Noche de las cien bombas

Noche de las cien bombas
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Sergio González López, combatiente revolucionario cubano, jefe del grupo de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio y máximo organizador de la operación.
Fecha:8 de noviembre de 1957
Lugar:La Habana
Descripción:
Operación que consistió en la colocación de bombas y petardos en lugares estratégicos de la capital cubana que explotaron simultáneamente a las nueve de la noche.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba
Líderes:
Sergio González López (El Curita)
Organizaciones involucradas:
Movimiento 26 de julio
Noche de las cien bombas. Operación llevada a cabo el 8 de noviembre de 1957 en La Habana, Cuba, contra la dictadura de Fulgencio Batista. La acción fue organizada y ejecutada por el Movimiento 26 de Julio en La Habana, bajo la dirección de su máximo organizador, Sergio González López (El Curita), experimentado combatiente revolucionario cubano, jefe del grupo de acción y sabotaje del Movimiento, quien fuera vilmente asesinado días después por las fuerzas represivas batistianas.

La operación consistió en la colocación de bombas y petardos en lugares estratégicos de la capital cubana que explotaron simultáneamente a las nueve de la noche. La acción se ejecutó sin que resultara herido ningún civil inocente.

Antecedentes

La sorpresiva fuga de Sergio González López, el Curita, de la prisión de El Príncipe el 22 de octubre de 1957 marcó una nueva etapa en la lucha insurreccional en La Habana. Varios detenidos, aprovechando el descuido de los guardianes del Vivac y con la complicidad de los familiares que acudieron a la breve visita, pasaron de la zona destinada a los abogados al área de los visitantes, y al concluir el tiempo de la misma bajaron uno tras otro con ellos y de ahí salieron a la calle por el lado del hospital ortopédico.

René Rodríguez, expedicionario del Granma que después del desembarco había sido enviado a La Habana para dirigir los grupos de Acción del Movimiento 26 de Julio, había sido convocado de nuevo para la Sierra Maestra. Los traidores Aldo Vera, designado para sustituirlo, fue capturado días después herido de gravedad junto con Odón Álvarez de la Campa , al explotarles una bomba eléctrica que preparaban.

La inesperada reincorporación de Sergio, el experimentado combatiente habanero, a los contingentes de la capital propició el surgimiento natural del nuevo jefe de acción de los capitalinos que por su ética religiosa, origen, formación proletaria y sentido del valor de la unidad revolucionaria, fortaleció en sus contactos clandestinos y en prisión con revolucionarios de otras organizaciones, incluidos aquellos que no apoyaban la lucha armada.

Acciones combativas que no lograron su objetivo

Asalta al Palacio Presidencial

El 13 de marzo combatientes del Directorio Revolucionario (DR) realizaron el heroico asalto al Palacio Presidencial para ajusticiar al tirano en su madriguera, simultáneamente con la breve ocupación de Radio Reloj para anunciar el hecho y convocar al pueblo a sumarse a la acción. El propio día cae en enfrentamiento con la policía el presidente de la FEU y líder del DR, José Antonio Echevarría. Semanas después fueron masacrados por una delación otros líderes de la organización como Fructuoso Rodríguez, Joe Wesbrook, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado Rodríguez.

Asesinato de Frank País

El 30 de julio, es asesinado Frank País en Santiago de Cuba. Una huelga espontánea se propagó desde oriente a occidente pero no logró extenderse en la capital, no obstante los hechos aislados meritorios protagonizados por el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario, como el paro de varias rutas de guagua de la capital y otras provincias, interrupciones parciales de los servicios telefónicos y eléctricos, cierre de algunos comercios, etc. y que sirvió de pretexto para implantar la suspensión de las garantías.

Levantamiento popular del 5 de septiembre

El 5 de septiembre se preparó un alzamiento de oficiales de la Marina con el Movimiento 26 de Julio, cuyas acciones principales se iban a desarrollar en La Habana mediante el bombardeo del Estado Mayor de la Marina, el Palacio Presidencial y el campamento de Columbia, sede del Estado Mayor del Ejército. Los cañonazos de la fragata Baire contra esos objetivos indicaría a las brigadas y comandos de Acción del Movimiento la realización de varias operaciones simultáneas para la toma de la motorizada de la policía -con la complicidad de algunos de sus miembros-, y con esas armas efectuar el ataque a otras unidades de la policía, la voladura de Televilla, entre otras.

La unilateral y cobarde postergación del ataque por uno de los altos oficiales de la Marina, incorporados en último momento a esa conspiración, dejó aislados a los combatientes que realizaron la toma de la base de Cayo Loco en Cienfuegos y a los capitalinos que participaban en el plan.

Como consecuencia de ello el comando de Otto Díaz fue acorralado en Ayestarán, una céntrica calle de La Habana, donde cayeron tres de sus cuatro integrantes: Félix La Guardia, Raúl Marcuello y Armando Gamboa. Ramón Funes escapó con vida pero fue asesinado poco después. El comando al que pertenecía Arsenio Franco, el Gallego, igualmente fue disuelto en desigual combate en La Habana Vieja; al día siguiente logra escapar herido de un cerco policiaco en Guanabo donde capturan a los traidores Armando Cubría , entonces segundo jefe de los grupos de Acción, y a Jorge Rodríguez Sierra, Malagamba.

El 27 de septiembre, el Gallego se enfrenta a varios esbirros a la salida de la farmacia de la Dra. Isabel Rico Arango, en L y 23, quien actuaba como centro de contacto entre combatientes del Movimiento 26 de Julio y dirigentes de los grupos de acción, y aunque resulta herido de cuatro balazos sobrevive y no es asesinado.

Atentado al batistiano Luis Manuel Martínez

El 29 de septiembre, miembros del Directorio Revolucionario comandados por Guillermo Jiménez, en coordinación con combatientes del Movimiento, intentan ajusticiar a Luis Manuel Martínez, aunque solo queda mal herido. Martínez era dirigente de la llamada juventud batistiana y se dedicaba a tratar de desprestigiar al movimiento revolucionario mediante un programa televisivo. Con este atentado se cumplía un acuerdo entre el DR y el Movimiento 26 de Julio, que se percataron de la necesidad de pasar a la ofensiva en La Habana uniendo las fuerzas para mantener la moral de combate tras los sucesos del día 5 y el desmembramiento de la dirección de los grupos de Acción del Movimiento 26 de Julio.

Combatientes capitalinos

Los combatientes capitalinos, con unas pocas armas, poco podían hacer en una ciudad donde se concentraban los aparatos represivos de la tiranía. La rigurosa censura de prensa ocultaba los innumerables hechos heroicos que sucedían en el país. Se presentaban los asesinatos de combatientes como victorias del gobierno y los medios masivos hacían alabanzas al aparente ambiente de paz, del sometimiento al orden de las bayonetas con el propósito de desestimular la protesta popular.

Ejército rebelde

En la Sierra Maestra el núcleo guerrillero se iba fortaleciendo y preparando su ulterior expansión, al año siguiente, con la apertura de los frentes que dirigirán Raúl Castro y Juan Almeida y después con la invasión a occidente de Camilo Cienfuegos y el Che Guevara. El Directorio Revolucionario recién iniciaba entonces la preparación de un foco guerrillero en las montañas del Escambray. Pero aún la influencia de su desarrollo, que posibilitaría bascular a favor de la guerrilla la iniciativa y alcanzar victorias estratégicas y la derrota final de la tiranía, no se había alcanzado.

Se gesta la operación

Sergio González, apreció con certero olfato político que, aunque el espíritu revolucionario de los habaneros no había decaído, era necesario demostrar que pese a los golpes recibidos los combatientes capitalinos se mantenían en pie de lucha, lo que resultaría una importante motivación para intensificar el acopio de armas destinadas al frente principal en la montaña y los aportes financieros de la población al movimiento revolucionario. En la prisión de donde acababa de escapar fue madurando esta idea.

A la vez que organizaba laboriosamente otras acciones, preparó con absoluta dedicación y control todos los detalles de lo que mas adelante se denominó la noche de las cien bombas, concibiendo esta acción con un amplio criterio unitario. En la acción participaron revolucionarios de todas las organizaciones que consideraron la lucha armada como vía principal de enfrentamiento a la tiranía.

Para el logro de la acción se acopió la dinamita necesaria y en diversos sitios se confeccionaron los artefactos explosivos, a partir de indicaciones de Sergio, para evitar un accidente que frustrara el objetivo político a alcanzar. Cada dos cartuchos se unían con papel engomado y se les ponía una mecha, pero sin introducirlos en niples metálicos, ni combinarlos con tornillos o tuercas. María Trasanco y Ricardo Gómez, fueron de sus más activos y eficaces colaboradores.

Objetivos

El objetivo fundamental de la acción consistió en dar un golpe que estremeciera la ciudad, que se conociera por toda la población, que fuera imposible ocultar e hiciera evidente la capacidad organizativa del Movimiento 26 de Julio y la incapacidad de los esbirros para contener a los revolucionarios.

La operación

El viernes 8 de noviembre de 1957, dos semanas después de la fuga de Sergio González, se escucharon en La Habana alrededor de cien explosiones sincronizadas al filo de las nueve de la noche, coincidiendo con la hora del tradicional cañonazo. Se puso a prueba la capacidad de actuación de unos doscientos hombres y mujeres, entre los que se encontraban ejecutantes directos, los que proveyeron y trasladaron la dinamita, los que prepararon las bombas y petardos, y los que apoyaron los acontecimientos de diverso modo. La operación constituyó un impacto en el enfrentamiento a la dictadura de Fulgencio Batista.

Repercusión

Luego de ser desencadenada la acción, los patrulleros desconcertados circularon con sus sirenas aumentando el estruendo y la población a través de la llamada “radio bemba” comentaba la audacia de la juventud rebelde.

En el Vivac de La Habana centenares de revolucionarios, sujetos entonces a prisión preventiva, escucharon el estrepitoso repicar de las explosiones, con lo que renovaron sus ansias de lucha. Al no poder capturar a nadie directamente vinculado a esos hechos, los esbirros asustados por la masiva demostración amenazaron a los detenidos en el Buró de Investigaciones o estaciones de policía con hacerles pagar por semejante acción que los había tomado por sorpresa.

Varios jóvenes revolucionarios tuvieron una participación activa en la operación y cayeron en combate o asesinados poco después, como su entusiasta organizador, Sergio González, Gerardo Abreu Fontán, Ifraín Alfonso Liriano (Cheché), Elcires Pérez González, Fernando Alfonso Torice (El negro Morúa) y Marcelo Salado.

Otros fallecieron después del triunfo de la revolución cubana, entre ellos, Rogelio Iglesias Patiño (Pao), mártir de la Seguridad del Estado; Ramón Vázquez Montenegro (El Cojo), Luis Manuel Calzadilla, René de los Santos, Wilfredo Díaz Rodríguez y Rogelio Montenegro Guach.

Fuente