Museo de la Ciudad (La Habana)

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Museo de la ciudad de La Habana
Información sobre la plantilla
Museociudad.jpg
Información geográfica
PaísBandera de Cuba Cuba
Información general
Inauguración1968
Información visitantes
DirecciónCalle Tacón,No. 1 e/ Obispo y O´Reilly, Plaza de Armas.La Habana

Museo de la ciudad de La Habana. Ubicado en el Palacio de los Capitanes Generales, fue uno de los primeros de su tipo impulsados por la Oficina del Historiador de La Habana.

El museo posee hoy 40 salas de exposiciones permanentes, dedicadas a preservar la memoria de las gestas independentistas cubanas y el fragor de la búsqueda de la identidad nacional, hasta la definitiva victoria revolucionaria en enero de 1959. Sus ambientes habitacionales rememoran épocas señoriales y recrean espacios interiores con el encanto de notables colecciones que enaltecen el patrimonio nacional. El objetivo esencial del museo es representar de manera simbólica la historia nacional, utilizando además el discurso expositivo que propone la propia vida del inmueble.

Historia

Frente a la Plaza de Armas, ocupando parte del espacio de la demolida Parroquial Mayor, se levantó el Palacio entre 1776 y 1791. El edificio, obra significativa de la arquitectura civil del siglo XVIII, fue proyectado por el ingeniero habanero Antonio Fernández de Trebejos y Zaldívar, bajo la dirección del capitán general Felipe de Fondesviela, marqués de la Torre -notable gobernador y urbanista-, e inaugurado por el ilustre don Luis de las Casas y Aragorri, en 1791. Desde entonces fungió como sede de gobiernos el colonial español hasta su fin, en 1898; el interventor norteamericano de 1899 a 1902, y el de la República de Cuba de 1902 a 1920.

A partir de su fundación albergó además, en el ala oeste, la Cárcel Pública hasta 1834; esto provocó posteriores remodelaciones hasta lograr la armonía que se disfruta hoy. La Alcaldía de La Habana sesionó ininterrumpidamente 176 años en los salones de Palacio.

Desde 1938 tuvo su sede en el edificio la Oficina del Historiador de la Ciudad bajo la dirección del doctor Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964). En 1967 el gobierno municipal se trasladó a una nueva sede, para que el edificio comenzara a restaurarse con la finalidad de destinarlo a Museo de la Ciudad de La Habana, cuyas primeras salas de exposición se inauguraron a partir de 1968.

El Museo de la Ciudad posee 40 salas de exposiciones permanentes, dedicadas a preservar la memoria de las gestas independentistas cubanas y el fragor de la búsqueda de la identidad nacional, hasta la definitiva victoria revolucionaria en enero de 1959. Sus ambientes habitacionales rememoran épocas señoriales y recrean espacios interiores con el encanto de notables colecciones que enaltecen el patrimonio nacional. El objetivo esencial del museo es representar de manera simbólica la historia nacional, utilizando además el discurso expositivo que propone la propia vida del inmueble.

Se considera este museo como el emblemático del Centro Histórico de La Habana, pues desde allí se proyectó la gesta restauradora encaminada a preservar los valores arquitectónicos y culturales de la ciudad.

Salas de exposiciones permanentes

Parroquial

Sala Parroquial
El paso por esta sala propone el recuerdo de la Parroquial Mayor, primitiva iglesia que abrió sus puertas al culto católico en la Villa San Cristóbal de La Habana en 1577, y que en 1741 quedó devastada como consecuencia de la explosión del navío Invencible. Restos arqueológicos de su existencia, joyas de las iglesias más antiguas de La Habana, de las primeras órdenes religiosas que se establecieron en esta ciudad entre las que figuran la de Santo Domingo y San Francisco, así como piezas de conventos y retratos de los primeros obispos, constituyen memorias de la Iglesia Católica en Cuba exhibidas en este espacio.

Giraldilla

Símbolo de La Habana ha devenido la primera escultura fundida en la ciudad, veleta de los vientos, encargada por el gobernador Juan Bitrián de Biamonte para la torre del homenaje del Castillo de la Real Fuerza entre 1630 y 1634. Es obra del artífice Jerónimo Martínez Pinzón, cuyo nombre quedó estampado en el medallón pectoral que lleva tan apreciada escultura.

Heráldica

Pequeña salita destinada e exhibir objetos y documentos que testimonian la importancia que atribuía la nobleza cubana a la simbología heráldica. Certificaciones de armas, limpiezas de sangre, facsímiles de títulos nobiliarios, órdenes militares, así como pendones o reposteros que se exhibían especialmente en los balcones el Día de Reyes, nos permiten catalogar la impronta heráldica de la familia cubana, sobre todo del siglo XIX.

Sala Ambientada B (siglo XIX)

A mediados del siglo XIX, después del gran boom azucarero de la sacarocracia criolla, el lujo hace gala con su presencia en los grandes palacios, y crece la importación de muebles y objetos de arte de los más diversos estilos. Aparejado a ello, se incrementan las producciones nacionales en las que casi siempre prevalecen la belleza y el buen gusto. A partir de entonces, aparece en los ambientes interiores el llamado eclecticismo, como muestra la sala, que ocupa además el espacio de la primera inaugurada en el museo.

Cocheras

En el área que ocuparan la cochera y caballerizas de Palacio se exponen diversos modelos de coches: el Quitrín, introducido en Cuba a principios del siglo XIX; el conocido break de origen inglés, de finales del siglo XIX, con capacidad para un mayor número de personas; por último, el faetón, carruaje descubierto y bastante ligero.

En las vitrinas se muestran trajes de calesero, objetos relacionados con la vida cotidiana y caricaturas del pintor costumbrista vasco Víctor Patricio Landaluze. Otra de las piezas relevantes es la locomotora, una remembranza de la primera que circuló el 19 de noviembre de 1837 por la estación de Villanueva. Esta pieza de tipo Cagney 15, fabricada en 1905 en los Estados Unidos, constituye una joya del patrimonio ferroviario cubano.

Sala Emilio Roig

Despacho que perteneciera al Dr. Emilio Roig

Conserva piezas que pertenecen a la colección personal del doctor Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), cuya ardua labor legó frutos como la fundación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en 1938 y del Museo de la Ciudad de La Habana en 1942, ubicado en el Palacio Lombillo, en la Plaza de la Catedral. Promotor y fundador de estas instituciones, Roig desempeñó el cargo del Historiador de la Ciudad hasta su fallecimiento. La sala exhibe alrededor de la mesa de trabajo importantes piezas de la colección de Emilio Roig, entre ellas una excelente caricatura realizada por Conrado Walter Massaguer que recrea a los miembros del Grupo Minorista, integrado por figuras trascendentales de la cultura cubana que representaron el ala más progresista de la intelectualidad en la primera mitad del siglo XX.

Pinacoteca

Muestra un conjunto de obras importantes de artistas claves dentro de la plástica cubana, que abarcan diferentes períodos dentro de la historia de esta manifestación artística. En ella es posible admirar creaciones de figuras cumbres del arte del siglo XIX, regido por cánones propios de la academia, como Leopoldo Romañach y Armando Menocal; de representantes de la vanguardia del modernismo en la plástica cubana, entre ellos su iniciador, Víctor Manuel, y de otros artistas prominentes como Amelia Peláez, Mariano Rodríguez, René Portocarrero y Wifredo Lam, quienes se interesaron por recrear la realidad cubana, sus ciudades, tradiciones y símbolos, y una muestra de la obra más reciente de nuestros creadores contemporáneos, que se lanzan a renovar el universo de recursos expresivos, cada uno con su lenguaje y su forma de ver y reflejar el mundo.

Sala de los Cobres Cubanos

Dentro de los oficios de vital importancia con que contaba la ciudad antigua está la herrería, la cual, por su aplicación en obras de construcción, en astilleros, labores agrícolas, industriales y defensivas, ocupaba un lugar significativo en el desarrollo de la villa; sin embargo, en el siglo XVI se observa un número insuficiente de artesanos que la practicaran, y no es hasta la última década de ese siglo cuando por orden real se inicia la fundación de herrerías en la ciudad. En la sala dedicada a los exponentes de ese noble oficio podrá apreciarse una gran diversidad de objetos de uso doméstico y militar, resultado de la tenacidad y maestría de los artífices del metal.

Cementerio de Espada

El obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa se distinguió durante las tres primeras décadas del siglo XIX por su quehacer progresista e ilustrado. Entre sus múltiples obras se cuenta la creación de la primera necrópolis, que llevó su nombre y fue inaugurada en 1806. Escultores y canteros realizaron hermosas obras en mármol para nichos y lápidas de este cementerio, donde se perpetúa el homenaje en coronas con formas caprichosas, flores de biscuit, hojas de metal y cuentas de vidrio, mientras el deseo de preservación forjaba ataúdes de hierro. Estas obras de arte funerario, reflejo de las costumbres de una época y del poder económico de sus clases altas, fueron trasladadas, al cerrarse el viejo cementerio, a la nueva necrópolis Cristóbal Colón, de la cual por donación de las familias llegaron a este museo.

Sala Estatuaria y Lapidaria

El desarrollo económico y cultural de la Isla posibilitó en el siglo XIX la abundante entrada de mármol y la visita de artistas italianos de mayor o menor relieve. En las principales ciudades se abrieron elegantes marmolerías que recibieron encargos de particulares y del Ayuntamiento para patios, avenidas y lugares públicos. Muchas de las esculturas que hoy se muestran en esta sala fueron testigos de la vida habanera junto a las lápidas de piedra de Jaimanita o cantería que en épocas anteriores ennoblecieron calles y recintos.

Sala de los Uniformes Españoles

Se expone el vestuario utilizado por los diferentes cuerpos del ejército español y sus atributos, entre ellos las condecoraciones, bastones, sables y otros. Entre los uniformes se destaca el de Ramón Herrera Sancibrián, coronel del Cuerpo de Voluntarios que alentó a sus tropas a pedir la pena de muerte para los 8 estudiantes de Medicina que serían fusilados en 1871.

Despacho Público

Esta sala muestra uno de los dos despachos con que contaba el Capitán General de la Isla de Cuba, donde eran atendidos los asuntos referidos a la situación política y militar del país, fundamentalmente. Entre las personalidades recibidas en este despacho estuvo el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en 1800. Asimismo, en 1890 transitó por este espacio el General del Ejército Libertador Antonio Maceo Grajales, recibido por el Capitán General Camilo Polavieja y del Castillo. En sus vitrinas se destaca el primer equipo telegráfico que entró a Cuba en 1865. Además, varios documentos emitidos por la Corona y los Capitanes Generales de la Isla de Cuba, entre ellos el Bando de Concentración dictado por el Capitán General Valeriano Weyler y Nicolau, el 21 de octubre de 1896.

Sala de Estandartes, Banderas y Banderines Españoles

Se exponen banderas, banderines y estandartes de diferentes cuerpos del ejército colonial español. En vitrina se conservan lanzas abanderadas utilizadas para impedir el paso de los cubanos sobre las formaciones enemigas y así evitar el machete, arma principal de los independentistas. Fuera de vitrina aparece un escudo que representa la dinastía borbónica y tres banderas españolas usadas en combate.

Sala de Armamento Español

Recoge una pequeña pero variada muestra de las armas y equipos afines utilizados por las fuerzas españolas en Cuba. Aparecen aquí desde los primitivos fusiles de llave de pedernal hasta los modernos Máuser, empleados en numerosos países hasta bien entrado el siglo XX. Igualmente se exponen armas blancas reglamentarias, una valiosa pieza de artillería ocupada a las fuerzas coloniales, cornetas de órdenes y un pañuelo de instrucción militar.

Antesala y Sala del Cabildo

El Cabildo constituyó una de las formas de gobierno local existentes en España más tarde aplicada en sus colonias hispanas. Una vez construido el Palacio de los Capitanes Generales, se trasladan a esta sala los capitulares, que jerarquizaban cada paso para promover el desarrollo socioeconómico y cultural de la ciudad. Como representantes de la clase criolla que detentaba el poder económico, introdujeron avances fundamentales como la aplicación de la máquina de vapor en los ingenios azucareros y la construcción del primer tramo del ferrocarril Habana-Bejucal, además de crear importante instituciones como la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el Real Consulado de Agricultura y Comercio y la Primera Biblioteca Pública. En esta sala velaron en capilla ardiente a Leonor Pérez, madre de José Martí, en mayo de 1907.

Sala del Pensamiento

Aborda las corrientes ideológicas que se manifestaron en Cuba a principios del siglo XIX, que constituyeron una muestra del descontento de la burguesía esclavista con el régimen impuesto por España en la isla antillana, caracterizado por el férreo control sobre sus productos. El movimiento conocido como reformismo tuvo entre sus figuras más representativas a Francisco Arango y Parreño y José Antonio Saco. El anexionismo, tendencia que enroló en sus filas a aquellos criollos que veían a Estados Unidos como el único país capaz de procurarle a la Isla el respaldo económico necesario, contó con Narciso López entre sus principales representantes. A estas tendencias se contrapuso el independentismo, sostenido inicialmente por un grupo de estudiantes y miembros de los sectores ilustrados, entre los que se destacó el presbítero Félix Varela y Morales; pero estas ideas no tomaron fuerza hasta la segunda mitad del siglo XIX, y su máxima expresión fue el grito de independencia del 10 de Octubre de 1868. Los retratos hechos por el pintor santiaguero Federico Martínez, ubicados en testeros de paredes, permiten visualizar algunos de los personajes más destacados del pensamiento cubano del siglo XIX.

Cuba Heroica

Tras el fracaso de todas las acciones de los cubanos, ya fuera por la vía reformista o por la anexionista, va a quedar demostrado que las contradicciones metrópoli-colonia eran insalvables y la anexión imposible. Y así lo demuestra el estallido revolucionario del 10 de octubre de 1868, al frente del cual se ubicó el ala radical y patriótica de los terratenientes cubanos, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes.

En poco tiempo la guerra se extendió a Las Villas y Camagüey, pero a causa del regionalismo, el caudillismo, las divisiones dentro del Ejército Libertador y la falta de apoyo logístico del exterior, la beligerancia no llegó a Occidente, región de mayor potencial económico de la Isla y que sustentaba al ejército español. Por ello, tras dos lustros de heroica batalla por la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud, la revolución de Yara terminó con la firma del pacto del Zanjón, lo cual significó el mantenimiento del dominio español.

Salas de las Banderas

Salón de las Banderas

Las salas de las banderas son las más relevantes del Museo de la Ciudad debido a los tesoros nacionales que exponen: la bandera original que ondeó por primera vez en 1850 y que, una vez iniciada la Guerra de los Diez Años, devino insignia nacional; la enseña que comenzó esa gesta emancipadora, y otras que pusieron muy en alto los ideales de la Revolución. Muestra además objetos personales de los máximos líderes de las guerras de independencia, entre ellos pertenencias de José Martí, jefe político de la epopeya de 1895 y unificador de sus fuerzas en el Partido Revolucionario Cubano. El óleo sobre la caída en combate del Mayor General Antonio Maceo refleja una etapa crucial de la última contienda bélica contra el colonialismo español, cuando se materializó una de las aspiraciones más importantes de los dirigentes de las guerras cubanas del siglo XIX: la Invasión de Oriente a Occidente, para poner a la isla de Cuba en pie de lucha por la independencia.

Sala Intervención Norteamericana

El 15 de febrero de 1898 se produjo en la bahía de La Habana la explosión del crucero acorazado Maine, de bandera norteamericana, en la que perecieron 266 miembros de su tripulación, entre los que se encontraban 2 oficiales. Los funerales se realizaron en la sala del Cabildo de Palacio. El suceso fue el pretexto utilizado por los Estados Unidos para intervenir en el conflicto entre Cuba y España. Esta guerra, llamada hispano-cubano-norteamericana, concluyó con la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898. En cumplimiento de ese tratado, en cuya redacción no participó ninguna representación cubana, las autoridades españolas entregaron el poder a John Brooke, Gobernador Militar norteamericano designado para Cuba, el 10 de enero de 1899. En 1901 fue convocada la Asamblea Constituyente para redactar la Constitución de la República de Cuba, documento donde se establecieron las limitantes que definieron la futura dependencia cubana.

Salón del Mimbre

El saloncito de mimbres refleja el ambiente que predominó en Palacio durante las dos últimas décadas del siglo XIX. Se destaca el mobiliario Art Nouveau, estilo artístico que irrumpió a fines del XIX y se puso de moda en países como Bélgica, Francia, España y Estados Unidos.

Cuenta asimismo con piezas realizadas por el joyero y vidriero modernista francés René Lalique, así como de Émile Gallé, maestro en todas las técnicas que existían en la elaboración de vidrios con la empresa Daum Frères, fundada en 1889 en Francia.

Además muestra exponentes del Art Déco, gobelinos franceses, juguetes y una obra del pintor cubano Guillermo Collazo.

Salón del Comedor

Ambientado a la usanza de los palacios coloniales del siglo XIX, está ubicado en el mismo espacio que ocupó durante la etapa colonial y las primeras décadas del siglo XX, y donde se ofrecieron grandes banquetes para conmemorar o festejar acontecimientos políticos o simplemente para celebraciones auspiciadas por el propio Capitán General.

Se integran como piezas originales las bandejas de cobre plateado que pertenecieron a la Capitanía General de la Isla de Cuba. En paredes se distinguen interesantes tapices flamencos de los siglos XVII y XVIII, trofeos de caza y una colección de vajillas de especial atractivo que pertenecieron a más de un centenar de familias cubanas.

Trinchante

Pequeño salón que exhibe lujosas vajillas y piezas destinadas al servicio de mesa, entre retratos que el pintor norteamericano Elias Metcalf realizó para la acaudalada familia Ximeno

Sala del Café

Denota uno de esos espacios destinados al recibo de la Capitanía General. Se destaca un juego de sala de perilla del siglo XIX. Una colección de piezas del milenario arte oriental integra la muestra permanente junto a los abanicos que usaran damas cubanas durante la época colonial. Obras de pintores foráneos del siglo XIX como Landaluze, Mejasky, Valentín Sanz Carta y Henry Cleenewerck, entre otros, pueden ser apreciadas allí.

Habitación de la Infanta

En 1893 la infanta Eulalia de Borbón visitó La Habana, y durante su estancia de siete días ocupó esta habitación que servía de dormitorio al Capitán General. La aristocracia habanera la agasajó con fiestas y regalos, algunos expuestos en esta sala. Entre las piezas más importantes se encuentran dos óleos, uno del pintor español José María Romero y otro de Esteban Chartrand, principal exponente del romanticismo cubano. También son significativos un juego de muebles diseñado por John Henry Belter y dos jarrones elaborados con la técnica del cloisonné.

Sala del Baño

A pesar de que el clima tropical cubano impone al baño un carácter de necesidad diaria, no es hasta mediado del siglo XIX cuando ese acto comienza a ser integrado a la vida de los habitantes de la ciudad de La Habana. Hasta entonces, la mayoría de los hoteles y casas particulares no disponían de sala de baño, aunque los establecimientos de baños públicos, sobre todo los destinados al sexo masculino, eran muy concurridos, y algunos llegaron a ser muy confortables. En esa época también eran muy visitados los balnearios de aguas medicinales.

Sin embargo, lo más usual era el lavado semanal con el aguamanil y la jofaina, con el complemento de un toque de perfumes y aromatizantes. Muchos objetos eran traídos por la aristocracia de Europa o del Oriente.

La sala muestra cristalería francesa, cristal checo decorado por Mary Gregory, porcelana china de exquisita cochura, así como piezas de plateros cubanos como Misa, y bañeras de mármol italiano en forma de caracolas o góndolas que constituyen verdaderos tesoros.

Sala Ambientada A (siglo XIX)

El espléndido modo de vida alcanzado por la aristocracia cubana a mediados del siglo XIX se regodeaba en elegantísimos ambientes interiores caracterizados por la mezcla de diversas influencias foráneas. Muebles de medallón del período Isabelino, porcelanas francesas, lozas inglesas e italianas contribuían a dotar de distinción estos espacios.

Esta pieza que se disponía en la parte privada del Palacio fue usada como dormitorio por la esposa del Capitán General. En la sala se destacan dos paisajes al óleo de Esteban Chartrand.

Salón Blanco

Las élites española y criolla seleccionaron lugares de esparcimiento entre los salones de sus elegantes residencias. La antesala del salón principal del Palacio fue utilizada como complemento para recibir invitados en días de fiesta y espacio para las audiciones musicales.

Decorado con mobiliario Luis XV y Luis XVI, retratos al óleo y porcelanas europeas, conserva entre sus más valiosas piezas dos hermosos jarrones de porcelana Meissen del siglo XVIII.

Salón de los Espejos

Fue el espacio de mayor trascendencia política y social del Palacio de los Capitanes Generales. Fotografías y documentos de los archivos revelan algunos importantes acontecimientos sucedidos en ese salón: traspaso de poderes de la administración colonial española al gobierno interventor norteamericano, el 10 de enero de 1899; nacimiento de la república neocolonial el 20 de mayo de 1902; funerales de Máximo Gómez y Salvador Cisneros, en las dos primeras décadas del siglo XX, entre otros. Ilustres personajes que visitaron a la Isla en el siglo XIX recibieron en este recinto, también conocido como Salón del Besamanos, el homenaje de la sociedad habanera.

Fuente