Síndromes geriátricos

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Síndromes Geriátricos
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Los síndromes geriátricos se refieren a condiciones de salud multifactoriales, propias del paciente anciano, que ocurren cuando los efectos de la acumulación de deterioros, en múltiples sistemas, tornan a una persona vulnerable ante demandas fisiológicas o fisiopatológicas.

Conceptos

El concepto de "síndromes geriátricos" ha evolucionando con el tiempo. En términos generales, un síndrome esta definido como un grupo de signos y síntomas que se presentan juntos y caracterizan a una anomalía en particular, o El conjunto de síntomas y signos asociados con cualquier proceso mórbido, y que constituyen en conjunto la imagen de la enfermedad.

  • Síndrome es un conjunto de síntomas y signos que se presentan independientemente de una enfermedad. En medicina, un síndrome es un cuadro clínico o un conjunto sintomático que presenta alguna enfermedad con cierto significado y que por sus características posee cierta identidad; es decir, un grupo significativo de síntomas y signos (datos semiológicos), que concurren en tiempo y forma, y con variadas causas o etiología.
  • Geriatría: Es una rama de la medicina que se dedica a aspectos preventivos, clinico-terapéuticos y sociales de los ancianos.
  • Gerontología: ciencia básica que estudia el envejecimiento de los seres vivos.

Generalidades

Existen síndromes geriátricos de mayor prevalencia, son los llamados grandes síndromes geriátricos, estos son la Incontinencia urinaria, las Caídas, la Inmovilidad y el deterioro mental. Existen otras de discutible menor prevalencia, como; deprivación sensorial, insomnio, depresión, aislamiento social, malnutrición, estreñimiento, deshidratación, hipotermia, polifarmacología, síncopes, úlceras por presión. Así, una causa puede derivar en varios síndromes geriátricos, y al revés, varias causas pueden provocar uno o más síndromes. Por ello, es importante conocerlas y estar atentos a su comienzo, pues de la detección precoz, el diagnóstico etiológico y el seguimiento continuado depende el que nuestros mayores se rehabiliten de la mejor manera posible y tengan una calidad de vida óptima. En esta ocasión trataremos las más prevalentes.

La incontinencia urinaria

La incontinencia urinaria es cualquier pérdida involuntaria de orina que origine un problema higiénico y/o psicosocial y que se pueda demostrar objetivamente. Se trata de un trastorno frecuente en personas mayores; se estima que cerca del 15% de la población mayor de 65 años de la comunidad y más del 50% de las personas institucionalizadas lo presentan (de hecho, es el segundo motivo de institucionalización). Es más frecuente en mujeres que en varones y, en contra de lo que se suele suponer, no es exclusivo de personas deterioradas o muy incapacitadas, sino que aparece también en personas con buena función mental e independientes.

La incontinencia urinaria

Aunque en sí no es un problema grave de salud, sí es cierto que su presencia conlleva serios problemas de manejo, limita la autonomía, deteriora la imagen personal, altera la vida social de las personas que la padecen y deteriora sensiblemente la calidad de vida. Además, contribuye al desarrollo de ulceras por presión, infecciones de orina y depresión. Por su frecuencia y repercusión la incontinencia urinaria es uno de los principales síndromes geriátricos y debe ser buscado activamente y estudiado en la valoración geriátrica integral. Es indudable que el envejecimiento condiciona una serie de cambios tanto a nivel del sistema nervioso (central, autónomo, simpático y parasimpático) y en su inervación como también a nivel del tracto urinario inferior (vejiga, uretra) y del aparato genital ([[próstata[[, vagina), los cuales podrán interferir con la normal realización del acto miccional, teniendo su origen a distintos niveles: tracto urinario inferior, sistema nervioso responsable del control y la coordinación de la micción, mecanismo de producción de la orina, percepción del deseo miccional o habilidad física para acceder al baño y realizar las actividades básicas de la vida diaria. En contra de lo que se puede pensar, la incontinencia urinaria no es normal con el envejecimiento, sino que es un problema causado por algún tipo de trastorno médico o funcional. Su valoración y tratamiento son muy sencillos y eficaces, con porcentajes de curación o mejoría hasta el 75% de los casos. Cuando no es posible la curación puede tratarse de forma que aumente el bienestar del paciente, facilite la labor de los cuidadores y minimice los costes y las complicaciones. Uno de los factores que en gran medida determina el pronóstico de la incontinencia urinaria es la motivación y actitud de los profesionales. La aproximación adecuada es el promover la continencia y tratar la incontinencia en función de sus causas y no sólo evitar el mojado de ropa y cama con el uso de absorbentes. Se sabe que por cada caso reconocido en atención primaria hay 20 casos que no lo están. Otros estudios muestran que casi dos tercios de los pacientes sufren incontinencia durante más de 2 años antes de consultar por primera vez a un especialista y que sólo se investiga un tercio de las incontinencias. Son varias las razones que pueden explicar esto:

  • Con demasiada frecuencia la incontinencia urinaria se considera, tanto por parte de los profesionales como de los propios pacientes o familiares, una consecuencia normal e inevitable del envejecimiento o algo propio de la mujer.
  • Existe una creencia muy difundida de que se trata más de un fastidio que de un problema real de salud.
  • Los pacientes pueden tener poca confianza en que el problema sea resuelto por el equipo sanitario, sentir temor ante molestos estudios diagnósticos o avergonzarse de reconocer el problema.
  • Existe un gran desconocimiento sobre el diagnóstico y el tratamiento por parte de los profesionales sanitarios, lo cual genera cierto rechazo de éstos. El personal de enfermería refiere tener poco tiempo para preservar la continencia y manifiestan enormes dificultades para supervisar fichas de incontinencia. A menudo existen problemas para que en los centros haya personal suficiente para el establecimiento de protocolos de incontinencia.
  • Los cuidados y técnicas que se saben eficaces se aplican con escasa frecuencia y se explican poco a los cuidadores para su cumplimentación.

Fragilidad. Síndrome de la decaída

Fragilidad. Síndrome de la decaída

La fragilidad y, de forma extrema, el síndrome de la decaída o declive, es un conjunto de síntomas y signos clínicos que se caracterizan por la disminución de la capacidad de reserva de órganos y sistemas, que ocasiona en el individuo grandes perdidas funcionales ante pequeños cambios. Cuando la fragilidad se acentúa surge el síndrome del declive, marcado por la perdida de peso involuntaria, el aumento de la debilidad general y la dependencia para las actividades básicas de la vida; este proceso tiene una probabilidad de recuperación muy baja y una alta mortalidad. Los ancianos frágiles tienen más probabilidad de desarrollar dependencia (pero ni todos los dependientes son frágiles, ni todos los frágiles son dependientes), con un aumento del riesgo de caídas, hospitalización y muerte. En este problema se pueden diferenciar varios factores: 1. Perdida de peso y disminución de la masa muscular. 2. Disminución del nivel de actividad y movilidad, con deterioro de la capacidad funcional física, trastornos del equilibrio y de la marcha. 3. Disminución en las funciones mentales, aunque no tiene que llegar forzosamente a un nivel de demencia. En muchas ocasiones hay alteraciones del ánimo, como depresión. 4. Aislamiento social. Los mecanismos fisiopatológicos se cree que involucran a múltiples sistemas del organismo. Los más importantes son la perdida de masa muscular, el pobre ajuste de las diferentes hormonas y sus mecanismos de control (aumento de cortisona propia, disminución de hormona del crecimiento y de las hormonas sexuales testosterona y estrógenos) y disminución de la función inmunitaria (por disfunción de la inmunidad humoral, de los mensajeros y mediadores de esta inmunidad). Asimismo, existen diversos factores ambientales, como hábitos tóxicos o dietéticos inadecuados, en especial las dietas muy restrictivas. Los efectos de estas alteraciones pueden estar larvados, poco visibles, y salir a la luz ante diversos desencadenantes, que pueden ser, por ejemplo:

Aunque la mayoría de las personas, y en especial los médicos que están habitualmente en contacto con ancianos, son capaces de señalar correctamente a una persona mayor frágil, es relativamente difícil establecer un fenotipo, un retrato robot de la fragilidad. Algunos estudios han podido establecer los siguientes puntos: 1. Perdida involuntaria de peso de más de 4,5 kg o una disminución mayor o igual al 5% del peso habitual. 2. Disminución del 20% en la fuerza del apretón de mano. 3. Disminución de la resistencia general, sensación de agotamiento. 4. Velocidad al caminar 5m mayor o igual a 7 segundos. 5. Baja actividad física, tanto en ejercicio físico como en actividades recreativas

La incontinencia fecal

La incontinencia fecal es la pérdida del control de las evacuaciones, que da como resultado el paso involuntario de las heces. Esto conduce a que la materia fecal se salga por el recto (la última parte del intestino grueso) en momentos inesperados e inadecuados. La incontinencia fecal es un trastorno que afecta notablemente la calidad de vida. Para algunas personas es motivo de vergüenza, a menudo conduce a depresión y aislamiento social. Debido a que con frecuencia quienes la sufren son reacios a informar el problema y a su vez muchos médicos desconocen la existencia de tratamientos eficaces, por lo que muchas personas sufren incontinencia fecal innecesariamente. Los ancianos suelen creer que la incontinencia es una característica del proceso de envejecimiento y que, por lo tanto, es una patología que deben tolerar. Por ello, es importante que los profesionales de la salud traten el tema y alienten a sus pacientes a buscar la terapia apropiada. A pesar de ser muy frecuente (en algunos estudios es la segunda causa de institucionalización en ancianos) y del gran impacto psicosocial que conlleva, la incontinencia fecal es una gran desconocida en el ámbito sanitario. El estreñimiento es uno de los grandes síndromes geriátricos por su prevalencia, sus graves complicaciones y su importante incidencia en la calidad de vida del anciano. Pese a ello, es muy difícil conocer la frecuencia real del estreñimiento, ya que no todos los ancianos con este síntoma acuden al médico, y a la inversa, muchos tienen una idea equivocada del ritmo intestinal normal. Todas estas circunstancias enmascaran los resultados de los estudios epidemiológicos e influyen también en el importante autoconsumo de laxantes entre los ancianos (30-50% de los ancianos los toman habitualmente o esporádicamente). Aun así, se sabe que el estreñimiento es uno de los problemas más frecuentes entre las personas de edad avanzada, de forma que lo sufren entre un 2 y un 12% de los mayores de 65 años que viven en la comunidad y hasta un 80% de los institucionalizados. Dichos porcentajes aumentan exponencialmente con la edad. Asimismo, es más frecuente en mujeres que en hombres, en una proporción de 2 a 1.

La incontinencia fecal

El estreñimiento puede ser agudo (disminución brusca y de corta duración de la frecuencia de deposiciones o del esfuerzo defecatorio) o crónico. Los criterios diagnósticos para el estreñimiento crónico son los siguientes: Debe incluir todos los siguientes y durante los últimos 3 meses: • Debe cumplir 2 o más de lo síntomas siguientes: o Esfuerzo defecatorio excesivo en más del 25% de las ocasiones. o Heces duras en más del 25% de las ocasiones. o Sensación de evacuación incompleta en más del 25% de las ocasiones. o Sensación de bloqueo u obstrucción anorrectal en más del 25% de las ocasiones. o Maniobras manuales para facilitar la defecación (digitalización, sujeción del suelo pélvico) en más del 25% de las ocasiones. o Menos de 3 defecaciones por semana. • Raramente hace deposición sin el uso de laxantes. • No cumple criterios claros de síndrome de intestino irritable. El estreñimiento, en el anciano no siempre es un proceso banal, ya que, además de las molestias subjetivas y de disconfort, puede acompañarse de múltiples complicaciones médicas, algunas de ellas potencialmente graves.

Estreñimiento

La complicación más frecuente es la impactación fecal o fecaloma, que es el acúmulo de heces en la ampolla rectal, muchas veces favorecida por la deshidratación de las heces por la reabsorción de agua. Otras complicaciones del estreñimiento pueden ser la anorexia, el empeoramiento del reflujo gastroesofágico por aumento de la presión intraabdominal, la patología anal como las hemorroides internas y externas, las fisuras anales o el prolapso de la mucosa anal, y la obstrucción intestinal. Las complicaciones más graves, además de la obstrucción, son el vólvulo de colon y la pseudoobstrucción de colon o síndrome de Ogilvie. Una complicación poco frecuente pero que hay que conocer son las úlceras estercolares o estercoráceas, en la que las heces duras producen un decúbito sobre la mucosa colónica. Se pueden manifestar con rectorragia y en caso de infección de la úlcera con fiebre, dolor abdominal e incluso bacteriemia, con paso de bacterias del tracto intestinal al flujo sanguíneo. En personas ancianas frágiles o con deterioro cognitivo el estreñimiento y la impactación fecal son causas a considerar cuando se presenta un cuadro de síndrome confusional o delirium.

Alteraciones de la audición

En las personas mayores la disminución de la audición es relativamente frecuente, tanto por enfermedades otológicas como por cambios relacionados con el envejecimiento (la presbiacusia). La sordera o incluso la disminución de la agudeza auditiva está relacionada con: • Aumento del riesgo de caídas, con mayor miedo posterior a caerse. • Aumento de accidentes domésticos, como quemaduras o golpes. • Reducción de la movilidad. • Tendencia a la disminución de las actividades fuera del domicilio, con aislamiento social. • Disminución de las habilidades en las actividades básicas de la vida diaria, en especial las instrumentales (comprar, llevar asuntos de dinero, llamar por teléfono, viajar). • Desarrollo de síndromes confusionales en pacientes con deterioro cognitivo y/o frágiles. • Asociación a depresión, ansiedad, estrés.

Alteraciones de la audición

Las patologías que provocan disminución de la agudeza auditiva en las personas mayores suelen ser: • Tapón de cera en el conducto auditivo externo, donde se acumula la cera protectora. Además de sordera puede provocar ruidos (acúfenos) y sensación de inestabilidad. El tratamiento es extracción del mismo por personal sanitario tras reblandecimiento. • Perforación timpánica, es decir, un “agujero” en el tímpano, producido por diversas causas (infección, traumatismo). Produce sordera, dolor, secreción por el conducto, ruidos y mareos. El tratamiento suele ser esperar la cicatrización espontánea y evitar la entrada de agua en el conducto; la cirugía se reserva para casos extremos. • Otitis externa, es decir, inflamación o infección en el conducto auditivo externo. La clínica consiste en sordera, dolor, picor y supuración. El tratamiento médico suele ser gotas otológicas y analgésicos orales. • Otitis media aguda o infección del oído medio, que provoca sordera, dolor, inestabilidad, ruidos. El tratamiento de antibiótico y analgésico debe recomendarlo un médico. • Otitis media crónica, que es la complicación extrema de una otitis media aguda perforada, que presenta síntomas de sordera y supuración maloliente. El tratamiento suele ser quirúrgico mediante la limpieza profunda de la zona. • Presbiacusia, que es la disminución de la agudeza auditiva por la pérdida de elasticidad del tímpano y los huesecillos causada por la edad y la disminución del número de células sensitivas; aproximadamente el 30% de los mayores de 65 años tiene pérdida de audición demostrable por audiometría. Es bilateral, de comienzo paulatino y afecta más y más precozmente en sonidos agudos; también provoca interferencias en la comprensión de conversaciones en ambientes ruidosos (disminuye la discriminación). Por las implicaciones funcionales que conlleva la disminución de la audición es importante revisar de forma periódica y rutinaria la agudeza auditiva, así como valorar correctamente las quejas subjetivas de sordera por parte de los ancianos y no darlo como propio de la edad.

Ver también

Fuentes

  • Orosa Fraíz Teresa. (2003). La Tercera edad y la familia. Editorial Félix Varela. La Habana.
  • Prieto R, O; Vega G, E . (1996). Temas de Gerontología. Ciudad de la Habana.
  • http://bvs.sld.cu/revistas/ric/vol5_1_97/ric04197.pdf
  • Lic. Cuello León, Eliester. El trabajo de la tercera edad en los establecimientos penitenciarios a través de la cultura física. 2011, Matanzas, Cuba