Sergio "El Curita" González

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Sergio González López
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Jefe del grupo de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio
NombreSergio González López
Nacimiento29 de octubre de 1921
Aguada de Pasajeros, Cienfuegos, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento18 de marzo de 1958
Reparto Altahabana, La Habana, Bandera de Cuba
Causa de la muerteAsesinado
NacionalidadCubana
Otros nombresEl Curita
Sergio González(El Curita). Combatiente revolucionario cubano, jefe del grupo de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio. Organizó y dirigió la noche de las cien bombas. Murió asesinado después de ser vilmente torturado.

Síntesis biográfica

Sergio González López nació en Aguada de Pasajeros el 29 de octubre de 1921. Sergio perteneció a una familia fervientemente católica. Mercedes, su hermana menor, fue monja, y su hermano Efraín estudió unos años en el seminario. Pero fue él quien estuvo a punto de hacer realidad el sueño de su progenitora, Victoriana López, de tener un hijo sacerdote. Solo que cuando llevaba más de 10 años en el seminario, conoció a la futura madre de sus hijos. Comprendió que no tenía vocación para el celibato y abandonó la intención sacerdotal.

En 1945 comenzó a trabajar como inspector secreto en el transporte urbano, primero en los tranvías y luego, cuando ellos desaparecieron, en la empresa Autobuses Modernos. Llegó con 23 años, aún con la huella latente de la educación religiosa, lo cual provocó que sus compañeros lo bautizaran con el sobrenombre que lo acompañó el resto de su existencia: El Curita.

En la Havana Electric Railway Company encontró un ambiente laboral beligerante. Tres tendencias sindicales se enfrentaban en confrontaciones que podían llegar a la máxima violencia. No obstante, ese Curita que algunos subvaloraron, resistió las tentaciones de la corrupción y el vértigo del peligro. Se hizo dirigente sindical.

Trayectoria revolucionaria

A cargo de una pequeña imprenta en la Plaza del Vapor, donde publica un manifiesto con motivo del asalto al Cuartel Moncada. Con este documento se iniciaría en la propaganda revolucionaria.

Dirigió los grupos armados del Movimiento 26 de julio de la capital desde su audaz fuga de la prisión del Castillo del Príncipe en octubre de 1957 hasta su asesinato el 18 de marzo de 1958.

En Galiano y Reina, donde radica hoy un gran parqueo y una plazoleta, estuvo enclavada la antigua Plaza del Vapor, donde se hallaban numerosos pequeños negocios apiñados en ruinosas construcciones, que fue necesario demoler. Allí, en una modesta imprenta, trabajó Sergio durante varios años y se imprimió clandestinamente una edición de la autodefensa de Fidel, La historia me absolverá, cuya distribución en el país antes de que los moncadistas salieran amnistiados en 1955, contribuyó decisivamente a forjar entre las filas del pueblo la vanguardia que años después, bajo su dirección, derrocaría a la tiranía. La imprenta se convierte en un hervidero revolucionario y el 30 de noviembre de 1957 el SIM asalta y clausura el local.

En mayo de 1957 es apresado en la calle Sol y Egido, fue torturado y de ello quedó sordo del oído derecho, es encarcelado en el Castillo del Príncipe y organiza una huelga de hambre en protesta por los presos en la Isla de Pinos. Escapa del lugar el 22 de octubre de 1957.

Jefe de acción

Después de su audaz fuga de El Príncipe. Bajo su mando como jefe de Acción, , procedió a tipificar los objetivos económicos a golpear y dirigió el sonado sabotaje a los tanques de combustible de la refinería norteamericana de la Esso Standard Oil, asociada a la Shell británica en Belot, cuya negra humareda durante varios días mostró a los habaneros que la lucha se reactivaba.

También organizó el sabotaje a la conductora del acueducto, la destrucción de documentos financieros en la Cámara de Compensaciones, el boicot a unidades de la empresa eléctrica y otros lugares. Faustino Pérez, entonces jefe del M-26-7 en la capital, calificaba a Sergio como “el alma organizativa, el activista principal” de esas acciones. “Era un pilar fundamental del Movimiento -añadía- y comandaba una de las fuerzas más aguerridas y audaces.”

La famosa noche de Las Cien Bombas a fines de 1957 la organizó para demostrar que la tiranía no podía controlar la ciudad y exigió a todos que no podía provocar heridos, como no los causó, en la población.

Los órganos represivos lo buscaban con ferocidad para asesinarlo.

El 11 de marzo, en vísperas de su asesinato, se reunió a solas en el parque cerca del cine Mónaco, con Moisés Sio Wong, enviado entonces desde la Sierra Maestra por el Comandante en Jefe, para ordenarle que debía abandonar la capital e incorporarse al Ejército Rebelde.

En las montañas orientales Fidel percibía el gran riesgo que corría y conociendo sus méritos, su lealtad y firmeza a toda prueba, trataba de preservarlo para los aún más complejos periodos y batallas que vinieron después.

Sergio González en su imprenta de la Plaza del Vapor, junto con el combatiente Humberto Torres Fonseca.
Sergio, le pidió a Sio Wong, que transmitiera a Fidel , que respetaba sus órdenes pero que aún percatándose del peligro que lo amenazaba, de la difícil situación existente, consideraba que su deber y su lugar de combatir estaban en la ciudad que conocía. Se sentía entusiasmando por el auge que había cobrado la lucha en La Habana en los pocos meses que llevaba al frente de los Grupos de Acción del MR-26-7 y pensaba que su presencia era necesaria en vísperas de la huelga general que se preparaba, imbuido que iba a ser un golpe mortal para la tiranía y no creía que debía abandonar a sus compañeros.

Así se quedó y continuó preparando y organizando a los combatientes. Era sumamente desconfiado con los lugares de reunión clandestinos. Tomaba las precauciones requeridas e insistía y exigía a que todos lo secundaran en esas prevenciones. Sabía lo que dañaba una casa clandestina tomada por la policía a donde podían acudir compañeros confiados y caer prisioneros. Se había fugado meses antes espectacularmente de la prisión de El Príncipe y escapó fracturándose un pie al lanzarse por una ventana de un segundo piso en una casa del Vedado huyendo de un cerco policial.

Cuando le enyesaron el pie y le advirtieron que no podía caminar en varias semanas pues podía correr el riesgo de cojear, con las consecuencias de una ulterior intervención quirúrgica si no tenía paciencia, ordenó al médico ponerle un tacón a la bota y dijo tajante que la Revolución no podía esperar y deambuló así a todos lados. Con su bota, cojeando, preparó en la casa de la Dra. Isabel Rico Arango, las bombas que estremecieron la ciudad la famosa noche de las cien bombas.

Homenaje

El parque de El Curita ocupa en La Habana una de las manzanas más céntricas de la ciudad, en la confluencia de las calles Galiano y Reina, popular lugar de referencia por las paradas de ómnibus ubicadas en él. Desde el siglo XIX allí se erigía la Plaza del Vapor. La planta baja estaba ocupada por un enjambre de pequeños negocios de todo tipo y en el piso superior se comprimían modestas viviendas. Delia, una de las hermanas de El Curita, era dueña de una pequeña imprenta en el lugar. Sergio comenzó a alternar su trabajo en los ómnibus con el de la imprenta y a la muerte de Delia, quedó al frente del negocio.

Después del golpe de Estado de Batista, las linotipias y cajas de la imprenta se pusieron al servicio de las denuncias contra el régimen usurpador. En aquel chinchalito encontraron acogida los documentos de las más variadas agrupaciones opositoras, ello demuestra el carácter unitario que siempre caracterizó a Sergio. Entre los revolucionarios, el sitio empezó a identificarse como “la imprenta de El Curita”.

En la misma medida que la oposición fue ganando cuerpo de revolución, el lugar fue también espacio de reuniones clandestinas y refugio nocturno de combatientes. Cuando el gobierno batistiano conoció la inminencia del arribo del yate Granma, la policía se presentó en la imprenta con el objetivo de detener al dueño. Por cuestión de segundos y gracias a los reflejos que siempre tuvo, pudo escurrirse entre los establecimientos de otras amistades hasta salir por la calle del fondo. A partir de ese momento pasó a la clandestinidad. Ya era uno de los jefes más connotados de acción y sabotaje con que contaba el Movimiento 26 de Julio en La Habana. Una vez demolido el antiguo mercado, el parque que surgió allí lleva su nombre.

Muerte

Edificio de la calle Patrocinio 609 entre Mayía Rodríguez y Goss, municipio de Diez de Octubre, donde El Curita vivió clandestino la última etapa de su vida.
Tenía todo preparado para que el 19 de marzo comenzara la cadena de acciones, con el objetivo de alcanzar el clima de insurrección en la ciudad y después llamar a la huelga general. Una contraorden obligó a posponer la fecha. Toda la mañana del día siguiente la invirtió en moverse entre las casas donde aguardaban los diferentes grupos para informarles de la suspensión.
“La visita a la casa de la calle K […] no estaba en los planes de ese día”
relata Manuel Blanco, Maño, quien manejaba el auto. Él también recordó que Sergio le había dicho: “Esta casa está por volar”, refiriéndose al continuo trasiego de jóvenes combatientes. Incluso dos de ellos llevaban días durmiendo allí. Era poco más de mediodía, Sergio le había dicho a Maño que tenía una reunión a la una en el bar Primavera, en la calle Carlos III y Perseverancia. Pero cuando avanzaban por la calle 21, en el Vedado, llegando a K, exclamó de pronto:
“Para ahí, voy a ver a esta gente un momento”.
No aceptó que Maño lo acompañara, salió desarmado y dijo que no se demoraba más de media hora.

La imagen de El Curita alejándose con su traje de paño azul fue lo último que de él vio Manuel Blanco. La casa “había volado”. Desde la noche anterior el apartamento 7 del número 420 de la calle K, estaba tomado por el Buró de Investigaciones y todo el que llegaba era detenido.

Ni con las vejaciones, golpes y mutilaciones lograron arrancarle la más mínima información. Violando medidas de seguridad, ninguno de sus subordinados cambió de escondite: confiaban en que no había fuerza humana capaz de hacer hablar a El Curita. Bueno, algo sí dijo. Por uno de sus victimarios se supo que en la madrugada del día 19, cuando lo bajaron del auto en un lugar apartado del reparto Altahabana, ante la inminencia de su fin, se abrió la camisa ensangrentada y los retó:
“Tiren, tiren que aquí hay un hombre”.

El 19 de marzo de 1958, el combatiente clandestino Sergio González (El Curita) aparece asesinado en el reparto Altahabana.

Fuentes