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==Síntesis Biográfica==
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Ramón Blanco y Erenas, marqués de Peña Plata, natural de San Sebastián y miembro del Arma de Infanteria, tuvo una dilatada hoja de servicios en las colonias y en las guerras carlistas. Llegó al Caribe por vez primera en [[1858]]; de [[Cuba]] pasó a [[Santo Domingo]] en [[1861]] y regresó a la Península unos años hasta que fue enviado nuevamente a Ultramar, a las Filipinas entre 1866-1871.
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*[http://www.arnac.cu/index.php/investigaciones/decreto-de-ramon-blanco-de-10-de-abril-de-1898/846.html arnac]
 
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Revisión del 17:02 24 nov 2012

Ramón
Información sobre la plantilla
Ramon Blanco y Erenas.jpg
NombreRamón Blanco y Erenas
Nacimiento1833
San Sebastián
Fallecimiento1906
Madrid, Bandera de España España

Ramón Blanco y Erenas. Militar español. En 1861 tomó parte en la campaña de Santo Domingo; estuvo más tarde en Filipinas y regresó posteriormente a la Península. Tuvo una participación muy destacada en la tercera guerra carlista. Fue capitán general en Filipinas, donde reaccionó enérgicamente contra la sublevación tagala, antes de ser destituido por Polavieja. Cuando las Cortes aprobaron el decreto de autonomía para Cuba, Blanco fue designado capitán general de aquella isla y adoptó una postura conciliatoria frente a los insurrectos.

Síntesis biográfica

Marqués de Peña Plata, natural de San Sebastián y miembro del Arma de Infanteria, tuvo una dilatada hoja de servicios en las colonias y en las guerras carlistas. Llegó al Caribe por vez primera en 1858; de Cuba pasó a Santo Domingo en 1861 y regresó a la Península unos años hasta que fue enviado nuevamente a Ultramar, a las Filipinas entre 1866-1871.

Trayectoria Militar

Participó en la guerra carlista en los frentes vasco, navarro y catalán y en ella ascendió a brigadier; era capitán general de Navarra cuando tomó parte en la ofensiva de 1876 en el Valle del Baztán y obtuvo el marquesado de Peña Plata.

Enviado a Cuba como capitán general en abril de 1879, se enfrentó a la Guerra Chiquita, ahora con éxito. Volvió a España en noviembre de 1881 y fue capitán general de Cataluña, ya lo había sido antes de ir a Cuba y Extremadura.

En 1893 el gobierno de Cánovas lo envió a Filipinas y permaneció en el archipiélago hasta 1896, en la que la oposición de los intransiguentes especialmente el arzobispo y las órdenes religiosas, presionó a Madrid acusándole de ser excesivamente contemporanizador con los independentistas. En octubre de 1897 Sagasta creyó poder utilizar su experiencia y sus dotes pacificadoras para llevar adelante su tardío plan de autonomía cubana; sustituyó en la Capitanía de Cuba a Weyler y hubo de enfrentarse a la guerra contra los Estados Unidos y a la capitulación.

Decreto de Ramón Blanco de 10 de abril de 1898

En los meses iniciales de 1898 el régimen de dominación español en la Isla se encontraba en una situación crítica, desde finales del año anterior el general español y gobernador general de la Isla Ramón Blanco y Erenas, quien había sustituido a Valeriano Weyler, describía con dramáticos y sombríos tintes la situación: “La administración se hallaba en el último grado de perturbación y desorden; el ejército, agotado y anémico poblando los hospitales, sin fuerzas para combatir ni apenas sostener sus armas (…)”

Por otra parte, cada vez más se rechazaba dentro de la Península el envío de jóvenes inocentes a la Isla, numerosas manifestaciones de madres se sucedían por las más céntricas calles españolas pidiendo que sus hijos no fueran enviados a morir de enfermedades y heridas de guerra a Cuba.

En medio de esa situación, y como un intento desesperado de la corona para no perder la más preciada joya de su antiguo mundo colonial, se decretó la Autonomía para Cuba, la que debería hacerse efectiva a partir del 1 de enero de 1898. Para muchos resultaba una fórmula carente de total significación o viabilidad, así lo sintieron los cubanos, que lejos de disminuir el apoyo al independentismo lo aumentaron como la única vía posible después de tantos años de sacrificios y del evidente agotamiento de las fuerzas españolas.

Si bien el año de 1897 había sido terrible para las fuerzas cubanas, pues el sostén que le proporcionaba la población se había visto disminuido por la política de reconcentración llevada a cabo por Weyler, la ingeniosidad del cubano y su capacidad para resistir y adoptar variantes de sustento, habían permitido superar los difíciles momentos.

A lo anterior habría que añadir algunos de los decretos firmados por Blanco, tendentes a disminuir los efectos de dicha política de reconcentración cuando autorizó el progresivo regreso de parte de la población reconcentrada a sus lugares de origen, ello en un período quizás no muy prolongado permitiría a las fuerzas insurrectas volver a disponer de un apoyo seguro. En cuanto a Estados Unidos, desde junio de 1897 intensificó su ofensiva diplomática presionando a España para que asumiera una posición definitiva respecto a Cuba que modificara el status que hasta ese momento había tenido. Creyendo España que la autonomía funcionaría, tampoco aceptó las ofertas de compra realizadas por el vecino norteño.

Convencido Estados Unidos de la inoperancia de la autonomía, jugó una doble estrategia: si bien por una parte ignoró las estructuras políticas de la revolución cubana, intentó conseguir, a toda costa, el apoyo de los principales líderes del Ejército Libertador a la ofensiva militar que se proponía lanzar sobre la Isla. Se trataba así de aparecer como aliados de las fuerzas independentistas sin contraer oficialmente ningún tipo de compromiso con el movimiento revolucionario.

En enero entraba en La Habana el acorazado norteamericano Maine, con el pretexto de una visita amistosa, el 15 de febrero explotaba en las aguas de la bahía, brindando al gobierno el ansiado pretexto que justificara la entrada en un conflicto que prácticamente ya estaba perdido para España.

Después de este hecho los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente con un claro rumbo hacia la guerra, en un clima de densa atmósfera belicista fomentado por la prensa amarilla norteamericana, una vez más Estados Unidos presionó para una venta o la firma de un armisticio con el arbitraje norteamericano que también fue rechazado por España. El 10 de abril de 1898 Ramón Blanco firmaba un decreto suspendiendo las hostilidades en la guerra que se desarrollaba en la Isla.

Este acto unilateral de España que tendía al apaciguamiento de las hostilidades y estimulado por el Papa y los representantes de algunas de las potencias europeas, fue rechazado por los cubanos quienes continuaron su lucha, convencidos de que la aceptación de ese decreto era un escamoteo a los objetivos básicos de los patriotas en armas.

Sin dudas, la actuación española era reflejo de su situación desesperada y una forma de ganar tiempo ante las presiones norteamericanas que amenazaban una inminente intervención, a lo que se unía la negativa de los cubanos a aceptar el régimen autonómico.

El no reconocimiento del decreto firmado por Blanco el 10 abril, precipitaron las acciones de Estados Unidos, que ya al siguiente día, encabezado por William McKinley solicitó los poderes necesarios para intervenir en el conflicto cubano y pacificar la Isla, hecho que se concretó poco tiempo después.

Muerte

Murió en Madrid en 1906.

Fuentes