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Cuba cuenta con una importante tradición científica y se reconoce internacionalmente su posición avanzada en la Ciencia moderna en múltiples renglones. El desarrollo científico ha tenido prioridad real desde el triunfo revolucionario de 1959 porque es, a su vez, sustento de otras esferas de la vida del país. Se le otorga en el presupuesto de la nación una cifra importante del Producto Interno Bruto.

El potencial científico involucra directamente en el sector formal de la Ciencia a miles de graduados universitarios, y en el pensamiento innovador científico, a más de un millón de personas, entre técnicos y especialistas. La concepción integral y armónica practicada por el gobierno cubano ha permitido consolidar en pocos años una comunidad científica propia, que ha pasado de asimiladora de conocimientos a generadora de resultados, para beneficio de su población y utilidad de otros países.

Existe una periodización histórica realizada en 1974 por el principal estudioso de la Historia de la Ciencia y la Medicina en Cuba, José López Sánchez, en la que se establecen cinco etapas o períodos debido al diferente grado de desarrollo del proceso: Hispánico (1492-1790), Cubano (1790-1861), Académico (1861-1902), Republicano (1902-1959) y Revolucionario (1959-).

El pensamiento científico en Cuba se expresó de manera concreta en el siglo XVIII dentro del proceso de integración de la nacionalidad, favorecido en lo económico por el incremento de la producción azucarera y el libre comercio, en lo cultural por la propagación y asimilación de sistemas filosóficos antiescolásticos, y por la generalización de métodos modernos en la enseñanza en general y el cultivo de las Letras y las Artes.

En fecha tan temprana como 1651, ya Cuba contaba con su primer bachiller en Medicina, Diego Vázquez de Hinostroza, y en 1728 comienza la formación de médicos al ser fundada la Universidad de La Habana. Pero no fue hasta 1793, con la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País, cuando se inicia una reforma que permite la gradual incorporación de conocimientos científicos modernos a la enseñanza. El año 1797 ha sido denominado de la eclosión científica por la cantidad e impresos realizados en el campo de la Medicina, la Agronomía, la Historia natural y en otras ramas de la Ciencia y la Tecnología.

La vacuna contra la viruela, el primer gran éxito de la Medicina moderna, se introdujo en Cuba en 1804 gracias a la labor de Tomás Romay. Especial importancia tuvieron a principios del siglo XIX los cursos de Filosofía impartidos por el presbítero Félix Varela en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio a los que asistía un numeroso grupo de oyentes. Una parte importante de estos cursos estuvo dedicada a la enseñanza teórica y experimental de la Física y la Química modernas y a la propagación de concepciones antiescolásticas.

Con la formación del Jardín Botánico de La Habana (1817), del Museo Anatómico del Hospital Militar (1823), la creación de la Cátedra de Química (1837), de la Real Junta de Fomento, la inauguración del primer ferrocarril de Iberoamérica (1837), la edición de la primera revista médica, la securalización de la Universidad de La Habana (1842) y la fundación del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana (1848), la actividad científica y el interés hacia la Ciencia crecieron notablemente. Ello culminó con el establecimiento de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (1861).

Esta importante institución, conocida generalmente como Academia de Ciencias, tuvo entre sus miembros fundadores al eminente cirujano Nicolás José Gutiérrez Hernández, al destacado naturalista Felipe Poey, a su hijo el renombrado meteorólogo Andrés Poey Aguirre y al notable agrónomo Álvaro Reynoso. Otro acontecimiento importante fue la creación del Laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica en 1887.

El principal descubrimiento científico realizado en Cuba durante el siglo XIX fue el modo de transmisión de la fiebre amarilla, explicado por Carlos J. Finlay, en 1881. Otras figuras importantes de esta época fueron el obstera Joaquín Albarrán y el epilectólogo Manuel González Echeverría, quienes se desenvolvieron fundamentalmente en el extranjero.

Entre otras personalidades de importancia se encuentran, en la Oftalmología, Juan Santos Fernández; en la Ingeniería Civil, Francisco de Albear; en la Geología, Manuel Fernández de Castro y Suero; en la Cartografía, Esteban Pichardo; en la Meteorología, Benito Viñez; y en la Zoología, Juan Gundlach.

Durante la mayor parte del siglo XX el predominio de los intereses norteamericanos modificaron el desenvolvimiento de la labor científica, que en esos años y hasta el triunfo de la revolución sólo tuvo expresiones individuales, principalmente en investigaciones aplicadas y estudios de los recursos naturales, esencialmente de carácter agrícola, sobre suelos y minerales.

Sólo después de 1959 se estableció un programa de desarrollo científico y técnico para el país, que en la actualidad abarca diversos centros que tienen participación en actividades de investigación y desarrollo científico.

En el año 1994, se designó como organismo rector de la actividad científica y tecnológica en Cuba al Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).