Jules Michelet

Jules Michelet
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J. Michelet.jpg
Nacimiento21 de agosto de 1798
París, Bandera de Francia Francia
Fallecimiento9 de febrero de 1874
Hyères, Bandera de Francia Francia
NacionalidadFrancés
OcupaciónHistoriador, escritor, ensayista, filósofo y traductor
CónyugeAthanaïs Mialaret

Jules Michelet. Notable historiador, escritor, ensayista, filósofo y traductor francés, participante en las revoluciones de 1830 y 1848. Destituido de su cargo como director de los Archivos Nacionales y como profesor del colegio de Francia por su oposición a Napoleón III.

Síntesis biográfica

Nació el 21 de agosto de 1798, en París, Francia. De familia calvinista (hugonotes), su padre era maestro de imprenta, aunque no muy próspero, y Jules le ayudaba en el trabajo de impresión. Le habían ofrecido un puesto en la imprenta imperial, pero su padre lo envió al célebre colegio de Lycée Charlemagne, donde fue alumno destacado, allí sus profesores Villemain y Leclerc advirtieron con presteza las asombrosas dotes intelectuales de su joven alumno, quien sobresalió en el estudio de las disciplinas humanísticas y, particularmente, de la literatura y la retórica (llegó a ganar un premio de oratoria en un certamen de implantación nacional).

Jueventud

En 1819, recién cumplido los veinte años de edad, ya había obtenido el grado de doctor en letras, título al que accedió tras la lectura de dos tesis: la primera de ellas, que daba cuenta de su constante interés por la antigüedad clásica greco-latina, estaba centrada en las vidas paralelas del biógrafo griego Plutarco (ca. 50-ca.125); la segunda, que dejaba patentes sus hondas inquietudes filosóficas, llevaba por título el de L'idée de l'infini d'après Locke (La noción de infinito después de Locke). Aprobó el examen universitario, y fue rápidamente nombrado profesor de historia en el Collège Rollin.

Trayectoria laboral

Al comienzo de su trabajo como profesor, el joven maestro redactó para uso de sus alumnos, un espléndido manual titulado Tableau chronologique de l'histoire moderne (1453-1789) (Cuadro cronológico de la historia moderna (1453-1789, 1824), al que luego añadió, al cabo de un lustro, su Précis d'histoire moderne (Compendio de historia moderna, 1829), obra -esta última- en la que resumía su labor docente en el colegio de Sainte-Barbe. Ambos trabajos sentaron las bases para sus posteriores escritos historiográficos, que habrían de convertirle en uno de los historiadores más leídos y respetados de su tiempo.

Sus cursos provocaron rápidamente un gran escándalo por su anticlericalismo y ostentoso liberalismo, hasta tal punto que tuvieron que ser suspendidos en más de una ocasión. Aunque historiador universal (Historia de Francia, 1833-1846), consagró la mayor parte de su trabajo a la Revolución Francesa (1847-1853). A diferencia de sus colegas historiadores como Thiers, Mignet, Guizot o Lamartine, tomó al pueblo como un actor colectivo esencial con un papel preponderante en la historia de la revolución.

Mientras impartía sus lecciones de historia trabajaba por su cuenta en la traducción de algunas obras filosóficas del pensador escocés Thomas Reid, del inglés Dugald Stewart y del gran humanista italiano Giambattista Vico, de quien vertió al francés sus célebres “Principios de una ciencia nueva sobre la naturaleza de las naciones” -que puso bajo el título de “Filosofía de la historia” (Philosophie de l'histoire, 1829. En todos estos trabajos, mostró su interés por presentar una filosofía aplicada al conocimiento útil de otras materias, unas veces situadas en la órbita de sus inquietudes humanísticas (con la literatura y la historia), y otras veces pertenecientes a otros campos del saber que tampoco se escapaban a su vasta curiosidad intelectual (como el de las ciencias naturales).

En 1826, recién abierta la Escuela Preparatoria, concurrió a las cátedras de filosofía e historia de esta institución y, durante dos años (1827-1829), estuvo impartiendo ambas materias; pero en 1829 se le aconsejó que renunciara a la cátedra de filosofía para que pudiera consagrarse de lleno a la enseñanza de historia antigua, asignatura en la que ya era considerado una autoridad mundial. Volcado, así, en esta disciplina, a comienzos de los años treinta dio a la imprenta la primera parte de su magnífica “Histoire romaine” (Historia romana, 1831), centrada en el período republicano de la Roma Antigua. Sirviéndose de un soberbio estilo literario que cautivaba al lector por su vigor y su claridad, recogía en este libro algunas de las ideas que el historiador danés Niebuhr , quien había impartido clases en las universidades de Berlín y Bonn, había difundido por Alemania a través de su reveladora Historia de Roma, obra que, hasta entonces, no había merecido el interés de la historiografía francesa; pero, además, el erudito parisino enriquecía las aportaciones de Niebuhr con valiosísimas ideas personales procedentes de su propia investigación e interpretación de los hechos.

A su regreso a Francia tras realizar un recorrido por Italia, coincidiendo con la revolución liberal de 1830 y la reorganización de la Escuela Normal, fue nombrado en este centro de enseñanza catedrático de historia medieval y moderna. Poco después, empezó a compaginar estas labores de docencia e investigación con las obligaciones derivadas de un nuevo cargo que venía a sancionar su merecido prestigio intelectual: jefe de sección de los Archivos Nacionales (1831). Por aquel tiempo, inició también la redacción de un ambicioso proyecto historiográfico que, a la postre, habría de convertirse en su obra maestra, proyecto del que ofreció un suculento avance en 1833, cuando publicó su “Précis de l'histoire de France” (Compendio de la historia de Francia). Unos meses después, dio a los tórculos los dos primeros volúmenes de dicha obra maestra; se trata de su monumental “Histoire de France” (Historia de Francia, 1833-1844), en la que trabajó intensamente durante los diez años siguientes, hasta cubrir el período comprendido desde los orígenes hasta el final de la Edad Media.

Entretanto, había seguido desplegando una intensa actividad docente que le había conducido en 1834 hasta las aulas de la Universidad de la Sorbona, en donde sustituyó durante un curso académico al celebérrimo historiador Francois Guizot. Incansable en su dedicación al estudio de la historia, durante aquel ajetreado período de su vida realizó numerosos viajes por diversos lugares de Europa como Inglaterra, el sur-oeste de Francia, los Países Bajos, Alemania, Suiza y el norte de Italia, destinados a recopilar, in situ, valiosos documentos relacionados con esa magna labor historiográfica a la que se había consagrado. Siempre pendiente, además, de ir anotando sus impresiones y recuerdos en un ameno y detallado diario personal, dejó para la posteridad un interesante libro de viajes que no vio la luz hasta finales del Siglo XIX, bajo el título de “Sur les chemins de l'Europa” (Por los caminos de Europa, 1894). Por lo demás, su consagración a la docencia y a la investigación en la Escuela Normal y -de forma interina, como ya se ha anotado más arriba- en la Universidad de la Sorbona, le permitió dar a la imprenta otros trabajos tan notables como “Mémoires de Luther” (Memorias de Lutero, 1835), “Les origines du droit français” (Los orígenes del derecho francés, 1837) y “Actes du procès des templiers” (Actas del proceso de los templarios, 1841-1851), todos ellos deudores de los vastos conocimientos acumulados por Michelet en el curso de la elaboración de su monumental Historia de Francia.

Nombrado, en 1838, catedrático de historia y moral en el parisino Collège de France, ejerció desde allí una auténtica campaña en defensa de los principios democráticos dictados por su ideología liberal, compaginada con el respeto que sentía hacia el cristianismo desde 1816.

Fruto de la preparación de los cursos de historia que dictó en el Collège de France fueron otras obras suyas tan dignas de mención como Les jésuites (Los jesuitas) -escrita en colaboración con Edgar Quinet, “Du prêtre, de la femme, de la famille” (Sobre el cura, la mujer y la familia) -libro plagado de sutiles apreciaciones sobre las costumbres y la moral de su tiempo-, y “Le peuple” (El pueblo, 1846) -una pequeña obra maestra, en la que la emoción y la elocuencia se dan la mano para clamar en pro de la justicia social y los principios democráticos-. Atento, simultáneamente, a las circunstancias políticas y sociales que conformaban la realidad inmediata en la que se desenvolvía, Michelet presintió los radicales acontecimientos revolucionarios que se avecinaban y suspendió la redacción de su Historia de Francia cuando sólo había cubierto hasta finales del Siglo XV, para centrarse en la escritura de una obra mucho más acorde con el signo de aquellos tiempos: “Histoire de la Révolution” (Historia de la Revolución, 1847-1853).

Tras un largo paréntesis consagrado a la "historiografía revolucionaria", reanudó en 1855 su ambiciosa Historia de Francia, a la que aportó once nuevos volúmenes entre 1855 y 1867, de tal forma que dejó cubierto el pasado histórico de su pueblo hasta el estallido de la Revolución Francesa (1789). En total, si se suman los tomos de la primera etapa de esta obra (la que abarca desde los orígenes hasta el final de la Edad Media), más estos once volúmenes de su segunda fase, más los tomos sobre el período revolucionario mencionados en el párrafo anterior, se halla que dedicó a la historia de su nación veinticuatro volúmenes, a los que aún habría de añadir -en su afán por apurar su investigación hasta el presente- los tres volúmenes que conformaron su “Histoire du XIXe siècle” (Historia del Siglo XIX). De estos tres últimos, sólo el primero vio la luz en vida de su autor (1872); los otros dos, que prolongan su estudio hasta la Batalla de Waterloo (1815), vieron la luz en 1875, un año después del fallecimiento del humanista parisino.

En 1849, la reacción contraria a la revolución del año anterior -revolución que había sido saludada con alborozo por Michelet, pues había cifrado en ella todas sus esperanzas de alcanzar esa libertad extrema que venía propugnando en sus clases y en sus escritos- apartó al escritor parisino de la docencia en el Collège de France, donde fue definitivamente destituido en 1851. Al año siguiente, con la llegada del nuevo imperio de Napoleón III, fue también desposeído de su cargo en los Archivos Nacionales (a los que pertenecía desde hacía más de veinte años), tras haberse negado a prestar juramento al gobierno conservador. No cayó, empero, en el desánimo ni dejó de investigar y escribir durante este período, en el que trabajó -además de en esa interesante Historia de la Revolución Francesa citada más arriba- en otras muchas obras, como “L'Étudiant” (El estudiante) -una recopilación de ocho lecciones magistrales pronunciadas en el Collège de France-, y los folletos Pologne et Russie (Polonia y Rusia) y Principautés danubiennes (Principados danubianos), ambos reunidos primero bajo el título de “Légendes démocratiques du Nord” (Leyendas democráticas del Norte, 1854) y más tarde en otro volumen titulado “La Pologne martyre” (La Polonia mártir, 1863).

Privado, en fin, de cargos públicos y sujeto, durante aquel período del Segundo Imperio, a la necesidad de subsistir únicamente del producto de su pluma, encontró por aquel tiempo el apoyo incondicional de su segunda esposa, Athanaïs Mialaret, con la que acababa de contraer matrimonio en 1850, e imprimió un novedoso giro a su escritura y dio a la imprenta algunas obras tan bellas y emotivas como L'oiseau (El pájaro, 1856), L'insecte (El insecto, 1859), La mer (El mar, 1861) y La montagne (La montaña, 1868) . La dimensión espiritual de su trabajo se aprecia también, bien es verdad que algo más atenuada, en otras obras suyas como L'amour (El amor, 1858), La femme (La mujer, 1859) y Nos fils (Nuestros hijos, 1869), en las quese reveló como un seguidor de las propuestas educativas del pedagogo suizo Pestalozzi (1746-1827). La sorcière (La bruja, 1862), es otro libro de esta su etapa de madurez, un estudio de psicología histórica plagado de elementos fantásticos que, en cierto modo, desorientan al lector acostumbrado a su rigor científico, pero enriquecido también por esa vena poética que hace de su estilo uno de los más amenos y literarios de las letras francesas decimonónicas; pero, sin lugar a dudas, su obra maestra de este último período de su trayectoria literaria e intelectual es La Biblie de l'humanité (La Biblia de la humanidad, 1864), en cuyas páginas ofrece un hondo análisis de las religiones arias y semíticas, orientado a la búsqueda de una auténtica moral natural que pueda guiar a la humanidad sin coartar la libertad del espíritu.

A Michelet le invade la tristeza tras el golpe de estado del 2 de diciembre de 1852, por vía del cual Carlos Luis Napoleón Bonaparte tomaba el nombre de Napoleón III y proclamaba el II Imperio. Otros acontecimientos posteriores contribuyeron a ensombrecer aún más sus últimos años de existencia, como la guerra franco-prusiana de 1870 -con la subsiguiente pérdida de los territorios de Alsacia y Lorena- y el fracaso de la Comuna de 1871. Desolado por la desmembración de Francia y la descomposición de los ideales democráticos que había venido defendiendo durante toda su vida, aún tuvo bríos, ya septuagenario, para protestar contra la nueva situación política y social en un folleto titulado “La France devant l'Europe” (Francia ante Europa, 1871), mientras seguía redactando su Historia del siglo XIX, traspasada en todas sus páginas por el odio del erudito parisino hacia los Bonaparte (que, en su opinión, fueron los auténticos destructores del espíritu liberal y reformista surgido tras la revolución).

Muerte

Se retiró en busca de sosiego y aislamiento a la tranquila localidad provenzal de Hyères, Francia, en la que muere el 9 de febrero de 1874.

Obras destacadas

  • Œuvres choisies de Vico (1835).
  • Mémoires de Luther écrits par lui-même (1835).
  • Origines du droit français (1837).
  • Histoire romaine : république (1839).
  • Le Procès des Templiers (1841).

Fuentes

  • Jules Michelet y el siglo XIX.Concepto de locura: un romántico. Reinterpretación [1]. Consultado: 23 de junio de 2018