República de Weimar

Weimarer Republik
República de Weimar
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1919–1933

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Bandera Escudo
Bandera Escudo
Capital Berlin
Idioma oficial Alemán
Gobierno República semipresidencialista
Reichspräsident
 • 1919-1925 Friedrich Ebert
 • 1925-1934 Paul von Hindenburg
Historia
 • Proclamación 1919
 • Disolución 1933
Superficie
 • 1925 468,787 km2

República de Weimar (en alemán: Weimarer Republik). Fue el régimen político y el periodo histórico que tuvo lugar en Alemania tras su derrota al término de la Primera Guerra Mundial y se extendió entre los años 1919 y 1933. El nombre de República de Weimar es un término aplicado por la historiografía posterior, puesto que el país conservó su nombre de Deutsches Reich ('Imperio Alemán'). La denominación procede de la ciudad homónima, Weimar, donde se reunió la Asamblea Nacional constituyente y se proclamó la nueva constitución, que fue aprobada el 31 de julio y entró en vigor el 11 de agosto de 1919.

En 1933, la República de Weimar concluye, ya que, si bien la constitución de 1919 no fue revocada hasta el término de la Segunda Guerra Mundial, el triunfo de Adolf Hitler y as reformas llevadas a cabo por los nacionalsocialistas (Gleichschaltung) la invalidaron mucho antes, instaurando una dictadura totalitaria, el llamado Tercer Reich.

Historia

Caída del Imperio alemán

En los últimos meses de la Primera Guerra Mundial, Alemania se encontraba al borde del colapso militar y económico. Ante la ofensiva final de los Aliados, el 14 de agosto de 1918, el Alto Mando alemán se reunió en su cuartel general de Spa y reconoció la inutilidad de seguir la guerra. No quería que los aliados pudieran descubrir el estado real de sus fuerzas, y menos aún verse en la imposibilidad de detener su avance.

El 27 de septiembre, los mariscales Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff pidieron al gobierno imperial el armisticio inmediato sobre la base de los famosos 14 puntos de Wilson. Los políticos comprendieron de inmediato que la guerra estaba perdida y que los militares habían intentado ocultarlo. En pocos días se organizó un nuevo gobierno parlamentario, y el recién nombrado canciller, el príncipe Maximilian von Baden, conocido liberal y pacifista, procedió a negociar la paz. Woodrow Wilson, de espaldas a sus aliados, exigía ante todo la transformación de las instituciones políticas y militares del Reich. El ejército se opuso, y Ludendorff dimitió de manera estrepitosa, alimentando el mito de la «traición» de los civiles para ganarse a la opinión pública. Por su parte, los socialistas instalados en el poder esperaban la abdicación del Kaiser Guillermo II de Alemania para hacerse con el control, si bien sus líderes hicieron esfuerzos desesperados para conservar la forma imperial del Estado. La situación se vio entonces súbitamente interrumpida por los sucesos de Kiel.

Sucesos de Kiel o Revolución de Noviembre

Véase también Revolución de Noviembre

El Kaiser alemán, Guillermo II de Alemania, último de los emperadores alemanes

Mientras que las tropas y la población, agotadas y desesperanzadas, esperaban el armisticio, en la ciudad de Kiel, el Alto Mando de la Marina (Marineleitung) al mando del almirante Reinhard Scheer quería cruzar el fuego por última vez con la Royal Navy, por lo que anunció a la Flota de Alta Mar (Hochseeflotte) de la Marina Imperial que debía zarpar. Los preparativos para hacerse a la mar causaron enseguida un motín en Wilhelmshaven, donde la flota alemana había echado el ancla en espera del ataque. Los marineros amotinados se negaban a entablar una batalla nada más que por el honor. El Alto Mando de la Marina decidió suspender el ataque y ordenó el retorno a Kiel para procesar a los amotinados en una corte marcial. Los marineros restantes querían evitar el proceso, porque los amotinados también habían actuado en su interés. Una delegación sindical solicitó su liberación, pero fue rechazada por el Alto Mando de la Marina. Al día siguiente, la casa sindical fue cerrada, y el 3 de noviembre las concentraciones de protesta fueron reprimidas a tiro limpio, causando la muerte de nueve personas. Cuando un marino respondió al fuego y mató a un oficial, la manifestación se convirtió en revuelta general.

La mañana del 4 de noviembre, los marineros eligieron un consejo de soldados, desarmaron a sus oficiales, ocuparon los barcos, liberaron a los presos amotinados y tomaron el control de la base naval de Kiel. A los marineros se unieron trabajadores civiles, en especial los metalúrgicos. Tras fundirse en un “Consejo de soldados y obreros”, similar a un Soviet, asaltaron los cuarteles y se apoderaron de la ciudad al son de La Internacional, reivindicando la mejora de la alimentación, el abandono del proyecto de ofensiva de la flota, la liberación de los detenidos, el sufragio universal y la abdicación del Emperador. Por la tarde se les unieron soldados del ejército que el comando local había hecho traer para sofocar la revuelta. De este modo Kiel estaba firmemente en manos de 40.000 marineros, soldados y trabajadores insurrectos. La noche del 4 de noviembre, el diputado del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) Gustav Noske llegó a Kiel en representación de la dirección del SPD, para controlar la revuelta y evitar una revolución. El consejo de la ciudad creía estar de parte del nuevo gobierno y contar con su apoyo. Por esto nombró a Noske “gobernador” esa misma noche y éste efectivamente terminó la revolución en Kiel al día siguiente.

Entretanto, el motín de Kiel había encendido la revolución en el resto de Alemania. Los cuarteles se levantaron contra la oficialidad y los mandos fueron relevados de sus funciones. Las huelgas de solidaridad extendieron la insurrección de la costa a las ciudades, y de las ciudades al interior. En Brunswick los marinos recién llegados se unieron a los obreros, obligaron al Gran Duque a abdicar y proclamaron la República Socialista de Brunswick. El proceso de huelga, motín, asalto a las cárceles y proclamación de consejos de obreros y soldados se repitió en todas las ciudades del país. Pero, a diferencia de los soviets rusos, estos Ratebewegungen emanaban más de la voluntad de los soldados que de la de los trabajadores. El 6 de noviembre, sabiendo que Guillermo II no podría conservar su trono, Maximilian von Baden le urgió para que abdicara en el Kronprinz, y salvar así la Monarquía, sin éxito. En Múnich, el 7 de noviembre huyó el rey Luis III de Baviera, y al día siguiente se constituyó un consejo de soldados, obreros y campesinos dirigido por Kurt Eisner, socialista independiente, que proclamó la República de Baviera. El 9 de noviembre la revolución llegó a Berlín, y en pocas horas el Reich llegaba a su fin cuando el canciller Maximilian von Baden anunció la abdicación del Kaiser y el Kronprinz y nombró sucesor suyo al socialdemócrata Friedrich Ebert. Sin la menor resistencia, los príncipes gobernantes de los demás estados alemanes abdicaron y ese mismo día dos repúblicas fueron proclamadas: Philipp Scheidemann, ex ministro imperial, proclamó la República desde el Reichstag, y dos horas después Karl Liebknecht (líder junto a Rosa Luxemburgo de la Liga Espartaquista) apareció en el Palacio Imperial (Stadtschloss) y anunció la República Libre y Socialista Alemana.

El levantamiento Espartaquista

Entre la decisión de transferir el poder a una Asamblea Constituyente, y la fecha de su real aplicación, el 19 de enero, tuvo lugar la última fase de la Novemberrevolution. Los socialistas independientes pronto fueron dejados de lado, precisamente por su carácter conciliador, tachados de traidores por los espartaquistas y de aliados poco sinceros por los socialdemócratas. Aliados con el ejército, los socialdemócratas giraron hacia posturas más conservadoras y procedieron a la disolución de los consejos, el restablecimiento de la autoridad de mando de los oficiales y la requisición de las armas en poder de los civiles.

Por su parte, los espartaquistas se radicalizaron cada vez más, en la esperanza de detener la contrarrevolución. Deseosos de enfatizar su preferencia por el modelo soviético, el 30 de diciembre los espartaquistas fundaron el KPD (Kommunistische Partei Deutchslands o Partido Comunista Alemán), renunciando a participar en las elecciones del 19 de enero y marcándose metas revolucionarias. Para la opinión pública resultaba que, como habían dicho siempre los conservadores, lo que los defensores de la democracia querían establecer era el gobierno de la turba y la dictadura de los demagogos. La misma idea de la democracia se hizo sospechosa. Para muchos alemanes el término fue desde entonces sinónimo de fraude, hecho que posteriormente daría alas al nazismo.

El líder comunista Karl Liebknecht, organizador del Levantamiento Espartaguista

En la Navidad de 1918 estalló en Berlín un conflicto entre el gobierno provisional y una belicosa tropa comunista, la "División de Marinos del Pueblo" (Volksmarinedivision), que se opuso al gobierno vigente y se atrincheró en el Palacio Imperial, llegando a sitiar al canciller Ebert en su despacho. Éste, presa del pánico, pidió ayuda a una compañía de caballería desmontada de la antigua Guardia Real, mandada por un general aristocrático, que estaba a las afueras de la capital en espera de ser disuelta. Hubo un combate favorable a la Guardia, pero el gobierno les ordenó retirarse, ya que desconfiaba de ellos y no quería luchar contra sus propios camaradas. Esta escaramuza convenció a los socialistas independientes de que era imposible evitar el triunfo del comunismo, y para no perder popularidad ni llegar demasiado tarde a participar en el inminente gobierno comunista, retiraron a sus 3 comisarios, con lo que el SPD quedó en exclusiva a cargo del gobierno, lo que acrecentó su inclinación hacia posturas conservadoras.

Rosa Luxemburgo, otro de los rostros del Levantamiento Espartaguista

El 4 de enero de 1919 el socialista independiente Emil Eichorn cesó como jefe de policía, y ello sirvió de pretexto para la huelga general, que el día 6 paralizó Berlín y se convirtió en una tentativa de insurrección; comunistas y socialistas independientes iniciaron la batalla en las calles de Berlín y llegaron a dominar en el centro de la capital. El USPD y el KPD formaron un comité débil e indeciso, y el movimiento se extiendió a otras regiones como Baviera, Bremen, Hamburgo, Sajonia, Magdeburgo y Sarre. El líder comunista Liebknecht abogaba por derribar cuanto antes el gobierno de Ebert, contra la opinión de Rosa Luxemburgo, y tras el fracaso de las conversaciones con el gobierno, llamó a los obreros a tomar las armas. La situación era desesperada cuando apareció una ayuda inesperada, al decidir el ministro de defensa Gustav Noske echar mano de los Freikorps (organizaciones paramilitares antirrepublicanas, integradas por antiguos soldados) para acabar con el levantamiento. Entre el 8 y 13 de enero los Freikorps reconquistaron fácilmente la capital y asesinaron a cientos de revolucionarios, incluyendo a Liebknecht y Luxemburgo. Curiosamente, entre quienes aportaron enormes sumas de dinero para pagar a los Freikorps estuvo, entre otros, el liberal izquierdista Walther Rathenau, posteriormente asesinado por estos mismos.

Por otra parte, por estas fechas (5 de enero de 1919) se constituyó el Partido Obrero Alemán. Fundado por Anton Drexler y Karl Harrer, fue en sus inicios un partido pequeño de ideas contradictorias, hasta que Adolf Hitler se les unió en octubre de 1919, asumiendo la dirección del movimiento poco más tarde hasta convertirlo en el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores.

El nacimiento de la República

La victoria del gobierno no puso fin a la guerra civil, que aún duró varios meses en provincias, con la eliminación de islotes revolucionarios en Bremen y el Ruhr. Con todo, pudieron celebrarse las elecciones, las sesiones de la asamblea constituyente y la proclamación de la Constitución de Weimar. Hubo una participación del 82,8%, en las elecciones el SPD obtuvo el 37,9% de los votos y 165 escaños, seguido del ZP (19,7 y 91 esc.), el DDP (18,6 y 75 y esc.), el DVNP (10,3 y 44 esc.), el USPD (7,8 y 33 esc.) y el liberal DVP de Gustav Stresemann (4,4 y 19 escaños). Pese a obtener mayoría, el SPD se vio obligado a pactar con los partidos de derecha para poder gobernar. Se formó así la llamada Coalición de Weimar, y Ebert fue elegido presidente de la república, por 277 votos a favor, 51 en contra y 51 abstenciones; Scheidemann fue nombrado jefe de gobierno.

El socialdemocrata Friedrich Ebert, primer presidente de Alemania

El régimen republicano y democrático debió su existencia a las fuerzas paramilitares y antidemocráticas de una derecha nacionalista, radicalmente opuesta al parlamentarismo, que esperaba la oportunidad de ponerle fin. Los marxistas no comunistas reprocharon severamente a Ebert, Noske y otros dirigentes socialdemócratas su colaboración con los nacionalistas vencedores de los espartaquistas, si bien es cierto que les correspondió el mérito de haber evitado la instauración de un estado socialista, mientras que los socialdemócratas quedaron públicamente desacreditados. Los socialdemócratas consiguieron formar gobierno en Prusia y otros länder únicamente gracias al apoyo de los nacionalistas, del ejército imperial convertido en Reichwehr y de los Freikorps, y desde entonces estuvieron a merced de la derecha, cuyo poder iba mucho más allá de lo meramente parlamentario. Las dos grandes facciones en liza, ultranacionalistas y comunistas, consideraban a la República únicamente como un campo de batalla de su lucha por el poder. Pero en esta lucha extraparlamentaria, mientras que los primeros podían actuar libremente y conocían por experiencia los resortes del poder, los segundos no, y ello determinó la victoria ultranacionalista. No había entre esos dos partidos dictatoriales un tercero que defendiera el capitalismo y la democracia. La única alternativa lógica al nacionalismo y el socialismo beligerantes hubiera sido el liberalismo, pero el único partido que hubiera podido cambiar la situación, el monárquico y librecambista DVP de Gustav Stresemann, carecía de la base social y la representación parlamentaria necesarias. Ni los socialdemócratas, ni el centro católico eran los adecuados para adoptar la democracia, a la que calificaban de plutocrática, y el republicanismo tildado de burgués, y noestaban dispuestos a renunciar al estatismo y la sozialpolitik. Tras la experiencia de la guerra, las masas percibían que la autarquía propugnada por todos ellos era fatal para la economía, y que los únicos que tenían una idea de cómo afrontarla eran los partidos nacionalistas de extrema derecha (aunque fuera con la doctrina expansionista del lebensraum).

Portada de la Constitución de Weimar, primera de la historia alemana y una de las primeras con carácter socialdemócrata

La Postguerra

Los primeros años de la República de Weimar coincidieron con el llamado período de postguerra, en el cual Alemania estuvo sumida en una fuerte crisis política, económica, financiera, monetaria y de intentos golpistas y separatismos, que sacudirán a la joven República hasta el final del año 1923. Los acontecimientos sucedieron a un ritmo de locura y su complejidad es frecuentemente inextricable. La nueva República sufrió la hostilidad de la burguesía nacionalista, del Ejército y de los grupos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda.

Tras la radicalización de la situación de Baviera, en Berlín, en la primavera de 1919, Gustav Noske trató de eliminar completamente la oposición comunista, que considera el peligro más grave. A principios del mes de marzo, aliándose con los freikorps organizó una nueva represión sangrienta contra una huelga. En el curso de la cual el líder comunista Leo Jogiches, sucesor de Liebknecht y Luxemburgo, fue asesinado (10 de marzo), junto con varios centenares de obreros. Una represión análoga se organizó en algunas otras ciudades como Magdeburgo o Leipzig. En otros lugares, como en Sajonia, la situación era anárquica, más que revolucionaria, a veces, incluso, simplemente de terrorismo de extrema izquierda.

Crisis extrema

Tras varios años de extrema inestabilidad, el 23 de noviembre de 1922 el Gobierno presidido por el conservador Wilhelm Cuno, del DVP, ex director de la compañía marítima Hamburg-Amerika, con los socialdemocrátas en la oposición. El nuevo gobierno se encontró con el problema de las reparaciones de guerra. Cuando se produjeron retrasos en las reparaciones, la Francia revanchista de Raymond Poincaré tuvo un pretexto para ocupar militarmente el Ruhr en enero de 1923. Impotente y totalmente desbordado por los acontecimientos, el gabinete Cuno desapareció entre la indiferencia general el 12 de agosto. El nuevo canciller, Gustav Stresemann, constituyó un gobierno de unidad (de la SPD a los populares), pero para entonces Alemania ya se había hundido en el abismo.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalló el 31 de julio de 1914, el Reichsbank suspendió la convertibilidad de la moneda en oro, con lo que pudieron empezar a emitir grandes cantidades de papel-moneda. Al término de la contienda, su financiación había costado al Reich 185.000 millones de marcos, coste que debía duplicarse si se tiene en cuenta que el marco se vendía al término de la contienda a la mitad de su valor anterior. De estos 185.000 millones, ni tan siquiera la quinta parte (38.000 millones) procedía de impuestos, mientras que el 50% (97.000 millones) provino de empréstitos, y el 27% (50.000 millones) de bonos del tesoro a corto plazo. En 1918 el Reichsbank reconocía una deuda flotante de 49.000 millones, y una acumulada de 96.000, en tanto que la cantidad de dinero en circulación se había incrementado de 2.900 a 18.600 millones. Los instrumentos de financiación a los que había recurrido el régimen imperial habían supuesto, por tanto, un crecimiento del 600% del déficit presupuestario y del 500% de la masa monetaria en circulación. En este sentido, la inflación era menor de lo esperado, ya que la depreciación de la moneda alemana con respecto al dólar entre 1914 y 1919 fue aproximadamente de la mitad: de la relación 1 dólar: 4,2 marcos, se pasó a 1 dólar: 8,9 marcos en enero de 1919. Los precios sólo habían subido un 140% para diciembre del 18, situación similar a la inglesa.

En lo concerniente a las reparaciones de guerra, tras varias reuniones preeliminares en 1920, la Conferencia de París de 1921 había fijado las mismas en 269.000 millones de marcos-oro, a pagar en 32 anualidades, cifra que fue reducida a 132.000 en la Conferencia de Londres. Independientemente del torpe método seguido para fijarlas, estas sumas eran una pequeñez en comparación con el esfuerzo que soportó la Alemania nazi para rearmarse militarmente. Las reparaciones venían a representar no mucho más allá del 1 ó del 2% del PIB, y en torno a un tercio del déficit; suponían en total 8.000 millones de marcos anuales, es decir, menos de la cuarta parte de los gastos bélicos alemanes cada año de la Primera Guerra Mundial. Estas reparaciones se pagaron con prestado prestado por los propios Aliados, que los alemanes jamás devolvieron. Entre septiembre de 1924 y julio de 1931 Alemania pagó, bajo los planes Dawes y Young, 10.821 millones de marcos reparaciones. No volvió a pagar nada más. Por el contrario, su deuda externa pública y privada importaba aproximadamente en el mismo periodo 20.500 millones de marcos, a los que se pueden añadir unos 5.000 millones de marcos de inversiones extranjeras en Alemania; en el mismo periodo Alemania invirtió en el extranjero unos 10.000 millones de marcos.

Para hacer frente al incremento del gasto público provocado por su política social sin aumentar los impuestos, el gobierno alemán se empezó a imprimir cada vez más papel-moneda, aferrándose al error de que la devaluación de la moneda se debía, no a la expansión monetaria y crediticia, sino a la desfavorable balanza de pagos. Hasta enero de 1922, la moneda alemana se devaluó hasta 36,7 marcos por dólar, momento en que la inflación tomó proporciones anormales. A principios de 1922 los precios aumentaron aproximadamente un 70%, lo cual había causado un aumento de salarios (sólo del 60%). En diciembre de 1922 el dólar ya alcanzó el promedio de 7.592 marcos y después de la ocupación del Ruhr en enero de 1923, su caída no tuvo fin. Para entonces la mayoría de la gente había perdido todos sus ahorros, y los contribuyentes se dieron cuenta de que, simplemente con retrasar el pago de sus impuestos, la depreciación del marco los haría desparecer. La Hacienda se hundió, y el gobierno, cada vez con menos ingresos, se financió imprimiendo aún más billetes. El dólar pasó de 17.972 marcos a 350.000 en julio, 1 millón a comienzos de agosto, 4 millones a mediados de mes, y 160 millones a finales de septiembre. El derrumbe del marco fue tan absoluto que dejó de funcionar como valor de cambio, con el consiguiente colapso de la economía alemana. Para octubre de 1923, el 1% de los ingresos gubernamentales procedían de los cauces habituales, y el 99% de la emisión de nueva moneda. En torno al 15 de noviembre se pagaba la inimaginable cantidad de 4’2 billones de marcos por un único dólar. Fue en ese momento cuando Hjalmar Schacht puso en vigor el Rentenmark, una moneda para uso interno respaldada por la riqueza económica del país. Algún tiempo después se creó el nuevo Reichsmark, que sustituyó a las viejas monedas a partir del 11 de octubre de 1924. Los antiguos billetes fueron puestos fuera de circulación el 5 de junio de 1925.

Pese a que el “milagro del Rentenmark” resolvió el problema de la hiperinflación y permitió estabilizar la economía, sus devastadores consecuencias siguieron siendo las mismas. Las diferencias sociales se acentuaron enormemente, y, como de costumbre, los más ricos no sólo no se vieron perjudicados por la hiperinflación, sino que salieron beneficiados. Las grandes empresas pudieron así librarse de sus deudas, reducidas a cero, muy rápidamente. Algunos grandes industriales, gracias a esto, pudieron multiplicar por diez su fortuna: el ejemplo típico es Hugo Stinnes, el llamado "nuevo Kaiser", que creó un inmenso trust industrial adquiriendo empresas arruinadas a precios bajos, gracias a préstamos que devolvió al cabo con marcos sin valor alguno. El poder económico salió fortalecido de la inflación, lo cual constituye la diferencia fundamental entre la crisis de 1923 y la que llevó a Hitler al poder a comienzos de los años 30.

La clase media, en especial los rentistas, quedaron arruinados mucho antes de que la inflación adquiriera proporciones delirantes. Los ahorradores perdieron todo su dinero, mientras que la gente que gastó su dinero en comprar inmuebles y bienes tangibles, la gente que más se endeudó, se había hecho rica. Para el alemán medio era el mundo al revés: las personas que siguieron las normas se vieron estafadas y traicionadas, mientras que quienes las violaron se enriquecieron.

Además, unida a la pérdida absoluta del valor del marco, se produjo un alza disparatada de los precios. La hiperinflación de 1923 acabó con la sociedad alemana de preguerra. La reducción del gasto público y las prestaciones sociales para equilibrar personas que llegaban en el momento en que eran más necesarios, después de que gran parte de la población se hubiera arruinado. Deprimidos y desengañados con el republicanismo, su clase política y la pobreza mercantilista, el pueblo empezó a dar crédito a las nuevas alternativas, como el nazismo.Ante la miseria, el hambre y la falta de atención sanitaria, el ocio se convirtió en un medio de evasión de masas, lo que creó una poderosa industria del ocio (unterhaltungsindustrief) en torno a la prensa, la radio y, sobre todo, el cine, en una verdadera ola de americanización y escapismo social. Fue una época de esplendor para teatros, clubes nocturnos y cabarets, un momento de excepcional riqueza intelectual y artística, con el auge de las vanguardias, representadas por Otto Dix y Bertolt Brecht.

Nueva moneda

El político alemán Gustav Stresemann, canciller durante la República de Weimar y gran responsable de la salida de la crisis

A finales de 1923 se puso fin a la inflación con la creación del nuevo marco. Hasta 1926 siguió un difícil período de transición. El efecto inmediato de la estabilización fue el fin de la ilimitada demanda de bienes del período de la inflación. Inmediatamente la actividad económica decayó sensiblemente y la cesantía aumentó, afectando a más de la cuarta parte de los trabajadores a finales de 1923. Sin embargo, una vez que se puso en vigor el plan Dawes, a mediados de 1924, renació la confianza internacional en el marco y los préstamos internacionales empezaron a afluir a Alemania, atraídos por los altos tipos de interés. Con el final de la protección contra la competencia exterior que la inflación trajo consigo y con el nuevo rumbo de los intercambios exteriores, la industria alemana tuvo que enfrentarse a dos problemas.

Uno consistía en modificar el equilibrio de la producción industrial para hacer frente al modelo de posguerra de demanda interior y mundial, problema menos agudo en Alemania que en Inglaterra, pero importante en industrias coma las de los astilleros y la del carbón. El otro era el resultado de la naturaleza de algunas inversiones del período de inflación, muchas de las cuales resultaron antieconómicas en condiciones competitivas normales. De aquí que los últimos años de la década de los veinte fuera un período de ¨racionalización¨, con un alto nivel de cesantía que alcanzó su punto culminante en 1926. Sin embargo, la produccipon industrial se incrementó después de 1926, en 1927 superó el nivel de la preguerra y continuó ascendiendo hasta principios de 1929. Las ganancias de los obreros aumentaron cerca de un tercio entre 1925 y 1929.

La última etapa

El 3 de octubre de 1929, el canciller Stresemann fallece, luego de haber trabajado durante seis años para lograr que Alemania recuperase parcialmente su posición en Europa. Sin embargo, sus triunfos políticos fueron opacados, porque tres semanas después de su muerte, la Gran Depresión atacó, los préstamos provenientes de los Estados Unidos fueron cancelados. El impacto de la crisis económica mundial en Alemani fue doble pues el país dependía directamente de la estabilidad de las naciones europeas y de Estados Unidos. En marzo de 1930, el canciller federal, Hermann Müller fracasó, deribando en su renuncia, sucediéndolo Heinrich Brüning. El entonces presidente, el experientado estratega militar Paul von Hindenburg confió en manos de Brüning la responsabilidad de levantar la nación en aquellos años convulsos. Al ser incapaz de lograr el apoyo del Reichstag para la aprobación de un programa financiero, Brüning recurrió a Hindenburg, quien respondió utilizando sus poderes constitucionales para aprobar la ley mediante decreto presidencial, sin pasar por el Reichstag. El Parlamento demandó de inmediato que el Presidente retirase su decreto, pero a petición de Brüning, Hindenburg lo disolvió en julio de 1930. Nuevas elecciones fueron pautadas para el 14 de septiembre, y el naciente movimiento nazi liderado por Hilter aprovechó el descontento popular que habia causado la situación económica para comenzar a ascender.

Las elecciones parlamentarias de 1930 catapultaron al Partido Nazi de ser el noveno partido en el Reichstag, a convertirse en el segundo, superando incluso las expectativas de Hitler. En la elección parlamentaria, los nazis había obtenido unos 810.000 votos, que equivalían a 12 asientos, pero el 14 de septiembre consiguieron 107 asientos al obtener 6.409.600 votos.

El presidente alemán Paul von Hindenburg

El año 1931 fue otro año malo para la inestable república, y los desempleados pasaban los cinco millones. En mayo, el Credit-Anstalt, el principal banco austríaco se declaró en bancarrota, y dos meses después el Danat-Bank, uno de los principales bancos alemanes, fue intervenido por el gobierno. Sin embargo, 1931 trajo un problema adicional cuya solución efectiva era fundamental para alargar la vida de la República de Weimar. El período presidencial de Hindenburg terminaba en la primavera de 1932, y aunque Hitler no contaba con el apoyo mayoritario del pueblo, sus opositores estaban tan divididos que una victoria del líder nazi parecía inminente.

Brüning trazó un ambicioso plan cuyo objetivo era asegurar su gobierno y neutralizar la amenaza nazi de acabar con la República. Con el apoyo de las dos terceras partes de las dos casas legislativas, el Reichstag y el Reichsrat, el Canciller suspendería las elecciones presidenciales, de esta manera, el período de Hindenburg sería postergado hasta la muerte del mismo, que ocurriría pronto ya que el Presidente tenía más de 84 años. Sin embargo, cuando esto finalmente ocurriese, Brüning se encontraría de nuevo con la amenaza de Hitler aspirando a la presidencia, así que rápidamente trazó otra solución: propondría al Parlamento transformar la República en una monarquía constitucional, donde Hindenburg sería regente hasta su muerte, luego uno de los hijos del Príncipe heredero Guillermo, asumiría el trono. Mientras tanto, Brüning negociaría el cese de los pagos de indemnización con los Aliados, y demandaría que estos se desarmasen al nivel de Alemania, como habían prometido en el Tratado de Versalles. Si los Aliados se negaban, Alemania iniciaría su propio rearme. Con este plan, el Canciller pensaba hacer popular a la República, y neutralizar las aspiraciones de Hitler de llegar al poder.

El primero en oponerse al plan de Brüning fue Hindenburg. El Presidente rechazó que otro Hohenzollern, excepto Guillermo II, tomase el trono, y también le molestó que el nuevo monarca reinase con las limitaciones de una monarquía constitucional. Para empeorar la cosas, Hindenburg le dijo a Brüning que no buscaría la reelección, así que la amenaza de Hitler accediendo a la presidencia se hizo cada vez más latente. El segundo óbstaculo fueron los nazis y los nacionalistas, estos últimos liderados por Alfred Hugenberg, cuyos asientos en el Parlamento eran necesarios para que se aprobase la postergación de las elecciones. En los primeros días de enero de 1932, Hitler y Hugenberg tuvieron reuniones separadas con Brüning. Hugenberg rechazó de plano la proposición, pero Hitler escribió una carta directa a Hindenburg, donde le condicionaba la renuncia del Canciller para que accediese, pero Hindenburg no cedió al chantaje del "cabo bohemio", como llamaba a Hitler a sus espaldas.

El anciano Hindenburg tuvo que postularse para evitar que Hitler ganase la Presidencia, aunque era poco probable sobreviviese hasta el final de su mandato. Acorralado, Brüning tuvo que convencer a Hindenburg de que se postulase. Finalmente, el anciano Mariscal accedió, pero quedó resentido con el Canciller, ya que no sólo lo culpaba de haber negociado mal con Hitler, sino que en estas elecciones Hindenburg ya no contaría con el apoyo de los nacionalistas, sus aliados naturales, sino que tendría que ser apoyado por los socialdemócratas, con quienes nunca había simpatizado.

Este alejamiento de los sectores conservadores se debía a unos planes estatales, impulsados por Brüning, de acabar con las grandes extensiones de terrenos en manos de los junkers, que no solo se habían vuelto improductivas, sino que generaban deudas al Estado. Además, Brüning también perdió el apoyo de Schleicher, quien empezó a planear su caída después de las próximas elecciones presidenciales, ya que el apoyo del Canciller era necesario para asegurar la reelección del actual Presidente. En estas nuevas elecciones, Brüning se lanzó de lleno a buscar la reelección de Hindenburg, quien estaba demasiado viejo para realizar una campaña electoral. Hitler también se lanzó su candidatura luego de haber dudado durante semanas, y solamente días después de haberse convertido en un ciudadano alemán. Hitler contaba el apoyo político de su partido únicamente, y el financiamiento de Thyssen, entre otros industriales. Hindenburg recibió el apoyo de los socialdemócratas y de algunos importantes magnates. Los comunistas relanzaron a su presidente Ernst Thälmann.

El 13 de marzo se realizó la elección presidencial, y aunque Hindenburg obtuvo casi 20 puntos porcentuales de diferencia con su principal oponente, Hitler, quedó corto por 0.4% de obtener la mayoría absoluta necesaria para acceder a la presidencia. El 10 de abril se realizó la segunda vuelta, y esta vez Hindenburg logró obtener más del 50% de los votos, aunque Hitler obtuvo unos 37% de los votos. En esta segunda vuelta, Duesterberg se retiró, pero los sectores conservadores no apoyaron a Hindenburg, sino a Hitler.

El fin de la República

Véase también Nazismo y Alemania Nazi

Los últimos años de la República de Weimar fueron decisivos para el ascenso de Hitler y el nazismo al poder

El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado Canciller de Alemania, con un gabinete donde los nazis eran minoría. Aunque desde 1930 el Canciller de Alemania había gobernado sin la aprobación del Parlamento, acabando con la democracia parlamentaria, el Parlamento alemán continuaba existiendo como pilar fundamental de la República. Sin embargo, en marzo de 1933, a las pocas semanas de haber subido al poder, el Canciller Hitler logró obtener todos los poderes del Parlamento, que desde entonces se convirtió en una caja de resonancia del Ejecutivo, carente de voluntad propia.

El incendio del Reichtag y la Ley Habilitante

En la noche del 27 de febrero de 1933, el edificio del Reichstag se incendió. Varios miembros del alto gobierno se presentaron en el lugar rápidamente, siendo Hermann Göring uno de los primeros en llegar. De inmediato, empezó a acusar a los comunistas de estar detrás de este acto. La captura cerca del edificio de Marinus van der Lubbe, un comunista neerlandés que días antes había amenazado con causar el incendio, pareció confirmar las acusaciones de Göring. Éste aseguró contar con evidencia que implicaba a los comunistas, la cual nunca fue presentada, y además proclamó:

"Todo oficial comunista debe ser ejecutado donde aparezca."

Aunque no se conocen todos los detalles sobre como se originó el incendio, existen muchos testimonios obtenidos después de la guerra que apuntan a Göring como el responsable. Según Rudolf Diels, jefe de la Gestapo, Göring le había ordenado, antes del incendio, que preparase una lista de personas que debían ser arrestadas una vez que el mismo ocurriese.

El edificio del Reichtag en llamas condujo a que el nazismo de Hitler se hiciera con el control de Alemania

Aunque en el juicio de van der Lubbe se determinó que no había contado con suficientes elementos para iniciar un incendio tan rápido y en puntos tan dispersos, esto no impidió que fuese encontrando culpable y decapitado. Además, Torgler y otros tres prominentes comunistas búlgaros fueron arrestados o se entregaron a las autoridades luego de que Göring los acusara públicamente de estar involucrados en el incendio. Aunque estos cuatro fueron declarados inocentes, esta sentencia llegó demasiado tarde para influenciar positivamente a los comunistas en las elecciones parlamentarias.

Al día siguiente del incendio, Hitler solicitó al Presidente Hindenburg la aprobación de un decreto conocido como el Decreto del Incendio del Reichstag. Con esta arma legal, el Canciller alemán podía abolir la libertad de prensa, el derecho a la libre expresión, el derecho a la privacidad de las comunicaciones y el respeto a la propiedad privada. Además, el gobierno central podía usurpar funciones de los gobiernos regionales si lo consideraba necesario. Como era predecible, los comunistas y socialdemócratas se encontraron con que bajo este decreto les era imposible finalizar la campaña electoral. Ese mismo día, el gobierno declaró haber encontrado documentos que comprobaban que los comunistas pensaban realizar una inserrucción civil después del incendio. La publicación de los documentos "conspirativos" fue prometida, pero nunca se realizó. Bajo todos estos atropellos el ex-Canciller Brüning clamó al Presidente Hindenburg que intercediese, pero fue en vano.

Gracias al decreto del incendio del Reichstag, los nazis también pudieron hacer frente al gobierno regional de Baviera, al que acusaron de separatista. Existía algo de verdad en estas acusaciones, ya que los líderes bávaros estaban jugando con la idea de nombrar al Príncipe Rodolfo de Baviera, Jefe de Estado regional.

El 9 de marzo, las SA empezaron a marchar por Baviera, e izaron la bandera nazi en edificios públicos. Esa misma noche, los nazis usurparon el poder regional, algunas veces empleando la fuerza bruta contra los depuestos Ministros. El Príncipe Rodolfo (hijo de Guillermo II), que acababa de ser nombrado regente, huyó esa noche a Grecia. El 12 de marzo, Hitler realizó un discurso en Múnich, satisfecho al haber controlado finalmente a uno de los estados más autónomos; Hindenburg aprobó las acciones de su Canciller.

El 5 de marzo se realizaron las elecciones parlamentarias de 1933. A pesar del enorme ventajismo electoral del Partido Nazi, el líder nazi no logró obtener la mayoría necesaria para gobernar, y tuvo que recurrir a sus aliados nacionalistas para conseguirla.

Por otro lado, sus oponentes centristas y socialdemócratas incluso ganaron votos o sufrieron pérdidas pequeñas; solamente los comunistas fueron fuertemente castigados al perder un millón de votos. Con estos resultados, los dos tercios necesarios para modificar la constitución seguían eludiendo a los nazis.

En una reunión de gabinete celebrada el 15 de marzo, se resolvió este problema. Haciendo uso del Decreto del incendio del Reichstag, Hitler alejó a los 81 diputados comunistas de sus cargos, y luego hizo lo mismo con los socialdemócratas que fueron necesarios. De esta manera, con sus 340 diputados nazis y nacionalistas, Hitler se acercó a la mayoría de 2/3. Con esta mayoría en el Parlamento, Hitler intentaría atraer a los centrista y por fin podría forzar a este órgano a cometer suicidio. En efecto, los nazis presentaron entonces la ley habilitante de 1933, que traspasaba las funciones del Reichstag al Canciller por un período de cuatro años. En el último momento, Hugenberg intentó convencer a Hindenburg que el Presidente fuese incluido en la habilitante, con el objetivo de limitar el poder de Hitler, pero el Secretario del Presidente, Otto Meissner, frustró sus intentos. No contentos con contar con el apoyo del hijo y el secretario de Hindenburg, Hitler y Goebbels planearon vincular el gobierno nazi con la presidencia del respetado Mariscal. Para lograr esto, organizaron una ceremonia de apertura del Reichstag en el Iglesia de la guarnición en Potsdam, símbolo de la monarquía prusiana, a la que asistieron importantes oficiales de alto rango de la Primera Guerra Mundial. Hindenburg, evidentemente conmovido, dió un discurso favorable al gobierno nazi, que Goebbels explotó a su favor.

Hitler promueve la ley habilitante en el Reichstag, el 23 de marzo de 1933. El 23 de marzo de 1933, en la Ópera de Kroll, nueva sede del Reichstag, se presentó la ley habilitante de 1933. Aunque la ley inutilizaba al Reichstag, no tocaba los poderes del Presidente. En la histórica ocasión, Hitler realizó un discurso moderado, asegurando que la ley sería utilizada en limitados casos. Desde entonces, la República de Weimar dejó de existir, ya que con la ley habilitante Hitler obtuvo una base legal para su dictadura.

Fuentes

  • Ambrosius, Gerold y Hubbard, William. "Historia social y económica de Europa en el siglo XX". Madrid: Alianza, 1992. ISBN 84-206-2711-9.
  • Colectivo de Autores Historia Universal y de Cuba (1900-1959) Editorial Ciencias Sociales (1978)
  • Klein, Claude. "De los espartaquistas al nazismo: La república de Weimar". Madrid: Sarpe, 1985. ISBN 84-7291-938-2.