Política cultural de la Revolución cubana

La Política Cultural de la Revolución Cubana
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Concepto:Es el conjunto de interacciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los diversos grupos comunitarios organizados con el fin de ordenar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener consenso para un tipo de orden o cambio social.

La Política Cultural de la Revolución Cubana. se ha orientado, por una parte, a propiciar la participación de nuestro pueblo en los procesos culturales y su acceso a lo mejor del arte cubano y universal y, por otra, a garantizar la activa intervención de los escritores y artistas en el diseño y la práctica de esa política. Los creadores cubanos, comprometidos de modo entrañable con nuestra Revolución, han tenido y tienen un peso decisivo en la proyección nacional e internacional de las instituciones culturales.

Definición

Podemos ubicar el concepto de política cultural “[…] como el programa de intervenciones realizadas por las instituciones --estatales o civiles-- destinadas a satisfacer las necesidades culturales de la población y a promover el desarrollo de sus representaciones simbólicas”; esta definición nos devuelve una elaboración teórica que establece relaciones entre una élite interventora y una mayoría intervenida, con la especificidad de resultar: estimuladora e inclusiva en cuanto a participación y consumo. Estas instituciones, en el caso cubano todas estatales, son las encargadas de aplicar la política cultural, los desencuentros producidos entre creadores y representantes del poder van a reflejarse en la imposibilidad de lograr los primeros la verificación del hecho cultural, su distribución o el acceso a espacios definitorios como los medios de difusión.

Política cultural cubana

Para abordar la política cultural hay que partir de la noción de la cultura en su sentido más amplio como la base social de los fines mismos, como fin y objetivo del desarrollo, siendo dinámica y en constante evolución. Debe destacarse su papel regulador, de preservación de la identidad cultural como algo dinámico y en permanente transformación. No puede circunscribirse al plano nacional, hay que convivir con la heterogeneidad y aprovechar de ella lo valioso y positivo, facilitar el acceso de todos a la cultura, estimular la creación, la participación y elevar la calidad de vida. La política cultural debe garantizar la libre circulación de ideas, crear las condiciones para la difusión de bienes y servicios culturales.

En 1967 la UNESCO la define como “(...) el conjunto de operaciones, principios, prácticas y procedimientos de gestión administrativa o presupuestaria que sirven de base a la acción cultural del Estado, pertenece a cada estado determinar su propia política cultural en función de los valores culturales, de los objetivos y de las aspiraciones que por sí mismos se fije”. La política cultural se va a plantear desde entonces, incidir en los sectores tradicionales de acción en la cultura, pero también se proponen objetivos con respecto a la sociedad en general. Las aciones promocionales dirigidas a ese propósito han sido estudiados en el plano teórico en base a los paradigmas: la democratización y la democracia cultural.

La democratización emerge como modelo y se propone corregir las desigualdades culturales ilustrando a las masas y facilitándoles el acceso a la cultura. El estado se convierte así en el responsable, casi exclusivo, de la promoción cultural, con la intención de crear las condiciones necesarias para el mayor número de personas reciba los beneficios de los bienes y servicios culturales.

Evolución histórica de la política cultural cubana

La Campaña de Alfabetización fue la gran victoria espiritual de la Revolución que dio pie a una democratización a los espacios de creación, difusión y consumo de la cultura, y la creación de instituciones, resultando el ICAIC el botón de muestra más significativo.

El punto cero del diseño y aplicación de la política cultural de la Revolución cubana arranca con Palabras a los Intelectuales, nombre dado al discurso pronunciado por Fidel Castro después de tres días de discusiones en la Biblioteca Nacional ante la incertidumbre que provocó en el gremio intelectual la censura, por parte de la Comisión de Estudio y Clasificación de Películas del ICAIC, del cortometraje PM de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez-Leal. En el intento de comprender la lógica del discurso, no pueden pasar por alto dos consideraciones básicas; primero, entre los problemas abordados en el Programa del Moncada y que lastraban el desarrollo nacional: la industria, la tierra, la vivienda, el empleo, la salud y la educación, la cultura no estaba contenida, ni siquiera en sus formas más comunes (el arte y la literatura); mientras que al momento de su pronunciamiento, apenas hacía dos meses antes había tenido lugar la invasión de Playa Girón y proclamado el carácter socialista de la revolución; de todo punto resultaba imposible entonces otra postura que no fuera la de colocar por encima de todo y de todos la revolución, decisión legada a la posteridad con la aseveración de “[…] dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”[…]. Este discurso tendrá un papel importante en la conformación de lo que sería luego nuestra política cultural, las principales ideas en él expresada:

  • Los cambios en el ambiente cultural y el mejoramiento de las condiciones de trabajo de los artistas y escritores, “La revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura”.
  • El respeto a la libertad formal para la creación artística y literaria, se considera la libertad de contenido para expresarse dentro de la revolución, pero no es admisible que se expresen contra la revolución.
  • La Revolución como acontecimiento cultural más importante.
  • Convertir al pueblo en actor, pensar por el pueblo y para el pueblo, lo que encierra, lo bello, lo útil y lo buenode cada acción, lo estético. “No quiere decir esto que el artista tenga que sacrificar el valor de sus creaciones, y que necesarimentente tengamos que sacrificar su calidad. Quiere decir que tenemos que luchar en todos los sentidos para que el creador produzca para el pueblo y el pueblo a su vez eleve su nivel cultural a fin de acerse a los creadores.”

En agosto de 1961 tiene lugar el primer Congreso de Escritores y Artistas, gestor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba; un congreso definidor de la unidad de principios que permitió y aún permite a los mejores exponentes del arte y la literatura, la creación de obras artísticas al servicio de una nueva sociedad en la cual el hombre alcanzará su plena dimensión humana. En este marco quedó expresado directamente, la decisión y la tarea propia del gobierno, de formular y ejecutar una política cultural con la participación de los creadores y que responda a los intereses del pueblo como protagonista principal.

A finales de 1960 y principio de 1970 este proyecto confrontó limites férreos, al encontrarse el pais en condiciones desfavorables, al no poder el país salir rápidamente del subdesarrollo y no avanzar la liberación en América Latina, la muerte del Che en Bolivia la intervención soviética en Checoslovaquia, y la frustrada zafra de los 10 millones, que a pesar de ser la más grande la historia dejó al país exhausto y sometida al bloqueo económico. Cuba tuvo que adecuarse a una nueva situación y definir sus alianzas, por lo que hubo un acercamiento mayor a la URSS y los países socialistas.

En 1971 el Primer Congreso de Educación y Cultura ratificó la permanente decisión de lucha por la extensión y profundización de una cultura de masas, y por hacer del arte un arma de la Revolución Cubana. Por otra parte los Congresos de las organizaciones de masas y políticas del país, han adoptado entre sus resoluciones, las referentes a la educación y cultura del pueblo cubano. En su declaración final se sugería a los intelectuales las temáticas más convenientes para el arte durante ese momento histórico de la revolución. Se recomendaba el tratamiento de tópicos relacionados con la literatura infantil y el proceso revolucionario en su lucha contra el subdesarrollo, y la necesidad de mantener la unidad ideológica de nuestro pueblo.

Todo ésto desembocó de manera directa en lo que Ambrosio Fornet denominó posteriormente como el “Quinquenio Gris”. La creación del Ministerio de Cultura en 1976, constituyó un paso de avance significativo; en tanto, los derroteros de la política cultural comenzaron a ser menos “políticos” y más “culturales”. Después de transcurrido esta etapa donde fueron conformado y aplicando los principios de la política cultural de la revolución, en la medida que se iban alcanzadno las suficiente claridad en los objetivos que perseguían, se hizo necesario analizar las consecuencias negativas que determinados enfoques en la aplicación de la política cultural, ocasionaron en las relaciones con los creadores de las distintas manifestaciones del arte y la literatura en el período 1971 – 1975.

En el período del 1980-1986, los resultados de la aplicación de la política cultural se manifestaron en la esfera del libro y la literatura, se produjo un crecimiento de la capacidad industrial de impresión al entrar en funcionamiento de un nuevo combinado poligráfico, se celebraron las ferias internacionales del libro con amplia participación nacional y extranjera, la creación musical fue en ascenso, al igual que el cine, las artes plásticas y el teatro.

Independientemente de los resultados alcanzados en la aplicación de la política cultural de esta etapa, también se produjeron algunas dificultades y limitaciones, como las incomprensiones al movimiento artístico de los ochenta, los cuales generaron otra serie de problemas que fueron analizados en el Consejo Nacional de la UNEAC en mayo de 1992, a pesar de estas limitaciones se logró continuar generando condiciones para la creación artística y literaria, que posibilitó la producción de obras con una calidad y originalidad que alcanzaron prestigios a nivel internacional.

En marzo de 1989 se iniciaron cambios estructurales en el Ministerio de Cultura, que implicaron profundas transformaciones en la concepción de la gestión de los procesos culturales, en la década de 1990 se evidenció además el papel de vanguardia del sector en la generación de la crítica profunda en el espacio público.

La entrada del período especial modificó en gran medida a la aplicación de los cambios que se habían propuesto en el sistema de cultura. En medio de situaciones económicas tan difíciles, los territorios y las instituciones nacionales se vieron afectados materialmente, las instituciones materiales se deterioraron, el presupuesto dedicado al sistema de instituciones se redujo considerablemente y la necesidad de asumir tres formas de funcionamiento en el sector: el sistema presupuestario, el financiamiento mixto y el autofinanciamiento; favoreció un nivel de independencia y sobrevivencia en las instituciones nacionales.

En medio de estas condiciones adversas para la cultura, comienzan a desarrollarse los procesos para el diseño de los programas de desarrollo cultural, primero de forma experimental en algunos territorios e instituciones, luego de manera general en todo el país. Este proceso culminó con la aprobación, en 1995, del Programa Nacional de Cultura y Desarrollo, donde se plasma una síntesis de la historia cultural de la nación cubana, los principios fundamentales de la política cultural cubana.

Cultura en la revolución

Hay dos tremendos asuntos, apuntados desde la previsión martiana, con los que tuvo, tiene y tendrá que lidiar la Revolución, -y cualquier revolución- antes de convertirse en evolución, ¿Cómo hacer cultura desde la incultura? y ¿Cómo hacer seres humanos verdaderamente libres y buenos a partir de la cultura? José Martí lo dijo así:

¿Cómo hacer cultura desde la incultura?

De todos los problemas que pasan hoy por capitales, sólo lo es uno: y de tan tremendo modo que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia. La mente humana, artística y aristocrática de suyo, rechaza a la larga y sin gran demora, a poco que se la cultive, cuanta reforma contiene elementos brutales e injustos. La educación suaviza más que la prosperidad: no esa educación meramente formal, de escasas letras, números dígitos y contornos de tierras que se da en escuelas demasiado celebradas y en verdad estériles, sino aquella otra más sana y fecunda, no intentada apenas por los hombres, que revela a éstos los secretos de sus pasiones, los elementos de sus males, la relación forzosa de los medios que han de curarlos al tiempo y naturaleza tradicional de los dolores que sufren, la obra negativa y reaccionaria de la ira, la obra segura e incontrastable de la paciencia inteligente”.

¿Cómo hacer seres humanos verdaderamente libres y buenos a partir de la cultura?

“Los hombres crecen, crecen físicamente, de una manera visible crecen, cuando aprenden algo, cuando entran a poseer algo, y cuando han hecho algún bien. Sólo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallará: que después de haber gustado todas las copas de la vida, sólo en ésas se encuentra sabor.-Es leyenda de tierras de Hispanoamérica que en el fondo de las tazas antiguas estaba pintado un Cristo, por lo que cuando apuran una, dicen: “¡Hasta verte, Cristo mío!” ¡Pues en el fondo de aquellas copas se abre un cielo sereno, fragante, interminable, rebosante de ternura!

  • Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
  • Ser culto es el único modo de ser libre.

Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno.” Es curioso que José Martí insertase estas reflexiones en medio de dos tremendos artículos, el primero, en el prólogo que escribió para un libro de Rafael de Castro Palomino “Cuentos de Hoy y de Mañana” que trata ¡sobre la historia de algunas experiencias comunistas! y el segundo en el trabajo Maestros Ambulantes, precursores de las campañas de alfabetización, que debían ser materia obligatoria de estudio para cualquier trabajador de la cultura.

Bastaría quizás con estas breves citas, para hacer reflexionar sobre el asunto a quienes tienen la experiencia directa del trabajo cultural durante estos 50 aguerridos años. Y para dar respuesta acerca de lo que hemos logrado y lo que nos falta por lograr, sin eludir los errores a rectificar. Sin embargo, es una obligación de quien escribe, dejar sus impresiones sobre el tema que aborda. ¡Es tremenda, sin duda, la lucha de clases! El primer problema lo enfrentamos con la histórica Campaña de Alfabetización. Certero golpe en el corazón de la injusticia, o mejor, en el estómago, -que la injusticia no tiene corazón-. Tuvimos que empezar por “esa educación meramente formal” de la cual carecían los humildes. Luego comenzamos a luchar por el sexto grado y hasta por el décimo, colosal tarea en la que, durante largos años estuvimos empeñados.

En algún momento, había que pasar a la segunda etapa, a “aquella otra más sana y fecunda, no intentada apenas por los hombres”. Al organismo encargado de promover la Cultura tocaría esa responsabilidad histórica. Primero se creó el Consejo Nacional de Cultura, que fue el antecedente del MINCULT.

La creación de las Instituciones Culturales Básicas en cada Municipio del país fue la fórmula estructural que aplicamos. La punta de lanza de este intento serían las Casas de la Cultura, seguidas por las Bibliotecas, los Museos, los Teatros, las Casas de la Trova, los Coros, las Bandas de Música, los Grupos de Teatro, los Grupos de Danza (generalmente comparsas), y el Teatro Infantil, constituyeron un tremendo intento por generalizar la cultura y llevarla a todos los rincones.

Junto a este gigantesco esfuerzo generalizador, había que atender también al arte como valor estético, a las manifestaciones cuyos creadores son profesionales, que obtienen los recursos necesarios para desplegar su vida a partir de la actividad artística que desarrollan. La UNEAC, la UPEC y los respectivos consejos nacionales dependientes del MINCULT, fueron creados con este objetivo.

Había, además, que formar a quienes se encargarían de llevar el arte hasta los humildes. El sistema nacional de educación artística fue la estructura creada con estos fines. Los instructores de arte, especie de alfabetizadores artísticos, ocuparían la base de esta pirámide, seguidos por las escuelas especializadas, como las de música, artes plásticas, cine, etc. surge el Instituto Superior del Arte, con el fin de formar talentos.

Hasta aquí, lo esencial del trabajo en el sentido estructural. Con estas herramientas abordamos la tarea de darle contenido a la intención y al esfuerzo, trabajo mucho más delicado y complicado.

Apenas transcurrido un año del triunfo, en junio de 1961 se efectuaron, en el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional, varias reuniones en las que participaron las figuras más representativas de la intelectualidad cubana. Artistas y escritores discutieron y expusieron ampliamente sus puntos de vista sobre distintos aspectos de la actividad cultural y sobre los problemas relacionados con sus posibilidades de creación. En estas reuniones estuvo y participó Fidel, su discurso ha quedado para la historia como “Palabras a los Intelectuales”, la frase que quedó como colofón de sus reflexiones fue: Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho.

En este discurso, Fidel Castro se refirió a otros temas como el papel del estado en la promoción de la cultura: “y si a alguien le preocupa tanto que no exista la menor autoridad estatal, entonces, que no se preocupe, que tenga paciencia, que ya llegará el día en que el Estado tampoco exista.”

La importancia estratégica de la cultura para la incipiente revolución estuvo siempre clara para Fidel, en este sentido expresó:

  • Nosotros, los de esta generación sin edades en la que cabemos todos: tanto los barbudos como los lampiños, los que tienen abundante cabellera o no tienen ninguna o la tienen blanca. Esta es la obra de todos nosotros. Vamos a librar una guerra contra la incultura. Vamos a librar una batalla contra la incultura. Vamos a desatar una irreconciliable querella contra la incultura y vamos a batirnos contra ella y vamos a ensayar nuestras armas.”

Estamos pidiendo el máximo desarrollo en favor de la cultura y muy precisamente en función de la Revolución, porque la Revolución significa, precisamente, más cultura y más arte.”

Trascendente y de plana vigencia, porque a veces nos hemos confundido sobre este problema, -quizá más de las necesarias-, fue el siguiente señalamiento de Fidel: “De la misma manera debemos propiciar las condiciones necesarias para que todos esos bienes culturales lleguen al pueblo. No quiere decir eso que el artista tenga que sacrificar el valor de sus creaciones, y que necesariamente tenga que sacrificar su calidad. Quiere decir que tenemos que luchar en todos los sentidos para que el creador produzca para el pueblo y el pueblo a su vez eleve su nivel cultural a fin de acercarse también a los creadores.”

El problema del contenido clasista de la libertad de expresión y creación, fue quizá el núcleo de esa reunión de intelectuales. Entre las múltiples reflexiones sobre el asunto Fidel apuntaba: “Era la época aquella en que no lo enseñaban a uno a pensar sino que lo obligaban a creer. Creo que cuando al hombre se le pretende truncar la capacidad de pensar y razonar se le convierte de un ser humano en un animal domesticado... “La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un real patrimonio del pueblo. Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en todos los órdenes espirituales;” “Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad; que la Revolución ha traído al País una suma muy grande de libertades; que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser.”

Y entre los temas que fueron objeto de su atención ese día, estuvo el de la definición de lo que constituye ser revolucionario, -preocupación constante de Fidel-, que fue magistralmente completada en el discurso donde se refirió a la posibilidad de la reversibilidad de nuestro proceso revolucionario, únicamente viable si los revolucionarios cubanos dejan de serlo.

“Es precisamente el hombre, el semejante, la redención de sus semejantes, lo que constituye el objetivo de los revolucionarios. Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo y siempre diremos el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo.”“Ser revolucionario es también una actitud ante la vida, ser revolucionario es también una actitud ante la realidad existente, y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla, por eso son revolucionarios.

La preocupación fundamental de entonces es la misma que la de hoy. Y entre los peligros que enfrentamos está el de una desviación de lo cultural en el sentido burgués, en el sentido que conviene a los que no piensan como debieran en el pueblo: “La gran preocupación que todos nosotros debemos tener es la Revolución en sí misma. ¿O es que nosotros creemos que hemos ganado ya todas las batallas revolucionarias? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene peligros? ¿Cuál debe ser hoy la primera preocupación de todo ciudadano? ¿La preocupación de que la Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya a asfixiar el arte, de que la Revolución vaya a asfixiar el genio creador de nuestros ciudadanos, o la preocupación de todos no ha de ser la Revolución misma? ¿Los peligros reales o imaginarios que puedan amenazar el espíritu creador o los peligros que puedan amenazar a la Revolución misma?... No se trata de que nosotros vayamos a invocar este peligro como un simple argumento; nosotros señalamos que el estado de ánimo de todos los ciudadanos del País y que el estado de ánimo de todos los escritores y artistas revolucionarios, o de todos los escritores y artistas que comprenden y justifican a la Revolución, debe ser: ¿qué peligros pueden amenazar a la Revolución y qué podemos hacer por ayudar a la Revolución?”

Claro que el tema de la cultura no es sencillo, una y otra vez se enreda la madeja y para desenredarla, hay que tener los instrumentos necesarios e imprescindibles, que sólo pueden ser elaborados con una reflexión constante, desde diversas miradas, y con una cultura sistémica capaz de comprender (que la cultura no es el arte solamente): “Es cierto que aquí se está discutiendo un problema que no es un problema sencillo. Es cierto que todos nosotros tenemos el deber de analizarlo cuidadosamente. Esto es una obligación tanto de ustedes como de nosotros. No es un problema sencillo puesto que es un problema que se ha planteado muchas veces y se ha planteado en todas las revoluciones. Es una madeja, pudiéramos decir, bastante enredada y nada fácil de desenredar. Es un problema que tampoco nosotros vamos fácilmente a resolver.”

Recientemente hubo un segundo encuentro para reflexionar sobre el tema de la cultura, esta vez, primero, a través de los e mail, y luego en una serie de reuniones en las que casi se repitieron las situaciones que condujeron a “Palabras a los Intelectuales”, por una parte, y por la otra, luego de la experiencia acumulada, salieron a relucir algunas deficiencias del trabajo realizado -causadas muchas veces por la falta de una cultura integral- no me voy a referir a este nuevo desenredo de la madeja, sino a algunos hilos sueltos que le faltan. Aunque valdría la pena un trabajo sobre el tema.

El autor de estas líneas apuradas, es el Presidente de la Cátedra Arte y Salud, dependiente del CNCC, a la que pretendemos cambiar el nombre por el de “Cultura y Subjetividad” y tiene como objetivo un aspecto subvalorado, poco apoyado y, sin embargo, de una trascendencia estratégica. La Resolución 120 del 2004, dictada por nuestro ministro, Abel Prieto, reza en su cuerpo conceptual: “La cultura y la recreación están estre­chamente relacionadas, existen amplias potencialidades para su vinculación consciente, en función de contribuir y pro­mover el mejoramiento de la salud y la calidad de vida en general del ser humano; en virtud de lo anterior el Consejo Nacional de Casas de Cultura desde el año 1994, viene realizando múltiples actividades con el propósito de des­arrollar el proyecto denominado "Cultura y Salud". “Crear la Cátedra de Arte y Salud, para la indagación, estudio, divulgaci6n y acción en todo el país acerca de las relaciones existentes entre la cultura y la re­creación, como cuestiones que inciden favorablemente en la salud y la calidad de vida de las personas; así como la pro­yección internacional de esta Cátedra, la cual es atendida metodológica y administrativamente par el Consejo Nacio­nal de Casas de Cultura.” “Mantener un espacio permanente de reflexión y acción sobre las formas en que la cultura y la recreación influ­yen en la salud, la calidad de vida y las posturas ante la realidad de los individuos y grupos humanos;”

Es decir que una faceta del trabajo cultural, ha de ser el estudio de las repercusiones en el individuo y los grupos humanos, de los mensajes que le llegan desde la cultura, así como la forma institucional en que se organizan las mismas. Desde hace tiempo hemos venido desarrollando un trabajo orientado a hacer reflexionar acerca de la importancia de que la Cultura trascienda al arte, la literatura y los espectáculos, -la estética- para incluir a la recreación, al amor, a los conocimientos acumulados y de necesaria divulgación, al apoyo social desde múltiples aspectos, a lo espiritual etc. y por la creación de un centro de referencia par estudiar experimentalmente estos factores. Sin que hasta hoy se haya logrado tener ese centro de acción y reflexión, que pueda servir de referencia, orientado por la citada Resolución. Y también sin que la Cultura se haya decidido, hasta hoy, a abordar esos asuntos, quizá porque implicaría reconocer su incompletud, o porque asume que no son cuestiones que están en su jurisdicción.

Desde la mirada de la Cátedra hay algunas cuestiones que quisiera señalar:

  • El concepto de lo que está dentro y fuera de cualquier realidad o institución es dialéctico, se desarrolla en el tiempo, es histórico, y, por tanto, resulta susceptible de cambio y evolución. Lo mismo en la Cultura que en la Revolución.

Existe un marco ancho y otro estrecho del concepto cultura. Existe el riesgo de que la estructura cultural se convierta en el Ministerio del Arte y no de la cultura. La arquitectura, la cocina, la recreación misma, y hasta el deporte pueden formar parte de la acción cultural, si concebimos a la cultura como el acerbo de conocimientos y experiencias acumulados que, en su sedimentación histórica, pasan al pueblo -y no al pueblo abstracto, sino al concreto, integrado por las clases, capas y segmentos sociales. Lo culto y lo popular, lo excelente y lo chabacano, lo marginal y lo “central”, lo burgués y lo proletario, lo revolucionario y no revolucionario, lo dialéctico y lo metafísico, por sólo citar algunos pares dialécticos significativos, han venido manifestándose en estos años, con diferentes matices y dominios. Las estructuras creadas, si bien han servido para dar forma concreta a nuestro tremendo esfuerzo cultural, también han fragmentado la cultura, creando unas especies de “estancias” o “estancos”, que en determinados momentos y esferas, han frenado el desarrollo de algunas manifestaciones. En este sentido el Doctor Armando Hart, en su excelente artículo, Ciencia y Conciencia, expresó y abarcó en toda su amplitud e importancia lo esencial de este concepto: “En la gestación de la Nación Cubana, en el tiempo que va de 1790 a 1868, las mejores ideas del país no tenían en compartimentos estancos los conceptos de educación, ciencia, cultura y arte. Felipe Poey, el científico materialista, Tomás Romay, el médico que abandonó un claustro cargado de teología y se marchó a trabajar en los hospitales, Domingo del Monte, gran promotor cultural, [[[José Antonio Saco]], investigador de la sociedad y la economía cubana de su época, [[[Félix Várela]] y José de la Luz y Caballero los dos más eminentes pedagogos de su tiempo, no veían divorciados los contenidos de sus disciplinas de estudio. Por aquel entonces la formación ciudadana, la pedagogía, las letras, las ciencias naturales e incluso los estudios de economía política, no se mantenían en islas independientes ni amuralladas en sus propios terrenos específicos”.

Corresponde al Ministerio de Cultura, intersectorial y multidisciplinario en su misma concepción, organizar intentos de enfoques multisectoriales, que permitan enfrentar con éxito problemas complejos como el que nos anima, que escapan a la mirada del enfoque especializado. En este sentido, quisiera agregar que las actividades de estos y otros fundadores, no manifestaron su universalidad en forma abstracta y solitaria, sino dentro de determinadas instituciones, concebidas y organizadas de forma tal que permitieran, favorecieran y desarrollaran estas cualidades; en las que el intercambio social, la recreación y la búsqueda se convirtieron en fuente inagotable de perfeccionamiento humano.

Va resultando necesaria la creación de centros integrales, capaces de incluir en su programación, junto a las artes, la recreación, la gastronomía, el baile, los conocimientos etc. Que unan lo culto, lo popular, lo artístico, lo recreativo, el apoyo social etc. de forma armónica, ubicando en primer lugar la plenitud del ser humano y poner todo el contenido necesario en función de la calidad, plenitud y disfrute de la existencia.

La llamada Cultura Popular, por ejemplo, es un término que necesita de su opuesto, que implica el reconocimiento de otra cultura que no lo es. Y, dígase lo que se diga, esa otra cultura, implícitamente, se considera a sí misma -y hasta por otros- “superior”. Quizá habría que dedicar mas tiempo y esfuerzo a atenderla, y estudiarla, con lo que sus miembros, por supuesto, no estarían de acuerdo. El funcionalismo burocrático ha venido creando barreras entre lo culto y lo popular, lo que se hace especialmente evidente en la música. El fenómeno no es nuevo, Polo Montañéz y otros muy buenos artistas, han sufrido en carne propia sus efectos. En otras manifestaciones, -como las artes plásticas-, los mecanismos de mercado, han venido, poco a poco, imponiendo sus leyes, y sustituyendo una buena parte del control administrativo. Un problema candente, que hemos venido eludiendo una y otra vez, o enfrentándolo parcial y temporalmente es el de la Gastronomía y el Comercio en su imprescindible relación con la Cultura. Y muy vinculado a este fenómeno, el tema de la Recreación.

Nuestros servicios gastronómicos, sobre todo la “gastronomía popular”, han ido, -al estar fuera del control cultural- poco a poco, convirtiéndose en lugares feos, con mal servicio, con una elaboración deficiente y chabacana, ¿marginal?, no hace falta extenderse sobre el tema, pues todos lo sufrimos. Y al estar la gastronomía formando parte de los estancos, extiende sus peculiaridades hasta las actividades culturales mismas, hasta los más “cultos y refinados” ambientes.

La recreación, sigue el concepto universal -globalizador y consumista- como si estuviese desvinculada de la cultura y de las realidades sociales concretas. Volumen alto, luces tremebundas, sexo sin espíritu etc. Tampoco hace falta enumerar, pues todos podríamos agregar algún matiz. Fidel, en varias ocasiones, ha llamado a ocuparse del asunto, sin que hasta el momento se haya encontrado respuesta a su reclamo.

Una y otra vez, es cierto, intentamos programas para darle un contenido más culto a la recreación y al consumo, y también una y otra vez fallamos en el intento. ¿Las causas? Aunque hay que investigar, con el rigor, el detalle y la cultura necesarios el problema, hay algunas aristas que son casi evidentes.

En primer lugar la falta de un protagonismo administrativo en los programas, por parte de la cultura, o de la gente culta y revolucionaria -se puede ser revolucionario e inculto, al menos por ahora-. En mi pueblo natal, Vertientes, como en cualquier otro lugar del país, las instalaciones recreativas y culturales eran dirigidas por las personas más cultas -en el sentido burgués, por supuesto, por lo que sería mejor llamarles las personas más cultas y burguesas- del pueblo. Incluso como tarea adicional a su actividad social cotidiana. A veces pienso que nuestros enemigos de clase, aunque teóricamente dejan lo espiritual para los religiosos, otorgan sin embargo, más importancia práctica que los revolucionarios a los aspectos subjetivos de la vida, -a la recreación, al consumo, y al disfrute.

En segundo lugar, falta una participación activa de los “clientes” “usuarios” o como quiera llamárseles -aunque no es lo mismo ser usuario que cliente, acaso habría que inventar otro término con otro contenido, que además se corresponda con una realidad.

Ya me pasé hace rato de los parámetros exigidos por el posible editor, por lo que he de terminar, no sin antes, referirme a que entre las ideas de Fidel, expresadas en las palabras a los intelectuales se incluyó la del centro que está promoviendo la cátedra, claro que en nuestro caso, no sólo para intelectuales, sino también para otras categorías de personas. “Hay la idea también de organizar algún sitio de descanso y de trabajo para los artistas y los escritores. En cierta ocasión, cuando andábamos peregrinando por todo el territorio nacional, se nos ocurrió la idea en un lugar muy hermoso, de Isla de Pinos, de construir un barrio, una aldea en medio de los pinares para premiar (en ese tiempo estábamos pensando establecer algún tipo de premio para los mejores escritores y artistas progresistas del mundo) y homenajear a los escritores y artistas. Ese proyecto no tomó cuerpo, pero puede ser revivido para hacer un reparto o una aldea en un remanso de paz que invite a descansar, que invite a escribir, y yo creo que bien vale la pena que los artistas, entre ellos los arquitectos, comiencen a dibujar y a concebir el lugar de descanso ideal para un escritor o un artista y a ver si se ponen de acuerdo en eso.

Pero dentro de esa planificación cabe el construir un sitio de descanso para los escritores y artistas, y verdaderamente sería una satisfacción que la Revolución pudiera contar esa realización entre sus obras.”

Hasta hoy hemos insistido y trabajado con pasión, dedicación y éxito -sin que algunos lunares demeriten la belleza de la obra- en hacer cultura en la revolución. Va siendo hora de que ubiquemos en su justo lugar su contraparte imprescindible y nos pongamos, con el mismo ahínco, inteligencia y dedicación, a hacer Revolución Martiana en la Cultura (Que no es lo mismo que revolución cultural China, aunque algunas de sus experiencias nos sean útiles) para lo que nos sobran capacidades, talento y entusiasmo. Una parte importante de la batalla en el terreno de las ideas, se libra -querámoslo o no, nos demos cuenta o no- en este terreno, tanto para el especialista y el artista, como para cada habitante del país en su espiritualidad concreta.

Principios de la política cultural

La Tesis y Resolución del Partido Comunista de Cuba antes citada señala entre los avances de la Revolución en la cultura:

  • La participación de las masas en la actividad cultural con la incorporación activa de trabajadores, campesinos y estudiantes, y muy especialmente de los niños y jóvenes.
  • La revalorización de las obras más importantes del arte y la literatura nacionales y de la cultura universal.
  • El estudio de las raíces culturales, el reconocimiento de sus valores, el desarrollo de éstos y la investigación del folklore.
  • La fundación de organismos, instituciones y agrupaciones culturales.
  • La organización del Sistema de Enseñanza del arte y la creación de escuelas formadoras de instructores.
  • La creación de una cinematografía nacional y extensión de los servicios cinematográficos a las zonas rurales y montañosas.
  • Un creciente movimiento editorial que da posibilidades al pueblo de conocer la variedad y riqueza de la cultura cubana y universal.
  • Incremento de bibliotecas, galerías y museos.
  • El rescate de los medios de difusión masiva y su gradual transformación.
  • Relevantes logros en el terreno de la creación artística como el surgimiento de la Escuela Cubana de Ballet y el desarrollo de la gráfica nacional.
  • En la actualidad, en medio de múltiples dificultades, la Revolución se propone el desarrollo de una cultura general integral en toda la población, asumida como línea de política cultural esencial, refrendada en congresos de creadores, periodistas, científicos, educadores y de organizaciones y organismos diversos que representan el amplio tejido social de la población cubana.

Principales documentos de la Política Cultural Cubana

Fuentes

  • Palabras a los Intelectuales, discurso pronunciado por Fidel en la BNC.
  • Orlando Licea Díaz
  • Por el Consejo Nacional de Casas de CulturaCNCC
  • Almanza Olmo, Sonia y María Sierra. Cultura cubana siglo XX. Tomo II. La Habana: Cuba, Editorial Félix Varela,2004.
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