Paquito González Cueto

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Plantilla:Personaje histórico

Nació el 19 de octubre de 1919 en la calle de San Carlos, antiguo barrio de Pueblo Nuevo, en La Habana. Pertenecía a una familia pobre: la madre, Flora Cueto, obrera cigarrera, criaba con grandes esfuerzos a sus seis hijos, de los cuales Paquito era el menor. Los otros eran América, Natura, Esther, Graciela y Julio.

Estudios

Paquito comenzó sus estudios en la escuela No.33 de Monte y Pila; cuando se mudaron para Correa entre San Indalecio y Rabí, se matriculó en la escuela No. 41, sita en Calzada de 10 de Octubre y Cocos, donde cursaba el sexto grado cuando fue asesinado.
Era un niño inquieto, de carácter jovial, siempre de buen humor; le gustaba mucho el cine y, como la mayoría de los muchachos de su edad, jugaba a la pelota y bailaba muy bien, principalmente el son, que estaba de moda en aquella época. Jugaba durante largo rato con niños pequeños del vecindario y era muy aficionado a los animales. 


Anécdota

Su hermano Julio cuenta que cuando era más dura la tiranía machadista, Paquito tenía una cotorra a la que había enseñado a decir apapipio (chivato); ella se lo decía a los que pasaban por la calle, lo que provocaba risa, y también temor a los familiares.
Una de las cualidades más sobresalientes de Paquito era la generosidad. A pesar de vivir en extrema pobreza, siempre encontraba lugar para compartir lo que tenía con otros que estuvieran en peores condiciones. En la escuela era el primero en ayudar a los compañeros que tenían dificultades. Se destacó como buen estudiante y se preocupaba por forrar sus libretas y mantenerlas limpias. También se caracterizaba por su extrema pulcritud y limpieza.

Personalidad

Al analizar su personalidad es necesario reconocer que, a pesar de ser de carácter alegre y compartir normalmente con los niños de su edad, tuvo una formación ideológica precoz. En efecto, era asombroso ver cómo conversaba con personas mayores sobre temas de actualidad en aquel momento y acerca de las luchas revolucionarias.
Leía incansablemente, no solo materiales recreativos, sino también de temas políticos, incluso los periódicos del día. Estas lecturas le habían permitido formarse ideológicamente mucho más de lo que correspondía a su edad. También había contribuido a ello las frecuentes visitas que recibía su familia de personas vinculadas a movimientos revolucionarios, entre las que se contaban Alejandro Barreiro, dirigente de la Unión de Cigarreros y uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba, y Francisco Pérez Vázquez, miembro de la Liga Juvenil, que propició el ingreso de Paquito a la Liga de los Pioneros. El maestro de la escuela No.33, Francisco Piñón Sierra, martiano y de ideas avanzadas, ejerció en él positiva influencia.Su hermana América, de ideas progresistas y lectora infatigable, así como su hermano mayor, Julio, miembro de la Liga Juvenil, fueron también elementos en el seno familiar que contribuyeron decisivamente a su formación. Por la ideología arraigada ya en él y su firmeza de carácter, constituía un elemento muy prometedor para la Liga de los Pioneros.
Participaba activamente en todos los trabajos pioneriles y no faltaba a ninguna de las manifestaciones, huelgas y otras movilizaciones populares, aunque para recibir la autorización materna tuviera que realizar grandes esfuerzos. La madre, sabiendo el peligro que los acechaba en aquellos momentos de lucha, trataba de disuadirlo, pero Paquito era resuelto, valiente y decidido, y estaba dispuesto a cumplir todos los compromisos con su organización y con su patria. Esta actitud se evidenció el día que se iba a efectuar el entierro de las cenizas de Mella al pie del monumento levantado en el Parque de la Fraternidad. En el momento en que Paquito y su hermano Julio bajaban las escaleras, cuando la madre le dijo: “Hay que tener cuidado, esa gente son capaces de matar hasta a los niños”, y Julio le preguntó “¿Quieres ir, Paquito?”, este contestó resueltamente: “Mella ha muerto por la Revolución y mi deber es ir, aunque me maten.”

Muerte

En Reina No. 403 hizo guardia de honor junto a otros pioneros, pero cuando los dirigentes de la Liga los sacaron del local hacia una casa donde no corrieran peligro, Paquito se fue sin ser visto y portando un cartel donde se leía: “Abajo el imperialismo”, se situó frente al lugar de donde saldría el entierro. Allí encontró la muerte frente al local de la Liga de Pioneros a la que tanto amaba, el 29 de septiembre de 1933, cuando apenas contaba con 13 años de edad.Así murió aquel niño ejemplar, que nacía al mismo tiempo para la gloria, para la inmortalidad, porque se convirtió en una bandera de lucha que hoy y siempre será un símbolo glorioso para los pioneros. Su actitud heroica y digna no fue consecuencia de un hecho accidental, sino de una posición consciente del peligro que corría y la disposición a enfrentarlo y morir si era preciso en cumplimiento del sagrado deber de un revolucionario: luchar hasta las últimas consecuencias contra el régimen capitalista, contra el imperialismo y por la instauración de una nueva y hermosa sociedad como la que hoy disfrutamos.

Fidel dijo en la inauguración del Palacio de Pioneros que lleva su nombre: “Por eso, para recordar la memoria de ese niño que a los doce años murió y había soñado con todas estas cosas, con ver algún día una revolución, con ver algún día a todos los niños felices, con ver una organización de pioneros, que hoy eso es realidad y murió, nosotros para perpetuar su memoria le hemos puesto a este palacio “Paquito González”, que es el nombre de aquel que fue fundador y líder de los pioneros.”
Hoy en día, como homenaje a Paquito, llevan su nombre escuelas, hospitales, granjas, palacios de pioneros, campamentos y centros de exploradores. Todos los pioneros estudian su vida y procuran imitar su ejemplo de firmeza e intransigencia revolucionaria.