Monasterio de Santa Engracia

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Monasterio de Santa Engracia
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Obra Arquitectónica
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Descripción

Monasterio de Santa Engracia El Real Monasterio de Santa Engracia fue un convento de la ciudad de Zaragoza, del que hoy quedan solo restos, conservados en la homónima iglesia basílica. Fue arruinado durante los sitios que la capital aragonesa sufrió en la Guerra de la Independencia.

Enciclopédico

La historia de este monasterio y monumento zaragozano está estrechamente relacionada con los momentos culminantes del pasado de la ciudad y hasta con la expansión de su recinto urbano hacia el río Huerva y por los actuales barrios de Torrero y de la Romareda. Sus orígenes se identifican con los orígenes del Cristianismo, pues están estrechamente vinculados a la piadosa tradición de los innumerables Mártires causados por la persecución decretada por Diocleciano en el año 304, y ejecutada por el dudoso personaje histórico del gobernador Daciano, cuyas víctimas cristianas, entre las que figuraba Santa Engracia, fueron sepultadas —o al menos sus restos— en la zona extramuros de la ciudad, en el lugar en el que actualmente se encuentra la iglesia que nos ocupa, aunque para otros arqueólogos fuera simplemente el emplazamiento de una primitiva necrópolis. El testimonio más preclaro de este primitivo martirio es el de los versos de Aurelio Clemente Prudencio en el himno IV de su Peristephanon, aunque alude solamente a dieciocho víctimas inmoladas, reducida cifra que antiguas y piadosas tradiciones elevan a unas diecisiete mil y por ello denominada como «Innumerables Mártires de Zaragoza».

Objeto de veneración y aun motivo de peregrinaciones, este pozo martirial dio lugar al alzamiento de un templo cristiano llamado monasterio de las Santas Masas o Santa María de las Santas Masas, que en la era constantiniana y más concretamente en los tiempos de los godos se consolidó como tal. Parece ser que a su cuidado estuvo en la primera época de la Edad Media una comunidad benedictina. En los años visigodos, según el testimonio histórico de Zurita y Blancas, sus muros y celdas fueron testigos de la actividad cristiana de los obispos zaragozanos obispo Juan y Máximo y aun de las producciones de San Braulio de Zaragoza, pues nos consta que en el siglo VIII de nuestra era, el templo era conocido como basílica de los Dieciocho Mártires.

Persiste como iglesia cristiana durante la dominación musulmana y antes de la reconquista de Zaragoza se menciona al obispo cesaraugustano Paterno, que en 1063 transfiere, en el concilio de Jaca, el monasterio de Santa Engracia a la jurisdicción de la sede de Huesca, situación original que ha persistido hasta la época contemporánea y que ha dado lugar a un prolongado litigio entre las diócesis cesaraugustana y oscense, cuidadosamente estudiado en su tesis doctoral —publicada por la Institución «Fernando el Católico» en 1948— por el zaragozano Miguel Montserrat Gámiz. Sin embargo, la trascendental importancia del edificio del monasterio de Santa Engracia cobra su interés máximo en el tránsito de los días del medievo a las primeras épocas moderno-renacentistas. Si ya en el siglo XV fue notable la actividad reconstructora del arzobispo zaragozano Dalmau de Mur y Cervellón, a fines de dicha centuria va a ser el gran monarca Juan II de Aragón quien promueva su nueva edificación como promesa de gratitud a la intervención sobrenatural de Santa Engracia en la curación de su casi ceguera, que había sentido aliviarse cuando posó sus ojos, enfermos de cataratas, junto al clavo del martirio de la Santa. La fe del monarca y la pericia médica del judío Cresques Abiatar aliviaron su enfermedad visual, por lo que prometió alzar un nuevo monasterio en honor de la citada Santa Engracia. Dificultades económicas le impidieron hacer efectiva su promesa allá por 1468 y transfirió a su hijo y sucesor Fernando II el Católico el cumplimiento de la misma, quien así lo hizo a comienzos del siglo XVI y el monasterio —entonces jerónimo— de Santa Engracia iba a ser espejo y modelo nacional de la mejor arquitectura plateresca. Su fina y espléndida portada, trazada por los Morlanes, padre e hijo, sería el testimonio —que afortunadamente ha llegado a nuestros días— de la calidad excelsa de un arte que se enriquecía asimismo por el soberbio claustro gótico-mudéjar que levantó fray Martín Vasa con las soberbias esculturas de Alonso de Berruguete y con su ricamente dotada biblioteca —en la que trabajó el insigne Jerónimo Zurita y tantas y tantas obras que convirtieron a este templo prolongado y mantenido por los productos de la notoria huerta de Santa Engracia en una de las glorias del fecundo y brillante Renacimiento español.

Acabado en la época de Carlos I, tan singular y bella obra arquitectónica había de venirse casi totalmente al suelo en la noche del 13 al 14 de agosto de 1808, por la explosión de una mina con la que quiso dejar tras de su retirada el general francés Lefèvre, un panorama de ruinas.

Milagrosamente se salvó de esta destrucción la magnífica portada de los Gil Morlanes —a la que Felipe II calificaba como el altar mayor trasladado a la fachada— y el muro de la torre del Evangelio.

Por Real orden, del año 1882, el Monasterio de Santa Engracia se declara Monumento Nacional, lo cual posibilitó que el 3 de noviembre de 1891 se colocara la primera piedra por D. Vicente Alda y Sancho, por entonces obispo de Huesca. Se inaugura el 16 de abril de 1899, tras ser dirigida la reedificación por los arquitectos Ricardo Magdalena Tabuenca y Julio Bravo Folch, mientras que la fachada plateresca fue restaurada por el escultor Carlos Palao Ortubia. El techo del crucero es restaurado por el pintor Joaquín Pallarés Allustante y los Escultores Eusebio Arnau y Juan Llimona son autores de las estatuas de San Lorenzo, San Agustín, San Vicente Mártir, San Jerónimo, San Pedro Nolasco, San Vicente Mártir y San José de Calasanz.

En 1956 el templo se integra a la archidiócesis de Zaragoza, iniciándose una serie de obras para modernizarlo, sobre todo tras la llegada de Mariano Mainar como párroco. En los ochenta recupera la capilla de las Santas Masas y en 1991 el arquitecto Heliodoro Dols y Fernando Torra Puigdellivol son encargados de restaurar la fachada y su portada, que se inauguran en 1993. Años más tarde, en 1998, Heliodoro Dols amplía la iglesia en su fachada trasera, respetándose el edificio original, pero con conceptos actuales.

En esta línea de restauraciones resulta imprescindible recordar las realizadas a los sarcófagos paleocristianos Trilogia petrina, en 1991, y Receptio animae, en 1998. Dos sarcófagos que son, en frase del arqueólogo Antonio Mostalac, la partida de nacimiento de Santa Engracia.

En otra línea de acontecimientos, el 11 de julio de 1991 el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española concede el Nihil Obstat y el Visto Bueno de la Conferencia Episcopal para que el templo de Santa Engracia sea declarado Basílica Menor. En 1999, para concluir, se celebra el centenario de su restauración. Con tal motivo el Papa concede un Año Santo a la Parroquia, con las mismas indulgencias que posee el año Compostelano.

Bibliografía

Laguéns Moliner, M.: Notas sobre la historia de la Parroquia y Monasterio de Santa Engracia, años 1737-1920; Zaragoza, 1999, índices de Mª I. Yagüe Ferrer.

Fuentes