Los pichiciegos (libro de 1983)

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Los pichiciegos
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Obra considerada un clásico, La novela revela otra mirada de una guerra en la que los jovenes fueron la carne de cañon)
Título originalLos pichiciegos
Autor(a)(es)(as)Rodolfo Enrique Fogwill
Editorial:Editorial Arte y literatura
GéneroLiteratura
ImprentaNancy Maestigue Prieto
ISBN959-08-0518-3
PaísEstados Unidos

Los pichiciegos. Es una hermosa novela que revela otra mirada de una guerra en la que los jovenes fueron la carne de cañón. Fogwill lo deja bien claro, con un estilo especial de demostrar que nadie escapa a su destino.

Los pichiciegos

Esta quinta edición de Los Pichiciegos es fiel a los borradores que, mimeografiados en el Hospital Albert Einstein de São Paulo, circularon entre críticos y editores antes de la rendición argentina de junio de 1982. La primera publicación se distribuyó después de la asunción del gobierno civil y fue elogiada por su realismo y pacifismo pese a que el autor hizo imprimir la advertencia de que se trataba de un experimento de ficción, compuesto antes de los primeros testimonios de los combatientes y que no era una novela contra la guerra y la literatura.

La obra debió esperar doce años para que la crítica reconociera su propuesta: en el curso de su ensayo sobre verdad e historia en el cine, publicado en 1994, la profesora Beatriz Sarlo anuncia su relectura de Los Pichiciegos observando que la novela no quiere demostrar nada y sus personajes no están en condiciones ideológicas ni discursivas para reflexionar. Los pichis carecen absolutamente de futuro, caminan hacia la muerte, y en consecuencia, sólo pueden razonar en términos de estrategias de supervivencia" y concluye su extenso análisis afirmando que "la novela de Fogwill produce esta verdad de la guerra en Malvinas".

En 1983 se publicó por primera vez esta novela ambientada en la guerra de Malvinas; escrita durante 1982, antes de que salieran a la luz los detalles más ominosos de esa trama político-militar, el manuscrito circuló entre intelectuales y escritores. Fogwill no sólo ha dado así uno de los relatos más potentes sobre la última dictadura militar argentina, sino que ha mostrado, una vez más, la lucidez casi predictiva de la ficción y la literatura.

Análisis

Antes de comenzar a comentar el libro vale contextualizarlo: año 1982, plena guerra de Malvinas entre Argentina y el Reino Unido -sucedida entre el 2 de abril y el 14 de junio-. Pensar que los borradores de este libro fueron escritos en plena guerra cuando muchos todavía ni siquiera intuían las trágicas consecuencias del conflicto lo hace, cuanto menos, revelador. El autor afirma que "sólo se trata de un experimento de ficción compuesto antes de los primeros testimonios de los combatientes y que no era una novela contra la guerra, sino contra las modalidades dominantes de concebir la guerra y la literatura".

Más allá de un gran ejercicio literario 'Los Pichiciegos' -lo quiera o no- es una novela que proyecta el conflicto desde el mismo conflicto, deja puertas abiertas hacia las consecuencias de la guerra y pinta a ésta de cuerpo entero: despiadada, brutal trágica y extrema.

De lectura rápida y muy bien narrada, trata sobre un grupo de soldados -los pichis- que se confinan en una "pichicera" -especie de cueva subterranea- para evitar cualquier participación activa en el conflicto. En la "pichicera" tienen casi todo para sobrevivir: calor, provisiones, refugio; pero también puede ser esta el lugar justo para encontrar la muerte por desertores o por que no, por mera casualidad.

"Es notable -dijo García-, los tipos mueren, pero los relojes siguen andando..." Y quizá de eso se trate todo 'Los Pichiciegos': de aprender a vivir y valorar ese instinto de supervivencia.

La analogía que marca el punto de partida de la narración y la idea en que gira la historia es por demás interesante: "El pichi es un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura -un caparazón- y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba..." La escritura de Fogwill en este libro es precisa y justa, lo cual genera un realismo aún mayor ante situaciones extremas.

"Era una mañana gris, cielo de cinc..." Por momentos, en plena lectura de la novela uno puede sentir la alienación de estos soldados; el frío al que fueron sometidos; las mismas bombas parecen caer casi al lado nuestro, delante del libro que por momentos tiembla de miedo en nuestras manos.

Entre bombardeos, ovejas, poco sexo y mucha muerte. Entre descripciones escalofriantes y una mínima cuota de humanidad que trasciende fronteras. 'Los Pichiciegos' se transforma en una lectura casi obligada en busca de humanizar los actos de guerra, suprimirlos definitivamente y tratar de comprender de que se trata todo eso.

El narrador en Los pichiciegos de Fogwill

El narrador de "Los pichiciegos" es un narrador indirecto, en tanto está reproduciendo lo que dice un testigo de los hechos. Esta condición hace que, más allá de la propia construcción del relato, mucho de esa narración se base en una creencia: en creer o no en lo que este testigo presencial le está contando. La historia inicial está mediada por la escritura y por una grabación de voz que, durante las “sesiones”, hace que la historia tenga a su vez un tono de negociación: el escritor que necesita un relato valedero sobre un acontecimiento histórico reciente para su libro, y un testigo-protagonista que puede dárselo.

El narrador propiamente dicho aparece tardíamente, y esto hace que su aparición parezca una intromisión que, justamente por ser tardía, desautomatiza en gran parte el relato y hace que el lector se cuestione la figura propia del narrador y replantee lo leído hasta el momento: “Viterbo seguía hablando”, dice el relato todavía reproducido, “ya había convencido a todos de que no mentía, que era verdad”. “ – ¿Y vos Quiquito”, aparece el narrador, “creés que yo creo esto que me contás? Vos anotálo que para eso servís. Anotá, pensá bien, después sacá tus conclusiones – me dijo. Y yo seguí anotando.”

Anotar, como queda expuesto en esta primera aparición, es, junto con creer, una de las acciones principales del narrador. Pero el objetivo último que persigue con estas acciones es llegar a saber.

Yo anoto. Creer o no creer no es lo importante ahora- sugerí.

Claro – dijo él – a vos lo único que te calienta es anotar. Sí, – reconocí – anotar y saber.” (P, 80) – Yo anotar no… a mí ¡saber! – dijo mi voz grabada en la cassette.” (P, 89) Todo al fin de cuentas para el narrador se centra en eso, y justamente entre saber y creer se van a producir tensiones. Saber no es tan sencillo como anotar (tarea autómata), ni tan sencillo como creer (tarea fideísta). Vemos durante el relato que llegar al conocimiento pasa por otro lado, que no basta con creer o no creer, con haber anotado o no lo que este testigo cuenta. Hay algo que, indefectiblemente, al narrador se le escapa: “ – ¿Entendés?

- Sí – respondí convencido.

No. ¡No me entendés! Seguro a vos alguna vez habrán estado a punto de boletearte, fuiste preso, tuviste dolores en una muela, o se te murió tu viejo. Entonces, vos, por eso, te pensás que sabés. Pero vos no sabés. Vos no sabés.

Esta dificultad para saber radica en gran parte en la diferencia que existe entre el lugar de enunciación de los hechos y el lugar adonde esos hechos transcurrieron. La distancia abismal que separa la guerra de Malvinas con las “sesiones” hace que al narrador se le dificulte este objetivo primordial de saber: “- Pensá en la mierda pegada contra la ropa. Pensá en la oscuridad y pensá en la luz que cuando te asomás te hace doler los ojos. Eso – me insistía – no tiene nada que ver con lo que pasa aquí – y señalaba la ventana.

El fracaso del narrador es intentar llegar a un entendimiento pleno, a una historia total mediante el testimonio del sobreviviente. Siempre va a haber un conocimiento que se le escapa. Quiquito le dice al narrador cuando piensa en ir a Gualeguay para conocer a los padres del Turco (otro de los pichiciegos): “- ¿Sabés a cuántos viejos tendrías que conocer?” El conocimiento que se va produciendo en este narrador es precisamente el de la imposibilidad de un entendimiento pleno, y esta conciencia es un recorrido que se produce en el libro, que va de la convicción del entendimiento a la duda:

¡No entedés un carajo! ¿No viste ahora? ¡Les ofrecen trabajo a los vueltos! ¡Trabajo! Sí- volví a decir. Entendía. Debe ser muy aburrido escribir – comentó Sí, más o menos. Como todo. Si vos volverías a nacer, qué serías ¿Harías igual? Sí… – grabó mi voz- todo igual… – Después, recuerdo que dudé.”


Sobre el final del relato al narrador no le queda más que anotar y creer en lo que le dice el testigo. La historia pasa a ser un testimonio individual con la voz propia de quien se lo está contando. En su incapacidad de saber al narrador no le queda más que la escritura de esta historia parcial, que si bien poderosa, resignada de una visión totalizadora de los hechos.

Del autor

Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941). es sociólogo, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Su obra se comienza a conocer en la decada del ochenta. Ha publicado cinco volumenes de relatos, cuatro novelas y tres libros de poemas. En el perido de transicion democratica argentina tuvo una significativa actividad editorial y politico – cultural.

Sus ensayos y críticas han provocado hasta hoy día, a pesar de los veinte años transcurridos de aquellos acontecimientos, polemicas en los medios culturales argentinos. Entre sus publicaciones se encuentran: Cuentos de marineros en la Pampa, La expereincia sensible y Entre otro orden de cosas. Fogwill es considerado uno de los más brillantes autores argentinos contemporáneos.

Fuentes

  • Libro "Los pichiciegos". Editorial Cubana "Arte y literaura"
  • FOGWILL, Rodolfo Enrique; “Los Pichy-cyegos”, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1983
  • Biblioteca Municipal Raúl Gómez García.Baracoa