Lago artificial La Turbina


 

Introducción

Varias generaciones de habitantes de la actual capital provincial guardamos en la memoria algún recuerdo relacionado con La Turbina, sea una vivencia, pasajes de su historia o leyendas, trasmitidas de forma oral de abuelos a padres, y de estos a hijos. Todos nos sentimos orgullosos de lo que en 1995 calificó ese avileño de pura cepa e historiador, Pedro Pablo Lamas, como “Mare Nostrum”. Por suerte no son pocos los que sobre ella han escrito, destacándose por su originalidad y orden en el tiempo los trabajos de María T. Sivit, Raúl Hernández, Isidoro Rodríguez, Oscar Gómez, Héctor Pérez, Marcial Samprom, Arnaldo Aguilar, Álvaro Armengol, Ángel E. Cabrera, José A. Quintana, José G. Quintas y Vivian Vila, estos dos últimos en especial sobre las leyendas.

Su origen

La Turbina tuvo su origen en una cantera de balasto (material de construcción: grava o piedra machacada, según el diccionario Aristos, p.89). Hay indicios de su explotación en la construcción y perfeccionamiento de la Trocha militar de Júcaro a Morón, en tiempos de la colonia. Ya en el siglo XX se utilizó en la construcción de ferrocarriles como el Ferrocarril Central, el Ferrocarril Norte de Cuba, y los que eran propiedad privada de las compañías dueñas de centrales; además se utilizó en la reconstrucción del Ferrocarril de Júcaro a Morón, en la construcción de la Carretera Central, y en el arreglo de tramos de calles céntricas de la ciudad como Independencia, Joaquín de Agüero y Marcial Gómez. Su esplendor como cantera fue en los años 20 - 30 del pasado siglo XX.

Nombre inicial

Su nombre inicial fue La Balastera o Balastrera. Con el empleo de turbinas para extraer el agua que se acumulaba diariamente en la cantera, empezó a ser nombrada popularmente como La Turbina, nombre que tras muchas décadas, aún persiste. Se utilizó el ferrocarril para sacar el balasto desde su lugar de extracción, cada vez más profundo en la cantera (hoy La Turbina), hasta la superficie. Se emplearon los medios mas modernos: líneas férreas, potentes locomotoras que arrastraban las planchas de carga, a cuyos lados se colocaban tablones para evitar la caída del material al suelo, y una retroexcavadora de vapor montada en raíles. Yanquis en el negocio: lo valioso del material de la cantera “no escapó al olfato” de una poderosa compañía yanqui, la ‘’Cuba Northern Railways Company’’, constructora del famoso Ferrocarril Norte de Cuba (Santa Clara a Puerto Tarafa), la que mediante compra se apoderó de la misma hacia fines de la segunda década del pasado siglo pagando por los terrenos mas de cien mil pesos. Cuando la cantera fue totalmente cubierta por las aguas, y en su fondo quedaron traviesas (polines) y raíles, la compañía no renunció a ellos. Aprovechando el hambre y las necesidades imperantes por entonces en los predios avileños, y sin importarle la vida de nuestros coterráneos, pagó por el rescate de esos materiales una miseria a gente humilde. La vivencia nos llega de la narración en 1996 del negro Ángel (ya por esos años famoso carpintero en el Micro A): “(…) nos pagaban unos pocos centavos por cada pieza rescatada, para eso teníamos que bajar ¡a pulmón limpio! hasta el fondo, aguantar allí para amarrar la pieza y dar la señal para que la halaran desde la superficie y la metieran en un bote. ¡Aquello era una tragedia, pero había que guapear los kilos!”.

De cantera a laguna:

Fue un proceso en el que se entrelazan múltiples versiones en la tradición oral —en ausencia de un estudio científico—, entre ellas la de un manantial que afloró con un barreno, y las de dos ciclones reales; cada cual contribuyendo a llenar, hasta tapar totalmente, el extenso y profundo vacío dejado por la extracción del material constructivo, en el que se formó una laguna. En 1948 sobre la misma afirmó María Teresa Sivit en su tesis de grado de la Universidad de la Habana: “(…) mide esta laguna aproximadamente un y medio kilómetro de largo, 300 metros de ancho y en algunos lugares hasta 10 metros de profundidad.” Una de las versiones sobre el manantial nos llega de la memoria del destacado pintor René Rodríguez Alanis, Hijo Ilustre de la Ciudad: “(…) un petardo levantó una piedra y estallo el manantial. Era una manantial ¡que había que decirle usted! Mi papá estaba allí cuando eso ocurrió y en esa corrida perdió un anillo de oro (…) ¡El manantial tenía una fuerza tremenda de agua! Mi papá llegó mojado a la casa. Vivíamos por el Campoamor.” Cuentan que fue a partir de esos años y del ciclón de 1926 que se fueron ubicando enormes turbinas (algunos afirman que hasta tres), de mas altura que la de una persona, para sacar el agua y así poder seguir explotando la cantera. Pero que ya con el ciclón del 32, según lo contó en 1996 Manlio González Escalante, vecino del lugar y testigo presencial, tuvo que cesar la explotación de la cantera, pues las aguas pasaron a cubrirla totalmente. Lugar de deportes náuticos (remos y natación): Hacia los años 40 y algunos de la década siguiente del pasado siglo La Turbina fue famosa como lugar de práctica de remos y de natación. Llegó a tener, según Isidoro Rodríguez Cardoso, más de una veintena de botes de remos, entre ellos el MACACEPI, cuyo nombre se debió a las iniciales de las maderas con las que estaba construido: majagua, caoba, cedro y pino. Allí existió el primer club avileño de natación, el Club de “La Turbina”, cuyo profesor fue Humberto Toledo. Testimonio de un nadador: Ángel Cabrera Ramírez, padre del Historiador de la ciudad: “Yo la atravesé en todas las direcciones” / “Everildo del Río era el que más nadaba allí, la atravesaba de lado a lado”./ “Había un bote negro, en el que se habían ahogado varios, por lo que le decían la caja de muerto”/ “En el medio de La Turbina había un pequeño cayito (…) el que tras ser localizado por los nadadores, se paraban allí y el agua les daba al tobillo.” La compañía ferroviaria acabó con el deporte: Tras cerca de 15 años de práctica deportiva en La Turbina la compañía ferroviaria quitó a los deportistas la nave que le había prestado durante todo ese tiempo, la que destruyó poco después. De ello escribió Isidoro Rodríguez: “(…) nos quedamos en la calle y al no tener lugar donde guardar las ropas, los botes, los remos y demás adminículos del deporte, no tuvimos otro remedio que dar por terminado el disfrute del lugar.” El primer ahogado: Existen varias versiones, una es la de Arnaldo Aguilar y Álvaro Armengol: quienes afirman que el primero fue un joven de nombre Valentín, que era repartidor de cantinas del entonces café y restaurante “El Parque”.

Leyendas y folclor:

La Turbina es un lugar que ha originado numerosas leyendas, todas relacionadas con ahogados y desaparecidos, lo que se atribuye a diversas causas. Se cuenta que por su proximidad a la “Zona de tolerancia” se dieron casos de prostitutas que en grupo salían en botes con hombres ebrios, y que al virarse aquel y ellas no saber nadar allí mismo perdieron su vida. Entre las leyendas están: la del ahogado de la Turbina, la de la mujer que perdió a dos de sus hijos y también a su esposo en ese lugar (La maldición de La Turbina); la de una pareja de novios que allí se ahogó (El lago del amor y de la muerte); y la de una madre de agua o serpiente de gran tamaño que habita en su fondo y sale a matar personas (La madre de agua asesina de la Turbina). En nuestra tradición oral se afirma que hubo un tiempo en que para localizar a los ahogados se colocaba en el agua de La Turbina una tabla con una vela encendida encima, se ponía a navegar y donde se detenía la tabla pues allí mismo estaba el ahogado. Sobre el folclor existen también varias e interesantes cuestiones. Una nos llega del recuerdo del avileño DrC. Enrique Sosa, Hijo Ilustre de la Ciudad y personalidad de la cultura cubana, a través del testimonio en 1996 de Norma Rojas, Directora Provincial de Patrimonio y estudiosa de esa materia: que en las cercanías de La Turbina existía una Ceiba enorme, que él conoció, en la que cada 4 de diciembre, día de Changó, se hacían celebraciones o toques de tambor. Otra es, según testimonios en ese mismo año de Norma y Ana Rita Hortelano, también profunda conocedora de la materia, que La Turbina es lugar al que se llevan ofrendas, ritual que comenzó la santera mayor María Silvia Cabello, hija de Oggún, de reconocido prestigio en la ciudad, ya fallecida.


De La Turbina e inundaciones:

Desde el pasado siglo, y ya en este XXI (2008), son famosas las inundaciones de La Turbina y sus consecuencias para la ciudad. Se producen con ciclones y grandes temporales, con los cuales arriba a la misma una gran masa de agua que procedente de la zona norte del territorio avileño, a decenas de kilómetros, va en tránsito hacia la zona baja del sur. Muchas calles, en especial las más cercanas a La Turbina, y que corren de norte a sur, se transforman —durante varias horas— en ríos de fuerte caudal, que en algunos lugares alcanzan un metro o mas de altura, por los que se ha llegado a ver balsas que con algunos “intrépidos” avanzan con rapidez. Un sobreviviente: A fines del pasado siglo, en medio de un fuerte temporal con el que subieron peligrosamente las aguas en La Turbina, se lanzó a “disfrutarlas” un hombre en estado de embriaguez. La fuerte corriente lo arrastró al aliviadero de su extremo suroeste, cerca de la actual rotonda, tubería cuyo alto extraordinario le favoreció hacer el recorrido subterráneo de la ciudad hasta salir “vivito y coleando” por el desagüe existente en su extremo sur.

De La Turbina al Parque de la Ciudad:

Tal como La Turbina es prodigio de la naturaleza y el hombre, este último, con inteligencia, voluntad, amor a su pueblo y gran sacrificio, ha sido capaz en este siglo XXI de construir alli el Parque de la Ciudad, con su malecón, parques de diversiones para niños y numerosas instalaciones para el disfrute de adultos. Así logró hacerse realidad “El sueño de lo imposible”, que sobrepasó todo lo imaginado y lo no imaginado en el siglo anterior.


Fuentes

  • Ángel E. Cabrera Sánchez:”La Turbina: un símbolo de Ciego de Ávila”. Oficina del Historiador de la Ciudad, Ciego de Ávila, julio / 1996, trabajo inédito, manuscrito, actualizado con nuevas fuentes en mayo-junio del 2010.

Créditos: autor: MSc. Ángel E. Cabrera Sánchez, Historiador de la Ciudad. Archivo Histórico Provincial / CITMA / Ciego de Ávila / 5 junio 2010. Edición en homenaje al Día del Medioambiente