Manuel Saumell

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Manuel Saumell
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Músico
NombreManuel Saumell Robredo
Nacimiento19 de abril de 1818
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento14 de agosto de 1870
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
ResidenciaCuba
NacionalidadCubana
CiudadaníaCubana
EducaciónFormación autodidacta
OcupaciónCompositor y Músico
CónyugeConcepción Amegui
Obras destacadasLa Territorial
La Josefina
La suavecita
La Caridad
Los chismes de Guanabacoa
La dengosa
La quejosita
Ayes del alma
Luisiana

Manuel Saumell Robredo. Fue un genio musical cubano. Compositor y pianista. El padre del nacionalismo musical. Especializado en las contradanzas y en la adaptación de óperas y de canciones de otros artistas. Se destaca en la historia musical cubana no sólo por su labor como creador, sino además por su amplia actividad como intérprete, profesor y arreglista.

Síntesis biográfica

Nació en la Ciudad de La Habana, Cuba, el 19 de abril de 1818, en un hogar de procedencia humilde. Tuvo que estudiar música de manera autodidacta, dando muestras desde muy joven de su gran talento y vocación, pues a los quince años ya andaba enfrascado en la composición musical. Siendo un adulto logró ser discípulo de Juan Federico Edelmann en el piano y de Mauricio Pyke en las asignaturas de armonía, contrapunto, fuga e instrumentación.

Conoció también a Louis Moreau Gottschalk, con quien tuvo trato y mucho admiró. Tocó el piano en varias iglesias habaneras, organizó reuniones musicales, instrumentó, hizo arreglos musicales y ofreció clases a la más joven generación de músicos cubanos de su tiempo. Tuvo tres hijos con la habanera Concepción Amegui. Llevó Saumell una vida muy agitada; esto le limitó un poco para componer. Sufrió además muchas privaciones por su condición socioeconómica, por lo que fue un gran trabajador, muy sensible y exigente consigo mismo para alcanzar sus propósitos.

En el año 1939 cuando contaba con 22 años, se propuso escribir una ópera que reflejara una temática cubana cuya acción se desenvolviera en la Isla e intervinieran en ella elementos característicos de la vida popular de los cubanos. Este fue un proyecto sin precedentes en Latinoamérica pero se vio frustrado por razones sentimentales. Era Saumell un hombre enérgico y lleno de dinamismo que desplegó durante su existencia una gran actividad. Además de componer se presentó en distintas ocasiones como músico en actividades y ofreció numerosos conciertos.

Su arte

Fue presidente de la Sección de Música de la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia, y trabajó con Ramón Pintó y el pianista José Miró, en la fundación del Liceo Artístico y Literario de La Habana, de la cual también fue presidente de su Sección de Música, y con él colaboró Tomás Buelta y Flores. Fue miembro de la Academia Filarmónica de Santa Cristina, cuyo fundador fue el compositor Antonio Raffelin.

Con Toribio Segura, violinista, y Enrique González, cellista; ejecutó un trío de Ludwig van Beethoven. En sus contradanzas Recuerdos tristes, Lamento de amor y Toma, Tomás, hay un alto grado de logro musical, debido al pianismo con que están escritas. Por otra parte estas contradanzas están escritas con gusto y moderación. La severa economía de recursos utilizada en ellas contrasta claramente con el estilo llamativo y el virtuosismo de moda entre muchos de sus contemporáneos. Empero, la sencillez de la escritura pianística de Saumell no le impidió desplegar una enorme variedad dentro de la estructura limitante de la forma de contradanza, cada una de las cuarenta y cinco disponibles de Saumell no tiene rival melódica ni rítmicamente.

Saumell siguió la estructura tradicional de la contradanza, ya evidente en la anónima San Pascual Bailón, con sus treinta y dos compases divididos en dos partes diferentes de dieciséis compases. Sin embargo, en vez de repetir los primeros ocho compases de cada parte, el compositor escribió casi siempre dieciséis compases completos para la segunda parte y, en ocasiones, también realizó lo mismo en la primera sección. La quejosita, puede ser un ejemplo importante al respecto. El tradicional contraste de humor entre las secciones A y B es siempre evidente en las contradanzas de Saumell.

A pesar de su escritura pianística semejante al étude, con sus octavas y notas dobles alternadas, su Ayes del alma es un ejemplo de la preferencia bastante frecuente por los comienzos líricos. En otras contradanzas del autor, la primera sección es agitada y patética; una muestra sobre de ello la encontramos en Luisiana. A menudo la sección A sólo sirve como una especie de introducción, y se reservan para la sección B los “más picantes”, ritmos criollos.

Estas primeras partes, divorciadas del efecto criollizante de los ritmos cubanos más característicos, se asemejan con frecuencia a las formas clásicas europeas, con las que Saumell se encontraba familiarizado. Muchas veces poseen la apariencia de un concierto clásico, con una variación rítmica en la repetición del tema inicial, como en La Territorial y La Josefina, o en un carácter casi mozartiano, evidenciado en momentos, como en las primeras partes de La suavecita y La Caridad.

La adhesión de Saumell a la tradición clásica queda demostrada aún más en la primera parte de Los chismes de Guanabacoa, con su minuet, o en la primera parte de La dengosa, con su canon. poco importa cuan clásico sea el sonido de la primera parte, la segunda parte de una contradanza de Saumell aporta invariablemente el rasgo criollo que ha hecho célebre al compositor quien lo logra no sólo mediante el empleo de las figuras rítmicas básicas que desde entonces han sido características de la música cubana y de la danza (habanera, tresillo, cinquillo ), sino también mediante la amplia variedad de sutileza de las combinaciones rítmicas que exigen habilidad por parte del intérprete.

Un estudio de la obra de este compositor permitiría descubrir que en las contradanzas de Saumell, se encuentran ya fijados, antes de haber transcurrido la primera mitad del siglo XIX, los perfiles y giros que dieron cuerpo, bajo diversos nombres y paternidades más o menos contestadas, al conjunto de patrones que alimentaría la cubanidad de un amplísimo caudal de música producida en la isla. Saumell, supo vivir al margen del estilo salonnard (virtuoso, superficial, brillante) de un Gottschalk. Permaneció fiel (como Raffelin) a tipos de escritura clásica, sin hallarlos incompatibles con el acento nacional.

Obras

Contradanzas

  • Ayes del alma
  • Dice que no
  • El abrazo
  • El aplauso
  • El bazar
  • El cataclismo
  • El disimulo
  • El huracán
  • El jigote de Trinita
  • El pañuelo de Pepa
  • El somatén
  • La a’mitié
  • La asesora
  • Las bodas
  • La Caridad
  • La Celestina
  • La cuelga
  • La dengosa
  • La elegante
  • La Fénix
  • La Gassier
  • La gota de agua
  • La Josefina
  • La linda
  • La María
  • La Matilde
  • La nené
  • La niña bonita
  • La paila
  • La pendencia
  • La piñata habanera
  • Las quejas
  • La quejosita
  • La Siempreviva
  • La suavecita
  • La Tedezco
  • La Territorial
  • La veleta
  • La virtuosa
  • La Yrenita
  • Lamentos de amor
  • Los chismes de Guanabacoa
  • Los ojos de Pepa
  • Luisiana
  • ¿Pero por qué?
  • Recuerdos tristes
  • Saludo a Cuba
  • Soledad
  • Sopla que quema
  • Suelta el cuero
  • ¡¡Toma, Tomás!!
  • Tu sonrisa

Diversas combinaciones vocal e instrumental

  • Melopea, texto: Francisco J. Blanchié
  • Concerto, para cello y piano;
  • Plegaria, para soprano y órgano;
  • dilio, para violín, piano y cello;
  • Ave María, para voz y orquesta
  • Fantasía y variación,
  • Flores de Cuba
  • Final del segundo acto de Macbeth
  • La traviata, aria de la soprano del primer acto.

Fuente