La economía cubana en la guerra de los 10 años

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La economía cubana en la guerra de los 10 años. La economía cubana entre 1840 y 1868 período caracterizado por una profunda crisis cuya raíz estaba en la progresiva ineficiencia de los esclavos y en la dificultad para suplirlos por otros o con trabajadores libres. Además se unieron a este fenómeno una serie de hechos como la paralización relativa de la expansión hacia el este de la agricultura comercial y la ganadería intensiva, la formación de capitales y su liquidación súbita, a consecuencia de las crisis de 1857 a 1866, la inestabilidad de las exportaciones básicas del país, la caída definitiva de las exportaciones y de la producción de café, la crisis financiera pública, que contribuyeron a remover en sus cimientos al país, de tal modo que fue inevitable desembocar a la Revolución del 1868.

Efectos directos de la Guerra

Al comenzar la Guerra, el 10 de octubre de 1868, había en el país una verdadera mezcla de formas económicas nuevas y de formas tradicionales, aún cuando, en líneas generales, unas y otras estaban agrupadas o concentradas hacia el occidente y en el centro - oriente respectivamente. De acuerdo con esta distribución territorial, se comprenderá que los efectos directos de las operaciones militares se sintieron particularmente en la segunda de las regiones mencionadas y particularmente en Puerto Príncipe (actual Camaguey) y en Oriente.

Al este de Las Villas, en las jurisdicciones de Sanctis Spíritus y de Remedios, que constituyeron una suerte de frontera, las operaciones militares se dejaron sentir intermitentemente devastando el campo, removiendo la población rural y, sobre todo, impidiendo la rehabilitación regional. A consecuencia de las operaciones miliares, caracterizadas generalmente por la destrucción de pueblos y caseríos, la devastación de haciendas, alternativa o sucesivamente por parte de los dos grupos contendientes, los campos de Puerto Príncipe y de Oriente quedaron arrasados, las poblaciones dispersadas o concentradas en puntos fortificados o protegidos por soldados españoles, los ingenios fueron quemados y su dotación de esclavos liberada de hecho.

La intensidad de estos efectos fue mayor en los primeros tres años de la Guerra, disminuyendo sensiblemente hasta 187, reanudándose en ese año y 1875, como consecuencia de la invasión hacia el occidente.

Impacto de la Guerra en la economía cañera

El año 1869 tras de la primera reorganización de las fuerzas libertadoras cubanas, la ofensiva sobre la zona de Santiago de Cuba produjo la destrucción de unos veintitrés ingenios y de quince cafetales. Según informaciones posteriores a la Paz del Zanjón (1878), en Santiago de Cuba solo quedaron treinta y nueve ingenios sobre un total de cien que había la víspera del Grito de la Damajagua.

En Sanctis Spíritus treinta y siete ingenios quedaron abandonados o convertidos total o parcialmente en potreros, de un total de cuarenta y uno que allí había en 1862; en 1878 había once molientes y corrientes, de los cuales tres trapiches eran posteriores al momento de mayor actividad revolucionaria. En Remedios solo durante los años 1868 y 1869 quedaron destruidos diez y nueve ingenios. En el mismo año que terminó la Guerra o poco antes (1878 - 1879) fueron destruidos, como parte del proceso de transformación económica que la guerra aceleró, unos diecisiete ingenios de los cuales tres quedaron convertidos en colonias de ingenios mayores.

En ninguna de estas zonas mencionadas el impacto presentó los caracteres destructivos tan irremediables como en Puerto Príncipe. Torres Lasqueti, el cronista colonial de esa región, y José Ramón de Betancourt, diputado liberal por ella a las Cortes Españolas en la década de los 80, coinciden en afirmar que sobre un total de cien ingenios existentes en 1868 solamente perduró uno.

La agricultura ganadera resultó afectada también con igual intensidad, pues de un total de 2, 853 fincas solo quedó un potrero en 187.

En sentido económico de la eliminación y de la creación de ingenios queda revelado por el aumento de la producción entre 1868 y 1878, lo que significa que la influencia de los ingenios eliminados en las zonas centrales y orientales era de poca importancia y que las fábricas más perfeccionadas del occidente o de reciente creación fueron capaces de suplir aquella falta. Esto indica que durante los Diez Años se iniciaba el proceso de concentración industrial que culminaría después de la Independencia.

Embargo de bienes

Otro de los modos en que la Guerra afectó a la economía, fue el embargo de los bienes a infidentes pues constituye uno de los hechos políticos de más resonancia en la transformación económica del país. Una nueva aristocracia del dinero, producto del negocio surgido de la Guerra, fuera de la administración de los bienes embargados, fueron los suministros al Ejército Español, surgió en aquella época, con caracteres políticos y sociales que la diferencian de la vieja aristocracia criolla.

Una gran parte de los propietarios cubanos, partidarios de la independencia o simplemente sospechosos de serlo fueron expropiados, pues el embargo determinó la desaparición física de muchos bienes muebles y la transmisión de títulos sobre los inmuebles, de tal modo que algunos de los sujetos embargados quedaron arruinados completamente.

Repercusión social de la Guerra

Menos considerados fueron los efectos de la Guerra sobre la organización social. En este sentido debe observarse que antes del 1868 el proceso de disolución de la esclavitud ya se había iniciado; especialmente en la zona de mayor concentración azucarera a virtud del empleo del esclavo alquilado y de la importación masiva de chinos, síntomas muy elocuentes.

El Decreto de 16 de septiembre de 1868, llamado Vientres Libres porque establecía la libertad de los hijos de esclavas desde su promulgación y manumitía a los ancianos de 60 años o más de edad, facilitó la evolución hacia el régimen del salario y contribuyó con la Guerra a liquidar la institución secular.

El afán con que los intereses azucareros de la zona occidental se empeñaron en el fomento de la inmigración concentrada de chinos, cuyos origines se remontan hasta la década de los 40, indica que ya se estaba preparando la economía para resistir las naturales consecuencias de la abolición sobre la disponibilidad y el costo del trabajo en las zonas de mayor concentración industrial la formación de una Comisión de Colonización en La Habana con subcomisiones locales dirigida por Julián Zulueta y cuyo Boletín de Colonización fue aunque dedicado principalmente a los chinos contratados, estudiando los más variados y a ocasiones extravagantes proyectos de importación de braceros es una muestra de la situación de liquidación a que estaba llegando la esclavitud de la raza negra en Cuba.

No faltaron los proyectos de colonización blanca principalmente en las zonas en que no había una industria azucarera muy desarrollada. Prueba de ello es la introducción en 1874 de unos miles de canarios en la región de Las Villas, particularmente Placetas y Remedio.

Aspecto financiero

Los presupuestos generales y locales se elevaron viarias veces sobre las cifras que tenían en 1868. Las contribuciones aumentaron extraordinariamente, pesando fundamentalmente sobre la zona occidental del país. Fue preciso apelar a diversos consistentes en empréstitos, en suspensiones de ciertos pagos para atender primordialmente a los gastos militares y en la emisión de billetes inconvertibles por medio del banco autorizado, el español de La Habana.

Resultado de ello fue el proceso inflacionario y una especulación sin límites, que se unieron a los momentos depresivos de orden internacional para agravar la situación de la economía colonial, ya en crisis. Es difícil seguir paso a paso las medidas ejecutadas para atender a las finanzas públicas. Por lo pronto, la contribución directa establecida por el decreto de 1867 quedó suspendida inmediatamente después del Grito de Yara. Se restablecieron los derechos de exportaciones entonces eliminados y el de consumo de ganado también derogado en 1867.

Entre 1869 y 1874 se emitieron billetes por un total de 74 millones de pesos, como las emisiones eran inconvertibles se siguió la depreciación del papel. El cambio fue alterándose paulatinamente; en mayo de 1873 era de 28 pesos, 37 centavos por onza de oro, en diciembre siguiente estaba a 80 pesos, 47 centavos; en junio de 1874 había alcanzado a 163 pesos, 37 centavos.

Fue preciso ofrecer garantías de amortización de los billetes, para reestablecer en lo posible la normalidad. En el año 1874 se puso en vigor una contribución del 10% sobre el producto líquido de la riqueza, sobre las rentas y sobre los sueldos de más de 1,000 pesos anuales cuyos ingresos estarían dirigidos a redimir los billetes del banco español de La Habana.

Al llegar el año 1878 la deuda pública ascendía a más de 150 millones de pesos, y el costo total de la guerra, según Pirala se elevaba a más de doscientos cuarenta y seis millones de pesos. Una buena parte de esta suma fue devorada por el fraude organizado en gran escala en todo lo relativo al aprovisionamiento del ejército como explica textualmente Pirala.

La política de reconstrucción rural

La política de reconstrucción rural comenzó durante la guerra y como es lógico no tuvo éxitos debido a que hubo zonas en las que las operaciones militares, aunque alternativas se mantuvieron durante el largo período de diez años imposibilitando toda rehabilitación sistemática.

Cualquier plan de medidas contra la crisis general tenía que tropezar con la existencia de un gran ejército de ocupación y necesitaba abarcar la reanudación de algunas de las explotaciones básicas del país, como la minería del cobre y la ganadería, a las cuales afectaba no solo la guerra sino la crisis general.

La destrucción de las zonas de cultivo de consumo interno o de frutos para la subsistencia de los centros urbanos era grave desde 1869. La guerra significó para las poblaciones de Oriente un alza de precios, agravada por la inflación resultante del aumento de los gastos públicos y de la circulación del billete inconvertible.

En Puerto Príncipe, la situación fue más grave pues la población rural mas dispersa y desprovista de centros fortificados, se refugió en la capital del departamento. Una de las medidas más comunes entre los intentos de reconstrucción fue la asistencia a los refugiados en las ciudades.

Desde 1870 se creó en Puerto Príncipe una junta de socorro, con ocho mil pesos mensuales, proporcionados por la administración de bienes embargados.

Sin dudas los decretos de 27 de octubre de 1877 y el reglamento de 22 de febrero de 1878, ofreciendo tierras a quienes las soliciten, contenían un principio acertado de política de reconstrucción, que tendía a fomentar la colonización. Coincidiendo con esas medidas de esos decretos, otro de 3 de noviembre de 1877 otorgó exención de contribuciones a las fincas destruidas o afectadas por la guerra por un período de seis años.

La rehabilitación no procedía al ritmo que demandaban las circunstancias y se tomaron posteriormente algunas medidas similares como la Real Orden de 9 de junio de 1882 que rebajó al 50% las contribuciones de las fincas de Puerto Príncipe durante cinco años. El reforzamiento de la institución financiera oficial, cuya política conservadora tendía a agravar la crisis agrícola, no es, sino una muestra de la política errónea, capaz de neutralizar toda otra medida de restauración.

Fuente

Riverend, Julio L., Historia Económica de Cuba, 662 pp, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1974.