Rubén Martínez Villena

Rubén Martínez Villena
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Luchador revolucionario que encabezó la Protesta de los Trece y otras acciones contra el gobierno del dictador Gerardo Machado
NombreRubén Agnelio Martínez Villena
Nacimiento20 de diciembre de 1899
Alquízar, Artemisa (antigua provincia La Habana), Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento16 de enero de 1934
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Causa de la muerteTuberculosis Pulmonar
NacionalidadCubana
CiudadaníaCubana
Alma materUniversidad de La Habana
OcupaciónAbogado
Conocido porVillena
TítuloDoctor en Derecho Civil y Público
Partido políticoPartido Comunista de Cuba
CónyugeAsela Jiménez
PadresMaría de los Dolores de Villena y Delmonte y Luciano Agustín Rogelio Martínez Echemendía

Rubén Martínez Villena. Luchador e intelectual revolucionario cubano. Fue uno de los más importantes intelectuales de su generación, con una obra destacada en la poesía. Dirigente del Partido Comunista de Cuba en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado y principal artífice ideológico de la convulsa Revolución que derrocó al machadato, siendo el principal organizador, prácticamente desde el lecho de muerte, de las Huelgas Generales de marzo y agosto de 1930 que provocaron la huída del dictador.[1] Su obra fue publicada póstumamente.

Síntesis biográfica

Primeros años

En la casa de tablas hoy marcada con el No. 68, situada en una calle que más tarde tomó el nombre de Máximo Gómez nació Rubén Agnelio Martínez Villena el 20 de diciembre de 1899 en Alquízar, provincia Artemisa (antigua provincia La Habana). La madre, María de los Dolores de Villena y Delmonte, sobrina-nieta del fundador de las famosas Tertulias, era una mujer delicada, de gran belleza y gestos refinados. De ella heredó el hijo los rasgos, la bondad, el refinamiento de los gustos y la atracción por la Literatura. Del padre Luciano Agustín Rogelio Martínez Echemendía, maestro de la escuela “Hoyos y Junco”, recibió la rebeldía del carácter, el concepto del honor, aquella energía suya emprendedora, la voluntad y el anteponer el deber ante todo. De él heredó también la aptitud intelectual.

La familia Martínez - Villena se trasladó a La Habana en 1905. Residieron en Guanabacoa, primero, y después en una casa de la calle Falgueras, en el Cerro, cerca del parque de Tulipán. Creció en el seno de una familia de origen pequeño – burgués, típica de la mal llamada clase media de principios del siglo XX cubano, la cual retorna del exilio que motivó la última guerra por la independencia entre 1895 y 1898, fue el primer hijo varón de un matrimonio encabezado por un destacado profesor que llegó a ser posteriormente Decano de las Facultades de Educación, Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana y Secretario de Educación en 1935, por lo que se desenvolvió desde niño en un clima donde se respiraban aires de intelectualidad y donde se escuchaban las anécdotas de glorias pasadas, epopeyas patrióticas y las críticas frustrantes por la intervención norteamericana en la casi ganada guerra contra España.[2]

A los tres años va con su padre en un tren al que sube Máximo Gómez, quien impresionado ante la mirada del pequeño le anuncia:
“Tu vida tendrá luz plena de mediodía”.
Y así fue.
Casa Natal de Villena.jpg

Al año siguiente, el 18 de marzo de 1923, encabezó la Protesta de los Trece contra la corrupción imperante en el gobierno de Alfredo Zayas. El régimen no se cruzó de brazos y encausó a los jóvenes protestantes de delito de rebelión.

Olvidado de sí mismo para entregarse a los demás, Rubén comenzó a desplegar sus energías el 18 de marzo de 1923, un año que marcó su consagración revolucionaria. Hizo suyo un gesto rebelde de su generación: la Protesta de los Trece, acción política en la que junto a otros jóvenes intelectuales reveló públicamente impúdicos negocios de un alto funcionario del gobierno de turno. Un juez inteligente modificó la acusación y se dictó el auto de procesamiento por "delito de injurias". La lista de los procesados la encabezaba el nombre de Rubén Martínez Villena. En realidad, él fue el único que corrió grave peligro de ir a la cárcel. [3]

En enero de 1924 conoce a Asela Jiménez, quien se convierte en su esposa el 1ro. de agosto de 1928. El 23 de junio de 1932 nace su hija Rusela Villena.

Trayectoria estudiantil

Villena, Juan Marinello y otros compañeros en la Universidad de La Habana

A los 5 años su familia se traslada a La Habana. Cursó la primaria en una escuela pública, y con solo 13 años ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. En 1916 se gradúa de Bachiller en Ciencias y Letras y en septiembre del mismo año matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana. Por aquellos días, publicó su primer artículo en prosa, "Luis Padró", en homenaje a quien fuera su maestro, que apareció en la revista Evolución en julio de ese mismo año. A partir de 1920, las revistas habaneras comenzaron a publicar sus poemas.

Comenzó a escribir sus primeros versos a los 11 años y a los 12 sin embargo su labor poética comenzó en el transcurso de su carrera universitaria, siendo, a los 21 años un poeta conocido. Para complacer a su madre se gradúa en 1922 de Doctor en Derecho Civil y Público con excelentes resultados, comenzando a trabajar en el Bufete del sabio y antropólogo cubano Fernando Ortiz, donde se nutrió de ideas revolucionarias y de progreso, descubriéndose como revolucionario y antiimperialista, en contacto con otros jóvenes y personalidades no comprometidos con los partidos políticos tradicionales como Pablo de la Torriente Brau y Emilio Roig de Leuschering.

Mientras cursa estudios trabaja en el gabinete del doctor Don Fernando Ortiz, lo que le valió para formar su conciencia antimperialista y su carácter patriótico. Ya desde esa época se pasea por La Habana con un sombrero de pajilla pero teñido de carmelita como protesta por los altos precios del artículo. Su vida pasa por el periodismo militante que se inicia en 1817 al publicar en la revista Evolución el 25 de julio de 1917, la oración fúnebre a su maestro de sexto grado.

Trayectoria literaria

Rubén Martinez Villena

Desde muy joven Villena demostró habilidades para la literatura estimulado por sus padres y fomentado por las relaciones entabladas con intelectuales de la talla de Enrique Serpa y Juan Marinello. Su primera colaboración aparece en la “revista Evolución” (1917). Publica además, trabajos en prosa en “Chic”, “El Fígaro”, “Heraldo de Cuba” y “El Heraldo”. De este último periódico fue editorialista y responsable de la página literaria de los lunes. Trabajó como corrector de pruebas en La Nación.[4]

Tuvo una breve pero fecunda vida como poeta, su obra oscila entre las manifestaciones de la prosa y la poesía. Legó poemas muy reconocidos como “La Pupila Insomne”, “Mensaje Lírico Civil”, "El gigante", "Insuficiencia de la escala y el iris", “El anhelo inútil”, entre otros. El año 1923 marcó importantes hitos en su obra poética, sin embargo renunció a escribir poesía para entregarse completamente a la lucha revolucionaria.

En el año 1925 edita y dirige la revista Venezuela Libre" cuya redacción fue conocida como la "Cueva Roja". Dos años después, surge la publicación “América Libre”, que tendría como lema:
"Por la unión interpopular americana. Contra el imperialismo capitalista, a favor de los pueblos oprimidos y por la revolución de los espíritus".
La pupila insomne

En abril de ese mismo año gana el premio de poesía en los Juegos Florales de Holguín con La Medalla del Soneto Clásico. Posteriormente en 1926 como miembro de la Liga Anticlerical redacta su folleto: "Cuba, Factoría yanqui". Dejó a un lado la poesía y lejos de todo adorno desplegó una prosa de denuncia candente en los artículos salidos de su pluma, entre ellos, "Ya vamos siendo parias en nuestra propia tierra", en el que manifestaba su pensamiento antimperialista. También en sus textos ofreció una interpretación marxista del proceso cubano, propagó las ideas del Socialismo Científico y denunció la política expansionista de Estados Unidos.

Dentro de su obra poética resaltan composiciones líricas tales como: Peñas arriba, de 1917, 27 de noviembre de 1919, Ofrenda, de 1920, Madrigal, de 1921, 24 de febrero de 1922, La verdad del campesino, de 1930, Mensaje Lírico Civil, de 1930, Grito, de 1932 y su desgarradora y cruda, Canción del Sainete Póstumo, de 1933, donde le recuerda a su amada esposa, que después de su muerte la vida continuará para todos los que lo conocieron, resaltando la enajenación del individuo en pos de las masas. Todos estos textos resaltan simultáneamente al hombre al desnudo, y al revolucionario intransigente, ya que van desde la satírica burla de algo tan temible como la muerte, hasta la crítica sesuda de la realidad social.

Por sus actividades revolucionarias contra la dictadura de Machado se vio obligado a emigrar. En Nueva York colaboró con las revistas “Mundo Obrero” y “Vida Obrera” y en el “periódico Luchador del Caribe”.

Trayectoria revolucionaria

Nota de prensa sobre la Protesta de los Trece

Desde el bufete de Fernando Ortiz, donde trabajó primero como auxiliar y después secretario particular, estrechó los vínculos con intelectuales comprometidos. Para entonces, ya se había graduado de abogado y sus servicios estarían desde entonces a disposición de las causas justas.

Muy pronto su nombre comienza a conocerse en los círculos intelectuales vinculado al acontecer político de la Isla. Los fragmentos contenidos en su poema "Mensaje lírico civil", evidencian su temprano compromiso revolucionario. No es casual, entonces, su liderazgo del grupo que suscribió la conocida Protesta de los Trece, ocasionada por la fraudulenta gestión administrativa del presidente Alfredo Zayas al vender el Convento de Santa Clara de Asís.

Consciente de la necesidad de establecer vínculos entre el movimiento obrero y el estudiantado, grupos más radicales de la sociedad cubana, participa en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes invitado por Julio Antonio Mella y posteriormente en la fundación de la Universidad Popular José Martí, basada en principios humanistas e igualitarios, para la superación de la clase obrera cubana en su lucha por las reivindicaciones sociales, impartiendo clases y desempeñándose como secretario de la institución. Con el decursar del tiempo, sus estudios de abogacía serían puestos a disposición de Julio Antonio Mella, de quien fungiría como abogado defensor en más de una ocasión.

La Falange de Acción Revolucionaria, el Grupo Minorista y el Movimiento de Veteranos y Patriotas se convertirían en espacio para conocer de la inconformidad de Villena con la situación existente en Cuba. Pero la maduración de su actividad política llegó en 1925 con la creación del primer Partido Comunista de Cuba junto a Carlos Baliño. A partir de ahí, fungiría como uno de los líderes fundamentales de la agrupación.

El 20 de mayo de 1925, el general Gerardo Machado asumió la presidencia de la república neocolonial. Para Machado ya Villena se había convertido en permanente adversario, pues dirige la huelga general contra él; escribe una carta de protesta contra la prórroga de poderes y funge como asesor legal de la Federación Obrera de La Habana y la Comisión Nacional Obrera de Cuba, todo lo cual le merece el odio del dictador. Machado entonces ilegalizó el Partido Comunista y la Federación Estudiantil Universitaria, expulsó a Julio Antonio Mella de la Universidad y lo encarceló sin pruebas, bajo la acusación de terrorista.

Ante tal arbitrariedad, el joven dirigente se declaró en huelga de hambre. Pero el tirano no le levantó los cargos y declaró públicamente:
"Si no quiere comer, que se joda".
A interceder por Mella fueron ante el mismísimo Machado el periodista Muñiz Vergara, conocido por su seudónimo de Capitán Nemo, y Rubén. El encontronazo entre Rubén y Machado acaeció en casa de un ministro del Gobierno y el poeta revolucionario, le enunció unas cuantas verdades molestas al dictador. Muñiz Vergara había hablado primero. Se dirigió a Machado, le presentó a Rubén, le habló de las virtudes de Mella, y le pidió que autorizara su excarcelación bajo fianza. La respuesta del dictador no se hizo esperar:
“Mella será un buen hijo, pero es un comunista... Es un comunista y me ha tirado un manifiesto, impreso en tinta roja, en donde lo menos que me dice es asesino... ¡Y eso no lo puedo permitir!”
Ya Rubén no pudo contenerse, preso de la ira y con tono desafiante le espetó:
“¡Usted llama a Mella comunista como un insulto y usted no sabe lo que es ser comunista! ¡Usted no debe hablar de lo que no sabe!”
Machado, “se replegó como un tigre que iba a saltar”, y con esa furia le contestó:
“Tiene usted razón, joven... Yo no sé lo que es comunismo, ni anarquismo, ni socialismo... Pero a mi no me ponen rabo, ni los estudiantes, ni los obreros, ni los veteranos, ni los patriotas... ni Mella. ¡Y lo mato, lo mato!...”
A renglón seguido, los acompañantes de Machado lo rodearon y arrastraron hacia el auto mientras Rubén, irritado, increpaba al dictador. De inmediato, aún en el patio de Barraqué, le expresó Rubén a Muñiz Vergara:
¡Yo no lo había visto nunca; yo no lo conocía; sólo había oído decir que era un bruto, un salvaje! ¡Y ahora veo que es verdad todo lo que se dice! ¡Pobre América Latina, pobre América Española, capitán, que está sometida a estos bárbaros! ¡Pero éste no es más que un bárbaro, un animal, un salvaje... una bestia!... [5]
Minutos después, al relatar el encuentro a Fernando Ortiz y Pablo de la Torriente Brau en el bufete del primero, Martínez Villena calificaría genialmente al tirano:
"Es un salvaje, un animal, una bestia..., un asno con garras".
Con ese mote trascendió Machado a la posteridad.

A pesar de que se mantiene activo e indoblegable, su salud está resentida, no le acompañan las fuerzas de antes, se agota rápidamente. Poco a poco las dolencias pulmonares van lacerando su ya débil constitución, pero no por ello abandona el compromiso con los más oprimidos. Constantemente se ve obligado a cambiar de residencia para no caer en manos de los esbirros machadistas. Junto a un grupo de intelectuales, participa también en la fundación del Grupo Minorista, como él mismo lo definiera era pequeño por el número de sus integrantes, pero grande por la labor que se proponía.

En mayo de 1924 marcha hacia la Florida para aprender a pilotar un avión con el fin de bombardear objetivos militares en La Habana. Es apresado y tiene que regresar a Cuba. Pero en junio de 1927 ingresa en la Quinta de Dependientes con el mal que lo llevaría a la muerte: la tuberculosis pulmonar. En ese mismo año, en septiembre, ingresó al Partido donde lo nombraron oficialmente Asesor Legal de la Confederación Nacional de Obreros de Cuba (CNOC), organización unitaria del proletariado cubano, de la que se convirtió en el máximo orientador. Como abogado de la central sindical nacional, se convirtió en su líder natural aunque nunca asumió la secretaría general.

Villena al centro, Alejo Carpentier a su izquierda y otros

En 1928 es electo miembro del Comité Central del PCC, sin embargo nunca ostentó cargo oficial alguno, salvo integrante de este Comité, debido a los prejuicios del movimiento comunista de la época, y los suyos propios, de que un intelectual no debiera asumir en esa organización la máxima responsabilidad. Tras la muerte de Julio Antonio Mella, en 1929, por acuerdo del Comité Central se convirtió en el principal y más activo dirigente del Partido, desarrollando una ardua labor a pesar de estar afectado de forma aguda por la tuberculosis.[6]

Le corresponde organizar y dirigir la primera huelga política de la Historia de Cuba que estremeció los cimientos del régimen tiránico, paralizando el país por más de 24 horas el 20 de marzo de 1930. Posteriormente Viaja a la URSS como forma de escapar del terror que sobre él se desata y con el objetivo de tratar de curarse de la tuberculosis. En Moscú trabaja en la Sección Latinoamericana de la KOMINTERN y sostiene un constante intercambio con los teóricos del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y del marxismo – leninismo, desarrollando, en su fuero interno, un proceso de negación dialéctica de las concepciones marxistas y de la teoría de lucha del proletariado para adaptarlas a las condiciones de la Cuba de la década de 1930.

Villena en la Unión Soviética
Desde la lejana Unión Soviética Rubén le escribe a Asela, constantemente, acerca de su preocupación por las luchas en Cuba y su deseo de regresar al país, porque, como le comentara ya en su carta del 17 de septiembre de 1930, cuando hasta escribir le agotaba:
“mi último dolor no es el de dejar la vida, sino dejarla de modo tan inútil para la Revolución y el Partido, tengo el consuelo de haberte ayudado a dar un contenido tan grande a la vida, que él mismo te resguardará del dolor de mi pérdida.¡Hay que estudiar, hay que combatir alegremente por la Revolución, pase lo que pase, caiga quien caiga! ¡No lágrimas! ¡A la lucha!”[7]
A todas sus angustias se sumó, durante 1932, el embarazo de su Asela y el nacimiento de su hija. Le reiteraba de mil formas el dolor que experimentaba por no poder estar a su lado en esa etapa: por la difícil situación económica que ella pasaba en la Isla; la incertidumbre que le proporcionaba el no tener noticias de cómo transcurrió el alumbramiento, y la aflicción por la posibilidad de que, según le escribiera el 30 de julio de 1932, pocos días después del nacimiento de su Rusela:
“acaso nunca llegue a conocer a esa pequeñina ruso – cubana, a pesar de todo lo que representa un hijo en dificultades y preocupaciones... ¡me alegro tanto que tengas un bebé!”

Al agravarse su enfermedad regresa al sanatorio del Cáucaso y allí recibe la noticia de lo irreversible de la misma y decide regresar a Cuba para conocer a su hija, acompañar a su esposa, y entregar sus últimos alientos vitales al esfuerzo popular para derrocar a Machado. A pesar de su enfermedad y de conocer su próximo fin, organizó y dirigió la Huelga General Revolucionaria que derrocó a Machado el 12 de agosto de 1933. Participa contra todos los consejos de su médico Gustavo Aldereguía en el recibimiento de las cenizas de Mella en el año 1933. Este mismo año con la salud muy deteriorada, que lo obliga a guardar cama, dirige las reuniones del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y participa activamente en todo el contenido y los proyectos para el IV Congreso Nacional Obrero de Unidad Sindical. En diciembre, asiste a su última reunión antes de ser recluido en el Sanatorio La Esperanza.

Muerte

Sepelio de Villena en el Cementerio de Colón

Su vida termina entre la conmoción de la caída, el 15 de enero de 1934, del Gobierno de los Cien Días y la organización del Cuarto Congreso de Unidad Sindical. Tenía 34 años de edad cuando la noche del 16 de enero de 1934, en un sanatorio de las afueras de La Habana, quedó apagada su vida como luz que despedía el último destello, pero sus ideas y simiente continuaron irradiando para guiar a otras generaciones de revolucionarios cubanos. Cuando sus ojos se cerraron definitivamente, las enseñanzas y ejemplo que legó, serían faro y guía en la lucha entablada para hacer realidad lo expuesto en el Mensaje lírico civil:

“Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones, para lavar la honra de los que padecen ultraje, para limpiar la costra tenaz del coloniaje."
Loló de la Torriente, hermana de su entrañable amigo y revolucionario, Pablo de la Torriente Brau, describiendo los últimos instantes de vida de Rubén, entre las dos y las cuatro de la madrugada del 16 de enero de 1934 dijo:
"(…)No hablaba con el dolor del que siente que la vida se le va, sino con la elocuente convicción del que sabe que el hombre pasa, las situaciones cambian y sólo queda, renovándose eternamente, el pueblo" .[8]

Su muerte coincidió con la culminación del Congreso y a su entierro asistieron todos los delegados con sus credenciales y los estandartes de los sindicatos, seguidos por más de 20 mil trabajadores que le rindieron una combativa despedida gritando consignas y entonando canciones revolucionarias en el tránsito al Cementerio de Colón.

Véase también

Enlaces externos

Referencias

Fuentes