había organizado, costeado y en parte protagonizado. En estos añosse hizo habitual que los autores de relaciones festivas actuaran también un pococomo cronistas urbanos.

López de Hoyos llegó incluso a encabezar larelación de las honras de Isabel con unas páginas dedicadas al «Senado» de Madrid, en las que, tras subrayar el papel de los «historiadores» (imprescindiblepara eternizar las hazañas de los hombres y fama de las ciudades), alababa a lasuya por su fertilidad, presunta antigüedad, mayorazgos, santos y hombres ilustres. No sorprende que el ayuntamiento acordara dar «al maestro Juan López cincuenta ducados para ayudar a imprimir el libro que a hecho dirigido a esta villa, de la muerte y obsequias (sic) de la reina nuestra señora»

En cierto modo, sin embargo, la situación de López de Hoyos fue más compleja que la de los otros cronistas porque tuvo que compartir las expresiones de afecto y lealtad hacia la ciudad con otras semejantes dirigidas a la Corte. No es que los demás escritores evitaran tales demostraciones hacia los monarcas que visitaban su ciudad, pero Hoyos fue más lejos, al convertir su crónica urbana en un embrión de crónica de la Corte.

Mientras que Mal Lara se limitaba a anotarla presencia en la entrada sevillana de Diego de Espinosa, obispo de Sigüenza, Inquisidor General, Presidente del Consejo de Castilla y, en último término, manoderecha de Felipe II entre 1565 y 1572, López de Hoyos dedicó a ese personajesus tres relaciones y no perdió oportunidad en ninguna de ellas para destacar supapel y elogiarle como gobernante.

En el texto de las honras de don Carlos, Espinosa era encarecido como entregado hombre de gobierno y, su ausencia en la octava funeraria excusada por sus múltiples ocupaciones. En la relación de las honras de Isabel aprovechó que Espinosa acababa de ser nombrado cardenal para acompañar el grabado de su escudo (incluido en los tres libros) con unospárrafos sobre la recepción pública del legado papal que había traído su cappelloa Madrid. Más lejos fue en la crónica de la entrada, donde no se recató de insistir en el papel ritual de Espinosa, hasta un punto que hace pensar en la omnipresencia de los validos en relaciones semejantes del siglo siguiente.

En esta obra,Hoyos añadió también una larga «Epístola», en la que solicitaba de su «patrón yseñor» favor para las letras y para sí mismo, después de ensalzarle por llevar,como dice, todo el peso del gobierno y ofrecerle una breve crónica de las másrecientes ceremonias madrileñas, algunas de las cuales atribuye a impulso del cardena. Da la impresión de que a López de Hoyos, aunque fiel amante de su ciudad natal, no le bastaba con cantar las alabanzas de la Villa, sino que aspiraba a hacerlo en conjunto de la Villa y Corte de Madrid.

El Ayuntamiento de Madrid había designado a López de Hoyos para componer los epitafios, alegorías, jeroglíficos e historias que habían de colocarse en la iglesia de las Descalzas Reales para celebrar las exequias que hizo la Villa el 24 de octubre de 1568 por Isabel de Valois, que había fallecido el día 3 del mismo mes, y Cervantes incluyó en la relación de los honores compuesta por su maestro cuatro poemas.

El escrito satisfizo tanto, que su autor fue muy solicitado después para escribir relaciones de sucesos, como la Relación de la muerte y honras fúnebres del SS. Príncipe D. Carlos, hijo de la Mag. del Cathólico Rey D. Philippe el segundo nuestro señor (1568) y Real apparato, y sumptuoso recebimiento con que Madrid ... rescibio a la Sereníssima reyna D Ana de Austria (1572). También fue profesor de otro notable escritor, Luis Gálvez de Montalvo, condiscípulo de Cervantes.

Para algunos,López de Hoyos es una calle de Madrid. Se ignora casi todo de su vida, de sus gustos, de sus lecturas… fue, entre otras cosas, catedrático del Estudio de la Villa de Madrid, lo que hoy llamaríamos ``cronista de la villa´´ y párroco de la iglesia de san Andrés, además de un apasionado lector de Erasmo.

Sabemos que Cervantes estudió con él y que, en buena medida, fue el descubridor del caudal literario del autor de El Quijote y, lo que tiene más mérito, lo hizo cuando era poco más que un adolescente y aún no había demostrado lo que llevaba dentro. Tenía tanta confianza en él que lo incluyó, como colaborador, en la ``relación de honores´´ a Isabel de Valois con motivo de sus exequias.

Por las escasas noticias que nos han llegado de Juan López de Hoyos, sabemos que fue un humanista y pedagogo nada desdeñable y ganó por oposición la Cátedra de Gramática de la Universidad de Madrid. Gozó del patronazgo del Cardenal Diego de Espinosa y poco más.

Sin embargo, ante todo, López de Hoyos es recordado como el orgulloso maestro de Miguel de Cervantes Saavedra, a quien nombraba en sus escritos como “mi caro y amado discípulo”, cuando este aún no había dado muestras de su talento.

Cervantes llegó al Estudio de la Villa sin grandes conocimientos académicos y fue López de Hoyos quien le preparó para ingresar en la Universidad de Alcalá de Henares. Gracias a él pudo publicar sus primeros versos, entre los epitafios y alegorías para los funerales de la reina Isabel de Valois que le habían sido encargados a su maestro.

Ambos a escondidas, leían a Erasmo de Róterdam, cuyos libros habían sido prohibidos por la Santa Inquisición. Se pueden contar con los dedos de una mano las personas que, adelantándose en el tiempo, supieron ver en el joven Miguel de Cervantes al futuro genio universal de las letras: López de Hoyos fue el primero.

En el solar donde se ubicó el Estudio, en la actual Calle de la Villa, se levantó un nuevo edificio y en su fachada se colocó, a instancias de Mesonero Romanos, una placa conmemorativa del paso de Lopez de Hoyos y Cervantes por el mismo.

Juan López de Hoyos es recordado como el orgulloso maestro de Miguel de Cervantes Saavedra, a quien calificó de nuestro caro y amado discípulo en su Historia y relación verdadera de la enfermedad, felicísimo tránsito y suntuosas exequias de la Serenísima Reina de España Doña Isabel de Valois, nuestra señora... (Madrid: Pierres Cosin, 1569; lo anunció cuando el futuro escritor todavía no había dado pruebas de su talento.

Se conserva actualmente el testamento de López de Hoyos, que fue editado por Ángel González Palencia, documentos de su familia en la Parroquia de San Justo, publicados por Mercedes Agulló, y otros relacionados con sus actividades como censor de libros y su carta preliminar a la Lyra heroica del médico y poeta Francisco Núñez de Oria 1581, un largo poema latino en hexámetros sobre las hazañas de Bernardo del Carpio. López de Hoyos escribió también una Declaración de las armas de Madrid y algunas antigüedades y fue un entusiasta seguidor de Erasmo de Róterdam, cuyo espíritu insufló a su más amado discípulo.

Vida profesional

El 29 de enero de 1568 es nombrado catedrático de Gramática en el Estudio de la Villa, institución académica fundada en 1346 por Alfonso XI, de la que también fue director. Ese mismo año recibe el encargo de componer epitafios, alegorías, jeroglíficos e historias en honor de Isabel de Valois, para la iglesia del convento de las Descalzas Reales, donde había de ser enterrada. Su alumno, Cervantes, participó con cuatro poemas.

En 1568, Hoyos ganó una oposición como maestro de Gramática en el Estudio de la Villa de Madrid, una vieja institución designada por Isabel la Católica como única escuela en la Villa, y así lo fue hasta la llegada de los jesuitas, que acabaron absorbiendo el Estudio. También fue párroco de San Andrés (1580) y cronista.

Obras Literarias

Los escritos de López de Hoyos son de excepcional importancia para aproxi-marse a esta última cuestión, pues constituyen las primeras y únicas crónicas desu género para el Madrid de Felipe II. Eso hace de ellas una fuente extraordina-ria y fundamental para estudiar lo que de capital ceremonial pudo haber tenidoMadrid pocos años después del establecimiento de la Corte. A continuación se detallan un grupo de sus obras, aunque breve, pero se constituyeron las más relevantes por esa época:

  • Relación de la muerte y honras fúnebres del SS. Príncipe D. Carlos, hijo de la Mag. del Cathólico Rey D. Philippe el segundo nuestro señor (1568).
  • Historia y relación verdadera de la enfermedad, felicísimo tránsito y suntuosas exequias de la Serenísima Reina de España Doña Isabel de Valois, nuestra señora... (Madrid: Pierres Cosin, 1569).
  • Real apparato, y sumptuoso recebimiento con que Madrid ... rescibio a la Sereníssima reyna D Ana de Austria (1572).
  • Declaración de las armas de Madrid y algunas antigüedades.
  • Carta al Ayuntamiento desta Villa de Madrid

Todos guardan memoria de aquel profesor que consiguió marcar positivamente en la infancia y que, de alguna manera, ayudó a forjar las personas que son hoy. El “Príncipe de los ingenios”, Miguel de Cervantes, no fue una excepción y siempre guardó en su recuerdo a su maestro, López de Hoyos.

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