Mitos de una confrontación histórica entre Estados Unidos y Cuba

Mitos de una confrontación histórica entre Estados Unidos y Cuba
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Descripción:
Serie de argumentos que desbancan los mitos que, en torno al conflicto Estados Unidos - Cuba, pretendieron convertirse en verdades establecidas
País(es) involucrado(s)
Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos, Bandera de Cuba Cuba

Mitos de una confrontación histórica entre Estados Unidos y Cuba. Serie de argumentos que desbancan los mitos que, en torno al conflicto Estados Unidos - Cuba, pretendieron convertirse en verdades establecidas. Se presentan y analizan ocho de ellos, por considerarse los más importantes en cuanto a su recurrente mención en los círculos académicos foráneos[1].

Historia

Durante largo tiempo el conflicto Estados Unidos - Cuba ha sido estudiado por numerosos académicos en el mundo, fundamentalmente de los países implicados. Sin embargo, a pesar de las numerosas investigaciones existentes al respecto, y de las miles de páginas de documentos desclasificados en los propios Estados Unidos, todavía persisten determinados mitos, sustentados en el desconocimiento, la falta de información, los análisis superficiales y la manipulación intencionada con propósitos políticos.

No son pocos los enemigos de la Revolución cubana que utilizan la tergiversación histórica como vía predilecta para atacar el proyecto cubano, dentro de una estrategia más amplia de guerra cultural contra el socialismo en Cuba.

Los Mitos

Los ocho mitos de una confrontación histótica:

  1. La raíz del conflicto estuvo en la alianza de la Revolución con la Unión Soviética, pues la administración Eisenhower estaba dispuesta a entenderse con un proyecto nacionalista democrático en Cuba.
  2. Fue el gobierno revolucionario en Cuba el que empujó la situación hacia la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961.
  3. Cuba puso al mundo al borde del holocausto mundial en octubre de 1962.
  4. Fidel Castro ha sido el gran obstáculo para una normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
  5. La normalización de las relaciones entre ambos países no se alcanzó durante las administraciones de Gerald Ford y James Carter pues a Fidel le interesó más el papel de Cuba en África que la normalización de las relaciones.
  6. Cuba se comportó como un satélite de los soviéticos en África y con ello impidió la normalización de las relaciones.
  7. La extrema derecha cubanoamericana ha tenido secuestrada la política hacia Cuba.
  8. Cuba ha sido un problema para la “seguridad nacional” de los Estados Unidos.

Mito 1

La raíz del conflicto estuvo en la alianza de la Revolución con la Unión Soviética, pues la administración Eisenhower estaba dispuesta a entenderse con un proyecto nacionalista democrático en Cuba

Este planteamiento desconoce la evolución histórica del conflicto Estados Unidos - Cuba cuyas primeras expresiones pueden remontarse a finales del siglo XVIII, cuando comenzó a perfilarse lo que sería la esencia fundamental de la confrontación bilateral: hegemonía versus soberanía. Las fuentes documentales existentes demuestran que las pretensiones de anexar o dominar a Cuba estuvieron presentes en los padres fundadores de la nación norteamericana incluso desde antes de alcanzada la independencia de las Trece Colonias.

Ya en 1767 Benjamín Franklin había recomendado al lord William Petty II, conde de Shelburne y secretario de estado para los asuntos coloniales de Inglaterra, fundar un asentamiento en Illinois para, ante un posible conflicto armado, sirviera de puente para descender hasta el golfo de México y luego tomar Cuba o México mismo[2]. También en una fecha tan prematura como 1783, John Adams, segundo presidente de Estados Unidos, había hecho la siguiente declaración:

" Cuba es una extensión natural del continente norteamericano, y la continuidad de los Estados Unidos a lo largo de ese continente torna necesaria su anexión"[3]

Numerosas expresiones obtenidas de los documentos de los llamados Founding Fathers, fundamentalmente de los que luego ocuparon la presidencia y la secretaría de estado de ese país, demuestran cómo, desde el surgimiento de esa nación, la élite de poder norteamericana proyectó la anexión de Cuba a su territorio[4]. Para 1823, la llamada Política de la Fruta Madura se convertiría en la piedra angular de la política exterior de los Estados Unidos hacia la Mayor de las Antillas. Mientras no existieran las condiciones para apoderarse de Cuba, era preferible que la isla permaneciera bajo el dominio de España, antes de que su soberanía fuera transferida a una nación mucho más poderosa, especialmente Inglaterra, la reina de los mares en aquellos años. Aunque también Estados Unidos rechazó con vehemencia la posibilidad de una expedición colombo-mexicana que llevara la independencia a Cuba y Puerto Rico en la década del 20 del siglo XIX[5] y se negó a reconocer la beligerancia de los cubanos durante las gestas independentistas de la segunda mitad del decimonónico. Estados Unidos consideró que estas opciones políticas para Cuba también podían poner en riesgo sus ambiciones sobre la Isla.

Asimismo, durante la República Neocolonial burguesa, Estados Unidos bloqueó todo posibilidad de existencia de una burguesía nacional en Cuba. El llamado gobierno de los 100 días –realmente fueron 127-, que no fue un gobierno comunista –aunque tomó medidas de beneficio social de importancia, sobre todo, por inspiración de su secretario de Gobernación, Guerra y Marina, Antonio Guiteras Holmes- por el solo hecho de haberse replanteado los términos de las relaciones con los Estados Unidos y adoptar posiciones antiinjerencias, Washington no lo reconoció y se implicó en las conspiraciones que llevaron finalmente a su caída. Estados Unidos también hizo todo lo posible por evitar que un gobierno de corte nacionalista burgués liderado por el partido ortodoxo se hiciera de las riendas del país y apoyó hasta las últimas consecuencias a Fulgencio Batista, figura representativa del más conservador capitalismo dependiente cubano. Cuando la caída de Batista se hacía inexorable, la administración de Eisenhower trató a última hora de construir y respaldar una tercera fuerza que evitara el Movimiento 26 de Julio llegara al poder.

Cuando triunfa la Revolución cubana en 1959, la administración republicana de Dwight D. Eisenhower reconoció –no sin cierta reticencia- al nuevo gobierno el 7 de enero-, pero al mismo tiempo se trazó como meta fundamental evitar la consolidación de la revolución social en Cuba y con ello, que los intereses estadounidenses en la Isla fueran lastimados. De ahí la poca cooperación y animadversión que mostraron las autoridades norteamericanas hacia los nuevos líderes cubanos desde el propio momento del triunfo, a pesar de la valoración positiva que tenían sobre varias figuras moderadas dentro del Gabinete cubano, a las cuales pensaba utilizar para evitar la radicalización del proceso y la conservación de la Isla en la esfera de influencia norteamericana.

Eisenhower había apoyado al dictador Fulgencio Batista desde que asumió la presidencia de los Estados Unidos, por lo cual no estaba en condiciones de entenderse con la Cuba revolucionaria que emergía. Por lo anterior, la Administración de Eisenhower no significaría un nuevo diseño de política hacia Cuba, sino una total continuidad. El mismo equipo de gobierno que había fracasado tratando de buscar una alternativa para evitar la toma del poder por parte de las fuerzas revolucionarias, era el mismo que entonces tenía que entendérselas con la Cuba de Fidel Castro. Por tal razón los planes subversivos de la potencia del norte contra la Revolución Cubana comenzaron a planificarse y ejecutarse desde los primeros meses del año 1959[6], sobre todo por la CIA, aunque sería luego de aprobada la Ley de Reforma Agraria el 17 de mayo que estos se hicieron sentir con más virulencia. Es a partir también de esa fecha que comienza gradualmente a observarse una mayor y estrecha articulación entre la CIA y el Departamento de Estado en función del cambio de régimen en Cuba.

A pesar de que la aprobación formal del “Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro”, ocurrió en marzo de 1960, la decisión del “cambio de régimen” había sido tomada desde el propio año 1959. Dos altos funcionarios del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el subsecretario para Asuntos Políticos, Livingston T. Merchant, y el secretario adjunto para Asuntos Interamericanos Roy Rubbottom, reconocerían luego que desde junio de 1959 se:

"había llegado a la decisión de que no era posible lograr nuestros objetivos con Castro en el poder"

poniéndose en marcha un programa que:

"el Departamento de Estado había elaborado con la CIA” cuyo propósito era el de “ajustar todas nuestras acciones de tal manera que se acelerara el desarrollo de una oposición en Cuba que produjera un cambio en el Gobierno cubano resultante en un nuevo Gobierno favorable a los intereses de EE.UU"[7]
"Aunque nuestros expertos en Inteligencia estuvieron indecisos durante algunos meses -señaló Eisenhower en sus memorias-, los hechos gradualmente los fueron llevando a la conclusión de que con la llegada de Castro, el comunismo había penetrado el Hemisferio (…) En cuestión de semanas después que Castro entrara a La Habana, nosotros en el Gobierno comenzamos a examinar las medidas que podrían ser efectivas para reprimir a Castro en el caso de que se convirtiera en una amenaza"[8]

Las dudas que aún podían quedar a los Estados Unidos sobre si la radicalidad del proceso revolucionario cubano traspasaría los límites de su tolerancia o los “requerimientos mínimos de seguridad”, como aparecía en algunos de sus documentos secretos, terminaron cuando se firmó la primera ley de Reforma Agraria en Cuba, el 17 de mayo de 1959. Todas las evidencias hacen pensar que a partir de ese momento el Gobierno de los Estados Unidos se convenció de que la revolución social en Cuba era verdadera y que esta constituía un peligro potencial para sus intereses fundamentales en la Isla y en el hemisferio occidental. Todavía las relaciones entre Cuba y la URSS no se habían establecido, ni se había declarado el carácter socialista de la Revolución, pero el desafío cubano era ya considerable, pues rompía con los moldes clásicos del control hegemónico de Washington sobre la región. De este modo, una vez que Cuba mostró su posibilidad de actuar como nación independiente tanto en el plano interno como en política exterior, en una región que los Estados Unidos consideraban su traspatio seguro, la esencia del conflicto Estados Unidos - Cuba llegó al pináculo de su expresión.

No fueron entonces los vínculos de Cuba con la URSS a partir de febrero de 1960, cuando se firman los primeros acuerdos económicos -que tal y como reportó el embajador estadounidense en La Habana al Departamento de Estado no afectaban directamente los intereses estadounidenses, sino más bien todo lo contrario- los que originaron el conflicto Estados Unidos-Cuba, como algunos autores se afanan en tratar de hacer ver, en un relato poco plausible[9]. El problema de fondo estuvo en que el Gobierno revolucionario cubano rompió con la tradición de subordinar la política interna y externa de la Isla a los dictados de Washington. Esa independencia no estaba dispuesta a aceptarla el gobierno de los Estados Unidos, pues rompía toda la lógica con la que Washington acostumbraba a tratar a los países de América Latina y el Caribe. De esta manera, la Revolución Cubana pasó a convertirse en un problema de “seguridad nacional” para los Estados Unidos al considerarse:

"la primera penetración comunista significativa en el hemisferio occidental"

Lo cierto es que, la idea de una Cuba satélite de Moscú, sería el pretexto idóneo que buscarían algunas de las figuras más importantes dentro de la administración estadounidense para el diseño de una política más agresiva contra la Isla. El 24 de noviembre de 1959, el embajador inglés en los Estados Unidos reportaba a su cancillería:

"Yo tuve que ver a Allen Dulles esta mañana sobre otro asunto, y aprovechó la oportunidad para discutir sobre Cuba, sobre una base estrictamente personal. Desde su punto de vista personal, él esperaba grandemente que nosotros decidiéramos que no continuaremos con la negociación sobre los Hunter (se refiere a las gestiones que realizaba Cuba para comprar aviones en el Reino Unido). Su razón fundamental es que esto podría conducir a que los cubanos solicitaran armas a los soviéticos o al bloque soviético. Él no había despachado esto con el Departamento de Estado, pero era por supuesto, un hecho, que en el caso de Guatemala había sido el envío de armas soviéticas lo que había cohesionado a los grupos de oposición y creado la ocasión para lo que se hizo"[10]

Sentada las razones propagandísticas, la administración Eisenhower comenzó de inmediato un amplio espectro de políticas agresivas contra la Revolución Cubana con el objetivo de lograr un cambio de régimen mucho antes de establecidas las relaciones entre Cuba y la URSS y de declarado el carácter socialista de la Revolución, entre ellas: suspensión de la asignación de créditos, campañas difamatorias, violaciones al espacio aéreo y marítimo de Cuba, sabotajes a los objetivos económicos en la Isla, ataques piratas, apoyo de la CIA a la contrarrevolución interna en sus actos de sabotajes, sostén e incitación al bandidismo, intentos de asesinato contra los líderes de la Revolución, utilización de la Organización de Estados Americanos (OEA) para condenar y aislar diplomáticamente a Cuba, apoyo encubierto a una invasión desde el exterior por elementos batistianos acantonados en Santo Domingo bajo el patrocinio del dictador Trujillo, entre otros actos de agresión. Sin embargo, muy pronto la CIA y el Presidente llegaron a la conclusión de que el único modo de “solucionar” el asunto de Cuba era sobre la base de asesinar a Fidel Castro o invadir la Isla[11]. De este modo, desde diciembre de 1959 la CIA había concebido un programa de formación de un ejército de mercenarios cubanos, algunos de ellos criminales de la dictadura batistiana, para invadir el país. Este plan fue aprobado por el presidente Eisenhower en marzo de 1960. El 6 de julio del propio año el presidente estadounidense canceló la cuota cubana de azúcar y el 19 de octubre su administración declaró el bloqueo parcial al comercio, prohibiendo todas las exportaciones, excepto de alimentos y medicinas, aunque la guerra económica contra Cuba había comenzado también mucho antes[12].

El 3 de enero de 1961 el Gobierno norteamericano anunció el rompimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba y el 16 de enero estableció las primeras restricciones a los viajes de los ciudadanos estadounidenses a la Isla.

Así, la Administración de Eisenhower dejó preestablecidos los elementos esenciales que caracterizarían la política de los Estados Unidos hacia Cuba durante más de medio siglo. Las administraciones subsiguientes simplemente harían aportes menores, para imprimir cada una su sello particular a la política hacia Cuba[13].

Mito 2

Fue el gobierno revolucionario en Cuba el que empujó la situación hacia la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961

En abril de 1959 Fidel Castro viaja a los Estados Unidos -su segunda salida al exterior después del triunfo de la Revolución-[14], no para pedir dinero como estaban acostumbrados los presidentes de la república neocolonial burguesa, sino para explicar los rumbos que tomaría la Revolución y tratar de lograr la comprensión del gobierno y pueblo de los Estados Unidos sobre el nuevo momento histórico que se vivía en Cuba. También el viaje fue una continuación de la “Operación Verdad”, llevada adelante por el gobierno y pueblo cubanos en los primeros meses después del triunfo de la Revolución para responder a la gran campaña de infundios de los medios occidentales y representantes del gobierno de los Estados Unidos que señalaban que en la Isla se estaba produciendo un “baño de sangre” contra los antiguos defensores el régimen de Fulgencio Batista.

Todo pudo haber sido menos traumático para los Estados Unidos, de haber respondido de manera diferente a la Revolución Cubana. La reacción airada y hostil de Washington solo logró incentivar y acelerar la radicalización del proceso revolucionario y el acercamiento -como lo había deseado Allan Dulles para que sirviera de pretexto para una escalada del conflicto- a la URSS. Realmente la clase dominante de los Estados Unidos estaba incapacitada para entender lo que sucedía en la Isla y el papel de su nuevo liderazgo. Lo que estaba ocurriendo en la Mayor de las Antillas se iba de todos los cálculos posibles. Les era imposible pensar que, luego de tantos años de exitoso control del hemisferio occidental, pudiera un país tan cercano apartarse de sus designios e influencias.

Ante la aceptación de Fidel de una invitación de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos para visitar Washington y hablar ante su reunión anual en abril, lo primero que hizo Eisenhower en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad Nacional fue preguntar si no se le podía negar la visa al líder cubano, para luego -ya durante la estancia de Fidel en ese país- evadir la posibilidad de un encuentro. Ike prefirió irse a jugar golf en Georgia que recibir a Fidel. Dejó esta “incómoda” misión en manos del secretario de Estado Cristian Herter y el vicepresidente Richard Nixon. Este último trató de dar lecciones a Fidel de cómo gobernar en Cuba y más tarde escribiría en sus memorias que había salido de la reunión con el líder cubano convencido de que había que derrocar al gobierno revolucionario de la Isla de inmediato[15].

Solo a tres meses del triunfo revolucionario, cuando aun no se habían establecido los vínculos con los soviéticos, ni firmado la ley de reforma agraria y prácticamente no se había tomado medida alguna que afectara sustancialmente los intereses de los Estados Unidos, la administración Eisenhower se mostraba poco cooperativa y más bien adversa con el nuevo gobierno cubano, especialmente con Fidel Castro. Ello a pesar de que el líder cubano, buscaba la manera de no provocar una ruptura abrupta con Washington, si bien advertía en cada discurso a los vecinos del norte que las cosas iba a ser diferentes, pues en Cuba por primera vez habría independencia y soberanía absoluta.

Por otro lado, las nacionalizaciones de propiedades estadounidenses en los años 59 y 60 no fueron una provocación deliberada de Cuba para buscar la ruptura de las relaciones con los Estados Unidos, sino una necesidad de la Revolución, planteada desde 1953 por Fidel, en su famoso alegato de autodefensa ante los tribunales de la tiranía batistiana, La historia me absolverá y prevista en la Constitución de 1940[16]. También fueron una respuesta a las agresiones constantes del gobierno de Washington y al cerco económico que comenzó mucho antes de establecido el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba por orden ejecutiva del presidente Kennedy en febrero de 1962. Sin embargo, las nacionalizaciones cubanas no fueron discriminatorias y Cuba estuvo dispuesta en todo momento a negociar la indemnización por las propiedades estadounidenses expropiadas. Así lo hizo con otros países como Francia, Inglaterra, Irlanda del Norte, Canadá y España. Solo el gobierno de los Estados Unidos se negó a establecer una fórmula de pago que no fuera “rápida, adecuada y efectiva”.

Washington rompió relaciones diplomáticas con Cuba en enero de 1961, alegando que era una respuesta a medidas hostiles de la Isla, cuando en realidad, el gobierno de Eisenhower desde mucho tiempo antes buscaba ese rompimiento. Desde finales de octubre de 1960 Estados Unidos había retirado a Bonsal como embajador en La Habana.

"El gobierno al cual yo representaba -recordaría años después Bonsal- había hecho todo cuanto podía para incapacitar la economía y el comercio del país ante el cual estaba acreditado. Era un secreto a voces que el Gobierno al que yo representaba estaba entrenando y armando aceleradamente a ciudadanos cubanos exilados a fin de contribuir al derrocamiento por la fuerza del Gobierno con el cual yo estaba manteniendo una semblanza de relaciones diplomáticas. Para ponerle la tapa al pomo, miembros de mi personal, acreditados ante el Gobierno cubano con el derecho a la inmunidad diplomática fueron descubiertos por las autoridades cubanas en actividades que dicha inmunidad no debía cubrir"[17]

Las evidencias documentales revelan que los representantes de la embajada de los Estados Unidos que permanecieron en La Habana, el departamento de estado y el propio presidente Eisenhower, llevaban varios meses estudiando la posibilidad de romper relaciones diplomáticas con Cuba. Solo esperaban esta se produjera en el momento más oportuno, preferiblemente de consuno con la OEA, la cual debía “pedir” a los Estados Unidos esta ruptura, aunque algunos países de la región se opusieran. El presidente Eisenhower llegó a señalar que:

"se sentiría muy feliz si antes del 20 de enero pudiéramos dar un paso como el rompimiento de relaciones con el Gobierno de Castro hecho en concurrencia con cierto número de Gobiernos latinoamericanos"[18]

La decisión del gobierno cubano, debido a su carácter hostil e injerencista, de limitar el personal de la Embajada estadounidense en La Habana a 11 miembros -Estados Unidos tenía más de 300-, el mismo número de funcionarios que tenía Cuba en Washington, fue el pretexto que vino como anillo al dedo a la administración Eisenhower para romper las relaciones diplomáticas con Cuba el 3 de enero de 1961 y presentar a la Isla como la agresora.

Fidel explicó al pueblo y al mundo el por qué de la decisión de reducir el personal diplomático de los Estados Unidos en la embajada de ese país en La Habana:

"La Revolución ha tenido mucha paciencia; la Revolución ha consentido que una plaga de agentes del servicio de inteligencia, disfrazados de funcionarios diplomáticos de la embajada americana, haya estado aquí conspirando y promoviendo el terrorismo. Pero el Gobierno Revolucionario ha decidido que antes de 48 horas, antes de 48 horas, la embajada de Estados Unidos no tenga aquí ni un funcionario más de los que nosotros tenemos … Permítanme terminar la idea. El hecho de que hubiésemos establecido un orden en la expresión, ha servido en este caso para descubrir un deseo del pueblo. Nosotros no íbamos a decir todos los funcionarios, sino ni un funcionario más del número de los que nosotros tenemos en Estados Unidos, que son 11. Y estos señores tienen aquí más de 300 funcionarios, de los cuales el 80% son espías… Si ellos quieren irse todos, entonces ¡que se vayan! Ellos, a través de la representación diplomática, han introducido aquí un verdadero ejército de agentes conspiradores y promotores del terrorismo…Por lo tanto, el gobierno revolucionario adopta esta posición que ha expresado aquí. No rompemos con ellos, pero si se quieren ir, ¡que les vaya bien!"[19]

Mito 3

Cuba puso al mundo al borde del holocausto mundial en octubre de 1962
J. F. Kennedy, Fidel Castro y Nikita Jruschov, protagonistas esenciales de los sucesos de la Crisis de Octubre

Abundan los enfoques que al exponer e interpretar la llamada Crisis de Octubre señalan a Cuba como la máxima responsable de poner al mundo al borde del holocausto mundial. Ello también responde a la manera errada en que se manejó la crisis, en especial por la dirección soviética, siendo Cuba la más desfavorecida tanto en su imagen internacional como en la solución a que llegaron Kennedy y el premier soviético Nikita Jruschov.

La manera en que Jruschov actuó al producirse la crisis, cuando sin contar con la dirección cubana negoció con Kennedy la salida de los cohetes nucleares de la Isla, y peor aún, de manera subrepticia negoció esa salida a cambio de la retirada de los misiles nucleares estadounidenses ubicados en Turquía e Italia, dejan mucho que desear sobre las verdaderas o fundamentales motivaciones que tuvo Jruschov a la hora de proponer a los cubanos la instalación de los cohetes en Cuba.

A pesar de que en las concepciones defensivas ya elaboradas para entonces por parte de la máxima dirección cubana, los misiles nucleares no estaban comprendidos, y de la conciencia de los líderes cubanos de que su presencia en el territorio insular podía afectar el prestigio de la Revolución, se aceptó la instalación de los cohetes, a partir de que se cumplía con un principio ineludible de apoyo internacionalista con el Campo Socialista y la URSS en particular, sobre cuya amistad no existía la menor duda, porque la había demostrado muchas veces. Se trataba entonces, de que si la URSS había estado siempre dispuesta a ayudar a Cuba en los momentos más críticos, no se podían esgrimir intereses nacionales estrechos, cuando los que estaban en juego eran los intereses del Campo Socialista como un todo y por supuesto, vistos en un sentido más estratégico, los de la capacidad para defender a Cuba también.

Mucho se perdió en el terreno moral, político y diplomático cuando los soviéticos decidieron que la instalación de los cohetes nucleares en Cuba se hiciera de manera secreta, y solo hacerla pública cuando fuera un hecho consumado, al que Estados Unidos supuestamente tendría que resignarse. El líder de la Revolución Cubana defendió en todo momento que la operación se hiciera pública bajo el respaldo del derecho internacional, pues no había nada ilegal en ello. Aunque mantuvo el criterio de que los soviéticos eran los que debían tomar la decisión final, por consideración a su gran experiencia internacional y militar[20].

Solo la posición valiente e intransigente de la dirección cubana al negarse a cualquier tipo de inspección del territorio cubano, al platear los Cinco Puntos e impedir en todo momento que se le presionara, fue lo que salvó el prestigio moral y político de la Revolución en aquella coyuntura, y que la Isla no fuera vista como un simple peón de los soviéticos.

Debate en la ONU durante la Crísis de Octubre

La famosa y tantas veces manipulada carta de Fidel a Jruschov escrita entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de octubre (traducida y enviada al líder soviético desde la embajada de la URSS en La Habana) ha sido uno de los documentos más utilizados para ubicar al líder de la Revolución como un “irresponsable” y hasta un “loco” que puso en riesgo la existencia humana en la faz de la tierra.

Si para los Estados Unidos la crisis había comenzado en octubre de 1962, Cuba vivía una crisis que amenazaba su supervivencia como nación independiente y soberana desde enero de 1959, enfrentada a las más disímiles formas de agresión del gobierno de los Estados Unidos, incluyendo la invasión mercenaria de Playa Girón en abril de 1961. La “Operación Mangosta”, la más amplia operación de guerra encubierta elaborada e implementada por los Estados Unidos contra otro país, aprobada por el presidente Kennedy en noviembre de 1961, debía concluir con la invasión directa de las fuerzas armadas estadounidenses en la Isla, precisamente en octubre de 1962.

La carta enviada por Fidel a Jruschov, no proponía dar el primer golpe nuclear preventivo, sino que, en caso de producirse la invasión a Cuba -la variante menos probable-, no vacilara la URSS de responder con armas nucleares evitando cometer los mismos errores de la Segunda Guerra Mundial[21], pues la invasión significaba que ya Estados Unidos se había decidido a iniciar la guerra termonuclear lanzando el primer golpe nuclear contra el país soviético. Es de destacar que si Fidel hubiera dominado el estado real de la correlación de fuerzas nucleares, con una ventaja aplastante para el lado norteamericano, esta misiva jamás se hubiera producido, pues significaba incitar al líder soviético al suicidio de su pueblo.

Fragmentos de las cartas intercambiadas por ambos líderes en esos días de tensión, muchas veces citadas inconexamente, ilustran fehacientemente la verdad histórica:

Mensaje de Fidel a Jruschov el 26 de octubre:

"Hay dos variantes posibles: la primera y más probable es el ataque aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado de destruirlos; la segunda, menos probable, aunque posible, es la invasión. Entiendo que la realización de esta variante exigiría gran cantidad de fuerzas y es además la forma más repulsiva de agresión, lo que puede inhibirlos"


"(…) Si tiene lugar la segunda variante y los imperialistas invaden a Cuba con el fin de ocuparla, el peligro que tal política agresiva entraña para la humanidad es tan grande que después de ese hecho la Unión Soviética no debe permitir jamás las circunstancias en las cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer golpe nuclear.

Le digo esto, porque creo que la agresividad de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si ellos llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la Ley y la moral universal, como invadir a Cuba, ése sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra"[22]

Jruschov a Fidel el 30 de octubre:

"En su cable del 27 de octubre Ud. Nos propuso que fuéramos primeros en asestar el golpe nuclear contra el territorio del enemigo. Usted, desde luego, comprende a qué llevaría esto. Esto no sería un simple golpe, sino que el inicio de la guerra termonuclear.
Querido compañero Fidel Castro, considero esta proposición suya como incorrecta, aunque comprendo su motivo"[23]

Fidel a Jruschov el 31 de octubre:

"No ignoraba cuando las escribí que las palabras contenidas en mi carta podrían ser mal interpretadas por usted y así ha ocurrido, tal vez porque no las leyó detenidamente, tal vez por la traducción, tal vez porque quise decir demasiado en pocas líneas. Sin embargo, no vacilé en hacerlo. ¿Cree usted compañero Jruschov que pensábamos egoístamente en nosotros, en nuestro pueblo generoso dispuesto a inmolarse, y no por cierto de modo inconsciente, sino plenamente seguro del riesgo que corría?

(…)

Nosotros sabíamos, no presuma usted que lo ignorábamos, que habríamos de ser exterminados, como insinúa en su carta, caso de estallar la guerra termonuclear. Sin embargo, no por eso le pedimos que retirara los proyectiles, no por eso le pedimos que cediera. ¿Cree acaso que deseábamos esa guerra? ¿Pero cómo evitarla si la invasión llega a producirse? Se trataba precisamente de que este hecho era posible, de que el imperialismo bloqueaba toda solución y sus exigencias eran desde nuestro punto de vista imposibles de aceptar por la URSS y por Cuba
(…)

Yo entiendo que una vez desatada la agresión, no debe concederse a los agresores el privilegio de decidir, además, cuándo de ha de usar el arma nuclear. El poder destructivo de esta arma es tan grande y tal la velocidad de los medios de transporte, que el agresor puede contar a su favor con una ventaja inicial considerable.
Yo no sugerí a usted, compañero Jruschov, que la URSS fuese agresora, porque eso sería algo más que incorrecto, sería inmoral e indigno de mi parte; sino que desde el instante en que el imperialismo atacara a Cuba y en Cuba a fuerzas armadas de la URSS destinadas a ayudar a nuestra defensa en caso de ataque exterior, y se convirtieran los imperialistas por ese hecho en agresores contra Cuba y contra la URSS, se le respondiera con un golpe aniquilador.
(…)

No le sugerí a usted, compañero Jruschov, que en medio de la crisis la URSS atacara, que tal parece desprenderse de lo que me dice en su carta, sino que después del ataque imperialista, la URSS actuara sin vacilaciones y no cometiera jamás el error de permitir circunstancias de que los enemigos descargasen sobre ella el primer golpe nuclear. Y en ese sentido, compañero Jruschov, mantengo mi punto de vista, porque entiendo que era una apreciación real y justa de una situación determinada. Usted puede convencerme de que estoy equivocado, pero no puede decirme que estoy equivocado sin convencerme."[24]

Esta carta también ha sido utilizada para sostener la versión de que a los soviéticos, ante las “propuestas irracionales” del líder cubano, no les quedó más remedio que negociar con los Estados Unidos de espaladas a la dirección de la Isla. Este aserto no tiene fundamento, en tanto la decisión soviética de hacer proposiciones a los norteamericanos sin tener en cuenta las opiniones de Cuba, habían sido tomadas en Moscú desde el día 25 de octubre, cuando la carta de Fidel no había sido concebida.

Un testimonio de extraordinaria valía para demostrar la falsedad de los criterios que señalan que Fidel incitó a Jruschov a dar el primer golpe nuclear preventivo contra el territorio estadounidense es el de Alenxander I. Alexéiev, quien se desempeñaba en octubre de 1962 como embajador de Moscú en La Habana y a quien el Jefe de la Revolución le dictara el controvertido mensaje:


“…la noche del 26 para el 27 de octubre Fidel Castro visitó nuestra embajada y dictó el texto de una carta para que se le hiciera llegar a N.S. Jrushov. En la misma se abordaba cuán tensa se había tornado la situación y la posibilidad de un ataque estadounidense (invasión o bombardeos) a Cuba en las próximas 24 - 72 horas. Fidel alertaba a Jruschov sobre la perversidad de los americanos y lo convocaba a tomar todas las contramedidas imprescindibles, aunque en honor a la verdad, sin llegar a concretarlas. Estando todavía Fidel en la embajada, envié un breve cifrado en el que informaba sobre la posibilidad del ataque a Cuba. Unas horas antes nuestros militares habían cursado un telegrama a Moscú en los mismos términos preocupantes. La carta de Fidel salió para Moscú más tarde, una vez que se tradujo al ruso, y no fue hasta la mañana del 28 que llegó a manos de la dirección soviética, cuando ya había sido adoptada la decisión sobre la retirada de los proyectiles. (Se sabe también, que lo que llegó por vía telefónica del Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS a la secretaría de Jruschov no fue el texto íntegro del mensaje sino un resumen, motivo por el cual se pudieron producir imprecisiones.

“Este mensaje generó serias incomprensiones ya que N.S Jruschov en una de sus cartas reconvino a Fidel por haberle supuestamente sugerido que asestara un golpe nuclear preventivo contra el enemigo. La carta de Fidel fue dada a conocer por la prensa cubana y de ella no se infiere semejante conclusión.

“Fidel admite que el malentendido se deba a inexactitud de la traducción o a que yo no lo haya interpretado a él correctamente. Quisiera hacer constar con absoluta responsabilidad que la culpa no es nuestra. La traducción de la carta que dictó fue hecha por otros funcionarios de la embajada que conocían bien el español, y el texto publicado por “Granma” es idéntico al de nuestra traducción. Por lo que se puede concluir que los reproches de Jruschov carecen de fundamento. En el mensaje no se hacen semejantes afirmaciones. Todo puede haberse debido al extraordinario estrés al que estaba sometida la dirección soviética y al involuntario deseo de justificar la peliaguda decisión de retirar los proyectiles sin el consentimiento de la dirección cubana..

“Reitero que Fidel entonces no instó a que asestáramos un golpe nuclear preventivo, sino que se limitó a alertar que los estadounidenses, conocedores de nuestro apego al principio de no ser los primeros en usar las armas nucleares, podían emprender cualquier aventura, incluido un golpe nuclear. Por lo demás, el bombardeo de los objetivos nucleares soviéticos hubiese sido de por sí equivalente a un golpe nuclear. A mi juicio, Fidel no estaba pensando en un golpe nuclear preventivo, sino en la necesidad de advertirles a los americanos que nuestro respeto al principio de no ser los primeros en utilizar las armas nucleares no debía ser tomado como una garantía que los preservaría de la represalia. El reproche de Jruschov a Fidel es además improcedente porque la operación que habíamos emprendido al trasladar los proyectiles a Cuba perseguía el objetivo de intimidar a los americanos, disuadirlos de emprender acciones militares, no de emplear los cohetes”[25].

Mito 4

Fidel Castro ha sido el gran obstáculo para una normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos
James Carter, su esposa Rosalynn y Fidel Castro en La Habana, marzo de 2011

En cuanto a este criterio, que en acto de injusticia histórica coloca en los hombros de Fidel Castro la responsabilidad del no entendimiento entre ambos países, los hechos y documentos históricos señalan otra cosa. Si ha habido alguien interesado en avanzar hacia un modus vivendi con los Estados Unidos, ha sido el líder histórico de la revolución. Cuando se revisa la documentación cubana y estadounidense del período se aprecia la cantidad de tiempo que el Comandante en Jefe dedicó durante años a recibir y conversar con congresistas y personalidades de la política norteamericana. Si Fidel no hubiera creído que era importante este tipo de encuentros para buscar un mejor entendimiento entre ambos países, no hubiera invertido en ellos ni un minuto de su preciado y limitado tiempo.

Empleando la diplomacia secreta Fidel fue el gestor de numerosas iniciativas de acercamiento entre ambos países. A través del abogado James Donovan, quien negoció con Fidel la liberación de los mercenarios presos a raíz de la invasión de 1961, la periodista Lisa Howard y otras vías, el líder de la Revolución hizo llegar al gobierno de Kennedy una y otra vez su disposición de conversar en busca de un entendimiento.

En agosto de 1961 Ernesto Che Guevara trasladó una rama de olivo al gobierno estadounidense en un encuentro que sostuvo en Montevideo con el asesor especial de Kennedy para asuntos latinoamericanos, Richard Goodwin. Es imposible pensar que el Che actuara por su cuenta y no de común acuerdo con el líder cubano. Fidel además envió un mensaje verbal al ya presidente Lyndon Jonhnson a través de la periodista Lisa Howard en 1964, que entre otras cosas decía:

".....Dígale al Presidente que espero seriamente que Cuba y los Estados Unidos puedan sentarse en su momento en una atmósfera de buena voluntad y de mutuo respeto a negociar nuestras diferencias. Creo que no existen áreas polémicas entre nosotros que no puedan discutirse y solucionarse en un ambiente de comprensión mutua. Pero primero, por supuesto, es necesario analizar nuestras diferencias. Ahora, considero que esta hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como innecesaria y puede ser eliminada"

Hasta a un furibundo adversario de la Revolución Cubana como Richard Nixon tendió la mano Fidel de manera confidencial. Los documentos desclasificados en los Estados Unidos muestran que el 11 de marzo de 1969 el embajador suizo en La Habana, Alfred Fischli, luego de haber tenido una entrevista con Fidel, en un encuentro que sostuvo con el secretario de Estado de los Estados Unidos, William P. Rogers, trasladó a este un mensaje no escrito del primer ministro cubano en el que expresaba su voluntad negociadora.

Durante la administración Carter fueron muchas las acciones de Fidel que mostraron su disposición de mejorar las relaciones con los Estados Unidos. En el año 1978, como un gesto unilateral, sin negociarlo con los Estados Unidos, Cuba liberó a miles de presos contrarrevolucionarios, lo cual evidenciaba un deseo de la dirección cubana de reanimar el proceso de normalización de las relaciones entre ambos países, congelado a partir de la entrada de tropas cubanas en Etiopía.

"En ese momento llegué a la conclusión de que Castro vio esta iniciativa como una manera de tratar de poner las discusiones sobre la normalización de nuevo en marcha. No tenía la menor intención de negociar el papel de Cuba en África a cambio de la normalización, pero tal vez pensó que gestos positivos en los derechos humanos, prioridad de Carter, serían suficientes. No lo eran"

En el año 1977 Carter había señalado que la clave para avanzar hacia una normalización de las relaciones con Cuba eran los derechos humanos, pero en 1978 este tema había quedado desplazado frente al de la presencia militar cubana en África, y las implicaciones de la misma en el marco del enfrentamiento Este-Oeste. Se podrían mencionar otros ejemplos. Pero estos son más que suficientes para demostrar que la postura de Fidel ha sido siempre la de estar en la mejor disposición al diálogo y la negociación con el gobierno de Estadosd Unidos. Sin embargo, siempre ha insistido, con sobrada razón y teniendo como respaldo el derecho internacional y un conocimiento profundo de la Historia de Cuba, que este diálogo o negociación sea en condiciones de igualdad y de respeto mutuo, y no persiga que Cuba ceda ni un milímetro de su soberanía o abjure a alguno de sus principios. Esta es la misma postura –aunque con estilo propio- del presidente Raúl Castro, y así lo ha reafirmado en innumerables discursos e intervenciones públicas.

Como señalan Peter Konbluh y William Leogrande en su libro:

"....hay evidencia sustancial de que Castro realmente quería relaciones normales con Washington y no fueron pocos los momentos en que administraciones estadounidenses prometieron mejores relaciones a cambio de gestos conciliadores de Cuba, para luego incumplir su palabra. En 1984 Washington insinuó que las concesiones de Cuba en materia de migración conducirían a mejores relaciones y a un diálogo más amplio, y luego renegó de su promesa una vez que se firmó el acuerdo migratorio. En 1988 el Departamento de Estado prometió explícitamente que la cooperación cubana en las negociaciones del Sur de África daría lugar a un diálogo más amplio sobre cuestiones bilaterales, y de nuevo Washington renegó de su palabra. En 1994 Clinton le prometió a Castro que la cooperación de Cuba para poner fin a la crisis de los balseros daría lugar a un diálogo más amplio sobre el embargo. Cuba acabó con el problema, pero Clinton nunca cumplió su promesa"

Seis semanas después de los anuncios del 17 de diciembre de 2014, Fidel, con la experiencia de haber lidiado con 10 administraciones estadounidenses, ratificó su posición en cuanto a una normalización de las relaciones con los Estados Unidos, dijo, teniendo suficientes elementos de juicio para hacer ese planteamiento:

"No confío en la política de los Estados Unidos"

Pero también expresó que, como principio general, respaldaba:

"cualquier solución pacífica y negociada a los problemas entre Estados Unidos y los pueblos o cualquier pueblo de América Latina, que no implique la fuerza o el empleo de la fuerza"

Mito 5

La normalización de las relaciones entre ambos países no se alcanzó durante las administraciones de Gerald Ford y James Carter pues a Fidel le interesó más el papel de Cuba en África que la normalización de las relaciones
Fidel Castro junto a Agostinho Neto

Este enfoque desvirtúa los hechos y, sobre todo, desconoce la estrategia cubana en política exterior de aquellos años y los móviles de su liderazgo histórico. Fidel jamás vinculó ambos temas. Él manejaba el proceso de normalización de las relaciones con los Estados Unidos y el internacionalismo de Cuba en África como cuestiones independientes. Ambas de extraordinaria importancia estratégica para Cuba en el plano internacional. Fueron los Estados Unidos los que establecieron esa conexión funesta. Wayne Smith, quien fuera jefe de la sección de intereses de los Estados Unidos en La Habana durante los dos últimos años del mandato de Carter, lo ha expresado de forma magistral:

"Pero el hecho de que Castro no le hubiese dado la espalda al MPLA no representaba una falta de interés en mejorar sus relaciones con los Estados Unidos. De haber sido así, el estímulo brindado por los norteamericanos a las incursiones de las tropas de Zaire y Sudáfrica también hubiese sido un indicio de cinismo de los propósitos del acercamiento de los Estados Unidos hacia Castro. Quizás él así lo pensó, pero optó, en la práctica, por mantener los dos asuntos separados y continuar con el acercamiento, pese al respaldo concedido por los Estados Unidos a las fuerzas que se oponían a los amigos de Castro en Angola"[26]

Al respecto también señaló hace muchos años el destacado intelectual argentino Juan Gabriel Tokatlian:

"…, lamentablemente Estados Unidos fue el responsable de introducir un elemento perturbador en las relaciones entre ambos países: condicionó las aproximaciones bilaterales a temas y políticas multilaterales, es decir, multilateralizó lo bilateral y bilateralizó lo multilateral. La participación cubana en Angola durante 1975 fue interpretada como un hecho que impedía un entendimiento constructivo entre Cuba y Estados Unidos. Se ubicó este acontecimiento como un factor que inhibía todo acercamiento positivo de las partes. Esto, reiteramos, fue un error lamentable porque colocó el contenido y el sentido del debate bilateral en otra dimensión.


Y la crítica debe caer en Estados Unidos pues no fue Cuba quien esgrimió el argumento de mejorar o no las relaciones de acuerdo a si Estados Unidos apoyaba directamente a los regímenes autoritarios de Haití o Filipinas o armaba encubiertamente a Sudáfrica o intervenía en los conflictos de Medio Oriente"[27]

Robert Pastor, quien se desempeñó como asistente para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional en la época de Carter, comprendió lo fallido de la estrategia estadounidense a la hora de negociar con Cuba y vincular la normalización de las relaciones a la retirada de las tropas cubanas de África y advirtió con gran visión de la perspectiva cubana que ello haría fracasar el proceso de normalización. El 1 de agosto de 1977, Pastor le escribió al asesor para Asuntos de Seguridad Nacional, Zbignew Brzezisnki:

"Hemos considerado el aumento de las actividades de Cuba en África como una señal de interés decreciente por parte de Cuba respecto del mejoramiento de las relaciones con los EE.UU, y Kissinger unió las dos cuestiones –la retirada de Cuba de Angola a fin de lograr mejores relaciones con los EE.UU– solo para fracasar en ambas. Existe una relación entre las dos cuestiones, pero se trata de una relación inversa. Mientras Cuba intenta normalizar relaciones con las principales potencias capitalistas del mundo, Castro también experimenta una necesidad sicológica igualmente fuerte de reafirmar sus credenciales revolucionarias internacionales. No afectaremos el deseo de Castro de influir en los acontecimientos en África tratando de adormecer o detener el proceso de normalización; este es el instrumento equivocado y no tendrá otro efecto que no sea detener el proceso de normalización y descartar la posibilidad de acumulación de influencia suficiente sobre Cuba por parte de los EE.UU, que a la larga pudiera incidir en la toma de decisiones de Castro"[28]

Recordando este importante memorándum, expresaría muchos años después Robert Pastor:

"Mi memorándum no persuadió al gabinete, ni al Presidente. En nuestras conversaciones en Cuernavaca y La Habana, yo seguí la política del gobierno de los Estados Unidos más que la que yo había propuesto. Como nosotros aprendimos, mi análisis era correcto"[29]

Sostener que la política de Cuba en África era más importante que la normalización de las relaciones con los Estados Unidos y que ello impidió la normalización, parte de un enfoque errado del asunto, al colocarse en la perspectiva de la potencia estadounidense enfrentada a un país pequeño del tercer mundo como Cuba, al cual supuestamente debía interesar más que a los Estados Unidos normalizar las relaciones, aunque fuera al precio de renunciar a sus credenciales revolucionarias en el plano internacional, lo que implicaba un menoscabo de su soberanía.

Una lógica más equilibrada del análisis lleva a la conclusión de que fue al gobierno de los Estados Unidos al que le importó más sus intereses geopolíticos enfrentados a la URSS –especialmente en África- que la normalización de las relaciones con la isla caribeña. Fue Estados Unidos el que estableció un nexo entre ambos temas y el orden de prioridad entre ambos asuntos. Cuba manejó su papel en África y el proceso de normalización de las relaciones de manera independiente y su deseo era avanzar en ambos terrenos. No se le podía poner a escoger entre un asunto y el otro. Ese enfoque era sencillamente un “instrumento equivocado” como había advertido Pastor a Brzezinski.

En diciembre de 1978, Fidel le expresó a Peter Tarnoff y Robert Pastor, en conversaciones sostenidas en la Habana:

"Tal vez sea idealista de mi parte, pero nunca he aceptado las prerrogativas universales de los Estados Unidos. Nunca acepté y nunca aceptaré la existencia de leyes diferentes y reglas diferentes"[30]

Mito 6

Cuba se comportó como un satélite de los soviéticos en África y con ello impidió la normalización de las relaciones
Combatientes cubanos en Cuito Cuanavale, Angola, marzo de 1988

Sobre este criterio, Cuba jamás subordinó sus objetivos de política exterior a los dictados de la ex Unión Soviética. Todo lo contrario, en muchas ocasiones la actuación audaz y autónoma de la Isla en el escenario internacional provocó la ira de Moscú. Durante los años 60 no fueron pocos los conflictos con los soviéticos debido al apoyo que Cuba brindó a los movimientos de liberación en América Latina. Un documento elaborado en 1968 por analistas del Departamento de Estado, la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional y el departamento de Estado, presidido por el subsecretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Viron P. Vaky, concluía que Fidel no tenía intención de “subordinarse a la disciplina y la dirección soviéticas”, y que había estado “cada vez más en desacuerdo con sus conceptos, estrategias y teorías” [31].

Sobre la presencia militar cubana en África en los años 70, en sus profundos trabajos sobre el tema, el acucioso investigador italo-estadounidense Piero Gleijeses ha demostrado —teniendo como respaldo una voluminosa documentación de los archivos más disímiles del mundo—, que los cubanos enviaron sus tropas a Angola por iniciativa propia y solo se lo comunicaron después a la Unión Soviética. En el caso de Etiopía, a pesar de que hubo una cooperación estrecha entre los dos gobiernos a lo largo del período que precedió la toma de decisión, los móviles del gobierno cubano para el envío de sus tropas no vinieron de Moscú, sino de la firme convicción de los líderes cubanos en que las medidas sociales y económicas tomadas por la Revolución Etíope eran de las más progresistas que se habían visto en los países subdesarrollados, después del triunfo de la Revolución Cubana, y porque consideraban que la invasión somalí era injustificada y criminal y que había sido alentada por los Estados Unidos[32].

Hasta el propio Henry Kissinger, quien se aferró por aquellos años a la idea de una Cuba peón de los soviéticos en África, reconoció años después en sus memorias que estaba equivocado:

"No podíamos imaginar que actuaría (Castro) en forma tan provocadora, tan lejos de su país a no ser que Moscú lo presionara para pagarle el apoyo militar y económico. Las pruebas hoy disponibles indican que fue lo opuesto"[33]

También Wayne Smith ha pulverizado el mito de que Cuba constituía un títere de la URSS en África:

"Siempre estuvo claro para mí y, todavía lo es, que Cuba no fue un satélite de los soviéticos en África. Tenía sus propios intereses y objetivos. Pienso, por supuesto, que tuvo algunas veces el apoyo de los soviéticos. Brzezinski y el Consejo de Seguridad Nacional parecieron creer que Cuba simplemente estaba siguiendo las órdenes soviéticas. Ellos estaban equivocados"[34]

Un estudio preparado para Carter por el Comité de Examen de Políticas sobre la presencia soviético-cubana en África, basándose en las observaciones aportadas por un informe realizado de forma coordinada por la CIA, la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) [35], la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y el Buró de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado (INR), respalda los criterios anteriores:

"Cuba no está involucrada en África únicamente, o ni siquiera principalmente debido a sus relaciones con la URSS. Está profundamente comprometida con lograr sus propios objetivos ideológicos y pragmáticos en el continente: la promoción de la Revolución, y el apoyo a regímenes ‘progresistas’, la expansión de su propia influencia política en el Tercer Mundo a expensas de occidente (entiéndase Estados Unidos), y el establecimiento para sí misma de un papel dirigente importante entre naciones en desarrollo"[36]

Luego de esta valoración, podría surgir la interrogante acerca del porqué la propaganda impulsada por el gobierno de los Estados Unidos se empeñó en presentar a Cuba como satélite de Moscú en África. No hay dudas, que la Administración Carter, al ver que sus intereses hegemónicos en África peligraban, decidió hacer suyo el mito propagandístico de una Cuba subordinada a los intereses soviéticos en el continente africano, siguiendo una de las recomendaciones de la Agencia Internacional de Comunicaciones de los Estados Unidos[37], que planteaba la necesidad de:

"contribuir al descrédito de Cuba como potencia no alineada, haciendo hincapié en su relación de dependencia de la Unión Soviética"

Otra no puede ser la conclusión al percibir el poco caso que le hizo Brzezinski a los análisis y recomendaciones que le hiciera su asistente para América Latina, Robert Pastor. En memorándum fechado el 19 de julio de 1979, Pastor expresó a Brzezinski:

"Yo veo las relaciones cubano-soviéticas, como algo análogo, en cierta medida, a las relaciones de Israel con los Estados Unidos. Casi todo el mundo cree que tenemos una influencia todopoderosa sobre Israel (…) pero en realidad, ellos nos halan más a nosotros que lo que nosotros los empujamos a ellos. De manera similar, supongo que los cubanos empujan y halan a los soviéticos hacia áreas de mayor riesgo, que las que normalmente el viejo liderazgo soviético se hubiera aventurado a pisar. Los cubanos no son marioneta de nadie"[38]

Poco tiempo después, el 21 de septiembre, Pastor volvería a insistir con su jefe en ese criterio:

"Permítaseme sugerir que intentemos usar un término que no sea ‘títere soviético’ para referirnos a los cubanos. La palabra ‘títere’ indica que los cubanos emprenden actividades revolucionarias porque los soviéticos les han dicho que lo hagan. Ese, por supuesto, no es el caso"[39]

La presentación de Cuba como satélite de los soviéticos no fue más que la desviación intencionada de los motivos de fondo del conflicto -expresados en la contradicción hegemonía versus soberanía-, que le vino muy bien a Washington para establecer su política de hostilidad hacia la Isla. La historia demostró, poco más tarde, que cuando desaparecieron los argumentos utilizados para presentar a Cuba como una amenaza a la “seguridad nacional” de los Estados Unidos, luego de producido el derrumbe del Campo Socialista, el conflicto se mantuvo vivo y el gobierno estadounidense no hizo ni el menor intento por llegar a algún entendimiento con La Habana. Por el contrario, se agudizó la agresividad hacia la Isla, revelándose nuevamente la verdadera esencia de corte bilateral del conflicto y concentrando entonces el foco de su política en la realidad interna de la Isla.

Mito 7

La extrema derecha cubanoamericana ha tenido secuestrada la política hacia Cuba
Ileana Ross Lehtinen, Marco Rubio y Marío Díaz Balart, miembros de la extrema derecha cubanoamericana

La extrema derecha cubanoamericana ha tenido importantes niveles de influencia en el diseño y la implementación de la política hacia Cuba y constituye una fuerza política nada despreciable -sobre todo en el legislativo estadounidense-, es falso que en algún momento hayan alcanzado el control de la misma. La política de los Estados Unidos hacia Cuba siempre ha sido una Política de Estado. El llamado lobby cubanoamericano ha sido una pieza funcional a los intereses de Washington contra Cuba desde su origen. Ha sido un instrumento de la política, más que la política misma. Fue durante la administración de Ronald Reagan, coincidiendo con el surgimiento del movimiento neoconservador en los Estados Unidos, que este lobby alcanzó mayor protagonismo y nivel de organicidad, con un amplio nivel de acceso a las estructuras de poder estadounidenses y los medios de comunicación. Este lobby, que tomó como ejemplo para su estructuración al influyente y poderoso lobby judío, se nucleó fundamentalmente en torno a la Fundación Cubano Americana.

Fue tal su activismo contra la Mayor de las Antillas, que se creó una falsa imagen de que en ellos descansaba la política hacia Cuba y que los políticos estadounidenses que se apartaran de su línea serían castigados perdiendo los votos de un estado tan definitorio como La Florida -de los llamados estados pendulares, “Swing State Vote” en inglés- en elecciones presidenciales cerradas. Pero lo cierto es que el voto cubanoamericano jamás ha sido determinante para ganar una elección del estado de la Florida. Así lo confirma el destacado investigador cubano Jesús Arboleya:

"En realidad, la importancia del voto cubanoamericano ha sido bastante exagerada, ya que apenas tiene relevancia más allá del enclave miamense y ni siquiera en esta región ha determinado el triunfo del candidato presidencial republicano en múltiples elecciones"[40]

Son el 5 % del electorado de la Florida y el 1 % del país. Tampoco en los condados floridanos donde se concentra la mayoría de los votantes cubanoamericanos, como Miami, Broward y Monroe, su voto ha sido decisivo en las elecciones presidenciales, donde siempre han ganado los candidatos demócratas, sin importar el nivel de preferencia que hayan tenido entre los votantes cubanoamericanos[41]. Por lo tanto, la influencia de la extrema derecha cubanoamericana en el sistema político norteamericano nada tiene que ver con el peso específico de su electorado, sino por la capacidad de imbricarse en el mismo y en sus mecanismos de influencia, a través de las propias oportunidades que les han ofrecido los grupos políticos dominantes de la sociedad norteamericana.

El caso del niño Elián González durante la administración Clinton, puso en evidencia que cuando esta extrema derecha cubanoamericana se convierte en un obstáculo para los intereses del estado norteamericano, se les aparta del camino y poco importan sus reacciones coléricas.

Asimismo, el anuncio del presidente Obama el 17 de diciembre de 2014, sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, dejó descolocado una vez más a esta extrema derecha cubanoamericana. Por otro lado, su base social se encuentra cada vez más erosionada ante las posturas mucho más flexibles hacia Cuba de las nuevas generaciones y los nuevos emigrados cubanos.

Mito 8

Cuba ha sido un problema para la “seguridad nacional” de los Estados Unidos

Lo interesante en este caso, es que los Estados Unidos, más bien la clase dominante en los Estados Unidos, en rigor, no ha defendido histórica y principalmente lo que se entiende por legítimos intereses nacionales o de seguridad nacional, sino su hegemonía, tanto en el plano doméstico como internacional.

Un pequeño libro publicado en Cuba por la Editorial Ciencias Sociales en el 2010, Estados Unidos, hegemonía, seguridad nacional y cultura política, del destacado especialista en estos temas, Jorge Hernández, ofrece una serie de elementos que amplían considerablemente lo expresado anteriormente. Resulta oportuno citar algunas de sus reflexiones:

  • “La hegemonía no es, como han querido creer, ver o hasta demostrar algunos estudiosos, una función de la seguridad nacional. Es al revés”[42].
  • “Como función de la hegemonía, la seguridad nacional de los Estados Unidos, opera ideológicamente en un doble plano: en uno, de legitimación interna, y en otro, de apuntalamiento doctrinal de la política exterior. Desde el punto de vista externo, el concepto en realidad posee una connotación transnacional, en el sentido de que se insertan en ella escenarios del llamado Tercer Mundo, en los que los Estados Unidos lo que defienden, en rigor no es su seguridad nacional, sino su hegemonía”[43].
  • “La paradoja es que lo que se presenta habitualmente como seguridad nacional no lo es tanto, sino más bien de lo que se trata es de la seguridad de la clase dominante –o de sectores de ella-, manipulada como interés común de toda la nación”[44].

Por su parte, el también destacado académico cubano Luis Suárez Salazar utiliza el término estrategias de seguridad imperial, para distinguir a éstas de los intereses legítimos de seguridad nacional de la población estadounidense y sus autoridades, pues no son lo misma cosa. Las estrategias de seguridad imperial, han servido hasta nuestros días como ejes articuladores de la política interna y exterior de los Estados Unidos y “para justificar el constate fortalecimiento de su maquinaria burocrática-militar, al igual que su acantonamiento, desplazamiento y utilización en diversos lugares del mundo, incluida América Latina y el Caribe. Asimismo, para tratar de garantizar los expansionistas intereses geoestratégicos, geopolíticos y geoeconómicos de los grupos económicos, sociales, ideológicos, políticos, étnicos y culturales dominantes en esa potencia multidimensional. Igualmente para tratar de justificar ante la opinión pública doméstica e internacional sus acciones violatorias de los principios de autodeterminación de los pueblos y de no intervención en los asuntos internos y externos de otros Estados consagrados en la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU) e incluso en la de la Organización de Estados Americanos (OEA)”[45].

De esta manera, Estados Unidos ha desplegado todas las capacidades de su diplomacia exterior con el objetivo, incluso, de lograr persuadir a los países de América Latina y el Caribe, de la necesidad de compartir la responsabilidad de la defensa de su “seguridad nacional”, haciéndola parecer común para toda la región. Estados Unidos históricamente también ha intentado, y en muchas ocasiones ha tenido éxito, convertir los llamados enemigos de su “seguridad nacional, en supuestos enemigos de la “seguridad hemisférica”.

Si Estados Unidos realmente buscara la satisfacción de los legítimos “intereses nacionales” y de “seguridad nacional”, hace mucho tiempo hubieran normalizado las relaciones con Cuba, pues paradójicamente Cuba constituye una garantía para los Estados Unidos en términos de seguridad en asuntos como la lucha contra el terrorismo, el tráfico de personas, la inmigración ilegal y el tráfico de drogas. En el caso de la política hacia Cuba, aunque también hacia el resto de la región, ha primado más la lógica de las estrategias de seguridad imperial que las de una legítima seguridad nacional.

Referencias

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Fuentes

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