Libertad positiva

Libertad positiva
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Concepto:Es capacidad de cualquier individuo de ser dueño de su voluntad, y de controlar y determinar sus propias acciones, y su destino.

Libertad positiva. Es definida como la capacidad de cualquier individuo de ser dueño de su voluntad, y de controlar y determinar sus propias acciones, y su destino. Es la noción de libertad como autorrealización.

Conceptualización

Existen dos tipos o nociones de libertad política y social: la negativa y la positiva. El argumento no es que alguna de estas concepciones sea la única, la más verdadera o la más valiosa, sino más bien que la distinción entre ellas nunca ha sido lo suficientemente clara; que ésta está basada, en parte, en una seria confusión, y que además ha desviado la atención de aquello que realmente debe ser tenido en cuenta si se quieren entender las diferencias que separan a filósofos, ideologías y movimientos sociales en relación con la libertades preciso considerar la libertad, siempre, como una y la misma relación tríadica –de tres términos variables-, aunque reconociendo que las partes involucradas siempre estarán en desacuerdo en cuanto a la concepción de los rangos de los términos de dicha relación. De esta manera al tema de la libertad permite liberarse de la perspectiva predominante pero poco fructífera de la necesaria existencia de “tipos” de libertad, al igual que volver la atención hacia las cuestiones que son realmente importantes en esta área de la filosofía social y política.

La paradoja de la libertad positiva

Muchos liberales, incluido Berlin, han sugerido que el concepto positivo de libertad conlleva un peligro de autoritarismo. Considérese el destino de una minoría permanente y oprimida. Debido a que los miembros de esta minoría participan en un proceso democrático caracterizado por la regla de la mayoría, se podría decir que son libres alegando que son miembros de una sociedad que ejerce el autocontrol sobre sus propios asuntos. Pero ellos están oprimidos, y por tanto sin duda son no-libres. Es más, no es necesario ver una sociedad como democrática a fin de verla como autocontrolada; se podría adoptar en cambio una concepción orgánica de sociedad, de acuerdo con la cual el colectivo se piensa como un organismo vivo, y podría creerse que este organismo sólo actuará racionalmente, sólo se controlará a sí mismo, cuando sus diferentes partes se equiparen a un plan racional, concebido por sus sabios gobernantes (quienes, por extender la metáfora, podrían pensarse como el cerebro del organismo). En este caso, incluso la mayoría podría ser oprimida en nombre de la libertad.

Tales justificaciones de opresión en nombre de la libertad no son meros productos de la imaginación liberal, ya que hay ejemplos notorios de dirigentes políticos que las refrendan. A Berlin, él mismo un liberal que escribió durante la guerra fría, le conmovió claramente la manera en la que el ideal aparentemente noble de libertad como autodominio o autorrealización había sido retorcido y distorsionado por los dictadores totalitarios del siglo veinte –particularmente los de la Unión Soviética– a fin de reivindicar que ellos, y no los liberales occidentales, eran los verdaderos paladines de la libertad. La resbaladiza pendiente hacia esta paradójica conclusión comienza, según Berlin, con la idea de un yo dividido.

Para ilustrarlo: el fumador de nuestra historia nos proporciona un claro ejemplo de un yo dividido, porque es ambos, el yo que desea llegar a una cita y el yo que desea llegar al estanco, y estos dos deseos están en conflicto.

Podemos enriquecer la historia de una forma plausible añadiendo que uno de esos yoes –el que mantiene las citas– es superior al otro: el yo que mantiene las citas es así un yo ‘superior’, y el que es un fumador es un yo ‘inferior’. El yo superior es el yo racional, reflexivo, el yo que es capaz de acción moral y de aceptar responsabilidad por lo que hace. Este es el verdadero yo, porque la reflexión racional y la responsabilidad moral son características de los humanos que los desmarcan de los otros animales. El yo inferior, por otro lado, es el yo de las pasiones, de los deseos irreflexivos y los impulsos irracionales. Se es libre entonces cuando el yo superior, racional está en control y no se es esclavo de las pasiones o del yo meramente empírico. El siguiente paso de bajada por la resbaladiza pendiente consiste en señalar que algunos individuos son más racionales que otros, y pueden por tanto saber mejor lo que les conviene a sus intereses racionales y a los de otros. Esto les permite decir que al forzar a personas menos racionales que ellos a hacer lo que es racional y así desarrollar sus verdaderos yoes, están de hecho liberándoles de sus deseos meramente empíricos. De vez en cuando, dice Berlin, el defensor de la libertad positiva dará un paso extra que consiste en concebir el yo como más amplio que el individuo, y como representado por un todo social orgánico –“una tribu, una raza, una iglesia, un estado, la gran sociedad de los vivos y los muertos y los que están por venir”. Los verdaderos intereses del individuo han de identificarse con los intereses de este todo, y los individuos pueden y deberían ser coercidos para que satisfagan estos intereses, ya que no se resistirían a la coerción si fueran tan racionales o sabios como sus ‘coertores’. “Una vez adopto este punto de vista”, dice Berlin, “estoy en posición de desoír los deseos reales de hombres o sociedades, de intimidar, oprimir, torturar en nombre, y en pro de sus yoes ‘reales’, con la certidumbre de que cualquiera que sea la verdadera meta del hombre...debe ser idéntica a su libertad” (Berlin, págs. 132-133).

Aquellos que están en el bando negativo intentan cortar esta línea de razonamiento en su primer paso negando que haya cualquier relación necesaria entre la libertad y los deseos de uno mismo. Puesto que se es libre en la medida en que externamente no se nos impide hacer cosas, dicen, se puede ser libre para hacer lo que no se desea hacer. Si ser libre significa que no se impida la realización de los deseos, entonces se podría, de nuevo paradójicamente, reducir la no-libertad deseando menos de las cosas que se es no-libre de hacer. Se podría llegar a ser libre simplemente contentándose con la situación dada. Un esclavo perfectamente conforme es perfectamente libre de realizar todos sus deseos. No obstante, tendemos a pensar en la esclavitud como lo contrario de la libertad. Más generalmente, la libertad no debe confundirse con la felicidad, ya que en términos lógicos no hay nada que impida que una persona libre sea infeliz o que una persona no-libre sea feliz. La persona feliz podría sentirse libre, pero que sea libre es otra cuestión (Day, 1971). Los teóricos negativos de la libertad por tanto tienden a decir no que tener libertad significa que no se impida que se puedan realizar los deseos, sino que significa que no se impida hacer cualquier cosa que se podría desear hacer.

Algunos teóricos de la libertad positiva se arriesgan y dicen que el esclavo conforme es de hecho libre –que a fin de ser libre el individuo debe aprender, no tanto a dominar ciertos deseos meramente empíricos, como a deshacerse de ellos. Debe, en otras palabras, suprimir tantos de sus deseos como sea posible. Como dice Berlin, si tengo una pierna herida ‘hay dos métodos para librarme del dolor. Uno es curando la herida. Pero si la cura s demasiado difícil o incierta, hay otro método. Esta es la estrategia de liberación adoptada por los ascéticos, estoicos y sabios budistas. Implica una ‘retirada a la ciudadela interna’ –un alma o un yo puramente nouménico– en la cual el individuo es inmune a las fuerzas exteriores. Pero este estado, incluso si puede lograrse, no es uno que los liberales querrían llamar de libertad, ya que de nuevo se corre el riesgo de enmascarar importantes formas de opresión. Después de todo y a menudo es cuando se aceptan limitaciones externas excesivas cuando los individuos se repliegan sobre sí mismos, y se engañan fingiendo que en realidad no desean los bienes o placeres terrenales que les han sido negados. Es más, la supresión de los deseos puede ser también un efecto de las fuerzas exteriores, tales como el lavado de cerebro, que no querríamos llamar precisamente una realización de libertad.

Debido a que el concepto de libertad negativa se concentra en la esfera externa en la cual interactúan los individuos, parece proporcionar una garantía mejor contra los peligros del paternalismo y el autoritarismo que Berlin percibía. Fomentar la libertad negativa es fomentar la existencia de una esfera de acción dentro de la cual el individuo es el soberano, y dentro de la cual puede perseguir sus propios proyectos, sujeto sólo a la limitación de respetar las esferas de los otros. Humbolt y Mill, ambos defensores del concepto negativo de libertad, compararon el desarrollo de un individuo con el de una planta: se debe permitir crecer a los individuos, como a las plantas, en el sentido de desarrollar al máximo sus propias facultades y de acuerdo a su propia lógica interna. El crecimiento personal no es algo que pueda ser impuesto desde fuera, sino que debe venir desde dentro del individuo.

Diferencia entre libertad positiva y libertad negativa

La libertad positiva se complementa con el concepto de libertad negativa, que considera que un individuo es libre en la medida en que nada o nadie restringe su acción, sea cual sea el carácter de esa acción. Mientras la libertad negativa de un individuo se refiere a que "le permiten" ejercer su voluntad, pues nadie se lo impide, la libertad positiva se refiere a que "puede" ejercerla, al contar con el necesario entendimiento de sí mismo, y la capacidad personal para ejercerla. La ley establece reglas que operan principalmente restringiendo la libertad negativa de los individuos, en aras de preservar o bien sus libertades positivas, o bien las libertades negativas de otros individuos.

Condiciones de la libertad positiva

• “Ser libre para algo”.

• Es el deseo del individuo de ser su propio dueño, y de realizarse plenamente. Querer que su vida y decisiones dependan de sí mismo y no de fuerzas exteriores.

• Dirigirse a sí mismo, y no ser movido por otra cosa que o grado de madurez, y de conocimiento de uno mismo.

Todo lo anterior mencionado presupone así mismo la existencia de una facultad autónoma de la voluntad del individuo. Algunos pensadores escépticos acerca de la posibilidad de libertad positiva, como el mismo Isaiah Berlin, han cuestionado la existencia de tal facultad, o la posibilidad de un grado tan elevado de conocimiento de uno mismo. Otros pensadores liberales, incluidos algunos discípulos de Berlín, como John N. Gray, han defendido la compatibilidad de libertades positivas y negativas.

Fuente

  • [1] La libertad positiva y La libertad negativa