Quanah Parker

Quanah Parker
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Indio piel roja de Norteamérica
Nacimiento1847
Texas, Estados Unidos Bandera de los Estados Unidos de América
Fallecimiento22 de febrero de 1911
Oklahoma, Estados Unidos
NacionalidadEstadounidense

Quanah Parker . Indio nativo de Norteamérica. Perteneció a la nación de los Comanche.

Síntesis biográfica

Cynthia Ann Parker, madre de Quanah Parker, nació en la frontera de Texas. Fue secuestrada cuando tenía nueve años por un grupo de guerreros de la tribu comanche, que había asaltado el asentamiento de sus padres y había matado a la mayoría de los adultos. Como otros muchos niños blancos capturados, Cynthia fue adoptada por la tribu. Siendo joven, se casó con Peta Nacona, un joven guerrero que más tarde dirigiría su propio grupo. Su primer hijo nació en 1847, cuando florecía la pradera, ya que lo llamaron Quanah, que en idioma comanche significa fragante o el que huele aromáticamente.

Quanah era todavía un niño cuando un ataque de los rangers de Texas llevó la desgracia a su familia. En diciembre de 1860, una columna de cuarenta rangers y veintiún soldados de caballería asaltaron un campamento de la tribu de los Nacona, cuyo jefe era el padre de Quanah. Ese día, Quanah había ido de caza con su padre y otros hombres. Cuando regresaron a los humeantes restos de su campamento, donde estaban esparcidos por todas partes los cadáveres, encontraron a los supervivientes aterrorizados y desesperados por lo sucedido.

La madre de Quanah y también su pequeña hermana, Flor de la Pradera, habían desaparecido. Los rangers habían reconocido en Cynthia Ann a la niña blanca que había sido secuestrada por los indios hacía muchos años. La llevaron, junto con su hija, a la familia Parker, que Cynthia no había visto desde hacía veinticinco años. Los Parker las recibieron felices y se esforzaron en facilitarles el regreso a la civilización blanca. Pero ella ya no se sentía blanca y tampoco se consideraba texana. Ella era una naduah, una mujer comanche, que había sido alejada violentamente de su marido, de sus dos hijos y de su pueblo. Después de un intento fracasado por escaparse, los insensibles familiares la encerraron y la vigilaron. Cuando su pequeña hija murió a causa de una enfermedad, la doliente Cynthia no vio ningún sentido a su vida. Años más tarde, Quanah averiguaría que su madre se había negado a comer y, como consecuencia, había muerto.

Su padre murió poco tiempo después de aquel ataque de los rangers a causa de una herida infectada. Después, su hermano Pecos sucumbió a una enfermedad; con lo que, en un breve espacio de tiempo, el chico había perdido a toda su familia y dependía del apoyo de sus compañeros de tribu. Quanah era todavía un adolescente cuando abandonó la tribu de los nacona y se unió a los orgullosos e independientes kwahadis, una tribu especialmente guerrera, que vivía en Llano Estacado, una zona desierta al norte de Texas. Eran llamados kwahadis, sombra en la espalda, porque cuando cabalgaban llevaban sombrillas hechas de piel de búfalo.

Lucha contra la invasión

En 1867 el gobierno americano envió emisarios que debían cerrar la paz con las tribus de la gran pradera, los kwahadis se mantuvieron alejados de todo aquello. En el Medicine Lodge en Kansas, la mayoría de los jefes de los comanches y de los kiowas se declararon dispuestos a irse a una reserva en el entonces territorio indio de lo que sería más tarde el estado de Oklahoma; sin embargo, los kwahadis se negaron a participar en las conversaciones de paz. Por aquellas fechas, Quanah apenas tenía veinte años y era fiel a su nueva tribu, por lo que expresó:

"Mi gente no vivirá en una reserva. Los jefes blancos deben saber que los kwahadis son guerreros. Solamente nos entregaremos si los casacas azules nos sacan a latigazos de nuestro territorio".

Varios miles de comanches y kiowas se fueron a la nueva reserva, pero pronto lo lamentarían. Estaban acostumbrados a moverse libremente y la vida en la reserva era limitada para ellos. Nunca había suficiente para comer y los hombres no querían ser convertidos en campesinos a la fuerza por el gobierno. En pocos meses, desaparecieron más y más indios descontentos de la reserva. Durante los duros meses de invierno, aceptaron gustosos el reparto oficial de comestibles; sin embargo, cuando se aproximaba el verano, cabalgaron de nuevo por la llanura, la Gran Llanura, para cazar búfalos.

Algunos grupos de las tribus jamás se fueron a la agencia de la reserva de Fort Sill. Iban de un lado a otro, como les parecía, sin preocuparse de los límites de la reserva, y seguían cazando y atacando a sus enemigos como antes. El gobierno se dio cuenta pronto de que solamente por la fuerza podrían mantener a los indios en el territorio de la reserva. Los colonos y emigrantes tienen que ser protegidos, dijo el general de Estados Unidos, Ulysses Simpson Gran. Incluso aunque haya que exterminar a cada una de las tribus indias para conseguirlo. Grant dio la orden para localizar a cualquier grupo de indios hostiles y arrinconarles con el fin de cortar, de una vez por todas, los ataques indios.

Comienzo de la guerra

Los kwahadis formaban el grupo más numeroso de las bandas hostiles y aceptaban gustosamente en sus filas a todos los jóvenes guerreros descontentos que querían unirse a ellos. Orgullosos, daban a conocer por todas partes que jamás habían firmado un acuerdo con nadie. Jamás habían puesto un solo pie en la reserva. Los blancos les echaban la culpa de los ininterrumpidos ataques a los asentamientos de la frontera. A principio del año 1960 del siglo XIX, los kwahadis llevaron a cabo una guerra de guerrillas contra las tropas de caballería, bajo el mando de Ranald Mackenzie, un joven coronel sin escrúpulos que había perdido un dedo en la guerra civil. Los indios lo llamaban Tres Dedos.

La fama de Quanah creció durante esos años años. Luchó al lado de Oso Cornudo, jefe supremo de los kwahadis, y, como demostró excelente capacidad de análisis y valor, pronto se convirtió en jefe de su propio grupo. Pronto Mackenzie conocería al alto, musculoso joven guerrero, que dirigía tantos ataques por sorpresa contra sus soldados. Mientras los soldados de caballería de Mackenzie peinaban Llano Estacado en busca de bandas indias enemigas, pasaron a convertirse de cazadores en cazados. Se encontraban en un territorio desconocido, sin mapas, a la caza de un enemigo que aparecía tan rápidamente como desaparecía de nuevo, como el viento en la pradera.

Quanah y sus guerreros no se quedaban tiempo suficiente en el mismo lugar para que pudiera producirse una batalla decisiva. Seguían a los soldados de caballería como sombras y atacaban de repente, descendían por una pared rocosa, se arremolinaban alrededor de los sorprendidos soldados y desaparecían después en el mar de hierba. A veces, los kwahadis atacaban también a la luz de la luna, metían ruido con cencerros y hacían ondear cintas de cuero mientras cabalgaban por el campamento militar y espantaban a los caballos. Los soldados mantenían constantemente guardia, peinaban los llanos y obligaban a Quanah a seguir huyendo, pero no conseguían vencerlo.

Todos los indios estaban indignados por la matanza de búfalos, independientemente de si vivían dentro o fuera de la reserva. Sabían que el final de los búfalos sería también el ocaso de su forma tradicional de vida. De todas partes, vinieron a reunirse los furiosos guerreros en la llanura meridional, declarándoles la guerra a los cazadores blancos. Comanches de todas las tribus fueron apoyados en el consejo de guerra por los kiowas, los cheyennes y los arapahos. Tomaron la resolución de atacar, a la principal colonia de cazadores en Adobe Walls, un antiguo puesto comercial al norte de Texas. Oso Comudo, el jefe supremo de los kwahadis, había enfermado de neumonía y estaba muriéndose. Quanah ocupó su puesto.

Los guerreros lo eligieron como jefe de su gran ataque a Adobe Walls. Poco antes del amanecer del 27 de junio de 1874, los indios atacaron. Quanah condujo ese día varias veces a los indios en el ataque contra el puesto, pero eran rechazados, una y otra vez, por salvas de fuego de los fusiles. En uno de los ataques, fue alcanzado mortalmente el [[caballo[[ que montaba. Cuando corrió a cubrirse, una bala le abrió la espalda. Se salvó agachándose detrás de un búfalo muerto y quedándose allí hasta que uno de sus comanches lo aupó a la grupa de su caballo.

Después de la derrota de Adobe Walls, los indios dieron libertad a su furia. Pequeños grupos de guerreros recorrían la pradera quemando asentamientos y matando a cazadores de búfalos. Todo el territorio, desde Texas a Colorado, se convirtió en una sangrienta revuelta. Asustado por el salvaje levantamiento, el Gobernador dio un ultimátum: Todos los indios tenían que presentarse en la reserva o serían declarados enemigos y perseguidos sin piedad. El ejército en Texas había solicitado refuerzos. Fueron enviadas cinco columnas de caballería en total, tres mil hombres muy bien armados para perseguir a las bandas enemigas y empujarlas de nuevo hacia Fort Sill.

Los rebeldes kwahadis de Quanah seguían teniendo su campamento en Llano Estacado, donde, hasta entonces, siempre habían conseguido defender su libertad. Se convirtieron en el núcleo duro de la resistencia india.

Entre los fugitivos, no solamente había guerreros. Llevaban a sus familias consigo y se veían obligados a continuar caminando sin cesar con niños, bebés, ancianos y heridos. No tenían tiempo para cazar o remendar sus andrajosos vestidos o las paredes de sus tiendas, no les quedaba tiempo alguno para descansar.

Siempre que los soldados encontraban un campamento de indios, les hacían huir, quemaban sus tipis, su ropa de cuero, sus flechas y alimentos, agujereaban el fondo de los calderos, reunían los caballos y las mulas y los mataban a tiros. Cuando terminó el verano, muchos indios rebeldes se abrieron paso, poco a poco, hasta Fort Sill y se entregaron. Otros todavía aguantaron los durísimos fríos del invierno de 1874 hasta que, finalmente, se entregaron. Robada su autoestima, hambrientos y temblando de frío, aparecieron en Fort Sill y limosnearon comida. Sin embargo, Quanah y su tribu no se rendían.

En ese invierno, Quanah y sus guerreros se enfrentaron en dos docenas de pequeñas escaramuzas con los soldados de caballería. Habían gastado casi todas sus provisiones, tenían que levantar todos los días el campamento y cambiarlo de lugar. Durante todo el invierno, vivieron solamente de frutos secos, gusanos y ratones. En abril, los emisarios del gobierno visitaron a Quanah y le presentaron su ultimátum: En caso de que los kwahadis se entregaran, no serían castigados. En caso contrario, ninguno de ellos sobreviviría al verano. Quanah reconoció que continuar luchando contra los blancos significaría un suicidio para su pueblo. Reunió a sus kwahadis y los condujo el 2 de junio de 1875 a Fort Sill. Fueron los últimos indios que vivieron en libertad en la pradera meridional.

Cuando se entregó en Fort Sill, tenía claro que había que dejar atrás el pasado. El pueblo comanche había sido vencido, lo habían diezmado tan fuertemente los decenios de luchas y enfermedades que, entre tanto, vivían menos de dos mil comanches en la reserva. Su única posibilidad de supervivencia estaba en el trabajo conjunto con los blancos. Quanah había sido un importante jefe de guerra; sin embargo, a partir de ahora y para el resto de su vida, lucharía a favor de la paz.

Después de la guerra

Luego de que los comanches sellaran la paz con los colonos blancos, Quanah realizó un viaje por un asunto muy personal. Siempre había querido conocer a la familia de su madre, en Texas. Recibió un pasaporte que le permitía abandonar la reserva y una carta de los agentes de la reserva, que ponía: Este joven es el hijo de Cynthia Ann Parker y desea visitar a la familia de su madre. Por favor, enséñenle el camino y ayúdenle en lo que puedan.

Quanah cabalgó solo en el mundo de los blancos y encontró al tío de su madre, Silas Parker, al este de Texas. La familia Parker lo acogió cordialmente y lo trató como a uno más de los suyos. Se quedó varias semanas, mejoró sus conocimientos de inglés, aprendió algo sobre los métodos de cultivo de los granjeros y durmió en la cama de su madre. Cuando regresó a la reserva, se dedicó con todas sus fuerzas a los asuntos de su tribu.

Demostró ser un jefe de paz capaz y enérgico. Viajó con frecuencia a Washington, donde estrechaba la mano del presidente, se reunía con los congresistas y hablaba con los comisionados para Asuntos Indios sobre cuestiones relacionadas con los comanches. Fue nombrado juez de paz de su territorio y presidió un tribunal, compuesto por tres hombres, sobre violaciones de derechos humanos.

Actuó como ayudante de sheriff en Lawton, Oklahoma, cerca de Fort Sill, donde también era presidente de la Comisión Escolar. No sólo tuvo éxito como político, sino también como astuto hombre de negocios. Consiguió, con ganaderos texanos, favorables contratos de alquiler, por los que se les permitía el derecho de pasto en el territorio de los comanches y ellos, por su parte, le aconsejaban en asuntos financieros. Pronto se convirtió en un acomodado granjero. El acaudalado vaquero texano Burt Bumett hizo construir para él una casa con doce habitaciones, que pronto sería conocida como la Casa Blanca de los comanches. Quanah era el indio más rico de América.

En 1901 viajó a Washington para participar en el desfile que tuvo lugar con motivo de la victoria electoral del presidente Franklin Delano Roosevelt. Cuando Roosevelt fue a Texas, cinco años más tarde, insistió en visitar a su viejo amigo Quanah Parker y los dos hombres fueron juntos de caza. Algunos comanches acusaban a Quanah de haberse vendido a los ganaderos y de haberse convertido en un barato portavoz de los funcionarios blancos, que, en realidad, eran los que tenían la última palabra en la reserva. A pesar de esas acusaciones, Quanah seguía siendo muy querido en su tribu. La mayoría de los comanches lo respetaban porque había representado sus intereses en un tiempo en el que la tribu había estado totalmente indefensa, ya que, a pesar de que oficialmente Quanah ostentaba el título de jefe supremo de los comanches, tenía poco poder.

Últimos días

La última lucha en la vida de Quanah tuvo lugar durante los años noventa del siglo XIX en las salas del Congreso en Washington, cuando luchó por el exacto mantenimiento de la reserva en la que él no había querido poner el pie. Entre tanto, solamente quedaban unos 1.200 comanches. Muchos de ellos estaban en contra de los planes del gobierno. Quanah viajó en dos ocasiones a Washington para luchar en el congreso por el mantenimiento intacto de la reserva. Cuando se dio cuenta de que su causa estaba perdida y la reserva iba a ser repartida, cambió su táctica e intentó sacar de las negociaciones lo mejor para su pueblo .

Durante su tiempo como jefe indio internado en la reserva, Quanah había aprendido a moverse en el mundo de los blancos. Vivía en una magnífica casa y, en torno a la gran mesa de su comedor, agasajaba a muchos invitados. En sus viajes a Washington, cambiaba sus vestidos de ante propios de un comanche por traje y corbata. Pero siempre tenía en cuenta las tradiciones de la tribu y se mantuvo fiel a las convicciones de su juventud.

El 22 de febrero de 1911 murió de neumonía, el jefe espiritual de su tribu estaba junto a su cama y agitaba sus manos como alas de águila para que un águila acompañara al espíritu del jefe hasta el Gran Espíritu en el eterno territorio de caza de los comanches. La comitiva del entierro carros y calesas de todos los tamaños, se alargaba casi dos millas sobre la polvorienta carretera hasta el cementerio de la reserva. Quanah fue enterrado con su traje completo de jefe comanche, junto a su madre Cynthia Ann y su hermana Flor de la Pradera.

Fuentes