Movimiento por la Nación y la escuela cubana

Movimiento por la Nación y la escuela cubana
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Analfabetismo en Cuba en los siglos XVIII y XIX
Fecha:Primeras décadas del siglo XIX
Lugar:La Habana, Matanzas, Sancti Spíritus, Puerto Príncipe (Camagüey)
Descripción:
Movimiento educacional cubano con carácter emancipador, esencialmente nacionalista, que luchó por la educación popular y contra el analfabetismo.
Resultado:
Ratificó la importancia de implementar con urgencia la educación popular como parte esencial de un proyecto de Nación para sí.
País(es) involucrado(s)
CubaBandera de Cuba
Líderes:
Figuras más sobresalientes de la intelectualidad de la época.
Organizaciones involucradas:
Sociedad Económica de Amigos del País


Movimiento por la Nación y la escuela cubana. Primer movimiento social de carácter educacional en la historia de Cuba, liderado por las figuras más sobresalientes de la intelectualidad de la época.

Inicios

El Movimiento por la Nación y la escuela cubana inició su desarrollo con una base social que estaba compuesta por sectores de la burguesía criolla comprometidos con un avance progresivo del país, así como sus grupos afines. Ellos promovieron definidas aspiraciones científicas y humanistas que incluían el desarrollo de la teoría pedagógica cubana y sus finalidades patrióticas, y encontraron en la ideología reformista, primero, y el independentismo, después, su eje de cohesión como parte de un proyecto nacional. Como principal elemento articulador de este movimiento, se destacó la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), fundada el 9 de enero de 1793.

Características

El Movimiento por la Nación y la escuela cubana se caracterizó por plantearse, desde su inicio, la lucha por la educación popular y contra el analfabetismo como tareas culturales y patrióticas.

Esencia

El contenido y la esencia que portó el movimiento desde su configuración se expresó en el contexto histórico de la época: la contradicción entre la colonia y la metrópoli. Desde el punto de vista ideológico, el movimiento asumió las ideas de la Ilustración y se inscribió como la parte fundamental del gran proyecto cultural con el que los terratenientes criollos pretendían sumarse a la época burguesa.

Al estar abierto a los avances científicos y tecnológicos con que avanzaba el capitalismo industrial, en Europa y la costa atlántica de Norteamérica, este movimiento tuvo un carácter emancipador. Fue un movimiento esencialmente nacionalista, dirigido, aún desde sus moldes iniciales de reconocimiento de la soberanía española, a pensar en lo cubano, a procurar el desarrollo del archipiélago y el bienestar de sus naturales y a luchar contra la crítica situación que, durante todo el período colonial, se mantuvo la educación Cuba.

Las guerras independentistas, la conquista de la abolición de la esclavitud y la irrupción en el escenario histórico —como sujetos de cambio— de los sectores populares y de los primeros núcleos obreros, en particular, enriquecieron la base social del movimiento. La sociedad elitista esclavista criolla, en la cual nació el movimiento, tuvo que asumir con los cambios ocurridos la necesidad de considerar las potencialidades de esos nuevos sujetos sociales en el interés común de sacudirse el férreo control colonial. Después de lograrse esa alianza anticolonialista, se ratificó la importancia de implementar con urgencia la educación popular como parte esencial de un proyecto de Nación para sí.

Los promotores de este movimiento educacional, que se identifica por su contenido y esencia como “Movimiento por la Nación y la escuela cubana”, comprendieron que la desatención a la enseñanza primaria, a la alfabetización y a la escolarización del pueblo, no eran el resultado de la falta de perspectivas que caracterizó a la monarquía española en diversos frentes del Gobierno colonial, sino un principio de su política de freno al desarrollo autóctono del país, un mecanismo más de dominación, de hegemonía política e ideológica.

Contexto

El movimiento tuvo su centro geográfico en la capital de la Isla, específicamente, en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, durante las primeras décadas del siglo XIX y, de manera muy significativa, en los colegios privados cubanos que se convirtieron en refugio de las ideas progresistas, en la medida que arreció en control del Estado colonial sobre todas las expresiones culturales autóctonas. Pero el movimiento no se circunscribió solo a la capital, también tuvo manifestaciones en Matanzas, Sancti Spíritus, Puerto Príncipe (Camagüey), y en Santiago de Cuba.

La extensión y continuidad de este movimiento siempre estuvo garantizada por la necesidad objetiva que representaba para la sociedad el hecho de resolver la insuficiente cobertura que brindaban los servicios educacionales del Estado colonial, la desatención al desarrollo escolar del país y la abrumadora existencia del analfabetismo.

La Sociedad Económica de Amigos del País

Los burgueses criollos interesados en el progreso de la Isla buscaron las vías y los medios más idóneos para vulnerar las barreras políticas y burocráticas de la metrópoli en el campo cultural y educacional. Tuvieron la sabia percepción de no ir a la copia acrítica de los modelos educacionales europeos y de crear su propio camino en materia educacional. En esta inmensa tarea, la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP) constituyó el más importante vehículo. A su alrededor se nuclearon los más destacados pedagogos del país. La Sociedad fue una constante promotora de la enseñanza científica y de la expansión de los servicios educacionales. Creada para impulsar el desarrollo económico de la colonia, no fue un accidente que uno de sus primeros actos públicos fuera el famoso discurso pronunciado por el padre José Agustín Caballero (1762-1835) sobre la reforma de los estudios.

Primero, en la Sección de Ciencias y Artes, y después, a partir de 1816, como Sección de Educación, la Sociedad trabajó arduamente en la realización de informes sobre el estado de la educación en el país, en las misiones de estudio de los avances pedagógicos en el extranjero, en la creación de aulas y escuelas y en el otorgamiento de becas para niños y niñas pobres; así como en las inspecciones escolares, en las propuestas de reglamentos y en la realización de concursos para premiar a maestros y alumnos destacados. De esta forma, entre 1834 y 1836, con el apoyo de la SEAP, se intentó establecer la primera escuela para la alfabetización de adultos.

La SEAP, como institución de la élite esclavista criolla, no estuvo exenta de las limitaciones clasistas de sus fundadores. En particular, el tema de la educación de los llamados “niños de color” —denominación racista con la que en la época se hablaba de los negros y pardos (mulatos)—, constituyó entre sus miembros un punto de confrontación que fue objeto, durante años, de fuertes polémicas entre los elementos más progresistas —abolicionistas e independentistas—y los defensores de las ideas retrógradas del racismo y la esclavitud de la raza negra.

La integración racial en las aulas fue considerada en cierto momento perjudicial y hasta llegó a desestimularse la educación de los niños negros y mulatos. Sin embargo, los defensores de las ideas más reaccionarias no pudieron impedir que en el Reglamento para el gobierno de Maestros de 1809, se dejara en libertad a estos de admitir o no alumnos negros en sus aulas. Con el apoyo de los gobernantes coloniales en las primeras décadas, resistiendo las medidas de agresión cultural y el despotismo luego de la restauración de Femando VII, en 1823, arrebatada su facultad de inspección escolar a partir del Plan de Estudios de 1842, la SEAP continuó su misión cultural y educacional y su función de eje orgánico del movimiento educacional por la Nación a lo largo de todo el siglo XIX. En su empeño cultural y educacional, la SEAP también contó con el apoyo de los órganos de prensa defensores de los intereses criollos. En los primeros tiempos se destacó el Papel Periódico, y luego, en la década de los cincuentas, fue muy importante la propaganda realizada por el periódico El Siglo.

La prensa criolla

Después de la SEAP el elemento articulador del movimiento educacional y cultural cubano frente al colonialismo lo constituyó la prensa criolla: de 1820 a 1868, existió un progresivo aumento de las publicaciones periódicas; de 1820 a 1830, vieron la luz alrededor de 126 publicaciones; de 1831 a 1850, época de restauración del absolutismo y de férreas leyes de plaza sitiada, el número decreció a 76; mientras que de 1851 a 1868, se produjo un aumento, cuando se alcanzó la cifra de 321 revistas y periódicos. A partir de 1850, las publicaciones que eran predominantes en las ciudades cabeceras de los departamentos comenzaron a proliferar en las poblaciones más pequeñas. El contenido literario, cultural y político de las publicaciones fue fomentando la denuncia de los males de la sociedad. Se desarrolló un tipo de trabajo educativo en el pueblo que fue asumido como un sacerdocio por las figuras más prominentes de las letras y las artes de Cuba.

La producción cultural de la que se nutrió el movimiento educacional de la época fue creando una solidaridad espiritual, una identificación sociocultural y política, conformadora del interés nacional de Ilustración y superación educacional, que —aunque difuso entre las más amplias masas explotadas y analfabetas—, tuvo un gran poder expansivo. Ese clima cultural contestatario fue el germen de la asunción por los desposeídos de la necesidad de desarrollar la educación popular, frente a las lacras del colonialismo y su definida política oscurantista y anticultural, a sus consecuencias de miseria material y moral en amplios sectores sociales, tanto en el mundo de los hacendados y burgueses criollos, como en la población esclava y pobre.

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