Suevos (etnia de Europa)

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Suevos
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Suevos. Los suevos o swevos fueron un gran grupo de los pueblos germánicos, por primera vez mencionados por Julio César en el marco de la campaña de Ariovisto en la Galia, c. 58 a. C.

Historia

El Reino Suevo, fue fundado por el pueblo germánico de los suevos en la primera mitad del siglo v en la provincia de la Gallaecia del Imperio romano de Occidente tras haber penetrado en la península ibérica junto con vándalos y alanos en el 409.

Mientras que César les trata como una tribu germánica, aunque la mayor y más belicosa, autores posteriores como Tácito, Plinio y Estrabón especificaron que los suevos "no son, como los catos o téncteros, constituyetes de una sola nación". En realidad ocupaban más de la mitad de Alemania, y se dividían en una serie de tribus distintas bajo nombres distintos, aunque todos en general son llamados "suevos".

En un momento, la etnografía clásica había aplicado el nombre de "suevos" a tantas tribus germánicas que parecía como si en los primeros siglos este nombre nativo reemplazaría el nombre extranjero "germanos". Autores clásicos observaron que las tribus suevas, en comparación con otras tribus germánicas, eran muy móviles, y no dependientes de la agricultura. Varios grupos suevos mudaron de la ubicación del mar Báltico, convirtiéndose en una amenaza periódica para Roma. Hacia el final del imperio, los alamanes, también conocidos como suevos, se asentaron en el Agro Decumates y luego cruzaron el Rin y ocuparon Alsacia. Un grupo permanecó en la región que hoy todavía se llama Suabia, un área en el suroeste de Alemania, cuyo nombre actual deriva de los suevos. Otros se trasladaron hasta Gallaecia (actual Galicia, en España, y el norte de Portugal) y establecieron un reino allí que duró 170 años hasta su integración en el reino visigodo. Etimólogos trazan el nombre del proto-germánico, *swēbaz, ya sea basados en la raíz proto-germánica *swē- que significa "uno mismo" pueblo, o en la tercera persona del pronombre reflexivo; o desde una anterior raíz indoeuropea *swe-.

Las fuentes etimológicas enumeran los siguientes nombres étnicos como también de la misma raíz: suiones, semnones, samnitas, sabelli, sabinos, lo que indica la posibilidad de un nombre étnico indoeuropeo antes, "nuestra propia gente". Alternativamente, puede ser tomado de una palabra celta para "vagabundo".

Las migraciones de los Suevos

En sus migraciones, los suevos se dirigieron hacia el sur y el oeste, quedándose un tiempo en el territorio de la Alemania moderna. Todavía existe una región alemana llamada Suabia (Schwaben, cuyos habitantes en castellano actual se llaman suabos) que viene a equivaler a una parte del antiguo reino de Wurtemberg, en el moderno estado federado de Baden-Wurtemberg, y la zona sudoccidental de Baviera, con centros en Stuttgart, Ulm, Tubinga y Augsburgo, entre otros. Asimismo, en Galicia existen dos parroquias de nombre suevos, en las comarcas de La Coruña y La Barcala, y hasta cuatro pequeñas poblaciones más con dicha denominación. Además, en Asturias también existe la Sierra del Sueve. En esta época, varias tribus se separaron del grupo central de los suevos para formar los alamanes, de donde nos llega, a través del francés, el nombre de Alemania.

Origen y primeros contactos con Roma

Provenientes del área sudoccidental de Escandinavia o de Dinamarca, encontraremos a los suevos, en los albores de nuestra Era, progresando hacia la Galia. A pesar de su victoria sobre los celtas en la batalla de Magetóbriga, los suevos encontrarán un serio obstáculo en su avance hacia Occidente: Julio César. Aunque él mismo nos dice que el Senado romano reconoció en Ariovisto al rey de los suevos - convirtiéndole así en único interlocutor válido de su pueblo - las aspiraciones de Roma sobre las Galias disuadirán a los suevos de lanzarse sobre las mismas, decidiendo retirarse entonces hacia el Este, a fin de evitar el enfrentamiento con la poderosa potencia itálica.

Antes de que termine el S. I d. C., los veremos formando parte, junto con los marcomanos, de una liga de tribus liderada por Marbod, liga cuya cristalización política sería frustrada por Tiberio entre el 14 y el 37 d. C., y de la que Marco Aurelio tendrá de nuevo que preocuparse en el año 166 d. C., después de que un nuevo líder marcománico, Belomar, rompiera el limes danubiano al frente de una confederación en la que, además de marcomanos y sármatas yazigos, estarían integrados los cuado-suevos. Todavía Commodo se verá obligado a combatirles hasta verlos instalados en la actual Eslovaquia, donde los suevos tendrán por vecinos a los vándalos asdingos. En el S. III d. C. veremos a los suevos integrados en otras ligas, como la de los alamanes, presionando sobre las fronteras del Imperio, pero sin lograr traspasar los límites del mismo de una manera decisiva.

Sin embargo, la presión ejercida por los hunos hacia Occidente, especialmente contra poderosas entidades políticas, militares y demográficas como las formadas por ostrogodos y visigodos, provocaría una sacudida en cadena que habría de golpear a los suevos y otros pueblos bárbaros asomados al interior del Imperio, y que sólo esperaban una oportunidad para pasar al mismo. La rotunda derrota romana en la Batalla de Adrianópolis (378) a manos de los visigodos, y las graves perturbaciones generadas a raíz de la misma, contribuirán a debilitar unas fronteras ya de por sí inestables.

Así, el 31 de diciembre del año 406, suevos, alanos y vándalos, encontrarán entre Worms y Maguncia un punto para cruzar el Rhin, río que servía de frontera al Imperio: Lo que los suevos no consiguieron cuatro siglos antes, lo conseguirán ahora, sometiendo las Galias a concienzudo y voraz saqueo. Mientras vándalos y alanos se distribuían por otras zonas de la Galia, los suevos eligieron una ruta septentrional, llegando a la actual Bélgica, quizás con vistas a pasar a Britania, proyecto frustrado por el general Constantino en la batalla de Buologne-sur-Mer. Esta derrota y la acción predatoria de alanos y vándalos más al sur, decidirá a los suevos seguir la línea de la costa sin pretender quizás ya pasar el Canal de la Mancha, ni girar hacia unas Galias saqueadas a conciencia por otras tribus, yendo a establecerse en la Armórica, actual Bretaña.

Sin embargo, la usurpación de, precisamente, Constantino contra el emperador Honorio, contribuirá a abrir las puertas de Hispania a unos bárbaros que, habiendo agotado ya los campos galos y viéndose expuestos a la presión húnica, esperan cruzar los Pirineos para sentirse a salvo. Pero, para cruzarlos, antes debían eliminar un duro obstáculo, las fuerzas que Dídimo y Veridiano, notables hispanos leales al emperador Honorio, tenían dispuestas en los pasos pirenaicos.Será precisamente Geroncio, general al servicio del usurpador Constantino III, el que logre expulsarles de sus posiciones, cubriendo los pasos con los llamados 'honoriacos', tropas bárbaras reclutadas por el tirano en las Galias y que, a la llegada de los vándalos, alanos y suevos en el 409, lejos de oponer resistencia, se unen a ellos en las exacciones.

A partir de su llegada a Hispania, la supervivencia de los suevos como entidad étnica y política dependerá no tanto de ellos mismos, como de los siempre inestables y cambiantes equilibrios de poder, por ejemplo, entre el titular de la dignidad imperial en Occidente, los distintos usurpadores, los visigodos, los vándalos, los francos o el Imperio Romano de Oriente.

Precisamente, restablecido el control por parte de Honorio, a éste le interesa llegar a un acuerdo con los bárbaros que han penetrado en Hispania, no sólo para evitar el inevitable caos y destrucción que una lucha con estos podría provocar, sino para contrarrestar a unos visigodos cuyo poder y audacia - en 410 habían llegado a saquear Roma - se revelaba excesivo: Instalando a los alanos, vándalos y suevos en Hispania, se creaba un contrapeso al poder de los visigodos que se paseaban, presionados, pero casi a placer, por Italia y las Galias.

Así, los bárbaros se distribuirán de la siguiente manera:

  • Alanos: Lusitania y Cartaginense.
  • Vándalos silingos: Bética.
  • Vándalos asdingos y suevos: Gallaecia.
  • La Tarraconense, por su parte, quedaba bajo dominio romano.

Es importante tener en cuenta que en el S. V Gallaecia, incluía la actual Galicia, el norte de Portugal y la Meseta Norte, llegando a Somosierra en su límite sur y a la provincia de Soria hacia el Este; pues bien, los suevos se establecerían 'in extremitate oceani maris occidua', zona que se ha venido identificando con Galicia y el norte de Portugal, siendo el conventus bracarense - en torno a Braga, que se convertirá en la capital del reino suevo, Oporto, Orense y Tuy - la zona de concentración de este grupo germánico liderado, en este momento, por Hermerico. Era este un equilibrio inestable y sumamente peligroso para todos los protagonistas, especialmente para los romanos que perdían la Bética y ponían a los bárbaros al borde de la rica África del Norte, y para los visigodos, bloqueados y sin víveres y con un grave conflicto político y sucesorio abierto tras el asesinato de Ataulfo.

Para Roma y, muy especialmente, para los visigodos, urgía aliviar su situación material y reconducir una situación política que, en cualquier momento, podía irse de las manos: El nuevo rey de los visigodos, Valia, a pesar de sostener inicialmente una actitud anti-romana, decidió ponerse entonces al servicio de Roma, de un Imperio que necesitaba liberar la Bética y dejar a los bárbaros arrinconados en la esquina noroeste de Hispania, lejos del Mediterráneo. De ese modo, en 416 los visigodos arremeterán y aniquilarán a los vándalos silingos y a los alanos, es decir, a los bárbaros instalados en la rica Bética y en la estratégica Lusitania, dejando así bloqueados a vándalos asdingos y suevos en la Gallaecia; Honorio no permitiría a los visigodos acabar la tarea de limpiar Hispania de bárbaros, dado que necesitaba que los supervivientes mantuvieran la amenaza sobre unos supuestos aliados que, tras el foedus de 418, eran asentados en la Aquitania Secunda, pero que daban muestras de querer expandirse más allá del territorio asignado. Otros pueblos germánicos, como los burgundios asentados en la Sapudia - la Saboya actual - completaban el cordón sanitario dispuesto en torno a los poderosos visigodos.

Paradójicamente, la destrucción de alanos y silingos, no contribuiría precisamente a serenar el ánimo de los bárbaros instalados en la Gallaecia: Y es que, si los vándalos silingos consiguen huir al África, los alanos de la Lusitania corren a refugiarse de las embestidas godas entre los vándalos asdingos asentados en la Meseta Norte, lo que contribuiría a incrementar la población bárbara de esta zona y, por ello, la presión demográfica y la agitación: a partir del 419, los vándalos asdingos comienzan a presionar sobre los suevos chocando en los llamados montes Nerbasios, que se han venido localizando en torno a la zona del Bierzo.

Los suevos, no sólo lograrán conjurar la amenaza, sino que a partir del año 430 asistimos a una creciente e intensa actividad predatoria en todas direcciones, primero hacia el Oeste de Gallaecia - en 438 llegarán a Burgos - y después hacia el Sur, llegando ese mismo año de 438 a la Bética y tomando Sevilla en 441.Desencadenadas las fuerzas suevas y fijándose, quizás, en el ejemplo visigodo respecto a las Galias, Hermerico parece pretender la conquista de Hispania, o al menos de parte de la misma, concretamente de la que habían sido arrojados vándalos silingos y alanos: La toma de Mérida en 439, se ha interpretado como una manifestación de dicho proyecto, dado que, además de su riqueza y posición estratégica, era sede del vicarius Hispaniae, de manera que su captura podría hacer del rey suevo vicario del Imperio de facto - es significativo que los monarcas visigodos intentaran también ocupar Arlés, sede del prefecto del pretorio de las Galias, cosa que conseguirían en las postrimerías del Imperio de Occidente y de mano de Odoacro.

Otro argumento que puede inclinarnos a considerar la plausibilidad de estos proyectos, es la conversión al catolicismo del hijo de Hermerico, Requiario, conversión desde el paganismo que contribuiría a neutralizar los recelos y la repugnancia que los provinciales romanos pudieran tener a ser gobernados por un bárbaro. La conversión de Requiario, no sólo implicaba poseer un requisito básico para legitimar el ejercicio del poder sobre los romanos, sino que habría de atraerle el apoyo de las jerarquías eclesiásticas, que en ese momento, no sólo ejercían una profunda influencia intelectual y moral, sino que desarrollaban un vital papel político y administrativo. Es significativo, por su parte, que fueran monarcas suevos, los primeros reyes germánicos en acuñar moneda con su nombre, lo que constituía una manifestación del ejercicio de la soberanía Quizás Requiario no fue consciente de que los intereses de romanos y visigodos convergían ahora, y ninguno de los dos iba a permitir que una zona tan sensible e importante como la Tarraconense quedara en manos de los suevos, por lo que Teodorico II, en nombre del Emperador, emprenderá una acción cuyo objetivo inicial era aplacar los ánimos de los suevos y rechazarles hacia la Gallaecia.

Las fuerzas de Teodorico II marcharán entonces a Hispania, en busca del rey suevo, al que encuentran en Astorga: En esta comarca, concretamente sobre el río Órbigo (octubre 456), los suevos sufrirán una de las más severas derrotas jamás padecida. Pocos días después, Teodorico entra en Braga, la capital del reino de los suevos, y a finales de año toma Oporto, donde consigue capturar y ejecutar a Requiario. Avito, siguiendo la tradicional política romana de equilibrio de poder entre bárbaros, procuró evitar la destrucción total de los suevos, pero la batalla del río Órbigo y sus consecuencias en forma de saqueos y ocupación de estratégicos enclaves por parte de los visigodos, contribuirá a fortalecer a estos enormemente y a poner las bases para la consolidación de su dominio sobre Hispania.Por su parte, la catástrofe del Órbigo y la ejecución del rey, parecía anunciar la desaparición definitiva del reino de los suevos, como lapidariamente nos dijera Idacio, obispo de Chaves y principal cronista de este primer período del reino suevo.

Sea como fuere, este virulento proceso de expansión territorial, sería momentáneamente paralizado por Atila, que habría logrado nuclear en torno a sí un renacido e inquietante poder húnico. La derrota de Atila en los Campos Catalaúnicos (451) y la neutralización de su amenaza, estimularía a Reckiario a arremeter, nada menos, que contra la Tarraconense, territorio al que el Imperio no estaba dispuesto a renunciar. Con la invasión de la Tarraconense, Requiario rompe de manera abrupta con Roma, pero en un momento en el que los visigodos, lejos de querer colaborar con otros monarcas germanos en su debilitamiento, están preocupados por afirmar precisamente el poder del Imperio, dado que, desde el año 455, al frente del mismo está Avito, personaje de origen galo que, además de compartir intereses locales con los visigodos, ha sido suscitado al trono imperial por éstos, con el objeto de consolidar su propia situación en las Galias y convertirse en factotum del Imperio.

Supervivencia y redefinición de alianzas

Tras la batalla del río Órbigo, los visigodos dejaron a un cliente suyo, Agiulfo, como gobernador de los suevos, lo que habría desdibujado su entidad política y los habría hecho desaparecer de la Historia. Sin embargo, la insurrección de Agiulfo contra Teodorico II, llevó a este a reconsiderar su decisión de poner al frente de Gallaecia a personajes que, salidos del propio ámbito visigodo, podían, apoyándose en una importante base territorial, económica y humana, no sólo rebelarse, sino poner en cuestión la posición del mismo monarca godo. Por eso, resolvió atender las peticiones de los suevos de tener un rey salido de entre los suyos: si se rebelaban, se rebelaban como entidad política ajena a los visigodos, contra la que estos, combatirían unidos como otra entidad política, evitando así que algún dux o notable rebelde de origen visigodo pudiera poner en cuestión la posición del propio monarca. De esta manera, Teodorico II conjuraba la amenaza, pero al permitir a los suevos tener un monarca propio, está evitando también su fragmentación y disolución, y contribuyendo a rehacer su etnogénesis, es decir, a reforzar su entidad política.

Tras un corto y confuso período en el que líderes suevos como Frantam y Maldras, se enfrentaban entre sí por la hegemonía sobre el pueblo y el territorio, aparece la clarividente figura de Remismundo: Si Reckhiario se había convertido al catolicismo para atraerse a los hispano-romanos y consolidar su posición en Hispania, ahora Remismundo decide convertirse al arrianismo para congraciarse con Eurico y permanecer a salvo de las embestidas godas, presentándose como aliado y cliente, en espera, quizás, del momento para desafiar al nuevo poder penuinsular.

Fuentes