Santa Capilla del Pilar

Santa Capilla del Pilar
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Descripción


Santa Capilla del Pilar La advocación de la Virgen del Pilar, por lo singular de su tradición —vinculada a los orígenes del cristianismo en España— y por diversas vicisitudes históricas, ha llegado a adquirir dimensiones españolas e hispánicas marianas de primera magnitud. Sin embargo, esta devoción desde sus orígenes ha constituido uno de los principales elementos integrantes no sólo de la religiosidad aragonesa, sino incluso de su propia identidad.

Datos biográficos

La advocación de la Virgen del Pilar, por lo singular de su tradición —vinculada a los orígenes del cristianismo en España— y por diversas vicisitudes históricas, ha llegado a adquirir dimensiones españolas e hispánicas marianas de primera magnitud. Sin embargo, esta devoción desde sus orígenes ha constituido uno de los principales elementos integrantes no sólo de la religiosidad aragonesa, sino incluso de su propia identidad. Y del mismo modo que la esencia aragonesa no puede reducirse a los más destacados y tradicionales rasgos en que a menudo se le identifica (el Pilar, la jota, el Ebro, la literatura costumbrista, etc.), tampoco sería posible una aproximación en profundidad a la personalidad de los aragoneses ignorando o infravalorando estos componentes tradicionales. De ahí la amplitud y variedad de perspectivas con que aquí se aborda el tema pilarista.

Tradición e historia del templo

La advocación de Nuestra Señora del Pilar: El núcleo fundamental de la tradición pilarista consiste en que la Virgen María, desde Jerusalén, donde aún vivía antes de su Asunción, para confortar al Santiago el Mayor (apóstol) en sus tareas de evangelización de Hispania, lo visitó milagrosamente en Cesaraugusta a orillas del río Ebro, donde se encontraba con los primeros convertidos. En recuerdo de aquel acontecimiento se levantó más tarde en aquel lugar una modesta capilla en honor de Nuestra Señora, venerando su imagen sobre un pilar o columna.

La primera consignación escrita que se conoce de esta tradición, ya adornada con otros detalles secundarios, data de finales del siglo XIII y se contiene al final de un códice de los Moralia in Job de Gregorio Magno, celosamente guardado en el archivo de la basílica. De la misma época, y conservado en el mismo archivo, es el documento en que aparece expresamente por vez primera la advocación concreta de «Santa María del Pilar». Se trata de una salvaguardia de los jurados de Zaragoza eximiendo de prendas a los peregrinos al santuario, fechada el 27-V-1299, que lleva pendiente el más antiguo sello de cera del Concejo que se conoce.

—Edad Antigua (hasta el siglo XII): Pero la historia demuestra con documentos la existencia de un templo de Santa María muchos siglos atrás. Ya bajo el dominio musulmán de Zaragoza está atestiguado por fuentes históricas escritas. Tales son el testimonio del franco Aimoino, monje de Saint Germain des Pres en su Historia translationis Sancti Vincentii, escrita entre los años 870-88, en la que se cita la «ecclesia Beatae Mariae semper Virginis», donde el obispo cesaraugustano Senior mandó depositar las reliquias del Santo hacia el año 855 (Migne, P. L., 126, c. 1016); y el testamento del barcelonés Moción, hijo de Fruya, a quien, a la vuelta de su cautividad en Córdoba, sobreviene la muerte en febrero del año 986 en la Zaragoza musulmana, siendo la primera manda en su testamento 100 sueldos «ad Sancta Maria qui est sita in Çaragotia et ad Sanctas Massas qui sunt foris muros». El pergamino original del reconocimiento jurídico de este testamento, está fechado en Vallvidrera el 26-VI-987 y se conserva en el Archivo Diocesano de Barcelona. Y puesto que los musulmanes en España permitían que algunas iglesias existentes al tiempo de la invasión continuasen abiertas al culto para la población mozárabe, pero no la edificación de nuevos templos, hay que concluir que la iglesia de Santa María se remonta a la época visigótica.

Es muy significativo el título de «mater ecclesiarum eiusdem urbis» que el citado Aimoino da al templo de Santa María, que sugiere con respecto a las demás iglesias de la ciudad prioridad en la dignidad y tal vez en el tiempo.

En cuanto a la dignidad, parece seguro que fue la iglesia del obispo o catedral durante la dominación sarracena, mientras hubo prelado, y probable que ya lo fuese durante la época visigótica, en la que también las catedrales de Toledo y de Mérida estaban dedicadas a Santa María, recibiendo la última de ellas también el nombre de «Sancta Hierusalem». La especial vinculación del sepulcro de San Braulio con la iglesia de Santa María de Zaragoza sería una congruencia más para la hipótesis de su catedralidad en la época visigótica.

En cuanto a su antigüedad, en relación con los otros templos cristianos de la ciudad de Zaragoza, recordemos que en los orígenes del cristianismo la comunidad cristiana de Caesaraugusta, junto a las de Mérida, León y Astorga es la primera de las de Hispania de que tenemos referencia escrita explícita hacia el año 254 en la carta 67 del epistolario de San Cipriano; que su obispo Valerio estuvo presente en el Concilio de Elvira entre el 300 y 314; que ofrendó en las persecuciones romanas la sangre de su arcediano Vicente, Engracia y los XVIII mártires, cantados por Prudencio; que, después de la paz constantiniana, fue sede del Concilio antipriscialianista de 380, celebrado «in secretario» o sacristía de una iglesia de la ciudad; y que en concreto en la época visigótica existían en Zaragoza, además de la de Santa María, la basílica de los Mártires y la de San Vicente, cantadas en los poemas de San Eugenio de Toledo, y tal una en honor de San Millán y otra dedicada a San Félix.

—Edad Media (siglos XII-XV): La ciudad de Zaragoza fue reconquistada a los sarracenos el 18-XII-1118 por el rey de Aragón, Alfonso I, ayudado por tropas del sur de Francia. Pocos días antes, el 10-XII-1118, el Papa Gelasio II dirige la bula Litteras devotionis al ejército cristiano que sitiaba la ciudad, comunicándole la aceptación y consagración del obispo por ellos propuesto, Pedro de Librana, de origen francés, y concediendo indulgencias a los que murieren en el asedio, a los que en él combatiesen y a aquellos «qui praefatae urbis ecclesiae, a saracenis et moabitis dirutae, unde reficiatur, et clericis inde famulantibus, unde pascantur, aliquid donent vel donaverint». Que esta «ecclesia», por cuya restauración ofrece indulgencias el Pontífice, se refiere a la de Santa María aparece por la carta circular, con que el nuevo obispo, Pedro, una vez conquistada la ciudad, remite la bula papal, por medio del arcediano Miorrando «universis Ecclesiae fidelibus, archiepiscopis, episcopis, abbatibus, presbyteris, omnibus catholicae fidei cultoribus». Para su restauración y para alimento de sus clérigos pide el obispo limosna generosa. El contenido de esta carta manifiesta la fama general de que gozaba ya entonces la iglesia de Santa María y la conciencia de su antigüedad. En la circular se añadían a las indulgencias del Papa, las del propio obispo Pedro, las del arzobispo de Toledo, Bernardo; obispo de Huesca, Esteban; obispo de Calahorra, Sancho, y el cardenal Bosón, legado pontificio y las «omnium episcoporum Hispaniae». Una prueba bien clara de que la fama del templo de Santa María trasciende ya los límites ciudadanos y aun diocesanos.

En octubre de 1121 quedaba transformada en templo cristiano la mezquita mayor de Zaragoza y pasaba a ser la Seo o sede episcopal, con un cabildo secular al principio y muy pronto regular de San Agustín. Pero también en el templo de Santa María, reconstruido en estilo románico, se erige un cabildo de clérigos para atender su culto, al que en 1138 el obispo Bernardo impondrá la regla de San Agustín, decisión que confirmará el Papa Inocencio II en su bula Ad hoc universalis de 15-XII-1141, recibiendo bajo su protección a la iglesia y cabildo de Santa María.

A lo largo del siglo XII, seis bulas más, de los papas Eugenio III, Alejandro III y Celestino III, son expresión de la particular benevolencia de la Santa Sede al santuario mariano de Zaragoza. Lo mismo ocurre con los reyes de Aragón, conservándose privilegios reales de Ramón Berenguer IV (1142), y Alfonso II (1187, 1191, 1196), que fundó en el santuario una capellanía real y con rentas para que ardiese continuamente una lámpara ante Nuestra Señora, y fue recibido como canónigo honorario. Y también los monarcas de otras dinastías u otros reinos hispánicos se relacionan con el templo de Santa María. Así el rey de León, Alfonso VII en 1136 se trasladó "in ecclesiam Sanctae Mariae", donde fue recibido solemnemente por obispo y clero; y el rey Sancho II de Navarra en 1196 otorgó carta de protección a los bienes del santuario en su reino.

La generosidad de los obispos de Zaragoza, otorgando rentas y décimas de otras iglesias de la diócesis, y de los fieles se refleja en unos cuarenta documentos, conservados en el archivo, destacando entre las primeras donaciones (1135) la de doña Talesa, viuda de Gastón de Bearn, a quien el rey Alfonso otorgó el patronato de la iglesia de Santa María en la que ambos esposos fueron enterrados y a la que dejaron el precioso olifante de su museo. Para los peregrinos se funda el Hospital de Santa María, del que ya hay noticia en una donación de 1143.

En el siglo XIII el documento pontificio más importante es la bula Mirabilis Deus de Bonifacio VIII, de 12-VI-1296, por la que concede indulgencias a los que visiten la iglesia de Santa María en las fiestas de la Virgen, y del Espíritu Santo, Santiago, San Miguel, San Cristóbal y San Martín, que tenían altar propio en el templo.

Continúan también los reyes de Aragón en su trayectoria de protectores del santuario mariano, y así conservamos varios privilegios de Jaime I (1224, 1233, 1258) y su esposa doña Leonor (1224), Alfonso III (1289) y Jaime II (1294, 1299, 1302), que además erigió una capellanía real perpetua.

Ya hemos aludido a la salvaguardia municipal de 1299, en que aparece el nombre de Santa María del Pilar por vez primera y a la consignación por escrito en este siglo de la tradición de la Venida de la Virgen. Nace también en este siglo la Cofradía de Santa María la Mayor y del Pilar.

En el siglo XIV, el documento pontificio más importante es el firmado el 28-VI-1399 por el cardenal aragonés Fernando Pérez Calvillo en nombre de Benedicto XIII, preso en Aviñón, sin poder expedir bulas, por el que se conceden indulgencias si se visita ciertos días la "capella Beatae Mariae del Pilar, vulgariter nun-cupata, in claustro Ecclesiae Collegiatae Sanctae Mariae Maioris Caesaraugusta-nae institutae". Los reyes de Aragón, Pedro IV (1356, 1360) y Martín I (1399, 1408) se manifiestan decididos protectores del templo del Pilar; y comienza en 1390 la fundación de capellanías privadas.

En el siglo XV, el Papa hispano Calixto III, que por haber sido secretario del rey de Aragón, Alfonso V, conocía bien la historia del templo, otorga una de las bulas pilaristas más importantes, el 23-IX-1456, por recoger en ella la tradición "testante historia". Juan II de Aragón concede, como sus antecesores, protección y favor al Pilar en 1459 y autoriza a la Cofradía del Advenimiento de Nuestra Señora a recibir miembros por todo el reino, divulgando así la historia del santuario; ya anteriormente, su esposa, Blanca de Navarra - Blanca I de Navarra fue objeto de una curación extraordinaria en 1433, atribuida a la Virgen del Pilar y fundó en Navarra una Cofradía de Nuestra Señora del Pilar, cuya divisa era una banda azul con un Pilar de oro esmaltado de blanco, con la leyenda "A ti me arrimo". Precisamente cuando el año 1435 se incendió la Santa Capilla, salvándose la sagrada imagen, fue la reina doña Blanca, junto con el arzobispo don Dalmau de Mur y la familia zaragozana de los Torrero, quienes costearon su restauración. Fernando II heredó la devoción de su padre a la Virgen del Pilar y de él conservamos varios documentos reales en favor de su templo (1481, 1497, 1504).

—Edad Moderna (siglos XVI-XVIII): A principios del siglo XVI, siendo arzobispo don Alonso de Aragón, hijo del Rey Católico, la iglesia grande, adosada a la Santa Capilla, se transforma en estilo gótico y durará hasta fines del XVII. Su aspecto exterior quedó plasmado en la Vista de la Ciudad de Zaragoza de 1646, hecha a petición del príncipe Baltasar Carlos por Juan B. Martínez del Mazo con intervención también de su suegro Diego Velázquez. Y la distribución interna de capillas de la iglesia mayor y del claustro de la Santa Capilla en el acta notarial de Juan Blasco de 2-X-1668, previa al derribo.

Los monarcas españoles de la Casa de Austria continuarán la trayectoria de los reyes de Aragón, otorgando licencia para recoger limosnas para el santuario incluso en los reinos de Valencia y Mallorca; visitaron todos desde Carlos I a Carlos II en sus estancias en Zaragoza el templo mariano, dejando ofrendas a Nuestra Señora, como los ángeles de plata de Felipe II donados en 1596 que todavía hacen guardia en el camarín; fue también este rey quien estableció una segunda capellanía real, que se unió a la del rey Jaime II. Singular testimonio de fervor pilarista dieron los hijos de Felipe IV, Baltasar Carlos -que ofrendó 1.600 ducados para el enrejado de la Santa Capilla- y Juan José de Austria, cuyo corazón, por voluntad propia, se enterró a los pies del Pilar. Se inicia con esta dinastía un epistolario familiar con el Cabildo del Santuario, encomendando a la intercesión de Santa María del Pilar las grandes empresas de la Monarquía. También los papas, uno de los cuales, Adriano VI, antes de su coronación, visitó el templo en su etapa zaragozana camino de Roma, continuaron y aún acrecentaron su protección a la iglesia y a su cabildo, que obtuvo de Clemente VII en 1530 exención de la jurisdicción episcopal, lo que le supuso algún conflicto con los arzobispos locales; y en el pleito con el Cabildo de la Seo sobre la catedralidad, las sentencias de la Rota Romana fueron siempre favorables al Pilar.

El 10-X-1613 acuerda el municipio zaragozano guardar como festivo el 12 de octubre. El Milagro de Calanda, de 1640, cuya Relación en latín y las principales lenguas occidentales circulan por toda Europa, hacen famosa la advocación de Nuestra Señora del Pilar en el mundo. El 27-V-1642 el municipio de Zaragoza proclama patrona de la ciudad a la Virgen del Pilar, patronazgo que en las Cortes de 1678 se extiende a todo el reino. La intervención de Carlos II obtiene del Papa Clemente X, el 11-II-1676, la bula de unión de los dos cabildos en uno solo para ambas catedrales, concentrándose enseguida los esfuerzos en la nueva fábrica del templo, que significará la demolición de la iglesia gótica, poniéndose la primera piedra el 25-VII-1681, enviando el rey Carlos II a su maestro de obras Francisco de Herrera que readaptó la traza de Felipe Sánchez, dando 4.200 pesos y aplicando a este fin las rentas de la encomienda de Alcañiz de la Orden de Calatrava.

En el siglo XVIII, la nueva dinastía borbónica continúa en la misma línea de devoción pilarista de la precedente, con visitas personales al santuario y generosidad en sus ayudas al templo. Su primer monarca, Felipe V, contribuyó a ellas con limosna personal de doscientos doblones, confirmó la gracia de la encomienda de Alcañiz y asignó dos beneficios de América para los procuradores de limosnas para el Pilar en aquellas tierras. En el nuevo templo inconcluido se hizo la traslación del Santísimo y de los restos de San Braulio al altar mayor el 11-X-1718. Y el 11-VIII-1723 el Papa Inocencio XIII satisfizo por fin el antiguo deseo del municipio, las antiguas Cortes de Aragón, el Cabildo y los reyes, al conceder oficio litúrgico propio de la Virgen del Pilar para el día 12 de octubre, que, en 1739, Clemente XII extendió a todos los dominios del Rey Católico.

Aun antes de terminar el grandioso templo concebido por Felipe Sánchez y Herrera, realizado entonces sólo a medias, se pensó en transformar radicalmente la misma Santa Capilla, que quedaba ahora encerrada en las naves del nuevo templo. La nueva Santa Capilla se realizó entre 1754-1765, bajo la dirección de Ventura Rodríguez, enviado por Fernando VI, quien ofreció 12.000 pesos, dando los infantes 3.420; aunque la obra fue sufragada casi íntegramente por el arzobispo Francisco Añoa.

—Edad Contemporánea (siglos XIX y XX): Se abre el siglo XIX con la elevación en 1807, por parte del Papa Pío VII, de la fiesta del Pilar a rito doble de primera clase y con octava para todo el reino de Aragón, a petición de la Universidad, el Cabildo, los obispos y abades de Aragón y por la ciudad, que hizo grandes fiestas del 21 al 23 de noviembre. La gesta zaragozana en los Sitios durante la guerra de la Independencia, cuyo centro moral de resistencia había sido el santuario del Pilar, hizo resonar una vez más por toda España el nombre de esta advocación, de la que fueron devotos visitantes los reyes borbónicos de esta centuria Fernando VII, Isabel II y Alfonso XII, e incluso el fugaz y desarraigado Amadeo de Saboya.

Entre 1863 y 1872 se completa por fin el templo del Pilar concebido en el siglo XVII, acabando las capillas y cúpulas y sobre todo la gran cúpula central; alma de las obras fue el gran arzobispo cardenal Manuel García Gil, presidiendo el rey consorte Francisco de Asís hasta su exilio la Junta de Obras.

El siglo XX va a suponer en cuanto al templo la consolidación, entre 1901 y 1940, de sus cimientos amenazados por las filtraciones de Ebro, eficazmente realizada por el arquitecto Teodoro Ríos, y la terminación en 1961 de la última de las cuatro torres de los flancos. Pero sobre todo una auténtica eclosión de la devoción popular no sólo aragonesa sino española y americana. Señalaremos sólo alguna efemérides: 1902, nace la Corte de Honor; 1904, es declarado monumento nacional el templo; 1905, solemne coronación canónica y ofrenda de la corona por todos los fieles de España; 1908, Centenario de los Sitios con asistencia de Alfonso XIII, devoto personal de la Virgen del Pilar, bajo cuyo manto murió en su exilio romano en 1940; honores de capitán general a la Virgen; llegada de las banderas americanas; 1928, surgen los Caballeros del Pilar; 1940, celebración del Centenario de la Venida de la Virgen con gran profusión de escritos pilaristas y multiplicación de las peregrinaciones de todas las diócesis de España; 1948, 24 de junio, el Papa Pío XII otorga al templo del Pilar la categoría de Basílica; 1954, Congreso Nacional Mariano con centro en el Pilar y asistencia a su clausura del jefe del Estado, generalísimo Franco y su gobierno; 1979, VIII Congreso Mariológico y XV Mariano internacionales; y en la clausura del Año Teresiano, en 1982, la visita personal de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, más tarde repetida. Recordamos para terminar los diversos patronazgos que acumula Nuestra Señora la Virgen del Pilar: sobre el Cuerpo de la Guardia Civil (1913), Cuerpo de Correos(1916), Cuerpo de Secretarios, Interventores y Depositarios de Administración Local (1928), Sociedad Mariológica (1940) y Consejo Superior de Misiones (1948).

Asociaciones en torno al Pilar

I.-Existieron a lo largo del tiempo, en Zaragoza y fuera de ella, muchas asociaciones vinculadas más o menos estrechamente con el Pilar. Citamos algunas.

  • COFRADÍA DE SANTA MARÍA LA MAYOR Y DEL PILAR DE LA CIUDAD DE ZARAGOZA: La abundante documentación conservada, la designa siempre como "Insigne y Antiquísima". Consta documentalmente su existencia en 1297. Ubicada en la parroquia de Santa María la Mayor, vive su historia en total vinculación con el templo del Pilar, en el que tenían lugar sus actos de culto. Los cofrades pertenecían a un nivel social alto. Algunos son muy conocidos en la historia de Aragón, como Juan de Lanuza, Justicia de Aragón, Martín de Blancas, Jerónimo de Blancas, etc. Tiene su mayor esplendor en los siglos XVI y XVII.
  • COFRADÍA DEL SANTO ADVENIMIENTO DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR, POSTERIORMENTE DE LA VIRGEN SANTA MARÍA DEL PILAR: Sus primeros estatutos conocidos datan de 1523, pero sin duda es más antigua. Agrupaba a personas de condición económica humilde". Tuvo gran vitalidad en el siglo XVI. A comienzos del XVII disminuyó notablemente su fuerza primitiva. Por eso, el Papa Clemente X, en su bula Pastoris Aeterni del 4-IX-1671, a instancias de D. Pedro Antonio de Aragón, duque de Segorbe, virrey y capitán general de Napóles, instituyó una nueva Cofradía de la Virgen, Santa María del Pilar. En 1682 se unió, por decreto del arzobispo D. Diego Castrillo, con la del Santo Advenimiento. Varias veces se modificaron sus estatutos, que en 18-III-1731 fueron definitivamente aprobados por el arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero.

II.-Las asociaciones actuales son herederas del espíritu de las antiguas cofradías.

-COFRADÍA DEL SANTÍSIMO ROSARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR: Ante el auge, devoción y esplendor del rezo del rosario en el Pilar que, desde mediados del siglo XVIII va dando forma a lo que constituirá el rosario general que con el tiempo será el "rosario de cristal", el Cabildo obtuvo de Roma el reconocimiento canónico de la Cofradía del Santísimo Rosario de Nuestra Señora del Pilar en 26-X-1887. Cuida hoy de la organización del "rosario de cristal" y tiene carácter marcadamente juvenil.

-CORTE DE HONOR A SANTA MARÍA DEL PILAR: Fue establecida en 21-XI-1902 por el arzobispo D. Juan Soldevila y Romero. Pretende la veneración de la Virgen bajo el título del Pilar y el aumento y propagación de su culto, mediante la oración continua de las asociadas ante la sagrada imagen. Permanentemente cuatro damas de la Corte de Honor oran ante el Pilar en turnos de media hora. En 1958 se fundó la sección de niñas, llamadas infantinas, que a los 16 años pasan a la categoría de damas. Tiene filiales extendidas por las tres provincias aragonesas, en la mayor parte de las ciudades de España, en Portugal, Italia, Holanda, en varios países hispanoamericanos y en Filipinas.

-CABALLEROS DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR: La asociación fue fundada en 2-II-1928 por el arzobispo D. Rigoberto Doménech y Valls, para agrupar a varones de cualquier estado y clase social que sientan devoción a la Virgen del Pilar. Dos de ellos, en turnos de media hora, hacen guardia permanente de oración en la Santa Capilla. Existe una sección de pajes a la que pertenecen los niños hasta los catorce años, en que pasan a caballeros. Los caballeros del Pilar están siempre presentes en los grandes acontecimientos de la basílica. Se han extendido por toda la geografía aragonesa y española en secciones filiales.

Historia de la devoción

La existencia de una antiquísima cofradía dedicada a Santa María la Mayor de Zaragoza está documentada desde 1286; es un testamento en forma de carta partida, conservado en el Archivo del Portillo. En él se hace referencia a esta institución religioso-benéfica -que habría de perdurar hasta el siglo XIX-, como muy antigua. Esto nos retrotrae si no a los tiempos de dominación musulmana, sí al menos a los años del obispo D. Pedro de Librana, a principios del siglo XII, años en los que el fervor cristiano se manifiesta en nuestra ciudad de forma bien concreta, con la edificación del templo románico del Salvador y el de Santa María, del que aún se conserva un singular tímpano. De estos años data la devoción del pueblo zaragozano a su Virgen y a su templo, al menos de una forma fehaciente y documentada. Devoción que popularmente se llamará de la Virgen del Pilar, aunque oficialmente se titule de Santa María la Mayor. Sin duda alguna, el progresivo aumento de la devoción mariana y pilarista se va traduciendo en la edificación de los sucesivos templos, el románico destruido por un incendio en 1434, el gótico de 1515, "templo suntuoso que hoy gozamos en esta ciudad. Es muy grande y muy capaz, arrimado por el un lado a la santa capilla o al claustro que está delante della, y por el otro a la grande y vistosa plaza que decimos de Nuestra Señora del Pilar" (Vincencio Blasco de Lanuza).

El templo gótico, ornado con el bellísimo retablo de Forment y con el grandioso Sillerías de coro, de Juan de Moreto, Pedro Moreto, Esteban de Obray y Nicolás Lobato, fue marco de muchas y espléndidas manifestaciones cultuales y de término de peregrinos que llegaban al Pilar a orar ante la imagen de Santa María y para los cuales existía un hospital, ya desde el siglo XII. Por este templo pasaron multitud de fieles de todos los rangos sociales, venidos de lugares tan distantes como el Japón, con objeto de visitar a la Virgen del Pilar en su "angelical capilla". Es el siglo XVI, siglo señalado por la presencia de ilustres visitantes, papas, cardenales, reyes y nobles de España. Los papas desde Roma van colmando de privilegios al santo templo del Pilar, en el que ven una fuente de espiritualidad cristiana; Paulo IV, en la bula confirmatoria de los privilegios otorgados por sus antecesores al templo, en 1558, dice: "Vobis et Ecclesiae vestrae, quae Ínter coeteras sub vocabulo B. Mariae Ecclesiae, prima B. Mariae de Pilan, nuncupata". Bajo estas concesiones, privilegios y visitas de personajes importantes, late una devoción popular, que lleva a las gentes al templo en busca de socorro, de consuelo, de ayuda y que hace que la capilla donde se venera la imagen de Santa María del Pilar, no permanezca nunca sin fieles devotos y sin luces que iluminen el Pilar. Esta devoción popular que nace del pueblo, que es cerrada en sí misma, que no está impuesta por la clase dominante, como otra lectura de las devociones populares ha hecho creer a algunos, es, sin duda el aspecto más importante de la enorme fuerza y vitalidad de la devoción a la Virgen en su templo zaragozano. Nunca fue, ni lo es, una devoción hecha de exquisiteces cultuales, litúrgicas o teológicas, sino una devoción construida con las lágrimas, las esperanzas y la fe del pueblo. Desde 1640, tras el celebérrimo milagro de Calanda, la devoción a la Virgen del Pilar adquiere caracteres cada vez más vigorosos y más universalistas. En el mundo entero se va conociendo esta devoción singular que evoca no una aparición de la Virgen sino una venida de la propia María cuando aún vive en Jerusalén. Tal es la fuerza y la extensión del culto y devoción al Pilar que el Cabildo de Zaragoza, la Ciudad, los reyes, estiman que es preciso levantar un nuevo templo más capaz y más a tono con los gustos y espíritu triunfal del barroco. En 1681, en el día de la festividad del Apóstol Santiago, se pondrá la primera piedra del suntuoso templo barroco que contemplamos hoy y que en el siglo XVIII se verá completado por el genio de Ventura Rodríguez, al edificar la Santa Capilla, y remodelar la decoración interior. A partir de esta fecha y hasta 1870, en que prácticamente se culmina la totalidad de la arquitectura, a excepción de las dos torres de la ribera, el templo servirá de marco a una devoción cada vez más pujante que el pueblo zaragozano y aragonés estimará como una de las características del alma aragonesa.

Ciertamente ha sido en los tiempos modernos, desde los primeros años del siglo XX, cuando la devoción al Pilar ha venido, ya no tan sólo creciendo, sino purificándose de inevitables adherencias que le restaban, a las veces, pureza teológica y mariana. En 1905, es coronada canónicamente la imagen de la Virgen del Pilar, se crea la Asociación de las Damas de la Corte de Honor y los Caballeros del Pilar, se celebra el Congreso Mariológico internacional de 1908 Buscar voz..., coincidiendo con el centenario de los Sitios Buscar voz... y la devoción al Pilar va adquiriendo más peso, más profundidad teológica, de acuerdo también con una etapa nueva en el progreso y la cultura del país y de Aragón.

La devoción al Pilar de Zaragoza, tiene en la ciudad unas connotaciones por demás bellas y emotivas. En el Pilar se bautizan muchos zaragozanos, se unen en matrimonio cientos de parejas cada año. El Pilar es lugar de cita de muchos enamorados que después de ver a la Virgen continúan sus amores por nuestras calles y nuestras plazas. Al Pilar acuden los estudiantes en las mañanas de junio, cercanos ya los exámenes, y a la tardada acuden los que han convalecido de una enfermedad. Difícilmente puede hallarse en el mundo una devoción religiosa que se encarne en la vida, en los azares, en la existencia, como ésta que se tiene a la Virgen del Pilar, desde hace dos mil años, en Zaragoza.

El culto a la Virgen del Pilar fuera de Zaragoza

En España: La devoción y culto a la Virgen del Pilar, fuera de Zaragoza no comienza a manifestarse de un modo terminante y extenso hasta el siglo XVI. Sin duda alguna la devoción estuvo en cierto modo clausurada hasta este siglo dentro de las murallas zaragozanas y más en concreto, dentro de los límites de la iglesia de Santa María la Mayor. A partir del XVI y sobre todo desde que el milagro obrado en la persona de Miguel Juan Pellicer Blasco, crea un ambiente de entusiasmo religioso espectacular, la devoción a María del Pilar, se extiende rapidísimamente por las tierras aragonesas y españolas. En Aragón no existe prácticamente una iglesia parroquial de cierto relieve, o un convento o monasterio que no tenga una capilla o altar dedicado a la Virgen del Pilar. En algunas ocasiones, ocupa el tema central de grandes retablos, como en Tarazona, o sus remates, como ocurre con varios en la comarca de Daroca, que unen el misterio eucarístico de los Corporales, con el tema pilarista.

La devoción al Pilar, se extiende a toda la geografía española, pudiéndose afirmar que a finales del XIX, era rara la catedral española que no tuviera un altar dedicado a la Virgen del Pilar. Iglesias, conventos, colegios, clínicas, hospitales, instituciones de todo tipo, parroquias, barrios, hasta un número difícil de calcular repartidos en toda la geografía española, expresan de modo abrumador hasta qué punto ha calado esta forma de devoción mariana en España. Añádase a esto, el hecho, para muchos sorprendente, que hoy, cuando han pasado determinadas coordenadas sociopolíticas en nuestro país, al parecer más favorables para el nacimiento de estas expresiones religiosas, la devoción al Pilar, en España, sigue creciendo y manteniendo sus peculiaridades y fervor.

En el extranjero: El culto a la Virgen del Pilar fuera de España adquirió una rápida y extensa difusión a partir de finales del XVI, pudiéndose decir que en el siglo XVII, eran escasas las áreas continentales donde no hubiera una imagen de la Virgen del Pilar. Misioneros, sacerdotes, religiosos, fundadores de congregaciones, personajes españoles, que especialmente en el siglo XVII, recorren el mundo hispánico, evangelizando, comerciando, creando colegios y universidades, santuarios y catedrales, dejan en gran número una imagen de Santa María como voto, recuerdo o testimonio. La influencia de Aragón en Europa, de España en Flandes, de la Iglesia en gran parte del mundo, facilita la expansión realmente universal de la devoción y culto a María bajo la advocación pilarista. De modo muy selectivo, y como muestra de la difusión de la Virgen del Pilar en el mundo, enumeramos algunos nombres donde se le da culto:

-África: Annobón, Anvan (Guinea), Alkararquibis (Marruecos), Asafo (Ghana), Bala (Guinea), Banapa (Guinea), Bátete, Benguela (Angola), Biapa, Cla-ret, Cabo San Juan, Honrubia (Guinea), Jarache (Marruecos), Katanga (Kenya), Ngokua (Guinea), Río Martín, Rubén Gheri (Rwanda), Santa Isabel, Tetuán, Villa Cisneros. -América Latina: Argentina: Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Chacabuco, Lujan, Mendoza,

Puebla del Pilar, Pilar (Buenos Aires), Rancyo, Río Cuarto (Córdoba), Rosario, San José de la Esquina, San Juan de Cuyo, San Miguel de Paraná, Santiago del Estero, San Fe, Tu-cumán. Bolivia: Cobija, La Paz, Sucre. Chile: Bis Bis, Concepción, Curizo, Linares, Osorno, Puerto Domínguez, San José de Mariquina, Santiago de Chile, Talca, Valparaíso. Colombia: Bogotá, Bu-caramanga, Cartagena, Choco, Dos Caminos, Manizales, Medellín, Monteagu-do, San Andrés, Zaragoza. Costa Rica: Alajuela, Zaragoza de los Perales. Cuba: La Habana, Santiago de Cuba, Vereda Nueva. Ecuador: Guapulo, Quito. El Salvador: San Vicente de Austria, San Vicente de Sorenga. Guatemala: Guatemala, Zaragoza. Méjico: Córdoba, Méjico, Montearagón, Monteagudo, Puebla de los Ángeles, Tacuba, Zaragoza, Xalapa (Veracruz). Panamá: Panamá. Paraguay: Villa del Pilar (Nembucu), Meló, Santa Pola de Asunción, Sarandi Grande. Perú: Arequipa, Cuzco, Huancabanba, Lima, Mocro del Pilar, Ocopa, Puerto Maldo-nado. Puerto Rico: Mayagues, Ponce, Río Piedras, San Juan, Yauco. Santo Domingo: Ciudad Trujillo, La Vega, Las Mercedes, Santo Domingo. Uruguay: Fray Ben-tos (Población de), Meló, Montevideo, Sanrandi Grande. Venezuela: Araure, Acarigua, Barinas, Poblado de Cabimas (Est. Zulio), Caracas, Cubagua (Isla de), Charallabe, Poblado del Pilar (Sucre), Barquisimeto, Los Robles, Machiques, Maracaibo, Margarita (Isla de), Río Claro. Brasil: Antonina (Curativa), Cápela del Pilar (Recife), Goyana, Itamaracá (Pernambuco), Jaquia de Praia (Alago-as), Jetiva (Victoria), Matriz de Gloria (Largo do Machado), Nova Lima (Bello Horizonte), Ouro Fino, Ouro Preto, Olinda, Pericuara (Sergipe), Pitanguy, Río de Janeiro, San José de Tocantis, San Juan del Rey (Minas), San Pablo, San Salvador (Bahía de),Taubaté.

-Norteamérica: Chicago, Nueva York, Santa Ana (California), Waco (Texas).

-Filipinas: Baguio, Baleno, Bulalacao, Cayagán (Isabela), Delemiro (Poblado de), Imis, Isabela, Jamaba, Libonga, Lipa, Mabulao (Mindoro), Mampona (Negras), Manila, Mila, Mina, Pilar (Sorsogbn), Pamplona, Prhan, San Fernando, Santa Teresa, Sibonga (Cebú), Sierrabullones (Bool), Sumigao (Mindanao), Tabularán, Tuguerao (Canayán), Villaviciosa, Vitali, Zamboanga.

-India: Ahmedabad (Misión de), Anand, Bombay, Goa, Malabar, Nadiad, Puttemplay (Malabar), Vinalaya.

-Indochina: Bui-Chu, Nghia-Chinh.

-Japón: Hiroshima, Imabari (I. Shikoku), Sophia, Tokio.

-Israel: Jerusalén.

-Europa: Alemania: Colonia, Fontilles (Colonia). Austria: Viena, Stams (Tirol). Bélgica: Hay, Santiago de Namur. Francia: Aube, Béziers, Biran, Bourdeaux, Colombey, Chamberley, Chartres, Lourdes, Montpellier, París, Pau, Pompierre de Lorena, Toulouse, Vital, Le Havre. Holanda: Rotterdam. Inglaterra: Londres. Italia: Bolonia, Catania, Firenza, Genova, Mesina, Napóles, Palermo, Parma, Reggio Calabria, Roma. Noruega: Oslo. Polonia: Czestochowa. Portugal: Braga, Braganza, Cortisada, Janhoso, Lisboa, Oporto, Toman. Suiza: Ginebra, Interlaken, Lucerna.

Las peregrinaciones al Pilar: Nada tiene de extraño que un santuario tan vivo como el del Pilar haya sido lugar de peregrinaciones desde tiempos muy remotos. Peregrinos ilustres de cuyo viaje y estancia en Zaragoza existen pruebas documentales fueron: el cardenal Ascoli, luego Papa Nicolás IV, 1299. San Vicente Ferrer, 1433. Doña Blanca de Navarra, 1410. Los Reyes Católicos, como peregrinos, 1481. El cardenal Mendoza, 1488. Carlos I,1518. El Papa Adriano VI, 1522. Felipe II, 1582. San Luis Gonzaga, 1585. Los príncipes japoneses y su séquito, 1598, Hombres de iglesia, nobles y príncipes, únicos a los que les era permitido el lujo de viajar, visitaron el templo del Pilar a lo largo de los tiempos. Al llegar épocas más recientes, especialmente a partir de finales del siglo XIX, los peregrinos, ya con una tímida organización acuden al Pilar, de modo creciente. Es a partir de 1905, con motivo de la coronación canónica de la imagen de la Virgen del Pilar, cuando Zaragoza se va a ver permanentemente visitada por grupos de peregrinos que por todos los medios de transporte acudirán al Pilar, desde todos los puntos de España y del mundo. Las peregrinaciones marianas a Zaragoza, alcanzarán su punto álgido en dos ocasiones más recientes: con motivo de celebrarse el XIX centenario de la Venida de la Virgen, en 1940, en que España, realmente convulsionada tras tres años dramáticos de guerra civil, se volcó material y espiritualmente en el Pilar de Zaragoza, en un año singular para la vida del templo, y en 1979, con ocasión de celebrarse por disposición del Papa Pablo VI los Congresos Internacionales VIII Mariológico y XV Mariano, acontecimiento que congregó en Zaragoza a centenares de prelados y teólogos y a millares de peregrinos de toda España y de veintiocho naciones.

En Zaragoza, en la plaza del Pilar, nº20, funciona una Oficina de Peregrinaciones Marianas, para atender y acoger a los peregrinos que llegan al Pilar y que en cifras más bien minimizadas se aproximan a los dos millones de personas al año, sin contar naturalmente, las personas que visitan privadamente la basílica, los grupos de turistas que acuden al templo como una etapa de su itinerario, o los visitantes anuales de Aragón y de Zaragoza, que en forma de minúscula pero permanente peregrinación acuden al Pilar en número superior a los diez millones de personas por año.

Arte

En el lugar que la tradición asigna a la venida de Nuestra Señora del Pilar, se dice hubo una modesta capilla de adobe, que, seguramente, fue sustituida por una iglesia de estilo imperial-cristiano y que debió de ser reformada en varias ocasiones, pues, aun cuando se afirma que el culto no se interrumpió durante la dominación musulmana, parece que cuando Zaragoza fue reconquistada por los cristianos, estaba casi destruida y don Pedro de Librana la reconstruyó en el estilo cristiano europeo del momento, o sea el románico. De entonces queda un tímpano incrustado sobre el muro del templo que da hacia la plaza.

La iglesia románica sufrió ampliaciones y retoques hasta que un incendio la destruyó en 1434, y fue después cuando se edificó, todavía dentro de la tradición gótica y seguramente con tono mudéjar, la iglesia de Santa María la Mayor, cuyo aspecto se conoce bastante bien, pues se la describió por extenso en un documento de 1668, antes de demolerla para construir la iglesia que subsiste. Esta iglesia de Santa María ocupaba un solar más bien pequeño, cuya cabecera estaba donde ahora la capilla de San Juan; el ingreso principal sobre la plaza, era lateral y hacia el lado del río estaba el claustro, en el cual, entre otras capillas, la del Santo Pilar, justamente en el mismo lugar en que ahora están pilar e imagen. El edificio era indudablemente de ladrillo y de un estilo gótico mudéjar que además,por la disposición de planta y estructura, había de ser muy parecido al conjunto de la iglesia de San Pablo.

De aquella iglesia se han salvado elementos y obras artísticas importantes, unos todavía visibles en el templo actual, otros guardados en sacristías y museo. Entre esos elementos recordamos las preciosas puertas mudéjares que están en la sacristía mayor. También los fragmentos de retablo en alabastro, ahora en el claustro de San Carlos Borroneo. Muy importantes son las tres grandes sargas con la representación de la Venida y milagros de la Virgen, sin duda obras importantes en la pintura de la época en Aragón. Pero indudablemente las piezas capitales heredadas por el actual templo del Pilar son el gran retablo mayor, de Forment, obra grandiosa y de máxima importancia, y la sillería del coro, que es posiblemente una de las más espectaculares de cuantas se conservan en España, tanto por su riqueza escultórica y decorativa, como por la amplitud de su distribución en tres gradas. El conjunto se trabajó de 1544 a 1548 y la contrató para su ejecución el escultor Esteban de Obray, que tuvo como colaboradores a Juan Moreto y Nicolás Lobato. En la decoración alternan las tallas y labores de marquetería en maderas policromas; la decisión estilística renacentista e italianizante está bien claramente definida y es todavía difícil la adjudicación de intervenciones entre los coautores, ya que las puntualizaciones que habitualmente se repiten no me parecen demasiado ajustadas y no hay posibilidad de adjudicara un mismo autor unos relieves u otros, entre los cuales los hay más goticistas, frente a los que llegan hasta lo manierista -como la Resurrección de Cristo o la Piedad, ésta muy dramática de ejecución, más amplia y vigorosa y donde el italianismo y aun lo miguelangelesco están presentes. Moreto debió de llevar parte importante en la ejecución no sólo de lo decorativo, sino también en la realización de los relieves.

Procede también de la vieja iglesia la caja de órgano antigua, que en la última reforma del templo se amplió imitando su estilo. En cuanto a la reja de cerramiento del coro, es también la antigua, hecha en 1574 por Tomás Celma, pero reformada y completada con figuras al colocarla en el coro de la nueva iglesia.

Sin embargo, en la Historia del Arte Hispánico, en las pp. 160 y 161 del tomo IV, el marqués de Lozoya dice: "esta catedral inmensa, uno de los edificios más representativos del genio español de su tiempo... es... una de las creaciones más bellas de la arquitectura española". En estas pocas palabras caracteriza y valora este monumento reiteradamente incomprendido al cual, por otra parte, no han ayudado sus sucesivos remodelados y restauraciones.

A pesar de su aparente unidad es una sucesión de reajustes e intercambios entre proyectos e ideas diferentes, sujetos a reelaboración por distintos autores y en distintos momentos y épocas. Monumento singularísimo y magnífico, de dimensiones grandiosas, al que sólo empobrece el material en que está construido: ladrillo a cara vista en el exterior y estucos en el interior. Encontramos en él armonía de proporciones, gran amplitud espacial, severo ritmo de estructuras y, en resumen, gran claridad de disposición. Pero también contrastes decorativos, originalidad y pintoresquismo de masas y elementos, "capricho", aliado a monumentalidad.

Se ha reiterado su similitud de planta con la catedral de Valladolid, cosa que resulta aparentemente bastante clara, pero más que ese modelo directo hay que rebuscarlo en otras raíces. Ya en la iglesia vieja, al imaginar su gran retablo, se quiso emular y superar al de la Seo de San Salvador y, ahora, al renovar la iglesia, que los devotos encuentran pequeña y envejecida, sin duda se quiere también emular y superar a la catedral dándole una disposición similar. Era ése el modelo del que se debía partir. Hay en el Pilar la misma disposición cuadriculada, análoga elevación entre las diferentes naves y la estructura general de un gran salón, encajado dentro de un cinturón de capillas entre contrafuertes. En una palabra: como si se quisiese hacer una versión moderna de la vieja catedral gótica. Pero aun partiendo y aceptándolo, el arranque de la catedral gótica, se llegó a la solución a través de complejos y lejanos caminos, en los que podría encontrarse una raíz oriental. Nos encontraríamos ante la nueva interpretación de una gran sala-mezquita, en disposición cuadriculada, con apoyos sosteniendo estructuras semiesféricas, todo de disposición claramente oriental, con raigambre bizanti-noide, que se acusará no sólo en la disposición y estructura, sino también en su silueta, que llegará a ser, con inusitada originalidad, detalle que caracterizará el personalismo paisajístico de la estampa urbana de la ciudad.

El templo actual ha ido surgiendo a través de muchos años, entre hundimientos, modificaciones, paros de obra por escaseces económicas o circunstancias políticas, y pasó a ser frase popular hablar de la "obra del Pilar" como algo interminable. Por eso no puede hablarse de un autor único, como habitualmente se hace, sino que es necesario ir analizando y conociendo el proceso de evolución de la obra y la intervención de sus diferentes artífices. Ni siquiera estamos aquí ante una obra proyectada por un artista y realizada después por otros ajustándose al proyecto original. En el Pilar encontramos varios nombres fundamentales, cuya obra de creación se interferirá, completará y desarrollará lo imaginado anteriormente, o lo reinterpretará dándole nueva orientación y personalidad. Esa marcha de la creación arquitectónica de la basílica del Pilar es lo que vamos a ver a continuación.

Es necesario partir de la evidencia de que la iglesia se había quedado pequeña en los momentos de la contrarreforma y ante la creciente devoción popular hacia Nuestra Señora del Pilar. Fue un devoto zaragozano, Juan de Marca, quien antes de 1638 promovió una decidida campaña pro construcción de templo nuevo e, incluso, fue acopiando materiales en la orilla del Ebro, junto a la vieja iglesia. El Cabildo prefirió mantenerse al margen en principio, pero luego pensó que tal como estaba el clima popular, aceptaba la dirección de las obras y la colaboración de los fieles. Era el año 1674.

Para encauzar la cuestión el Cabildo abrió un concurso de proyectos. Entre ellos uno de Andrés García recordaba claramente el templo de La Seo en su trazado y diseño de elementos, arcos y bóvedas, pero en cambio el de Felipe Sánchez era más decididamente moderno. Y éste fue el aceptado. Es, pues, Felipe Sánchez y no otro el inventor del arranque de la disposición en planta de la actual iglesia del Pilar. Se suele atribuir esa invención a Francisco de Herrera, pero es necesario matizar este aspecto. El Cabildo y la ciudad necesitaban de la aprobación regia, tanto por dignidad como por economía, y fue el rey quien designó como "maestro" de la obra a Francisco de Herrera, que vino a la ciudad engreído por la designación real. Fue en 1679 cuando Herrera llegó a Zaragoza y su estancia en la ciudad debió de ser bastante ingrata y confusa; las discusiones fueron continuas con el Cabildo y los maestros constructores zaragozanos. En definitiva, Herrera se limitó a reajustar el proyecto de Felipe Sánchez y su alzado y cambió de colocación la cúpula principal, pero respetó, prácticamente, toda la disposición de la planta con sus tres grandes naves, divididas en tramos, sobre pilares, tal como es aún la estructura sustentante actual. La primera piedra del nuevo edificio, que se construía hacia los pies de la vieja iglesia y sin demoler todavía ésta, fue colocada en el verano de 1681. Herrera volvió a Madrid muy pronto y Felipe Sánchez fue construyendo el edificio. Comienzan las diversas incidencias, alteraciones y paros de la obra, que va pasando por otras manos y alargándose en el tiempo.

Después de iniciadas las bóvedas de cañón que habrían de cubrir las larguísimas naves, se pudo apreciar la evidente monotonía del conjunto y quizás su poca esbeltez. Por ello el conde de Peralada dirige un escrito al Cabildo en octubre de 1725, en que propone una idea genial para resolver el sistema de techumbres. El conde de Peralada, que seguramente estaba orientado y quizás instigado por don Domingo Yarza, que era entonces artífice de la fábrica, propone la solución de la techumbre mediante cúpulas, tal como hoy la vemos. Se suprimieron lasbóvedas y se empezaron a construir nuevas medias naranjas en 1728. Cuando en 1730 se construyó la media naranja que cubre la Santa Capilla, se pudo pensar en la renovación de ese santo lugar, sin duda muy avejentado en aquel momento. Y entonces el Cabildo pide nueva ayuda económica y direccional a Madrid y, como consecuencia de esa petición, el rey Fernando VI envía a Ventura Rodríguez, que llegará a Zaragoza el 15-XII-1750.

Ventura Rodríguez encuentra el templo en situación un tanto caótica y no se limita al planteamiento de la nueva capilla de la Virgen, sino que llevó su trabajo de proyectista mucho más lejos, enfocando la reestructuración y coordinación de los distintos elementos del templo, llevándole sus propios gustos a una modificación total de la decoración interior y de la composición general del monumento. Es él, decididamente, quien implanta el aspecto que actualmente ofrece el Pilar. Se monda la decoración y se sustituyen muchos de sus elementos; se hace más sobria, menos recargada; es interesante ver un dibujo de don Ventura en el que nos presenta uno de los pilares tal como eran en el templo de Felipe Sánchez y Francisco Herrera, análogos, salvo el tamaño, a los que todavía pueden verse en la iglesia del Portillo de Zaragoza, y en el mismo dibujo presenta la decoración que él propone para los pilares, que se mantuvo hasta la última restauración en que todavía fueron más simplificados. Proyecta también las torres para los ángulos y las fachadas del monumento, dando así unidad al conjunto. Está bien claro, pues, el concepto total de la reforma de Ventura Rodríguez. Incluso abundando en ese mismo sentido total, el arquitecto planea un cambio del espacio de la nave central, retirando el retablo mayor de Forment, dejando diáfano el hueco ente los pilares que lo encuadran, para utilizar como retablo mayor el reverso de la Santa Capilla y se suprime también el coro colocado en el centro, para disponer sus sillas en torno a la exenta mesa de altar. Toda esta ambiciosa transformación está expuesta claramente en la maqueta conservada en el museo del templo; pero no debió de ser del agrado del Cabildo ni de los arquitectos que sucesivamente trabajaron allí, puesto que han llegado hasta nosotros el retablo y el coro en disposición conforme al sistema anterior. Tampoco fueron realizadas las fachadas del templo, proyectadas por don Ventura y sobre las cuales se ha imaginado, hasta cierto punto, el enriquecimiento de los severos muros de ladrillo, en la fachada que da a la plaza.

También imaginó las torres que habían de alzarse en los ángulos del templo, con lo cual se completaba el gran juego dinámico y polícromo de las cúpulas, once en total, en grupos de cinco, a los dos lados de la mayor, cubierta ésta por plancha metálica, pero las otras con tejados cerámicos policromos. Con todo eso se ve la importancia concedida a la silueta exterior del templo, que en sus cuatro ángulos alzaba sencillas partes bajas para cuatro torres, imaginadas por Ventura Rodríguez como gráciles y bajas, dinámicas, que encuadraban y limitaban el conjunto de las cúpulas, pero no restaban monumentalidad al predominio de la gran cúpula central y, así, sutiles masas y líneas en sube y baja, dinamizaban en forma irradiante el monumento, nuclearmente central y apiramidada. En definitiva una idea análoga a las de las stupas indias, en pura coincidencia ideológico-estética con monumentos occidentales como la cabecera de San Pedro de Roma.

Pero Ventura Rodríguez no sólo va a ser quien imprime su concepto actual al Pilar, sino que es, además, el autor de su parte sustancial: el tabernáculo o Santa Capilla. El camarín antiguo de la imagen se conservó en espera de su adaptación al nuevo templo y el arquitecto estudiará los problemas que plantea esa capilla y presentará la maqueta a que antes hice referencia. Aceptada, las obras se iniciaron en 1754 para concluirse en 1765. Rodríguez partió para su invención del barroco romano; no hay duda de que están claramente en su mente las soluciones, espacios y decoración de San Andrés del Quirinal y Santa María de las Victorias de Bernini, a los que complementa con ciertas ideas más dieciochescas, como por ejemplo los recortes o perforaciones del techo. Pero no cabe duda que complica la estructura con una disposición orientalizante, donde de nuevo encontramos lo bizantinoide y el recuerdo de Santa Sofía: La disposición del espacio se hará en forma de una cúpula oval sostenida y contrarrestada por cuatro cuartos de naranja, que dan a la capilla cierta disposición cruciforme de extremos redondeados, concepto éste que, dada la transparencia de los ingresos y lo perforado de la techumbre, consigue una disposición abierta y evanescente, centrada y con frontis, a la par dinámica y caprichosa sin dejar de ser clasicista. El realizador de la obra será José Ramírez Buscar voz..., con su equipo, tanto para la construcción como para el decorado. El jaspe rojizo será el material seleccionado para muros y elementos sustentantes, completándose con bronce dorado en basas y capiteles; el mármol blanco se utilizará en las esculturas y relieves y en las partes altas para darle menos pesantez y más dinamismo, se sustituirá por estucos y madera imitando mármol. El conjunto es singularmente afortunado y una de las más hermosas obras de esa época en España.

Ese templete de la Santa Capilla se inscribe llenándolo, en el espacio del segundo tramo de la nave central, incrustándose entre los cuatro grandes pilares que sostienen la cúpula. Tres pórticos curvos, con entablamentos y frontones por el frontis y costados, le dan entrada y queda cerrado el muro frontero, que imita o repite sobre el muro opaco, la disposición columnaria del pórtico frontal y de entrada principal. Así ese muro que juega con la repetición de la estructura por-ticada es el que acoge los altares y logra la más original solución de la capilla, pues indudablemente el problema más grave que se le planteaba al arquitecto era el de resolver el lugar en que quedase encajada la venerada imagen, que no había que pensar en cambiar de lugar y aun cuando Rodríguez se dio cuenta de que esta imagen había sido equivocadamente girada, supo resolver muy bien el problema, colocándola en un altar lateral, que emparejaba con otro en el otro extremo y ambos flanqueaban el gran altar y grupo central. Así se organizaba, entre el altar lateral de la izquierda con el grupo de "convertidos" y el de la derecha con la santa imagen, el gran grupo espectacular, en el centro, de la Venida de María, realizada en mármol blanco sobre resplandores de bronce dorado, de manera que las figuras se inscriben aéreamente, avanzando hacia el contemplador, por entre las columnas adosadas de la estructura y queda en plano de altura y profundidad completamente distinto al de los altares laterales, dando al conjunto una dinámica espacial muy teatral, típicamente barroca. Para mejor enlace la Virgen vuelve su rostro hacia el altar de "convertidos", mientras su brazo indicador se mueve en dirección opuesta, señalando la imagen del Pilar; así, hábilmente, toda esta imaginería y decoración queda profundamente enlazada y trabada en un todo plástico único de arquitectura, escultura y decoración.

El autor de esos grupos escultóricos fue José Ramírez, realizando los medallones de la capilla sus colaboradores y el otro gran medallón de la parte posterior -el que había de servir según Rodríguez de altar mayor- es la obra monumental y noble de Carlos Salas.

La labor de Ventura Rodríguez está muy minuciosamente pensada y severamente diseñados todos sus detalles, puertas (practicables unas, simuladas otras),medallones, etc. La capilla tiene techumbre propia, que acusa sus formas estructurales, pero todo ello enriquecido por vaporosos relieves de nubes y grupos angélicos, por entre los que escapan molduras y paramentos y, como esta techumbre quedaba interior, se pudo jugar con una irradiación y taladro de sus elementos, perforándola con huecos curvilíneos, animadamente recortados y en que las volutas de las molduras se enroscan, dejando ver a través de esos vanos el gran espacio superior y las luminosas pinturas de la cúpula, que, por su entonación clara, se perciben como ramalazos de luz y espacio abierto.

Mientras se iba realizando la construcción y reformas del templo, tomaban forma provisional o definitiva algunas de sus capillas, entre las que forzoso es destacar la dedicada a San Antonio de Padua, que es un conjunto barroco muy completo que engarza armoniosamente muros laterales y retablo, escultura y decoración, y en que también interviene el taller de José Ramírez y que, seguramente, fue quien planeó el conjunto. Imágenes destacables, pinturas y trípticos de indudable importancia, enriquecen el templo o se cobijan en las sacristías, solemne la mayor, pero muy acertada y armoniosa la llamada sacristía de la Virgen, estancia cuadrada de no muy grande planta que fue planeada también por Ventura Rodríguez.

Otro ambicioso empeño fue la decoración de los techos, mediante grandes composiciones pictóricas, como era normal en una obra de esta época y estilo. Pero la magnitud de la obra hizo que sólo una parte se haya decorado. Sobre la Santa Capilla están las hermosas pinturas de Antonio González Velázquez; pero después, Bayeu y sus seguidores iban a recibir encargo de decorar todos los techos en torno a la Santa Capilla. Mejores las de Francisco Bayeu que las de Ramón, pero indudablemente importantes todas ellas, si no fuesen ensombrecidas por la proximidad de la gran cúpula dedicada a María como Reina de los Mártires y la Adoración del nombre de Dios sobre la bóveda del Coreto, ambas composiciones realizadas por Goya.

Cuando Ventura Rodríguez terminaba su reforma y la Santa Capilla, todavía quedaban muchas cosas por añadir y así por ejemplo, en la década de 1860-70, se construirá la última gran cúpula, central, que se cubrió en su exterior con metal y fue decorada en su interior por varios pintores importantes del momento: Bernardino Montañés, Marcelino de Unceta, León Abadías y Santolaria, Pescador y Lana.

Quedaba finalmente por resolver el problema de las torres; de las cuatro sólo una estaba, en parte, construida. Saltando por encima de la interpretación de Ventura Rodríguez, esa torre, ya iniciada, se esbeltizó y fue rematada con un chapitel de fundición, proyectado por Ricardo Magdalena. A imitación de ella se construyó una segunda por don José de Yarza y posteriormente se han alzado las otras dos que van en la parte del río, con cuyo conjunto, si bien se ha caracterizado la silueta del templo, ha cambiado sus valores volumétricos, al quedar el conjunto del edificio y cúpulas como hundido y dominado por la considerable altura de las cuatro torres de los ángulos, que han dado lugar a opiniones muy variadas y en algún caso humorísticas.

Ahora la atención de quien mira la fachada de la plaza se centra sobre un monumental retablo, obra importante del escultor Pablo Serrano Aguilar, que hace en él una interpretación escultórica moderna del tema de la Aparición de la Virgen del Pilar.

Bibliografía

Usón García, Ricardo: La intervención de Ventura Rodríguez en el Pilar, Zaragoza, Colegio Oficial de Arquitectos, 1990.

Próximas intervenciones artísticas

El pintor manchego Antonio López, máximo representante del hiperrealismo en España, probablemente será el encargado de pintar un luneto del Pilar (frente a la capilla de San Braulio) tras presentar su proyecto en enero de 2009 al Cabildo Metropolitano.

La obra se llama Regina Aragonensium (Reina de los aragoneses) y consta de dos partes: un grupo de esculturas de bronce a ras de suelo que representa a los fieles y el espacio espiritual con el rostro de la Virgen en el luneto.

El equipo encargado para la realización de este proyecto está conformado por el propio Antonio López, sus hermanos, los escultores Francisco y Julio López, y el pintor zaragozano Antonio Castillo Meler.

Música

Se puede intuir la aportación de la música a la singular vida y actualidad de la iglesia del Pilar en los primeros siglos de su existencia, pero, por hoy, los primeros datos musicales que de la misma conocemos son del siglo XV, y corresponden a la construcción de unos nuevos órganos, y a las actividades musicales de algún canónigo, cosa no extraña en el Medievo, que se extienden hasta comienzos del siglo XVI. A partir de este momento los datos musicales proliferan: Maestros de Capilla: Juan García de Basurto, Melchor Robledo, Antón Vergara, Cristóbal Cortés en el siglo XVI, y al final del mismo Juan Pujol; en la segunda mitad del siglo XVII, Urbán de Vargas, Juan Marqués, José Ruiz Samaniego, José Alonso Torices, Juan Pérez Roldán, Diego de Cáseda y Zaldívar, Jerónimo Latorre, Miguel Ambiela; ya en el siglo XVIII, Joaquín Martínez de la Roca, Luis Serra, Bernardo Miralles, Cayetano Echevarría, Joaquín Lázaro, Manuel Álvarez, José Gil de Palomar y Vicente Fernández; en el XIX, Hilario Prádanos, Antonio Lozano y Juan Francisco Agüeras González; en el presente destacamos a Gregorio Arciniega.

Junto a los maestros de capilla, los organistas de la misma: en el siglo XVI, mosén Montaña, Pedro Ricardo, Martín Monje, muy famoso éste, y Juan Marco; en el XVII, Pedro Blasco, Juan Luis Lope, José Muniesa, Diego Xaraba y Bruna, Jerónimo Latorre y Joaquín Martínez de la Roca; en el XVIII, Tomás Soriano, Ramón Cuéllar y Altarriba; en el XIX, Ramón Ferreñac y Valentín Melón; y en el XX, Francisco Agüeras y Gregorio Garcés Til.

El primer órgano que conocemos en esta iglesia es el construido en 1463 por el alemán Enrique de Colonia, tomado como modelo para el de la catedral de Huesca. Un nuevo órgano construirá, en 1537, Martín de Córdoba, que había de ser de "un ala tal como el que tiene en La Seo de Zaragoza, que fue del Arzobispo Don Alonso". Hernando de Córdoba "adreza" el órgano mayor y el de la claustra de esta iglesia. El famoso Guillaume de Lupe rehace dicho órgano mayor en 1595 conforme a los adelantos de la organería que había puesto en práctica en su reforma del órgano mayor de La Seo en 1577. Su hijo Gaudioso de Lupe trabaja en el mismo en 1602. Pero es la documentación "sobre la limpia del órgano" que hiciera, en 1657, José Sesma la que nos muestra la riqueza de diferentes órganos acumulados en esta iglesia: el órgano mayor, uno de un ala junto al mayor (tal vez el de Martín de Córdoba),una cadereta pegada a la baranda del órgano grande, y el mencionado de la claustra, además de algún otro colocado en algunas capillas de la iglesia. Damos un salto enorme hasta 1868 para constatar un trabajo de importancia del famoso organero Pedro Roques; órgano que, en las obras de consolidación del Pilar en los años 40, al cambiar la posición lateral izquierda del órgano mayor, encima del coro, y colocarlo al fondo de la nave central, se perdió por completo, siendo sustituido por uno nuevo de transmisión eléctrica construido por las casas Dourte y Organería Española. Respecto del órgano de la citada claustra, Gaudioso de Lupe construyó uno nuevo en 1610. Al ser reformada totalmente toda la iglesia se colocó uno nuevo en 1720 construido por Bartholomé Sánchez. Un órgano clásico, probablemente de Roques, fue llevado a Valencia para colocar en su lugar uno nuevo moderno.

Destacaremos en este panorama musical de la iglesia del Pilar sus ministriles polifónicos, conocidos desde 1574, si bien, por lo menos el bajón sonaba junto a las voces de la capilla de música desde hacía tiempo. En la fecha indicada se nos habla ya de los instrumentos "tenor" y "contrabajón". Los primeros, ministriles conocidos de la iglesia son Juan de Montoya y su hijo, que venían actuando en la ciudad por lo menos desde 1541. Una formación de ministriles polifónicos se comprometerá poco más tarde a servir con sus sones al Concejo de la ciudad, a la Diputación del Reino y a la iglesia del Pilar. Sus actuaciones eran continuamente elogiadas. Entre tantos músicos instrumentistas, hay que citar por lo menos a "los Clarnudis" Pedro, Juar; y Bernabé, a Melchor Rey y Andrés Brun. Los ministriles evolucionaron hacia las pequeñas y grandes orquestas que sirvieron a la polifonía sinfónica de los siglos XIX y comienzos del XX; tema todavía por estudiar.

El archivo musical conjunto de La Seo y del Pilar, perfectamente catalogado, que espera su publicación, da fe de la riqueza de la historia musical de esta iglesia. Para terminar subrayamos un aspecto musical que destaca en este templo: la iconografía musical con variada y espléndida representación: el retablo de Forment muestra en la parte central dos figuras musicales muy expresivas y esconde en los basamentos de su banco otras dos de gran belleza. La talla del coro, del siglo XVI, recoge numerosas tallas y bajorrelieves de gran riqueza musicológica, dentro del estilo neoclásico de sus figuras y representaciones. Goya en la extraordinaria alegoría de la Divinidad en la techumbre del coreto, ha dejado un conjunto de ángeles músicos de gran belleza. En la reconstrucción en el siglo XVIII de lo que hoy llamamos Santa Capilla, A. González Velázquez pinta al fresco diversas figuras musicales en su cúpula, mientras que para los medallones y pechinas de la cubierta interior Juan de León y José Ramírez labran putti y ángeles músicos de gran factura. También en la bóveda de la capilla lateral, dedicada a San Lorenzo, dejó Francisco Plano, en 1718, diversas figuras musicales. Y rematando toda esta rica iconografía musical, Ramón Stolz pintó en 1956 un grandioso fresco encima del actual coro mayor, representando el homenaje de la Música a la Divinidad, con numerosas y grandiosas figuras musicales.

Bibliografía

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Fuentes