Manzanillo

Plantilla:TerritorioManzanillo, es por su ubicación, sitio fronterizo entre el mar y la tierra. Colindando al Norte con las aguas del Guacanayabo y el municipio Yara, al Este con la misma Yara y Bartolomé Masó, al Sur con los municipios Bartolomé Masó y Campechuela y al Oeste también con Campechuela y el extenso verde del mar, deviene en excelente pórtico marítimo de la región Cauto-Guacanayabo y en llave del Golfo para localidades mediterráneas como Bayamo, Yara y Bartolomé Masó. Es además, uno de los municipios de la provincia Granma anclado en el oriente del país.

Manzanillo nació como resultado de un proceso acumulativo en el que incidió su ubicación geográfica, la feracidad de su suelo y la voluntad de los hombres. Desde el descubrimiento conquista y colonización hasta hoy, han transcurrido muchísimos años en los cuales Manzanillo ha ido creciendo hasta convertirse en una ciudad cuyo nombre es imprescindible en las páginas de la historia y la cultura cubanas.

Generalidades

Aunque su territorio es surcado por varios arroyos y ríos como el Yara, Guá, Jibacoa, Limones, Hicotea y Guabeje, de poco calado, no navegables pero aprovechables, el principal recurso hidroeconómico es el mar. La utilización básica de las arterias fluviales se enruta hacia la agricultura, actividad económica esta que suple las necesidades de regadío con el preciado líquido extraído de los caminos acuosos que atraviesan la municipalidad.

Con una extensión de 497,0 km2, el municipio acoge en su seno a 132 206 habitantes; de ellos, 65 826 son hombres y 66 380 mujeres, balance que históricamente ha favorecido a las féminas. El 78% del total de la masa humana se considera urbana, mientras el territorio resulta ser uno de los de más alta densidad de población dentro de la provincia, con 266 habitantes por Km2.

Interesante por su estructura, resulta la composición étnica de la población. Desde principios de siglo han sido los mestizos el grupo predominante, incluso, por encima de algunas localidades de Santiago de Cuba y Guantánamo, centros históricos de residencia de esta población; sin embargo, en los últimos años la balanza se ha inclinado hacia un predomínio de los blancos; cuestión esta que en nada resta vigencia al refrán cubano que de modo excelente valida no sólo la fuerza, sino, la presencia real del mestizaje: "En Cuba, quien no tiene de Congo, tiene de Carabalí"

El entorno económico de Manzanillo no puede enajenarse del mar, por tanto, cuenta el municipio con un combinado pesquero el cual, además de procesar el camarón como rubro fundamental, también dedica espacios y recursos a la pesca de escama, mientras un astillero construye los medios navales necesarios para la conquista marítima del Golfo del Guacanayabo y las aguas del Caribe. Un central azucarero -nombrado Demajagua-, da el dulce toque a la economía local que, contando con fábricas de baterías de automóviles, tuberías de aluminio para el riego agrícola, medios de enseñanza, mazas y piezas de centrales, calzado, entre otros, resulta uno de los polos industriales de la provincia.
El impacto social de la Revolución del 1º de enero de 1959 es sin dudas perceptible. Cuatro centros hospitalarios (general, materno, infantil y psiquiátrico), dos recintos universitarios (médico y pedagógico), ciento veinte escuelas (primarias, secundarias, especiales, técnicas), nueve guarderías infantiles, un stadium de pelota, y treinta y dos instituciones culturales (Casa de Cultura, Archivo, Museos, Cines, Bibliotecas, Galería de Arte, etc) forman parte del patrimonio creado, restaurado o acrecentado y puesto a disposición de los pobladores manzanilleros.

Surgimiento y evolución

El nombre de la ciudad debióse a la abundante presencia en sus tierras, en época de la conquista española, del Hipomanne Mancinella, nombre científico con el cual hoy se designa al Manzanillo, arbusto venenoso con cuyo látex los aruacos del nordeste venezolano, pobladores de Cuba, emponzoñaban sus dardos; sin embargo, no fueron los aborígenes quienes dieron tal nombre -Manzanillo-, a la susodicha planta; fueron los españoles, tan dados al diminutivo, los que endilgaron la gracia, pues la apariencia de sus frutos les traía -de aquende el mar-, el recuerdo del olivo que produce la magnífica aceituna manzanilla. Podría alguien objetar a esta tesis que en fecha tan temprana de la conquista como 1514, Diego Velázquez, Adelantado del Rey, luego de partir "del puerto del Guacanayabo" llegó a un pueblo indio en la zona central y sur de Cuba nombrado también Manzanillo; pero véase, ya cerca de esos predios habían desandado anteriormente hispanos, la terminación "illo" no es patrimonio de la lengua aruaca y el nombre con el cual se conocería posteriormente el realengo es Monte de Manzanillo, en franca alusión a la presencia abundante de árboles (Monte) de una especie (Manzanillo). Una acotación, en los primeros años de la conquista aparecía en la documentación como Manzanilla.

Es el Manzanillo cubano, lugar donde la historia ha dejado, con fuerza inusitada, su huella. Cuando los conquistadores llegaron para establecerse en la zona bañada por las aguas del Guacanayabo, tres "provincias indias", a decir de ellos, había en la región: Macaca, Bayamo y Guacanayabo. En tierras de esta última, en lo que es hoy un asentamiento humano periférico de Manzanillo se estableció, "[...] á legua y media de un puerto [...] y cerca de un río grande y bueno, que se dice Yara [...]", la segunda Villa de Cuba, cuyo nombre, San Salvador, le fue dado "[...] porque allí fueron libres los cristianos del cacique Yahatuey (primer rebelde de Cuba), é porque con la muerte suya se aseguró é salvó mucha parte de la isla [...]", cuando en bárbaro escarmiento se le quemó vivo. Luego, por disímiles razones la villa cambió su residencia para Bayamo y desde entonces se le conoce como San Salvador de Bayamo.

Por estar atado al mar, Manzanillo no fue sólo propicio al comercio, sino también, al tráfico ilegal. España, imposibilitada de ofrecer los medios de vida a los asentados en la región, fundamentalmente Bayamo y hatos comarcanos, e incapaz a su vez de impedir la ruptura del control monopólico propició -sin quererlo claro está-, la modalidad económica del comercio de rescate y contrabando del cual Manzanillo, como punto de trueque y operaciones, fue paradigma en la isla. Y tanto es así que Don Pedro Valdés, Gobernador de Cuba entre 1602 y 1608, proponía a la corona la creación de una armadilla que podría recorrer la costa norte de La Española (Santo Domingo) y rodear a Cuba para que "[...] limpiaran la ladronera del puerto de Guanaibes y la de Manzanilla que está junto al Bayamo y donde se va formando otra Rochela [...]", y eso que aún no había acaecido el secuestro del Obispo de Cuba, suceso nodal en la historia del contrabando y la literatura cubana pues dio pie al primer monumento literario en la mayor de las Antillas: Espejo de Paciencia.

La condición de punto de encuentro para el contrabando, y sus consecuencias, fue la razón por la cual Manzanillo resultó sitio no propicio al asentamiento humano hasta bien entrado el siglo XVIII; sólo a la corona podría interesar el poblamiento del lugar con el propósito de cortar la fuga de sus caudales en forma de maderas, tabaco y otros géneros que eran los valores con los cuales se ejecutaba el citado trato ilegal; a pesar de ello, la carencia de fondos reales y la no asunción por parte de la metrópoli de la importancia de la región para sus dominios, sería la razón de la timorata actitud en lo tocante a disponer el nacimiento del pueblo, por lo menos hasta la década de 1790; por ello, para 1761 sólo había en el litoral manzanillero cuatro soldados y un cabo cuya función era la regulación del contrabando.

Tímidas, hasta 1792, fueron las preocupaciones por esta zona. En 1766, el Capitán General ordenaba al Gobernador del Departamento Oriental "[...] informarse en la villa de Bayamo con relación a la ensenada de Manzanillo [...]"; esta actitud, repetida en más de una ocasión y sólo como preocupación, no surtió efecto sobre el poblamiento, en tanto ninguna de las propuestas planteadas por el Teniente Gobernador de Bayamo para liquidar el contrabando fueron oídas, y ello, por lo menos la protección del lugar contra incursiones piratescas, resultaba condición sine qua non para levantar el pueblo; sin embargo, el continuo tráfico hizo de Manzanillo una de los puertos más importantes de la costa sur oriental a pesar de no contar con población organizada, y tanto es así que en 1789 se autorizó a ejercer el libre comercio de negros con los extranjeros a través de él.

Es en 1790 cuando, preocupada por la obtención de maderas preciosas para sus astilleros, la Corona Española vira sus ojos hacia el litoral cubano y prohibe los cortes de madera en las costas de la isla. A partir de ahora se tomarán medidas para evitar la tala y Manzanillo -punto litoral-, será objeto de atención metropolitana dándose así, por esta vía, inicio al proceso fundacional del pueblo.

Bajo la antes dicha preocupación se acordó, en Consejo de Estado y con la presencia del Rey -disposición esta legada a la historia en Real Cédula de 11 de julio de 1792-, comunicar al gobierno inglés la necesidad de poner coto al comercio que contravenía los tratados entre España y el Reino Unido, especialmente las incursiones que desde Jamaica se hacían a la costa Sur de Cuba, encomendar al Capitán General estuviera al tanto de cualquier violación y encargarle se levantara una población en Vicana (hoy municipio Media Luna) donde se había apresado una goleta inglesa. Para cumplir este último cometido se designó al capitán Francisco Sánchez Griñán quien, después de haber hecho el citado recorrido e inspección costera (1793), propuso levantar el pueblo en el Monte de Manzanillo -no Vicana-, por las bondades de su "costa y abrigada ensenada", donde además encontró tres vecinos.

En 1794 se designó al puerto con la categoría de menor para el comercio sólo con españoles, sufriendo en esa misma fecha el ataque de una balandra francesa que capturó varias embarcaciones y a los comisionados de Marina y Real Hacienda. Ante tales hechos el Rey volvió a insistir (1795), en la fundación de una población en la ensenada; pero, los intereses contrapuestos de comerciantes por una lado y la falta de recursos regios por otra, dilataron nuevamente el surgimiento... y de nuevo los franceses hicieron de las suyas cuando quemaron 11 de las embarcaciones surtas en puerto.

Tantos descalabros condujeron de la mano a decidirse por la construcción de una batería, la cual, si bien no era tal por su desmedrado estado, con sus escasos elementos impidió en 1798 se repitiera la historia de un año antes cuando un esquife despedido por un barco inglés quemó y robó el almacén de Juan Sariol, encargado de la Tenencia de Gobierno de Bayamo. La actitud de Sariol en la defensa de la naciente población en esta ocasión, le valió para que en julio de 1798 se le nombrase Capitán de la Milicia Urbana y Comandante de la Batería, por consiguiente, puede y fue considerado Sariol, Capitán Fundador.

Ya con una batería -rudimentaria, pero al fin batería- y la "seguridad" que brindaba al puerto, el impulso agrícola en las regiones orientales por la destrucción de la riqueza de Santo Domingo y el incremento del comercio marítimo con los ingleses, se crearon las condiciones para que se valorizaran los terrenos del realengo, deslindado por vez primera en 1799.

Poco a poco, en un proceso de intereses contrapuestos, no sólo locales o regionales, sino nacionales e incluso internacionales, fue eclosionando el pueblo. Una ojeada comparativa a sus construcciones y pobladores arroja un rápido crecimiento, pues si en 1802 apenas había 29 casas construidas, 14 en construcción y 198 personas, ya en 1814 el padrón indicaba 1333 habitantes y tres años después, las casas se elevaban a 194 habitadas, 71 iniciadas y un total de pobladores ascendente a 1710; desde luego, a esta progresión contribuyó el hecho de haberse convertido Manzanillo en 1809, Capitanía de Partido.

El mar, siempre el mar, ha estado, si no rigiendo, marcando pautas en el decurso histórico de Manzanillo. En 1819 un ataque a la ciudad por parte de corsarios ingleses, con patente de corso venezolana, dio nuevos bríos a su evolución por cuanto la victoria obtenida sobre los invasores fue esgrimida como aval ante España para obtener independencia administrativa, ansiada condición que, de cierta manera y temporalmente, resultó ensayada cuando se erige en Ayuntamiento a raíz del restablecimiento del régimen constitucional en 1820. La victoria sirvió también para consagrar definitivamente como patrona del pueblo a Nuestra Señora de la Purísima Concepción quien, en palanquín, presenció la lid y contribuyó, según los combatientes, a obtener el lauro; a partir de aquí, a esta imagen de la Virgen Madre, le llamarían los manzanilleros: la Virgen del Combate.

En 1826 se le otorgó a Manzanillo la importante categoría de puerto mayor; y los deseos de emancipación respecto a la villa bayamesa se materializaron cuando el Rey le otorgó el Título de Villa el 5 Junio de 1833; mas, variados intereses demoraron la cristalización del anhelo hasta el 6 de enero de 1840, momento en el cual Manzanillo, como jurisdicción con soberanía sobre los partidos de Yara, Guá y Vicana, celebró cabildo. Este hecho, sin duda alguna, sería uno más en larga cadena de las peculiaridades regionales que ubicaría a esta zona en la vanguardia formativa de la identidad nacional.

Cultura y tradiciones

Arquitectura

Al llegar a Manzanillo y preguntar por sus lugares más hermosos, cualquier habitante indicará de inmediato La Glorieta. En el mismo centro de la plaza principal y donde antaño un pozo servía el pueblo en casos de sequía e incendio, se levanta airosa una hermosa construcción que por su majestuosidad y serena belleza es orgullo de todos y se ha convertido en símbolo de la ciudad; durante muchos años se escuchó decir que era la segunda en el mundo al compararla con una que hace las veces de pórtico y está adosada al corredor del Patio de los Leones en la Alhambra, España; sin embargo, aunque está inspirada en aquella es diferente, su planta -hexagonal-, se eleva a más de un metro del suelo. La perspectiva visual que ofrece a esta altura, los mosaicos que forman un rico encaje de piedra y sus columnatas de arabescos -en los que algunos creyeron encontrar versículos del Corán-, integran un conjunto armonioso que remata en una fastuosa cúpula cubierta con escamas esmaltadas. Es, en realidad, un espectáculo único. Manuel Navarro Luna en su libro Siluetas Aldeanas pone en boca de su personaje Mongo Paneque -medio en broma, medio en serio- la siguiente frase respecto a La Glorieta: "Después que tu la hayas contemplado, no te quedará nada que ver sobre la tierra".

Una mirada en redondo permite ver como la arquitectura de la ciudad, entretejiendo estilos destaca, en el centro histórico, un predominio del neoclásico; sin embargo, una detallada mirada al entorno hace que se vaya descubriendo la presencia ecléctica que parece brotar como un manantial hasta los límites donde se levantan construcciones modernas, haciéndose inevitable entonces una mezcla que enriquece la belleza de las calles cuyo trazado, que data de la última década del siglo XVIII, va perdiendo su rectitud.

Un hermoso edificio, muestra del estilo ecléctico, exhibe toda su fachada frente al parque central, destacándose por sus amplios portales y balconadura. El 26 de marzo de 1899, al fusionarse el Casino Español de Instrucción y el Centro de Dependientes se creó allí la Colonia Española, una institución social y benéfica privativa de sus asociados; en aquella época una casa de mampostería y tejas que, luego de una total reconstrucción, se inauguró como palacio social del centro el 21 de enero de 1936, aunque el pueblo y sus propios miembros le siguieron llamando la Colonia Española. Allí radica hoy la Casa de Cultura. Al entrar, el visitante encuentra amplias salas, una de ellas presidida por un inmenso cuadro que representa el momento en que el gran almirante Cristóbal Colón arriba a las tierras cubanas; siguiendo por un amplio corredor se llega a un patio imponente por la majestuosidad de los mosaicos que visten las paredes como un gran encaje hasta llegar a otro cuadro que recrea la salida del Almirante de puerto español.

A la planta alta de la casa se accede por una escalera de granito engalanada por dos enormes espejos, allí existen tres amplias salas y frescos balcones interiores.

El lugar en el que han radicado los gobiernos de todas las épocas: Casa Consistorial, Ayuntamiento, Alcaldía, Poder Local, ahora es la sede de la Asamblea Municipal del Poder Popular, deviene en exponente del neoclásico y consta de dos plantas coronadas por una torre donde un gran reloj anuncia al caminante el paso del tiempo.

La Iglesia Parroquial es otro bello exponente del neoclásico. El 8 de diciembre de 1843, con misa de inauguración, fue dada por concluida la construcción del templo iniciada en 1841 bajo la advocación de la Inmaculada Pura y Limpia Concepción de María Santísima, patrona de Manzanillo. Impresionan por su sobriedad y sencillez los vitrales que confieren a la iluminación interior un aire místico particular; las altas arcadas contrastan con los altorrelieves -pequeñas joyas-, que en los laterales, representan el Vía Crucis. A la derecha del altar mayor está la imagen tallada en madera de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, y a la izquierda, el Sagrado Corazón de Jesús, ambas excelentes piezas de rica artesanía; finalmente, al centro, el altar mayor, de blancos mármoles y filigrana de oro, deja su huella en la pupila de quienes visitan el templo que, luego de su última reconstrucción -1920-, exhibe una imponente fachada con anchas puertas y dos hermosos campanarios.

Otros exponentes del eclecticismo son: el edificio Los Dos Leones, el actual Palacio de Pioneros y el edificio Quirsh.

Literatura

La larga historia literaria de Manzanillo comenzó cuando en 1856 Francisco Murtra, experimentado tipógrafo, introdujo la imprenta y al año siguiente, el 19 de julio, sale a la luz el número inicial del primer periódico: "El Eco de Manzanillo", iniciador de una extensa lista de periódicos que reseñaron el acontecer diario de la ciudad y sus poblados vecinos; a la historia de tintas, tipógrafos y prensas están unidos los nombres de ilustres manzanilleros entre los que descuella el noble patricio Rafael María Merchán -eximio gramático, orador, lingüista, crítico-, quien por sus ideas patrióticas se vio obligado a emigrar, haciendo vida y familia en Colombia.

La tradición literaria de la ciudad se sustenta en la publicación, durante casi medio siglo, de la revista "Orto" y la existencia del Grupo Literario de Manzanillo (GLM) que ocupa un lugar privilegiado en la historia de la literatura cubana.

Nacida en enero de 1912 con el esfuerzo de Juan Francisco Sariol -poeta, narrador, incansable promotor cultural y propietario de la imprenta El Arte-, Orto fue una revista de difusión cultural que paseó el nombre de la ciudad por el mundo entero; sobre los autores que en ella publicaron nos habla el propio Sariol en el prólogo a su libro de versos Juguetería de Ensueños:

"[...] comenzó a volcarse en ORTO una buena parte de la intelectualidad más avanzada del país, y algunos quedaron como asiduos colaboradores. Como Nicolás Guillén [...]; como Isidro Méndez, Ciana Valdés Roig, Ghiraldo Jímenez [...], Luis Augusto Méndez, José A. Portuondo, Pita Rodríguez, Ramón Loy, Regino Pedroso, Carlos Enríquez, Marinello, Tallet, García Espinosa, Ballagas, Florit, Carlos Rafael Rodríguez, Lazo, Raúl Ferrer, Aguiar, Poveda, Mariblanca Sabas Alomás, Lizaso, Campoamor [...], Nuñez Jiménez [...], Agustín Guerra de la Piedra [...], y Raúl Roa [...]"

A esta extensa lista podemos agregar los nombres de Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, Juana de Ibarbourou, entre los extranjeros; y los de los miembros del GLM entre los que descollaron: Manuel Navarro Luna, Luis Felipe Rodríguez, Rogelio González Ricardo y otros.

El Grupo Literario de Manzanillo, fue una institución que se hizo estimar, respetar y aplaudir; de su constitución queda un hermoso souvenir.

Tradiciones

Con la llegada de este siglo cobra vida una antiquísima tradición: la celebración de las fiestas de carnaval. Estas fiestas tuvieron su origen en la época colonial cuando dos comparsas: Los Curros Cheverones y los Cheverones del Man­glar, salían con sus banderolas insignias a rivalizar en música, belleza y colorido.

Según la tradición, la temporada carnavalesca continuó celebrándose desde el 24 de junio hasta el 25 de julio cada año hasta 1936 en que, a propuesta de Joaquín Chang Sen, comerciante y presidente de la Colonia China de la región, se trasladaron hacia la segunda quincena de agosto pero siempre incluyendo el día de San Joaquín, 16 de agosto.

"Con la bandera delante
con la maraca y el tres
verán la cinta tejida
al compás del cocoyé.
Canten caballeros
canten a una voz
que aquí va luciendo
azul y punzó".

Este era el canto de la comparsa "La Cinta Tejida", conocida también como "Azul y Punzó" que, dirigida por Jaime Benemelis, tuvo una gran incidencia en el futuro musical manzanillero pues de ella surgieron los primeros tríos.
Hasta 1960 los carnavales se desarrollaron en las calles aledañas al parque de Céspedes y alrededor de este, teniendo como centro a la majestuosa Glorieta, para en 1963 trasladarse definitivamente a la Avenida 1ro. de mayo, una amplia arteria de la ciudad que se une al malecón el cual bordea el litoral.

Los carnavales de 1924 coincidieron con la inauguración de la Glorieta, cuentan que han sido los más fastuosos de la historia; fue tanto el entusiasmo que hasta el famoso artista cómico Arquímedes Pous que para la fecha se encontraba con su compañía realizando una temporada en el Teatro Manzanillo, sacó una comparsa cuyo nombre era "La Clave de Oro". Otra comparsa de actuación memorable ese año se llamó "La Canalla Perfumada", con dirección del legendario Nino Alard y música de Emilio Barrero, que se distinguió porque todos sus miembros llevaban en sus manos un atomizador con el que iban esparciendo perfumes mientras bailaban y cantaban.

Desde 1971 se celebra un espectáculo de apertura del carnaval que ha alcanzado fama nacional por su originalidad. Siempre ha estado dirigido por el diseñador y coreógrafo Luis Janer.

En fecha de carnaval en Manzanillo se puede compartir con sus habitantes el esplendor de una fiesta caracterizada por la participación masiva del pueblo, las comidas y bebidas que se ofertan en innumerables quioscos llenos de luz y la música. Especial lugar ocupa el Ron Pinilla, marca mundialmente conocida de ron auténticamente manzanillero, salido de las bodegas de su nonagenaria fábrica. Pero lo que en verdad constituye una experiencia inolvidable es el "sogón", indescriptible coreografía popular que se ejecuta espontáneamente por cientos de personas que bailan detrás de cada comparsa arrastradas por la fuerza irresistible de los tambores.

La trova es otra de las tradiciones de mas fuerte arraigo en la ciudad; nacida de la ya mencionada comparsa "La Cinta Tejida", Jaime Benemelis -su director-, se considera el padre de la trova manzanillera. Destacándose en la etapa inicial Pedro Rojas, Pedro Araujo, Omar Verdecia, José Batista y Sixto "El Barbero". Mas adelante en el tiempo deben mencionarse Joaquín Codina, Santiago Arévalo y Niña la Rosa.

El máximo exponente de la trova en Manzanillo es Carlos Puebla, destacada figura de la cultura nacional que por la hondura de sus canciones ha pasado a la historia como "El Cantor de la Revolución". Puebla es el puente entre los viejos trovadores y las nuevas generaciones que dieron origen al Movimiento de la Nueva Trova, oficialmente constituido el 2 de diciembre de 1972 en Manzanillo.

La Casa de la Trova radica en un vetusto edifico con un acogedor patio donde se llega a la madrugada por el camino de la canción.

La música campesina arraigada en las zonas rurales, deviene en la mejor expresión del folclor de nuestros campos; aquí están a la vanguardia el Conjunto Guasimal y el órgano, a los que se suma el Conjunto "Eduardo Saborit", el cual por más de 25 años ha mantenido viva esta expresión musical.

Otra manifestación de las tradiciones manzanilleras radica en su cocina, que cuenta entre sus platos, el lechón asado acompañado de congrí y viandas, el enchilado de camarones, los ostiones en jugo de tomate y la liseta frita.