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Concepto:Finca campestre del tirano Fulgencio Batista

Kukine. La finca o mansión campestre del tirano Fulgencio Batista antes del 1 de enero de 1959, de donde huyó en la madrugada de ese día y de la que no pudo llevarse todas sus pertenencias.

La mansión campestre de Batista

El entonces Presidente de Cuba Fulgencio Batista y Zaldívar, en unión de su esposa y su primogénito en la finca Kukine. Foto de 1958.

La finca Kukine estaba estratégicamente enclavada al borde de la autopista del Mediodía, a 22 km al suroeste de La Habana. Estaba encerrada en el triángulo de comunicaciones que forman la Carretera central, la de Canta-ranas al entronque de Guatao y la que va de San Pedro a Punta Brava. Ocupaba una extensión de 17 caballerías dedicadas en su mayoría al ganado vacuno para la producción de leche, pastos de primera calidad y frutos menores de todos los tipos.

En los días de la dictadura, el aparatoso despliegue de tropas, carros "civiles" y militares -entre otras precauciones- anunciaba la presencia del tirano en su mansión campestre; los autos del SIM, perseguidoras y autos del Servicio Secreto, patrullaban constantemente la zona.

El cerrado cordón de vigilancia se extendía a todo lo largo de las rutas que conducían a la finca. No obstante, un grupo de revolucionarios bautenses logró burlarlo y realizar un atentado dinamitero a los transformadores eléctricos que proporcionaban electricidad a la citada mansión y a muchas fincas de magnates de aquella zona. La acción fue ejecutada exitosamente el 15 de marzo del 1957, dejando sin fluido eléctrico durante varios días todo aquello, en respuesta a la masacre de los asaltantes del Palacio Presidencial. Aquel atentado dinamitero fue preparado y organizado por el Grupo de Acción y Sabotaje de Bauta, y ejecutado por: Julio Caro, Manuel Filber, Rafael Buzzo, Julia Ballester Colomé y Obdulio Felipe entre otros.

La huída de Batista el 1 de enero de 1959

En la precipitada huida de la madrugada del 1 de enero del 1959, Batista no pudo llevarse todas sus pertenencias. Muy temprano también se lanzaron aquel día los revolucionarios en Bauta a la toma del Cuartel de la Guardia Rural, de la Policía y el Ayuntamiento; una vez tomados, sale un grupo de bautenses hacia Kukine evitando con esta acción que la finca fuera saqueada. Este grupo de revolucionarios estaba compuesto por: Segundo Rodríguez (quien fue el interventor oficial de la finca), Arturo San Román Toledo (hermano del mártir José Dionisio San Román Toledo) , Félix Noa y Esteban Cruz entre otros, los que encontraron la mansión en el mismo estado que la dejaron sus antiguos moradores. Todos los empleados y Guarnición Militar con su oficialidad, obedecieron de inmediato a los oficiales del MR-26-7, manteniéndose en la finca hasta nuevo aviso. Se dio entonces la orden revolucionaria: Distribuir en los hospitales, asilos y otras Instituciones de Asistencia Social, toda la leche que se producía en Kukine.

Pero salgamos un momento de Kukine y vayamos al aeropuerto. Allí, en la urgencia de la fuga, Batista dejó atrás ¡24 maletas repletas!, las que fueron regresadas a la mansión. Pero... ¿Por qué abandonó parte de su equipaje? Una de las posibles causas fue que por el pánico que lo atormentaba las haya olvidado... O que, en el último minuto de la huida, algunos de sus esbirros, desesperados y a punta de pistola, hayan solicitado "su pasaje", por lo que hubo que "aligerar la carga".

Descripción de la mansión Kukine el 1 de enero de 1959

En su despacho privado, Batista guardaba docenas de ejemplares de "Un Sargento nombrado Batista", de Edmond Chestert (periodista y escritor norteamericano, por supuesto) y "Batista y Cuba", de un tal Ulpiano Vega Cobielts. También colgaban varios cuadros en la pared, entre los que sobresalía uno con un viejo retrato ampliado de Batista en sus días de "oscuro sargento".

El salón de Conferencias Políticas estaba instalado en una de las alas de la flamante biblioteca de Kukine, constaba de cuatro mullidos butacones, en los que seguramente hayan reposado los colaboradores de la dictadura, para discutir "importantes" temas políticos del gobierno. Más al centro, hubo una amplia mesa de caoba pulida y labrada, con doce sillas, y banderitas de Cuba y Estados Unidos en un gran jarrón que les servía de base; una de las estanterías de la biblioteca estaba dedicada al gran Emancipador Abraham Lincoln, del que había un busto. Ese era el rinconcito que siempre utilizaba el tirano cuando se reunía con algún norteamericano.

En su mesa de trabajo se destacaba un pisapapeles todo de metal brillante, en el que había una bota militar de espuela dorada y un portaplumas de oro macizo. Como la gran mayoría de los dictadores de origen cuartelario, Batista tenía complejo napoleónico; en sus charlas íntimas hablaba del 4 de septiembre como si se tratara de un 18 Brumario, y del "madrugón del 10 de marzo" como un regreso del Elba. En sitio de honor de la biblioteca se encontraba un ejemplar de "Vie Politique et Militaires et Napoleón" de A. V. Arnaut, editado en 1822, y a la derecha una caja que guardaba dos pistolas usadas por el vencedor de Austerlitz, que hoy en día se encuentran en el Museo Napoleónico.

En otra de las vitrinas de la biblioteca estaban las condecoraciones, insignias militares y charreteras que decoraban el aparatoso uniforme del dictador en sus días de Jefe del Ejército. Había de todo: cruces, medallas, cintas multicolores enjoyadas, pasadores de oro... que evocaban las tristes victorias contra el pueblo.Se veía la colocación arbitraria de objetos de arte de diversos estilos: el busto de Majatma Gandhi aparece entre el de Montgomery y Churchill; Stalin flanqueado por el Mariscal Rommel y Benjamín Franklin, y en el extremo Juana de Arco, Dante, Homero... y un Fulgencio Batista de mármol con camisa deportiva abierta.

En un patio exterior, entre las dos alas de la biblioteca, instaló lo que bautizó como El Patio de los Héroes, con figuras originales de artistas cubanos o copias de obras famosas como la réplica de la estatua de Lincoln que está en un parque de la ciudad de Boston. Figuran en la galería los inmortales de la emancipación americana, desde Simón Bolívar hasta Máximo Gómez. Había en ese patio un gran óleo ecuestre de Batista vestido de militar con una gran tropa de Guardias Rurales que lo seguían a caballo por la campiña cubana.

A pocos pasos del Patio de los Héroes, en la propia biblioteca, existía una planta de radio y micro onda que le servía a Batista para dar órdenes al SIM o a Ventura, y para recibir las noticias y partes de última hora.

La sala estaba amueblada y adornada al estilo Luis XV, con lámparas de porcelana, que exhibían el aspecto artificioso de un pequeño Trianon. Frente a la residencia, en una rotonda de césped, Batista mandó a construir un espejo de agua que reflejaba la fronda y las palmas; algo más allá edificó una capilla donde a veces se oficiaba; preocupaciones católicas que no impedían la presencia, en otros altares, de caracoles, mazorcas de maíz, patas de gallos, y otras manifestaciones de sincretismo religioso que profesaba "el mulato lindo". Todo parecía indicar que la inclinación al "oscurantismo" se incrementaba a medida que su dictadura se iba resquebrajando.

El techo de la mansión estaba todo recubierto de tejas acanaladas de color rojo brillante; y los portales y terrazas todos de maderas preciosas, cuyas columnas eran de caoba primorosamente labradas.

La mansión también fue dotada de instalaciones para música indirecta, quizás para aliviar los nervios del dictador, y en la sala de música tenía un piano de cola pulido y brillante como un espejo. Además de estas "insignificancias", la casa tenía una magnífica sala de proyecciones con triple fila de butacas de peluche, forradas de terciopelo rojo.

En un lugar especial de los jardines, se veía la estatua de la famosa "Grulla de la pata de palo" que enarbolaran los batistianos como símbolo político en la farsa electoral del 1954. Ocupaba la estatua un lugar de honor en aquellos jardines de Kukine, debajo de la cual había una tarja que reproducía los párrafos del discurso en que el déspota narró las peripecias de la inocente palmípeda, sacrificada (según explicó) al feroz revanchismo de sus adversarios.

En el ropero de Batista se alineaban... ¡36 trajes de dril 100! ¡Solía cambiarse de traje tres veces al día! Limpieza exterior que contrastaba con su suciedad moral. La piscina estaba dividida en dos secciones: una para niños y otra para adultos. Más allá, pasando por el puente de estilo japonés que atravesaba la piscina, estaban las cabañas, el merendero, con un bar de ricas maderas y reluciente níkel, encontrándose entre los elementos decorativos de los jardines, tinajones camagüeyanos que datan del 1856 y una vieja campana, reliquia de algún ingenio colonial.

Dejamos para último "El cuarto de los tesoros", reducido espacio en el que había gran variedad de porcelana china y de Sevres, bandejas y cuchillería de plata, relojes, estampillas de oro y objetos de arte de diversos estilos y épocas. Aquel espectáculo recordaba las riquezas descubiertas en el Palacio del Rey Farauk de Egipto. Diremos ahora, ya al final, que solamente aquel Cuarto de los Tesoros fue evaluado en más de 0,3 millones de pesos, una cantidad descomunal entonces.

Fuente

  • Catauro Bautense, Unión de Historiadores de Bauta.