Pedagogía mambisa

Pedagogía mambisa
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Una de las lecciones para enseñar a leer a los mambises con el método silábico.

Pedagogía mambisa. La alfabetización y la educación popular crecieron en la manigua insurrecta, se institucionalizaron en leyes y decretos como la primera Ley de Instrucción Pública de la República de Cuba en Armas. En pleno campo de batalla, Rafael Morales (Moralitos) crea la primera cartilla revolucionaria de la pedagogía nacional. Similar tarea realiza Daniel Fajardo Ortiz en la Guerra de 1895. Estos educadores en campaña legaron una base metodológica de educación que enseñaban a leer desde la frase ¡Viva Cuba Libre! Los maestros mambises iniciaron una inédita práctica de pedagogía en combate que llegó hasta los días de la última Guerra de Liberación.

Así, la manigua insurrecta fue el escenario para el desarrollo de una práctica educativa que se nutrió de una identidad psicosocial nueva y un cuerpo doctrinal maduro, en los que se consolidaban los valores más progresistas de la nacionalidad en formación y con ella iba surgiendo la pedagogía revolucionaria cubana.

Inicios

Los insurrectos cubanos desde el momento en que iniciaron su lucha se preocuparon por alfabetizar a los combatientes. Vencidas las dificultades organizativas, políticas y militares de la etapa inicial de la lucha armada y alcanzada, en la Asamblea de Guáimaro, la unidad entre las diferentes tendencias, en el campo insurrecto se adoptaron las medidas para darle instrucción a las tropas mambisas. Estas medidas iban encaminadas a prepararlos consecuentemente para que pudieran participar como ciudadanos de la República en Armas, desarrollar su conciencia política y sentar las bases para la unidad de todos los cubanos. Las orientaciones y realizaciones que se llevaron a cabo indican, en definitiva, la política escolar adoptada por la naciente revolución. Dicha política no quedó solamente en el marco de lo legislativo, sino que se puso en práctica en las condiciones y los momentos en que eran propicios.

Paralelamente a la labor que realizaban José Silverio Jorrín, Saturnino Martínez y las figuras del reformismo, el 10 de abril de 1866, el joven maestro Rafael Morales (Moralitos) y un grupo de entusiastas partidarios de la independencia iniciaron los cursos de alfabetización y academia para jornaleros, con el firme propósito de instruirlos y educarlos en el amor a la libertad de la patria.

Perseguidos por la policía colonial, formalmente ilegalizados, Moralitos y otros educadores no se dejaron amedrentar. Decidieron no detener las clases y burlar la vigilancia policial. Fueron a las barriadas pobres y allí improvisaron las aulas en distintos locales clandestinos. Cuando la policía husmeaba en un local, cesaban momentáneamente, para reanudar pronto la labor en otro lugar. En este hacer educacional y conspirativo, los jóvenes independentistas fueron sorprendidos por el inicio de la gesta liberadora, el 10 de octubre de 1868. Rápidamente, se integraron a la manigua redentora.

La prioridad del tema educacional era notable entre los hombres de 1868. El manifiesto con que Carlos Manuel de Céspedes proclamó el inicio de la guerra de liberación nacional, el 10 de octubre de 1868, demuestra que el problema educacional calificaba entre los más importantes temas de la lucha independentista.

A las tropas mambisas se incorporaron numerosos maestros. Contra ellos se concentró la reacción colonialista. Las tropas españolas tenían la orden de fusilar, inmediatamente, a todo maestro que encontraran en el campo insurrecto. En 1869, Rafael Morales, como diputado de la República en Armas, promovió la Ley de Instrucción Pública, primera en la historia de la cultura patria. En el documento se conceptualiza la educación popular, la enseñanza vinculada a los “talleres” y el aprendizaje de la lectura, la escritura y la aritmética, junto al estudio de los deberes y derechos del hombre, de la Geografía y la Historia de Cuba.

Características

La pedagogía mambisa se caracterizó por la estrecha vinculación del aprendizaje con el sentimiento patriótico e independentista que existía entre los combatientes; la igualdad y hermandad entre aquellos hombres, el capitán y el cabo, el general y el asistente, el ciudadano y el liberto; se enseñaban a leer unos a otros. La educación mambisa respondía a las necesidades de una comunidad nueva donde accedían a la cultura democrática y revolucionaria: negros, blancos, ricos y pobres, hombres y mujeres, en virtud de iguales exigencias intelectuales y emotivas, todos estimulados por un componente heroico y combativo, por una gran tarea emancipadora, en función de la cual soportaban sacrificios y penurias. En el momento en que el campamento mambí se transformaba en campamento docente, todos hacían abstracción completa de la guerra y sus azares para entregarse al aprendizaje y la enseñanza.

Las clases que se impartían en la escuela creada por Moralitos, innovaban los cánones de la enseñanza y se adaptaban a la psicología y las necesidades de los adultos. Ellas llegaban al artesano sin didactismos, con ejemplos de su propia vida y, sobre todo, lograban un fructífero intercambio entre los maestros y sus alumnos. Los jóvenes aprendían de los obreros y estos recibían, junto a las lecciones instructivas, referencias sobre temas de gran interés cultural y político. Conjuntamente con la enseñanza de la lectura y la escritura, allí se les ilustraba sobre el mundo en que vivían y se les demostraba la necesidad de luchar por sacudirse la opresión colonial.

Tal tarea cultural se constituyó en elemento articulador del movimiento que se forja en la manigua redentora, con su psicología heroica y los primeros instrumentos (cartillas) para el desarrollo de una alfabetización y educación revolucionaria volcada al interés de potenciar la formación de principios patrióticos y valores humanistas.

Escuelas

En la retaguardia mambisa y en los propios campamentos del Ejército Libertador fueron creadas numerosas escuelas para alfabetizar al campesinado y a los esclavos emancipados por la guerra, se fundaron “escuelitas” en los campamentos militares y en las profundidades de la retaguardia mambisa, en caseríos y rancherías. La iniciativa se debió a jóvenes, intelectuales fundamentalmente, procedentes de la capital del país, presentes en el campo insurrecto. Muchos de estos jóvenes tenían valiosas experiencias en la enseñanza, ya fuera como alumnos o como maestros de los colegios privados cubanos establecidos y acreditados de La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba y Puerto Príncipe.

Estas “escuelitas”, por supuesto, estaban sometidas a todas las vicisitudes de la guerra; contaban como maestros no solo con los hombres, sino que también eran atendidas por sus familiares y por muchachas criollas que, ante la represión y el genocidio colonial en las ciudades, se trasladaron a la manigua.

El camagüeyano Esteban Barrero Echevarría, fundador de una de estas escuelitas, se incorporó a la guerra del 68, con casi todos sus discípulos y estableció dos escuelas en la manigua: una en el Ecuador de Najasa y otra en las Guásimas de Luis Díaz, las cuales se vieron colmadas siempre.

Maestros

Entre los jóvenes que fueron maestros en las escuelitas mambisas están:

Junto a ellos estaban, además, numerosos maestros que decidieron trabajar en las prefecturas mambisas de Cuba Libre. Estas tareas también se desarrollaron en los campamentos mambises. Todos ellos merecen ser reconocidos como pioneros del magisterio revolucionario cubano. El que dejó una obra de mayor significación escolar y pedagógica fue Rafael Morales González, quien no solo es el autor de la Ley de Instrucción Pública, fundador de una escuelita en la Brigada del Este, sino el creador de la primera cartilla revolucionaria para el aprendizaje de la lectura.

Presencia femenina

Las mujeres también participaron en la enseñanza de niños y adultos en las escuelitas creadas, por ejemplo, Ana María de Echevarría, madre de Esteban Barrero, fue directora de una de las escuelas que su hijo estableció en la manigua; las hermanas Cancino y en particular Manuela, patriotas bayamesas, establecieron una escuela en el pueblito mambí de Rancho Malo, en zona serrana, que ofrecía cierta protección del enemigo. Allí brindaban instrucción a niños de la zona, así como a los hijos de los combatientes y sus familiares que buscaban refugio en las montañas.

Cartilla de Moralitos

Entre la tropa mambisa que luchaba por Cuba Libre, Moralitos redactó la primera cartilla revolucionaria de la pedagogía nacional. Copiada a mano o editada de un modo rudimentario se extendió por todos los campamentos. Con ella se alfabetizó en las zonas insurrectas de las provincias orientales, y también en Camagüey, Villa Clara y Cienfuegos. Junto al alfabeto, a los alumnos se les enseñaba la Historia y la Geografía del país, así como de las luchas libertarias de los pueblos de América y de las revoluciones que les eran contemporáneas.

Era una cartilla para el aprendizaje de la lectura basado en el método silábico, que no era usual en Cuba todavía. El autor garantizaba que se aprendía a leer en dos meses, él enseñó en quince días a un asiático. Independiente de su valor pedagógico, esta cartilla es la primera de su tipo elaborada en Cuba para enseñar a leer y contar a los conciudadanos, educarlos políticamente y elevar su nivel de instrucción. Circuló por el territorio mambí desde abril de 1872. Su reproducción se hacía utilizando los propios recursos con los que se disponía en la manigua, ante la escasez de papel. Para los soldados y campesinos que se alfabetizaban con esta cartilla, constituía un tesoro muy preciado. La utilización de la cartilla de Moralitos, en las condiciones de la guerra, fue un innovador medio de enseñanza y aprendizaje. Significó un aporte en la lucha contra el analfabetismo en Cuba y evidenció el nacimiento de una pedagogía revolucionaria: la pedagogía mambisa.

Alfabetización de los mambises en la guerra de 1895

De igual modo que en la Guerra de los Diez Años, en la de 1895, se hizo un esforzado intento por mantener escuelitas para alfabetizar y darle instrucción a los combatientes mambises, en las difíciles condiciones de una guerra muy dinámica.

En 1896 se tiene noticias de que Joaquín Varona González, enseñaba a leer y escribir en el monte a los campesinos en plena Guerra de Independencia. Otro patriota insigne, Daniel Fajardo Ortiz, maestro, preocupado por la ilustración de los cubanos tanto como por sus libertades, redactó una cartilla para aprender a leer en las escuelas de Cuba Libre. El periódico El Cubano Libre publicó la cartilla, la cual es una expresión del amor a la enseñanza y del interés por ofrecer educación y cultura a los hijos del pueblo en plena manigua.

Manual para alfabetizar

El Manual para alfabetizar en las escuelas de los territorios liberados decía en la parte superior de la portada: Patria, debajo se leía, Libertad. Era un manual de pocas páginas, con el tipo de impresión usual en la época, bien concebido pedagógicamente, en el que se combinaba armónicamente el aprendizaje de la lectura y el amor a la Patria. Aquí estaba expresada de manera muy elemental, pero gráfica, la unidad de la instrucción y la educación.

Significación

La política educacional que engendró, en las condiciones de lucha de liberación nacional, una pedagogía creadora, revolucionaria, una pedagogía para la conquista de la independencia, constituyó un salto cualitativo notable en la evolución de las ideas y concepciones escolares y pedagógicas prevalecientes en la época.

Estas concepciones escolares y pedagógicas “para la liberación” contribuyeron decisivamente a la fusión, en el proceso de lucha, de los heterogéneos elementos étnicos, culturales y psicológicos de un pueblo que en lo adelante sería capaz de reanudar la lucha, conducido por un partido integrado por hombres de franca raíz popular y, con sentimientos antimperialistas y latinoamericanistas.

Bibliografía

  • Buenavilla Recio, Rolando y otros (1995). Historia de la pedagogía en Cuba. La Habana. Editorial Pueblo y Educación.
  • Pérez Cruz, Felipe de Jesús (2001). La alfabetización en Cuba. La Habana. Editorial Ciencias Sociales.
  • Pérez Cruz, Felipe de Jesús (2011). Raíces históricas del proyecto educativo martiano. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. Vol. 13, No. 17, p. 199-236. Disponible en: Virtual.uptc. edu. Consultado: 5 de junio de 2012.