Seda

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Seda
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Gusano de Seda

La seda es una fibra de la que se compone el capullo que cubre al gusano de seda, valiosa por su uso en tejidos de alta calidad y otros productos textiles. Científicamente, el gusano de seda es de hecho una Oruga y no un gusano. Aunque muchos insectos se envuelven en capullos de fibra. Sólo los de la Mariposa de la seda de las moráceas, Bombyx mori, y los de otras pocas especies próximas se emplean en la industria de la seda.

Historia de la Seda

Según la tradición china, la historia de la seda empieza en el siglo XXVII A.C. Prosigue durante tres milenios de exclusividad durante los que China exporta este tejido precioso sin revelar jamás el secre- to de su fabricación. El arte de fabricar seda se transmitió después a otras civilizaciones gracias a mercaderes, ladrones y espías de todo tipo (monjes, princesas...). En la Edad Media en China, la seda se con- virtió en un objeto de deseo por parte de la alta sociedad, hasta el punto de que el Liji reguló su uso en relación con el protocolo imperial. Los campesinos no tuvieron derecho a llevar seda hasta varios siglos después, con la dinastía Qing (1644-1911).

El uso de la seda queda como exclusiva de la familia imperial y de los más altos dignatarios durante cerca de mil años. Luego su uso se fue extendiendo progresivamente a otras clases de la sociedad china. Además de para ser llevado, a menudo se destinaba el tejido a fines decorativos. Es, además, usado desde muy temprana época con fines económicos: en algunos instrumentos musicales, en Lapesa e incluso en los arcos.

Una vez llega a Europa occidental a finales de la Edad Media, la producción de seda alcanza la fase de la industrialización a partir del siglo XIX. Luego sufrirá una importante decadencia, relacionada con el rápido desarrollo de la fabricación de este tejido en ciertos países de Asia y con las epidemias que afectaron a los gusanos de seda en Francia.

Mitos acerca de su origen

La seda ha permanecido durante tanto tiempo como un misterio que las numerosas civilizaciones que la descubrieron, en especial gracias a las rutas de la seda que recorren Eurasia, inventaron numerosas leyendas al respecto. Por ejemplo, las leyendas persas dan cuenta de la aparición de la primera pareja de gusanos de seda, surgidos del cuerpo de Job.

Por otra parte, los escritos de Confucio y la tradición china cuentan que en el siglo XVII a. C. un capullo de gusano de seda cayó en la taza de té de la emperatriz Leizu. Al intentar sacarlo de su taza, la joven de catorce años empezó a devanar el hilo del capullo. Tuvo entonces la idea de tejerlo. Tras observar la vida del gusano de seda a instancias de su marido, el Emperador Amarillo Huang Di, empezó a enseñar a su corte el modo de criarlos, la sericicultura. Desde ese momento, la joven permanecerá en la mitología china como diosa de la seda.

Sobre el origen del gusano de seda, otra leyenda de la China nos cuenta que una muchacha había prometido que se casaría con quién le trajera de vuelta a su padre, que estaba en la guerra, al escuchar esta promesa el caballo de la familia salió en busca del padre y a partir de entonces el animal miraba a la chica con intenciones de que ésta cumpliera su ofrecimiento, ante tanto “atrevimiento” se dio muerte al caballo y se lo despellejó. Un día, la muchacha, al ver la piel del caballo puesta al sol, empezó a pisotearla diciendo: “¡Y aún querías casarte conmigo!”. Entonces de repente la piel envolvió a la chica y desaparecieron juntos. Tiempo después aparecieron sobre un árbol, donde formaban una pareja de gusanos de seda Siempre siguiendo las leyendas, la seda salió de China en dirección a la India en los cabellos de una princesa prometida a un príncipe de Cotan. Esta princesa, negándose a quedarse con su amada tela, desafió la prohibición imperial de exportar gusanos de seda.

A pesar de que la seda fue exportada muy pronto a países extranjeros, la sericicultura fue siempre un secreto cuidadosamente guardado por los chinos. Los otros pueblos tuvieron que inventar diversos orígenes para este maravilloso tejido. Así, los Romanos, grandes admiradores del tejido, estaban convencidos de que los chinos obtenían el hilo de las hojas de los árboles. El conocimiento que en el Imperio romano tenían de la seda china, resaltaba sobre todo lo imaginario, el secretismo y lo exótico. En un principio, los romanos se imaginaban que la seda era el producto de una especie de árbol de lana y que estos “seres (de Sericum) bebedores de agua”, vivían hasta los 200 o los 300 años. Eso es por ejemplo lo que afirmaba Plinio el Viejo en su Historia natural o Virgilio en las Geórgicas

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