Manuel Corona

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Plantilla:Personaje artísticoEn el inhóspito cuarto situado al fondo de un bar de Marianao, en La Habana, entre desoladora miseria, murió el compositor Manuel Corona. El hecho fue noticia de un día, porque pronto dejó de serlo y sólo en el recuerdo de amigos, admiradores e intérpretes de su música sobrevivió la memora del creador de tan formidables canciones.


De padre mambí, Corona nació en la villa blanca de Caibarién, al centro de la Isla, pero a mediados de la última década del XIX, todavía adolescente, lió sus bártulos y buscó mejor suerte en La Habana, donde desempeñó los trabajos más modestos en el taller de cigarros La Eminencia. Con el tiempo alcanzaría notable habilidad en el torcido de tabacos, al igual que con la guitarra, que ya lo acompañaba.
De 1900 data su bolero Doble inconsciencia y dos años después ocurre en Santiago su encuentro con el maestro José Pepe Sánchez, uno de los cultores primeros del bolero y padre de la canción trovadoresca cubana, quien impresionado tras escucharlo le sentenció: Serás algo notable, Corona, yo te lo digo.


Significativa también sería su relación con Sindo Garay y los hijos de éste: Guarionex, Hatuey y Guarina, insertados todos en el contexto de la creación musical y con una idéntica pasión por la que hoy denominamos vieja trova o trova tradicional, que entonces era sólo trova, tenía mucho de novedosa y alcanzó su esplendor en los comienzos del siglo XX, por una época en que si bien el contexto social era poco promisorio, el pentagrama nacional estaba cuajado de luminarias de primer orden (Ernesto Lecuona, Jorge Anckermann, Gonzalo Roig, Luis Casas Romero, Eduardo Sánchez de Fuentes, Miguel Matamoros, Moisés Simons, Eliseo Grenet...)


Corona fue uno de los conocidos como cuatro grandes de la canción trovadoresca cubana, junto a los santiagueros Sindo Garay (autor de La tarde, Perla marina, Mujer bayamesa...), Alberto Villalón (Boda negra, La palma herida, Me da miedo quererte...) y Rosendo Ruiz (Falso juramento, Confesión, Presagio triste...), aunque quizá de entre todos sea quien más perdure a través de algunas de sus canciones, que conservan el encanto de las viejas postales: Mercedes, Aurora, Santa Cecilia y de manera muy especial la popularísima Longina, de 1918.


Longina seductora, cual flor primaveral...


La mujer, el amor, la guitarra, el desengaño, fueron los temas recurrentes en la obra del trovador de Caibarién, quien tuvo en María Teresa Vera y Rafael Zequeira a los mejores difusores de su obra. Se le considera el autor que más contestaciones musicales hizo a sus contemporáneos: A Gela hermosa, de Rosendo Ruiz, respondió Corona con Gela amada; a Timidez, de Patricio Ballagas, contestó con Animada; a Rayos de oro, de Sindo Garay, replicó con Rayos de plata; a Jaime Prats, autor de Ausencia, él contrapuso Ausencia sin olvido; a Ella y yo (conocida por El sendero), de Oscar Hernández, respondió con Tú y yo.


Pero lo más curioso es que estas contestaciones no fueron sino el fruto de la admiración y la cordial rivalidad existente entre los autores, además de ser ésta una práctica entonces frecuente entre los compositores.


El catálogo de Manuel Corona se nutre con números como Adriana, Graciella, Confesión a mi guitarra, Una mirada, Las flores del Edén, las guarachas Acelera, Ñico, acelera, El servicio obligatorio, etcétera. Cultivó el bolero, la criolla, la guaracha, el punto cubano, la romanza. Su música se utilizó en la película mexicana La bien pagada.


Sin embargo, el artista jamás lucró con sus composiciones. Al contrario, bohemio impenitente, noctámbulo y rebelde, rechazó cualquier desempeño que representara ataduras a su libre expresión musical o que restringiera su modo de vida. El rostro enjuto, el color cetrino, el traje desgastado, la mirada perdida, el organismo envejecido por la anarquía completa en cuanto a horarios y el descuido de la salud. Sí, Manuel Corona, no fue un ejemplo de la mejor ni más saludable manera de vivir... aunque aun así viviera prácticamente 70 años.
Las canciones suyas, así como las de los primeros autores genuinamente cubanos y populares, permanecen vivas en la acción renovadora de las sucesivas trovas (la nueva, la novísima, la postrova, o cualquier otra), continuadoras de una obra que enriqueció el patrimonio nacional.


Fuentes


Tomado de Personalidades Cubanas. Siglo XX, por Leonardo Depestre Catony y Luis Úbeda Garrido, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2002.