Los Dioses Secretos

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Los Dioses Secretos
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Título originalLos Dioses Secretos
Autor(a)(es)(as)Rubiel G. Labarta, (Holguín, CUBA, 1988)
Editorial:Ediciones La Luz(AHS, HOLGUÍN)
Corrección:Yailén Campaña
ColecciónAbrirse las Constelaciones
GéneroPoesía
ImprentaImprenta Lugones
EdiciónLuis Yuseff
IlustracionesAníbal de la Torre
Primera edición2013
Ejemplares500
ISBN978-959-255-098-8
PaísCuba
DistribuciónInstituto Cubano del Libro
PremiosLa Puerta de Papel, FL, CUBA, 2015
PostalDioses.jpg

Los Dioses Secretos. Libro de Poemas del escritor holguinero Rubiel G. Labarta, publicado por "Ediciones La Luz", AHS, Holguín, en 2013. Durante la Feria del Libro de La Habana 2015 le fue conferido el "Premio La Puerta de Papel".

Crítica

Al terminar de leer los versos de este poemario, sobre la ciudad cae un extraño aguacero tropical de verano. Me queda en los labios y en la mente, el sabor ―húmedo― de haber leído algo más que versos, quizá salmos, cánticos, salterios o alabanzas... un canto agradecido o una larga oración a Dios. En ellos, el poeta, siempre ser inconforme, se acerca y se aleja del misterio que persigue, como la perfecta polifonía de los cantos gregorianos o los coros bizantinos.

uve esa sensación luego de leer Los dioses secretos, primer libro de Rubiel G. Labarta (Holguín, 1988), el cual llega a los lectores bajo el sello de Ediciones La Luz (2013), editorial holguinera de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Este texto, de la colección Abrirse las constelaciones y bajo el cuidado editorial de Luis Yuseff, muestra a un poeta que, a pesar de su juventud, ha madurado una lírica reposada y sutil, evocadora y elocuente; también perspicaz, osada y dolorosa.

Es como encender un incensario en un templo, dejar que se expanda en todo el lugar, y luego apagarlo de una vez; quizá como muestra de rebeldía e inconformidad ante las cosas, en cercana contraposición con un mesurado pesimismo —o rencor— que acaba convirtiéndose, de una forma u otra, en claro optimismo —o viceversa—: «Nada me asusta más que seguir vivo. […] Yo seguiré afilando mis cuchillos en los ijares de la muerte. […] ¿Por qué mirar al cielo entonces?». Pues porque cree que: «la muerte es algo familiar y yo también iré aprendiendo a perdonarlo todo».

Quizá por eso también marcó el inicio de su poemario con unos versos del poema Los dioses secretos, escrito por Roque Dalton, de donde toma el título de su libro: «Nosotros señalamos el lugar de las tumbas, proponemos el crimen, mantenemos el horizonte en su lugar… Somos los dioses secretos, los de la holganza furiosa. Y solo los círculos de sal nos detienen. Y la burla».

Labarta es un poeta de las cercanías y las distancias de aquellos que no están, de los dolores, de los miedos que asechan a la casa y a la familia, de la cierta mirada existencialista hacia la sociedad y el país; sobre todo, de la evocación constante a Dios, al que, mientras agradecemos, pedimos explicaciones: «Aquí no hay fiestas de domingo / sino llanto que lava las manos y los rostros / de las familias que sobre sus espaldas cargan el país». Más adelante escribe: «Qué nueva muerte nos agobia, hasta estos huesos con los que reconstruyo por pedazos el mapa de un país». [Poema II]

Y esto es algo que ronda —casi de forma perenne y consecuente— las temáticas de gran parte de la joven poesía cubana —apatía generacional con respecto a muchas cosas, diría un amigo—. «Soy quien abre los brazos a las fiestas del hambre […] Soy quien cree en las mentiras y las puertas / que se abren y se cierran irremediablemente…». [Peregrino]

Mientras que en Pater Nostrum —estructura ya bastante utilizada por poetas anteriores, desde Rubén Darío hasta Benedetti, y muchos más— escribe «perdona si pastamos en las breves estancias del país / y nos burlamos de su debilidad. […] He aquí el hombre. Líbralo de sí».

La segunda parte del cuaderno —compuesto de tres partes— es casi un salterio de evocaciones —divinas o no— donde Labarta reescribe el Génesis, la historia bíblica de la creación, en un excelente poema colmado también de situaciones familiares: «Mi abuela esparcía en las cuatro esquinas de la casa toda clase de polvos misteriosos… agua bendita, ron y humo de tabaco, como si pretendiera evitar la inevitable zarpa de la muerte. Prendía velas y se ocultaba en la manigua, yendo a saldar deudas con el tiempo».

Lo mismo sucede en poemas de la tercera parte del texto, como Las tribus de Israel —« […] el miedo y yo somos la misma cosa», dice Labarta—, Babel o Mi madre celebra la rareza de sus hijos, un texto cargado de fuerza lírica y, porqué no, de íntimo desasosiego.

Muy bien logrados los poemas de Rubiel G. Labarta… versos que muestran una parte de todo lo que son capaces de dar y al mismo tiempo ocultan otras cosas mejores; al igual que en la fotografía de portada de Aníbal de la Torre, donde un fornido muchacho entrega y oculta prendas a la vez. Mientras tanto, Labarta aprende «junto al fuego las artes de la espera». Y será una espera fructífera, en la cercanía de los dioses secretos.

RubielLabarta.jpg

Fuentes

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