René Clair

René Clair
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Actor, Director de cine francés
NombreRené Lucien Chomette
Nacimiento11 de noviembre de 1898
París,Bandera de Francia Francia
Fallecimiento15 de marzo de 1981 (82 años)
Francia, Bandera de Francia Francia

René Lucien Chomette. Nació en París, 1898 - 1981. Director de cine francés. Nacido en el seno de una familia de comerciantes, a la edad de siete años comenzó ya a escribir pequeñas obras de teatro y poemas, afición que poco tiempo después le llevaría a colaborar en diversas revistas juveniles antes de dedicarse por completo al periodismo. Aunque se dedicó a una mayor rango de materiales hacia fines de su carrera, siempre será recordado como el primer gran director francés de comedias. Es muy conocida su sátira sobre la sociedad francesa PARIS DUERME (1924), una fantasía de ciencia ficción en la cual un científico inventa un rayo que paraliza a la capital francesa..

Síntesis biográfica

Al estallar la Primera Guerra Mundial se presentó voluntario para servicios militar en el frente de batalla, y los horrores que allí vivió le hicieron caer en una intensa crisis personal. Tras pasar una temporada de reposo en un convento de Bélgica volvió a su ciudad natal y, como mera diversión ajena a sus ocupaciones de periodista, escribió canciones para Damia, una conocida intérprete de cabaret y que tanteaba en aquel momento sus posibilidades como actriz cinematográfica. Por mediación de ella, René Clair pudo iniciarse como actor y conocer la industria y el oficio desde dentro antes de dar el salto a lo que verdaderamente le interesaba: la dirección.

Carrera artística

Su debut tras las cámaras, posible gracias a la confianza puesta en sus posibilidades por el conocido productor Henri Diamant-Berger, se produjo por la puerta grande con París dormido (1923), una deliciosa mezcla de humor y fantasía realizada con poco dinero. Esta película, que describe el caos de la capital francesa al quedarse dormidos sus habitantes como consecuencia de un rayo que emite un científico loco, dejó sentado bien a las claras el registro principal por dónde iba a moverse Clair a lo largo de su trayectoria: la fusión entre sueño y realidad, lo trascendente y lo cotidiano.

Decidido a situarse en la industria cinematográfica como director, rodará entonces varios títulos próximos al ideario estético de las vanguardias (como [[[El fantasma del Moulin Rouge]], 1924, o El viaje imaginario, 1925) hasta desembocar en el vodevil con su film mudo de mayor éxito: Un sombrero de paja de Italia (1927). Ambientado en la Belle Époque de finales del siglo XIX, se acercaba en muchas ocasiones a la comedia slapstick de Buster Keaton, Mack Sennett o Harry Langdon, por la que René Clair manifestó siempre tanta admiración, aunque algo suavizado en el tono para acercarla a registros humorísticos más románticos.

La Tour (1928), un cortometraje documental en el que describía la construcción de la Torre Eiffel, vino a señalar su despedida del cine mudo, del cual se erigió pronto en uno de sus principales defensores frente a la llegada del sonoro tal y como también haría en Estados Unidos Charles Chaplin. Pero tras apenas un año observando las posibilidades que ofrecía el nuevo medio, se decidió a dar el paso definitivo rodando Bajo los techos de París (1930), que lo destacó como uno de los máximos talentos del cine mundial. Si algo caracterizará el cine de René Clair a partir de la llegada del sonoro, aunque esté presente también en varios de sus filmes anteriores, va a ser la alegría de vivir, incluso en las peores condiciones y tras sufrir dolorosas tragedias.

Los ambientes turbios o sórdidos darán cobijo a vagabundos bohemios o parejas sin dinero que muestran sin tapujos su felicidad sentimental, madres solteras que intentan sobrevivir con esfuerzo aunque sin perder la esperanza o músicos ambulantes que viven en modestas buhardillas, hasta configurar un universo próximo al realismo poético donde la reconstrucción de calles y edificios enteros en los estudios jugaría un papel determinante. A ello hay que añadirle una extremada habilidad para efectuar una sátira social capaz de moverse en unos límites aceptables para un público económicamente acomodado y divertidos para los espectadores más populares.

El millón, ¡Viva la libertad! (ambas de 1931) o 14 de julio (1932) contribuirían en ese sentido a su asentamiento en el Olimpo de los cineastas mundiales, por su ingeniosa maestría en el ámbito de la comedia y al mismo tiempo su capacidad para acercarse a la provocación vanguardista y a interpretaciones un tanto sesgadas del anarquismo, mediante tramas argumentales que exponían la necesidad de abolir el trabajo y el dinero como mecanismo de intercambio económico o la defensa de actitudes extravagantes.

El millón y ¡Viva la libertad! son farsas sobre los aspectos grotescos de la burguesía concebidas como comedias musicales; cada secuencia tiene en ellas una armonía musical interna que se visualiza mediante la rítmica alternancia de planos largos y cortos. El movimiento es esencial, y así no falta por tanto la tradicional secuencia de la persecución, que vemos en El millón, cuando todos corren por las calles de París para recuperar la chaqueta que contiene un billete de lotería premiado, del mismo modo que en ¡Viva la libertad!, cuando los más variados personajes se lanzan a coger el dinero que, como llovido del cielo, cae de la maleta del millonario fabricante de tocadiscos. Con elementos claramente futuristas, radicados especialmente en la escenografía -gran aportación de Lazare Meerson-, Clair plantea aquí la máxima burguesa de que el dinero no da la felicidad, con una crítica a la sociedad industrial y al trabajo en cadena, que retoma Charles Chaplin, cinco años más tarde, en Tiempos modernos.

En 1940, temeroso del ambiente que se respiraba en Europa con el ascenso al poder de regímenes totalitarios como los de Hitler, Mussolini o Franco, emprendería viaje con destino a Hollywood] para acabar siendo contratado por Universal. A La llama de Nueva Orleans (1941), una película muy influida por el estilo personal de Frank Capra, le seguiría Me casé con una bruja (1942), donde logró retornar a uno de sus lugares predilectos: la fusión de realidad con fantasía.

Sin embargo, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, y aunque su posición dentro de la industria norteamericana estaba consolidada, decidió regresar a Francia y poner en marcha un proyecto muy personal: El silencio es oro (1947), film satírico que aspiraba a homenajear la magia perdida de los pioneros cinematográficos y los encantos de una ciudad como París a la que tanto debía.

Sin embargo, dicho retorno contribuiría tan sólo a perjudicar su antigua posición de privilegio: lejos de los Estados Unidos, donde infinidad de colegas europeos estaban triunfando, y con una industria europea sumergida en una profunda crisis, cada vez encontró más dificultades para poner en marcha sus películas y que éstas se comercializaran en las debidas condiciones. Por eso mismo, las décadas de los cincuenta y los sesenta asistieron a una prolongada agonía creativa de quien durante tantos años había sido punta de lanza del cine europeo.

La extensa trayectoria cinematográfica de René Clair, iniciada en pleno período mudo y cuyo fin a mediados de los años sesenta coincidió con el estallido de movimientos rupturistas como la “Nouvelle vague”, ha gozado históricamente de una elevada estimación artística. Sin embargo, en los tiempos actuales su nombre comienza a quedar sepultado bajo el olvido y sus películas apenas se difunden debido quizás al hecho de que a lo largo de su carrera mantuvo un difícil compromiso en defensa de un cine a caballo entre las propuestas más radicales de vanguardia y la búsqueda de amplios sectores del público popular, no gozando ahora por tanto de la consideración de autor incontestable para ciertos intelectuales ni tampoco de la fama eterna que otorga el haber trabajado con míticas estrellas del celuloide moldeadas por sus manos.

El relativo éxito comercial de este film no logró sin embargo que su realizador abandonara el periodismo, aunque comenzaría a volcarse en las secciones culturales y en la puesta en marcha de un suplemento cinematográfico donde escribió varios artículos teóricos de calado recogidos años más tarde en un libro emblemático.

Pero el veneno de la dirección cinematográfica seguiría tentándole y la insistencia del pintor y poeta vanguardista Picabia hizo el resto: surge así el cortometraje Entreacto (1924), complemento visual a un espectáculo de ballet que suscitará auténtica fascinación por su rítmica puesta en escena y por el torrencial juego de imágenes coreográficas que tanta influencia tendría años más tarde en Busby Berkeley. Pero su estilo nada académico, el escándalo que provocó en sus financiadores -alarmados por planos que consideraban de mal gusto-, y la participación de ilustres personalidades de la vanguardia como Man Ray o Marcel Duchamp condenaron la película a un cierto ostracismo en sus exhibiciones públicas. Este cineasta que durante diez años estuvo entre los "grandes", se considerará siempre un iniciador.

Con Un sombrero de paja de Italia inauguró en el cine la moda 1900 que todavía persiste; con Bajo los techos de París se anticipa al contrapunto visual definido por Eisenstein , Aleksandrov y Pudovkin y produce un modelo de no-coincidencia del sonido y de la imagen y un modelo de cine intimista-populista que se desarrollará en Alemania Japón y reaparece incluso en el neorrealismo con El fantasma va al oeste (The Ghost Goes West) practica un humor inglés antes de que lo haga el propio cine inglés; con Las maniobras del amor utiliza un color trabajado en continuidad en lugar de abandonarlo a los riesgos del montaje.

Desempeño artístico

Su primer filme, "Paris qui dort" (1923) fue muy rico en hallazgos visuales a pesar de las innumerables dificultades que tuvo para realizarlo. Pero es "Entreacto" (1924) donde logrará imágenes y situaciones de gran valor estético. En 1924 creó "Le fantòme du Moulin Rouge"; en 1925 "Le voyage imaginaré" y en 1927 "Un sombrero de paja de Italia", inspirada en la célebre comedia musical de Taviche "Les deux timidez" fue el filme más psicológico, aunque conservando las características de su ritmo. En 1930 realizó su primer film sonoro "Bajo los techos de París"; en 1931 "El millón" y "Viva la libertad", película en la que Charlie Chaplin se inspiró para realizar "Tiempos modernos" y en 1932, "14 de julio". Le Millón (1931), quizá su más perfecta y simétrica cinematográfica;, plástica y lírica, que recuerda a Tiempos modernos, de Chaplin; Quatorze juillet (1933), que vuelve a tocar los viejos temas familiares y parisinos; y Le dernier milliardaire (1935), cuyo fracaso comercial lo lleva a Inglaterra.

En 1935 dirigió en Gran Bretaña su primer largometraje en inglés "El fantasma va al oeste". Aquí triunfa con The Ghost Goes West (El fantasma va al Oeste, 1938) y fracasa con Break the News (1938). Reclamado por Hollywood, logra indiscutibles aciertos con The Flame of New Orleans (La llama de Nueva Orleáns, 1941), I Married Witch (Me casé con una bruja, 1942) y It Happened Tomorrow (Sucedió mañana, 1944). De retorno a Francia tras la liberación colabora en la resurrección del cine galo con El silencio es oro (1946), La belleza del diablo (1946), nuevo Fausto que plantea el pavoroso problema del mundo abocado a una destrucción atómica, Mujeres soñadas (1952), la nostálgica Grandes maniobras (1955) y la cálida y humana Puerta de las lilas (1957).Es autor de dos novelas (Adams, 1926; La princesa de China, 1951) y de varias obras sobre el cine. Fue elegido miembro de la Academia Francesa en 1960.

En 1949 presenta "La belleza del diablo". En 1952 "Mujeres soñadas"; en 1955 "Las maniobras del amor"; en 1957 "Puertos de las lilas"; en 1965 "[[[Fiestas galantes]]". En 1960 fue el primer cineasta miembro de la Academia francesa. También escribió "Reflexiones sobre el cine", en 1953.

Filmografía

Guionista

Director

Productor

Actor

Banda sonora

Ayudante de dirección

Editor

Fuente