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última versión al 17:05 29 mar 2018

Prolapso uterino y vaginal
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El prolapso del útero y de la vagina se produce por la relajación del aparato musculoesquelético de los órganos sexuales femeninos internos, especialmente de la musculatura del suelo pélvico. Esto hace que ambos órganos cambien de posición y desciendan dentro de la cavidad pélvica. Así, el útero y la vagina pueden descender sobrepasando la pelvis menor. El suelo pélvico sostiene los órganos de la pelvis menor. Está compuesto por varias capas de músculos y tejido conjuntivo, que a modo de “hamaca” están fijados en los huesos de la pelvis; es ahí donde se localizan la uretra, la vagina y el recto.

El prolapso del útero y de la vagina se produce por la relajación del aparato musculoesquelético de los órganos secuales femeninos internos, especialmente de la musculatura del suelo pélvico. Esto hace que ambos órganos cambien de posición y desciendan.

El útero cuelga elásticamente de los ligamentos de la pelvis y se estabiliza desde abajo por el suelo pélvico. A lo largo de la vida o a causa de los embarazos, la musculatura del suelo pélvico y los ligamentos pueden debilitarse. Esto provoca el prolapso del útero y de la vagina. Es normal que se produzca un pequeño prolapso durante la vida, que no suele causar síntomas si es ligero. Pero si el prolapso es más importante, se producen molestias, como una sensación de presión, de peso genital y de tener un bulto, dolores en el sacro o problemas al orinar (inicialmente, pérdida involuntaria de orina, urgencia en la micción y sensación de micción incompleta). El prolapso uterino y vaginal también puede cursar con problemas para defecar, dolor pélvico y alteraciones en las relaciones sexuales.


Otros factores de riesgo para el prolapso del útero y de la vagina son la debilidad del tejido conjuntivo y de la musculatura, los partos complicados o muy seguidos, la menopausia, algunas enfermedades como la diabetes, el sobrepeso, el estreñimiento crónico, haber pasado por alguna cirugía previa vaginal y el hábito tabáquico.

Para prevenir el prolapso del útero y de la vagina y tratar formas más leves, se recomienda sobre todo el entrenamiento del suelo pélvico. Como medidas preventivas también es conveniente mantenerse en un peso normal y practicar deporte con regularidad. Si a pesar de todo se produce un prolapso del útero, los geles o pomadas pueden utilizarse como coadyuvantes del tratamiento. Además, en determinadas circunstancias puede ser conveniente el denominado tratamiento con pesarios vaginales. Los pesarios tienen forma de cuenco, anillo o arco y están hechos de porcelana, goma dura o un material similar. El pesario se introduce en la vagina y sostiene un poco el útero. Así alivia las molestias del prolapso del útero y de la vagina.

No obstante, en caso de molestias duraderas y en casos graves de prolapso del útero y de la vagina, es necesario recurrir a la cirugía.

Se estima que una de cada tres mujeres padece una alteración en el suelo pélvico. Así, entre un 11-20% de las mujeres serán intervenidas alguna vez en su vida por un prolapso de los órganos genitales. Dentro de ellos, el prolapso de útero y de vagina representan un 10-15% del conjunto de prolapsos, siendo el más numeroso el prolapso de vejiga.

El prolapso del útero y de la vagina se produce por la relajación del aparato musculoesquelético de los órganos sexuales femeninos internos, especialmente de la musculatura del suelo pélvico. Esto hace que ambos órganos cambien de posición y desciendan dentro de la cavidad pélvica. Así, el útero y la vagina pueden descender sobrepasando la pelvis menor. El suelo pélvico sostiene los órganos de la pelvis menor. Está compuesto por varias capas de músculos y tejido conjuntivo, que a modo de “hamaca” están fijados en los huesos de la pelvis; es ahí donde se localizan la uretra, la vagina y el recto.

Si el útero y la vagina salen de la pelvis menor y se desplazan hacia abajo, se habla de prolapso del útero. Por prolapso parcial se entiende un prolapso con el que solo una parte del útero pasa por la salida de la vagina. Los médicos hablan de prolapso total cuando el útero protruye en la vagina y la arrastra.

Por definición los médicos clasifican el prolapso del útero y de la vagina en cuatro grados:

  • Grado I: el prolapso no llega a la entrada de la vagina (introitus).
  • Grado II: el prolapso llega a la entrada de la vagina.
  • Grado III: el útero sobresale por la entrada de la vagina.
  • Grado IV: prolapso total (el útero se voltea hacia fuera por la vagina y la arrastra, incluso en reposo, sin realizar ningún esfuerzo.).

Con el prolapso de la pared vaginal anterior puede producirse simultáneamente un prolapso del suelo de la vejiga, esto es, un prolapso de la vejiga (cistocele). Con el prolapso de la pared vaginal posterior el recto puede hundirse simultáneamente (rectocele).

Causas

La causa del prolapso del útero y del prolapso vaginal es una debilidad del suelo pélvico por diferentes motivos. Los problemas de suelo pélvico son diez veces más frecuentes entre las mujeres que entre los hombres, pues muchas de las causas que los provocan son únicamente femeninas.

Entre los motivos que originan prolapso uterino y genital se encuentran la debilidad del tejido conjuntivo, los embarazos, los partos, el sobrepeso, el estreñimiento crónico, haber pasado por una cirugía vaginal anterior, la menopausia, algunas enfermedades como la diabetes, y el hábito de fumar. A menudo es una combinación de estos factores lo que provoca el prolapso de los órganos sexuales femeninos.

La debilidad del tejido conjuntivo de las estructuras musculoesqueléticas puede tener un factor hereditario. Las señales de la debilidad del tejido conjuntivo son varices, hemorroides o estrías del embarazo muy pronunciadas. Además, hay un riesgo adicional de prolapso tras la menopausia así, aproximadamente un año después de la última menstruación, disminuye la elasticidad del tejido conjuntivo, debido a las alteraciones hormonales propias de la menopausia (caída de estrógenos).

Los partos también son causa frecuente del prolapso del útero y de la vagina, puesto que durante los mismos se altera el aparato musculoesquelético. La suma de otros factores extraordinarios, como partos múltiples, bebés muy grandes o pesados o partos muy seguidos, puede provocar una debilidad permanente del suelo pélvico.

El sobrepeso también es un factor de riesgo para el prolapso del útero y de la vagina, puesto que suele estar relacionado con la distensión y la relajación de la musculatura de la pared abdominal. La falta de tensión de los músculos abdominales cambia las relaciones de presión en la zona abdominal y favorece el prolapso de los órganos internos.

Asimismo, en caso de debilidad congénita del tejido conjuntivo, otros esfuerzos físicos, como “trabajar de pie” o levantar y llevar objetos pesados, favorecen el prolapso del tracto genital femenino. Con respecto a fumar, la reiteración de toses que provoca también acaba debilitando las paredes del suelo pélvico, lo que da lugar al prolapso genital.

Síntomas

El prolapso del útero y de la vagina causa diferentes síntomas. Es típica una “sensación de presión” hacia abajo. Otro síntoma característico del prolapso del útero es la “sensación de cuerpo extraño” en la vagina.

Algunas mujeres sufren dolores en el bajo vientre difíciles de delimitar, a menudo combinados con dolores en el sacro tras realizar un esfuerzo físico.

A menudo, el prolapso del útero y de la vagina también provoca una incontinencia urinaria. Esta pérdida involuntaria de orina (incontinencia urinaria) se produce en aproximadamente la mitad de las pacientes.

Con el prolapso del útero y de la vagina también pueden producirse trastornos de la vejiga. Los síntomas típicos son, por ejemplo, un aumento de la necesidad de orinar, aunque solo puedan eliminarse pequeñas cantidades de orina. La orina restante en la vejiga favorece las infecciones del tracto urinario. Sobre todo en las mujeres después de la menopausia, que suelen sufrir inflamaciones de la vagina y de la vejiga, se debería averiguar si la causa de los síntomas es el prolapso del útero y de la vagina.

En caso de prolapso de la pared vaginal posterior pueden producirse dificultades en la defecación por la presencia de un rectocele (descenso de la cara posterior de la vagina seguida del recto). Las consecuencias son el estreñimiento, una incómoda sensación de pesadez en el intestino y la sensación de defecación incompleta.

Si se produce un grave prolapso del útero, parcial o total, a través de la vagina, siendo éste es cada vez más visible en la entrada de la vagina. La abertura de la entrada de la vagina o la protrusión de partes de los órganos sexuales internos destruye la flora normal de la vagina. Esto puede modificar el flujo normal de la vagina y favorecer las infecciones vaginales (vaginitis).

Cuando se produce un prolapso vaginal y uterino pueden formarse úlceras por presión en los órganos prolapsados, que en determinadas circunstancias provocan un flujo sanguinolento.

Diagnótico

Los ginecólogos son los que establecen el diagnóstico del prolapso del útero y de la vagina. Para ello realizan una exploración mediante palpación y visión con espéculo con la que evalúan el suelo pélvico y la posición de los genitales en reposo y con presión (maniobra de Valsalva). El objetivo es determinar el alcance del prolapso del útero y de la vagina. En caso de prolapso, el útero ya se ha dado la vuelta o protruye con la presión. Adicionalmente se suele realizar una palpación rectal para esclarecer si existe prolapso de la pared vaginal posterior, y su consiguiente riesgo de rectocele.

Si se sospecha un prolapso del útero y de vagina, como métodos diagnósticos el ginecólogo también emplea, entre otros, un análisis de orina y una ecografía de la vejiga y de riñones. También puede ser necesario realizar un estudio urodinámico cuando hay incontinencia urinaria de esfuerzo asociada al prolapso genital.

Tratamiento

Existen dos modalidades de tratamiento para el prolapso del útero y de la vagina: tratamiento conservador (sin cirugía) y tratamiento quirúrgico. Los ginecólogos recomiendan tratar el prolapso en cuanto aparecen las molestias. La elección del procedimiento depende de lo avanzado que esté el prolapso. En el tratamiento también influyen factores como la edad de las pacientes, el deseo o no de tener hijos y la posibilidad de operar a las pacientes dependiendo de su estado de salud. En general, un 70% de los prolapsos uterinos y vaginales son leves y pueden tratarse mediante remedios conservadores.

Para el tratamiento del prolapso del útero y de la vagina, la cirugía solo es una opción cuando se han agotado todas las posibilidades de tratamiento conservador.

Tratamiento conservador del prolapso uterino y genital

Después de la menopausia, la falta de estrógenos en los órganos sexuales y urinarios provoca una atrofia de los tejidos pélvicos que puede desencadenar el prolapso del útero y de la vagina. Para combatirlo se puede instaurar un tratamiento con pomadas o supositorios con estrógenos (estrogenización vaginal local), que actúa sobre la atrofia vaginal.

También el correspondiente entrenamiento del suelo pélvico puede mejorar un leve prolapso del útero e impedir su progresión. Otros remedios, como los pesarios en forma de anillo o de cubo, así como tampones de espuma especiales, pueden aliviar las molestias. Los pesarios tienen forma de cuenco, anillo o arco y están hechos de porcelana, goma dura o un material similar. Se introducen en la vagina y tienen la función de sostener el útero. Es decir, los pesarios tratan los síntomas pero no cambian nada la progresión de la enfermedad.

Cirugía para el prolapso uterino y vaginal

En las formas graves del prolapso del útero y de la vagina, el tratamiento de elección es la cirugía. El objetivo de los diferentes métodos quirúrgicos es reconstruir y estabilizar las estructuras que sostienen los órganos sexuales femeninos para conseguir que la vagina y el útero vuelvan a su posición original dentro de la pelvis.

El procedimiento quirúrgico depende del órgano descendido y del alcance del prolapso. Si es posible, el cirujano realiza la operación sin abrir el bajo vientre. Desde la vagina se realiza la denominada vaginoplastia anterior y/o posterior. El médico devuelve los órganos sexuales prolapsados a su posición original y recoge la vejiga y el suelo pélvico. Si además hay incontinencia urinaria, el cirujano suele realizar la operación mediante una incisión en el bajo vientre para elevar también la vejiga urinaria.

Para las mujeres con prolapso del útero que ya no desean tener más hijos suele ayudar la extirpación del útero (histerectomía). Este tratamiento normalmente es más fiable que la vaginoplastia, que suele tener que repetirse al cabo de unos años.

Otros de los procedimientos empleados son la colposacropexia, que consiste en colocar una malla sintética en el interior de la pelvis que fijará la zona alta de la vagina al promontorio sacro y, si es necesario, elevará los músculos del ano. Esta técnica consigue además de reconducir el prolapso, reparar la incontinencia urinaria, la incontinencia fecal y mantener la función sexual, ya que la vagina queda recta y no lateralizada. La colposacropexia se puede realizar mediante incisión abdominal o a través de laparoscopia. La colposacropexia por laparoscopia permite acceder a zonas más profundas de la pelvis con menos riesgos asociados.

El principal efecto secundario de la malla es que la retracción de esta ésta con tilde en el interior de la pelvis puede ocasionar dolor al tensionar los tejidos. También la malla puede salir de la vagina, debido a la erosión del tejido, ocasionando una infección.

Otra forma de cirugía que no incluye malla es la colpoespinofijación, que utiliza suturas en lugar de mallas y se realiza por vía vaginal. La diferencia de la colpoespinofijación con respecto a la colposacropexia es que con la colpoespinofijación la vagina queda en posición lateral, lo que puede dificultar las relaciones sexuales de la mujer.

Evolución

La evolución del prolapso del útero y de la vagina depende de su causa. Si el prolapso está causado por la debilidad del tejido conjuntivo, el tratamiento no revierte la situación. Por eso, incluso después del tratamiento, sigue habiendo el riesgo de que el útero y la vagina vuelvan a descender. No obstante, las medidas preventivas, por ejemplo, el entrenamiento del suelo pélvico, reducen este riesgo.

Con el aumento de las molestias producidas por el prolapso del útero y de la vagina, algunas mujeres tienen problemas psicológicos con la evolución de la enfermedad que afecta a sus relaciones sociales y a sus relaciones de pareja. Por ejemplo, tienen que llevar una prenda para la incontinencia y temen desprender malos olores. Las molestias pueden ser tan graves que puede producirse un aislamiento social. Para evitarlo es importante que las mujeres afectadas comenten la situación con el médico y sigan un tratamiento.

Prevención

Con la alimentación adecuada, actividad física regular (por ejemplo, natación, paseos) y un correcto entrenamiento del suelo pélvico (ejercicios de Kegel), las mujeres pueden prevenir el prolapso del útero y de la vagina en algunos casos y, si ya se ha producido el prolapso, ayudar a que este mejore. Por el contrario, el sobrepeso favorece la aparición del prolapso del útero y de la vagina.

El prolapso del útero y de la vagina puede prevenirse sobre todo con el entrenamiento del suelo pélvico (ejercicio de Kegel). Las pacientes deben aprender cómo realizar estos ejercicios guiadas por un fisioterapeuta y/o una Unidad de Suelo Pélvico. El ejercicio diario, constante y regular es imprescindible para una correcta prevención.

Las mujeres también pueden prevenir el prolapso del útero y de la vagina mediante la gimnasia prenatal y la posterior gimnasia de recuperación. Y durante la menopausia, con terapia estrogénica.

Fuente

https://www.onmeda.es/enfermedades/prolapso_uterino.html