Supervisión Educativa

Supervisión Educativa
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Supervisión Educativa. Servicio de ayuda y asistencia al educador, destinado a lograr el mejoramiento del resultado del proceso enseñanza-aprendizaje, que atañe a todas las actividades y a todas las personas que concurren en el proceso educativo y que se realiza mediante un trabajo cooperativo.Bajo el punto de vista dinámico, la supervisión deberá entenderse como los esfuerzos llevados a cabo por la escuela con el objeto de llevar a los maestros y demás personas que tienen a su cargo el desarrollo y la conducción del proceso educativo a ejercer un liderazgo que tienda al perfeccionamiento del mismo.

Origen y desarrollo histórico

Los orígenes de la supervisión aparecen en los primeros modelos de las organizaciones educativas de la antigüedad. Así se habla de que las escuelas chinas tenían nombrados funcionarios estatales con el encargo de controlar el rendimiento de los maestros. También sucedía igual en la India, Egipto y Grecia. Más cercano en el tiempo señala a los censores romanos, encargados de velar por la buena marcha de las escuelas.

Desaparecidas a finales del siglo V las estructuras de la escuela romana y después de los siglos de letargo que sucedieron a la descomposición del régimen esclavista en Europa, es la Iglesia quien comienza a fundar escuelas bajo su patrocinio. Escuelas que servían en la casi totalidad, para formar a los clérigos. Es lógico que los obispos, responsables del nivel moral e intelectual de sus futuros colaboradores, se preocuparan de velar por la enseñanza que estos recibían y establecieran su control.

La supervisión en los sistemas escolares modernos ha constituido una preocupación constante en el campo de la política y la administración educativa, sin embargo se encuentra poco estudiada monográficamente. Urge, en este sentido, una consulta histórica sobre el origen y perspectiva de la teoría y práctica de la Supervisión, de sus avances y logros, de como se desarrolla en los diferentes sistemas educativos. Es obvio que la construcción de la historia pedagógica sobre escolarización y sociedad no se puede comprender sin analizar la función social de la supervisión.

Objeto

El campo de que se ocupa la supervisión es el sistema escolar, con el que se establecen relaciones formalizadas para su control, orientación, guía y evaluación. La Supervisión no solo se empeña en conocer el sistema escolar sino también en programar como transformarlo y perfeccionarlo.

La Supervisión se inserta en el sistema escolar al servicio de esa causa final impulsando y orientando los esfuerzos en pos de ella. La Supervisión en consecuencia, incide directamente en la calidad de la educación, es como ahora se reconoce, un factor de calidad.

La supervisión es el garante del funcionamiento del sistema escolar y se encarga de su vigilancia, orientación y evaluación y, en última instancia de informar si las necesidades han sido suficientemente atendidas, si las normas se han ajustado a las necesidades y si se han conseguido los resultados esperados que justifican los recursos y los medios puestos a su servicio.

La supervisión estudia la educación como fenómeno social, que se consigue fundamentalmente en el sistema escolar. Consiguientemente la supervisión no puede hacer abstracción de la filosofía política que determina las acciones del gobierno, como no puede cerrarse a la cultura que el sistema educativo tiene que transmitir y del que es, en alguna medida, fuente. Entre la cultura y la política, la supervisión se inserta en su tiempo y en su equilibrada concurrencia encuentra sentido a sus funciones.

Inspección escolar en Cuba

Entre las diversas medidas solicitadas en un informe rendido por Fr. Manuel de Quesada a la Sociedad Económica en 1801 se pide la creación de inspectores o curadores para la mejor observancia de los preceptos legales relativos a la enseñanza, cargo que la propia real cédula de organización de la Sociedad establecía.

Más tarde, cuando en 1816 se creó la Sección de Educación de la Sociedad Económica, se designaron inspectores, cuyas principales atribuciones consistían en: “velar acerca de la moralidad, aplicación y aseo de la juventud que representaba las escuelas, advirtiendo juiciosamente a los maestros los defectos que notaren; reconvenirles muy mansamente de las omisiones o faltas; visitar los establecimientos una vez al mes, y siempre que lo creyeren oportuno”. En La Habana esos cargos eran desempeñados por los miembros de la Sección de Educación, la cual elevaba las correspondientes propuestas para que el Capitán General nombrara los inspectores del campo.

Así continuó la inspección hasta que en 1846 se puso en vigor el plan de instrucción pública y cesaron las atribuciones de la Sociedad Económica en la enseñanza. La Inspección de Estudios creada por el Gobierno entonces asumió tales facultades y se establecieron comisiones provinciales y locales encargadas de la inspección.

En el primero se autoriza a las Juntas Locales para designar a uno de sus vocales Inspector de Escuelas Públicas y Privadas del Término, estableciendo la inspección directa de la enseñanza, aunque a decir verdad dichos funcionarios nunca visitaban escuelas.

En la segunda se reorganizaron las Juntas Locales y se establecieron las Provinciales, creándose el cargo de Inspector Provincial, con el deber de visitar las escuelas existentes y promover la organización de otras en los pueblos que carecían de ellas. Completándose el cuadro con la inspección general a cargo de los vocales ponentes de la Junta Superior de Instrucción Pública. El más completo abandono, sin embargo, caracteriza ese período de la inspección escolar en Cuba, pues sólo por rara excepción alguno que otro inspector de Juntas Locales se ocupaba de cumplir con sus deberes.

La Ley Escolar del 18 de julio de 1909, que entre sus reformas establece la transformación de los antiguos superintendentes en inspectores de distritos, a los cuales se exige estudios universitarios en Metodología Pedagógica, Psicología Pedagógica, Higiene Escolar e Historia de la Pedagogía. Esta propia ley establece como requisito el "haber ejercido durante cinco años, por lo menos, el cargo de maestro en las escuelas públicas de la nación".

Con algunas modificaciones el trabajo de inspección en el país se mantuvo sobre estas bases hasta el triunfo de la Revolución en enero de 1959, donde se produjeron cambios substanciales. Por tanto, la inspección en Cuba ha pasado por cuatro períodos bien definidos: Primero, el colonial que tiene dos momentos diferentes, el inicial que abarca desde sus orígenes, a principios del Siglo XIX y comprende todo el tiempo que estuvo a cargo de la Sociedad Económica de Amigos del País, hasta 1846 y al de centralización (1846 1898), desde que cesaron las atribuciones de la Sociedad Económica hasta el comienzo de la intervención norteamericana. Segundo, el de la intervención (1898-1902), que comprende el tiempo de gobierno de los Estados Unidos en Cuba. Tercero, el período republicano, desde 1902 hasta 1959. Cuarto, el período revolucionario, desde 1959 hasta la fecha. Cada uno de estos períodos puede a su vez ser desmontado en diferentes etapas, que dentro de cada uno de ellos presenta características particulares.

Función de la Supervisión

La función supervisora debe garantizar, enriquecer y perfeccionar el funcionamiento del sistema escolar, encargándose de su vigilancia, orientación y evaluación. Estas actividades condicionan las funciones básicas de la supervisión; control, evaluación, asesoramiento. Las características principales de estas funciones son:

Control

El control es la función básica e imprescindible de la supervisión, sin control no se puede pasar a las otras funciones. Generalmente no se recepciona con agrado, pero a pesar de su carácter impopular se hace inevitable como ejercicio profesional. El control puede ser repudiado en nombre de un deseo utópico de libertad, llevado a sus últimas consecuencias e igualmente repudiado por quien no desea ser molestado en el ejercicio de su trabajo docente.

Un Estado moderno no puede renunciar a la función de control y menos en el sector educacional. La función de control tiene como objetivo que las actividades de la organización se traduzcan en los resultados previstos y, al mismo tiempo, para que esto sea así, hay que concebir el control no sólo como una constatación de hechos o un juicio sobre lo que sucede, sino como forma de influir en la conducta de estos miembros de la organización, porque de otro modo la simple constatación no haría que los miembros se comportaran en función de unos objetivos para lograr unos resultados.

Todo sistema de control lo que hace, fundamentalmente, es recoger, almacenar, analizar, sintetizar y transmitir información relevante sobre el contexto, el proceso y el producto del sistema general al que sirve, en este caso, del sistema educativo. Por tanto, el control requiere, en principio, unas metas que son las que guían toda la actividad y la conducta de la organización. Finalmente el control supone una comparación de las realizaciones de la organización con estos standard y unos medios para poner en marcha los procedimientos correctivos de las realizaciones, cuando se apartan de las metas.

Por tanto, el sistema de control podría equipararse con un conjunto o sistema de reglas y la supervisión de su cumplimiento. Naturalmente, las reglas se identifican con los criterios de conducta aceptables dentro de la organización. Los profesores, los directores los alumnos, en fin, todo el sistema debe comportarse de una determinada manera, especificada en las reglas. Pero en cualquier caso, hay que decir que el control realmente lo que trata es de constatar si la cantidad y la calidad de resultados y procesos u operaciones es la correcta.

La función del control sería la comprobación del rendimiento del sistema y de su adecuación a los objetivos. Por consiguiente, se estaría controlando fundamentalmente su eficiencia su eficacia y efectividad. Pero la supervisión, por ser la educación una realidad tan peculiar, nunca ha sido un elemento solamente de control. Siempre ha comportado una función de ayuda al profesor, de asesoramiento al sistema que, de alguna forma, se consideraba implícito en el propio concepto de control. No obstante, la función básica de la supervisión ha seguido siendo el control del rendimiento para tomar después las medidas necesarias en orden a evitar las desviaciones de los objetivos.

Asesoramiento

La función de asesoramiento, orientación e información marchan unidas y no pueden separarse del control. Sobre la base del diagnóstico que determina el control los inspectores según señala Antonio Ballesteros se deben convertir en "Consejeros y orientadores de los maestros, dominando de su labor la función pedagógica a la fiscal y deben convertir la inspección en un instrumento activo de la reforma escolar".

Esta función conlleva la propuesta de acciones concurrentes para mejorar la calidad de la enseñanza, es un elemento facilitador del cambio educativo ya que ha de concebirse como un proceso de dinamización formativa para facilitar en el profesorado el desarrollo de su competencia profesional.

El supervisor en función de asesoramiento ayuda al personal a lograr sus objetivos, procura la cohesión y la unidad aportando su esfuerzo y los recursos necesarios para el beneficio colectivo, para ello deben estar debida y permanentemente informado, ya que sea a través de los canales oficiales o por propia iniciativa.

Para Wiles los supervisores en función orientadora: "ayudan a establecer intercambio de pensamiento y opiniones, ayudan a las personas a aprender a escucharse unas a otras; relacionan a quienes tienen problemas similares o solicitan la cooperación de quienes puedan prestarla. . . Escuchan las discusiones de los problemas que presentan los maestros y sugieren algunas recomendaciones para ayudar a la solución de los mismos.

Evaluación

La evaluación es una función concurrente para el servicio de inspección pues está presente en todas sus actividades. De hecho en cualquier visita se produce una apreciación sobre el funcionamiento del centro, del claustro y de los profesores en particular, aunque el objetivo que la haya motivado no sea evaluador.

La evaluación es parte del proceso de enseñanza aprendizaje, es un proceso sistemático destinado a obtener información que permita enjuiciar cualquier aspecto de la realidad educativa, como base previa para la toma de decisiones.

El principio sobre el que se basa esta acción es que la escuela aparece, cada vez más, como la célula base del sistema escolar; el lugar en el que se concentran las condiciones de éxito del acto educativo, de ahí que sea indispensable disponer de los medios adecuados que permitan evaluar su funcionamiento y resultados, para conocer la calidad de enseñanza y los resultados académicos, el ambiente y la vida escolar, la dirección y gestión, la adaptación al entorno económico y socio cultural.

Está claro que el centro es un todo, una unidad de funcionamiento. Su evaluación debe ser pues sistemática y debe incluir antes que nada la dimensión disciplinar, que es la función misma del centro escolar.

La Supervisión Educativa en el Mundo Actual

El mundo a las puertas del tercer milenio presenta una situación compleja caracterizada, en primer lugar, por los cambios en el orden político que se han producido tras el derrumbe del modelo de socialismo europeo. Conjuntamente con este fenómeno, el acelerado avance de la ciencia y su rápida conversión en fuerza productiva directa, los nuevos patrones de producción y organización el trabajo y la globalización de las economías, le plantean a la educación nuevos desafíos.

En innumerables conferencias y foros académicos y políticos, de alcance regional y mundial desarrollados en esta década, ha quedado plasmado el importante papel que tiene que desempeñar la educación ante estos retos y la necesidad del cambio y transformación a que deben enfrentarse los diferentes sistemas educativos.

La presencia de estos fenómenos, junto a otros que también caracterizan este proceso de cambio, tiene una influencia decisiva en la supervisión educativa como proceso trascendente del funcionamiento de los sistemas educativos. Valiente Sandó 1998.

”La asunción de diferentes modelos de centralización-descentralización de los sistemas educativos tiene un efecto directo sobre el modelo de organización de la supervisión. En dependencia con ello los modelos de supervisión establecidos se consolidan o evolucionan en o hacia uno de los tipos clásicos: centralizado, parcialmente centralizado o descentralizado”

Para cualquiera que sea el modelo establecido los nuevos tiempos conducen fundamentalmente, como una necesidad a:

1. Reconceptualizar el contenido de las funciones tradicionales de la supervisión y valorar la aparición de otras.

2. Cambiar los métodos y estilos de supervisión.

El planteamiento de reconceptualizar el contenido de las funciones está relacionado, entre otros, con la evaluación de la calidad de la educación, considerada hoy internacionalmente como una de las prioridades básicas para los sistemas educativos.

La instrumentación de mecanismos de evaluación de la calidad de la educación no puede verse al margen de la práctica de la supervisión educativa, por cuanto a la supervisión correspondió siempre la función de ofrecer criterios valorativos sobre la calidad de la gestión del sistema. Por tanto, la función de evaluación dentro de la supervisión se acrecienta y esta debe formar parte de los mecanismos para el monitoreo permanente de la calidad de la educación. Ya en algunos países se insertan, dentro de la práctica supervisora, mecanismos para contribuir a la evaluación de la calidad del sistema.

Estos mecanismos tienen carácter externo veces o propenden a fortalecer la evaluación interna en otros casos. La función de evaluación adquiere en estas nuevas circunstancias una dimensión estratégica.

Paralelamente con esta evolución de las funciones básicas de la supervisión se plantea también la aparición de nuevas funciones, entre las cuales tiene gran importancia la función de mediación.

Esta función, surgida de la complejidad que caracteriza a los sistemas educativos y sus instituciones permite conducir acuerdos y consensos entre los actores del sistema en un flujo descendente (canalización o transferencia de la política educativa) o ascendente (comunicación a los niveles superiores sobre los aspectos, necesidades, deseos de las instituciones y niveles educativos para retroalimentar la toma de decisiones).

Los cambios que experimentan hoy los sistemas educativos ante las nuevas exigencias contemporáneas también influyen de forma significativa en la necesidad de emplear nuevos métodos y medios y por tanto nuevos estilos de supervisión. Aunque las visitas siguen siendo “el medio o procedimiento esencial para que la supervisión pueda cumplir sus funciones”(Soler Fiérrez 1995) estas deben asumir en su concepción y realización el contenido de un nuevo estilo de supervisión más participativo y democrático.

El estilo contemporáneo de la supervisión se corresponde con la última de las fases de la evolución histórica de esta función inherente a la educación y a su práctica: la supervisión creativa.

La Supervisión Creativa

La supervisión en la actualidad es mucho más amplia y extensa que antes, esto se debe fundamentalmente al desarrollo del propio concepto y naturaleza de la educación, a su relación con el individuo y la sociedad y al movimiento científico que se genera en su seno. La supervisión es cada vez más objetiva y experimental en sus métodos y se convierte cada vez más en una empresa cooperativa y de cooperación.

Mientras la supervisión cumplió solo con lo que había sido su misión histórica: la de control, no se hablaba de crisis de identidad. Sin embargo, con el propio desarrollo del proceso docente y de la escuela y la ampliación de las funciones de la supervisión, las expectativas del rol supervisivo pueden parecer ambiguas y a veces entrar en conflicto. Esto se pone de manifiesto cuando se le pide: controlar-ayudar-orientar-evaluar.

La supervisión, sin abandonar ninguna de sus funciones, debe convertirse en factor de calidad, rebasar la fase de la supervisión fiscalizadora e incluso de la llamada supervisión constructiva o democrática y alcanzar la fase de la supervisión creadora, que pone el acento en el desarrollo del talento creador del maestro, centra su preocupación en el estimulo y la promoción de las potencialidades de los educadores sin dejar de controlar y evaluar la actividad educacional. Se puede afirmar que casi todos sistemas educacionales de hoy han logrado borrar, al menos en teoría, la fase exclusivamente fiscalizadora de la supervisión. Muy pocos sin embargo han logrado instituir una supervisión creadora. En su gran mayoría se orientan dentro del concepto de supervisión constructiva.

La supervisión creativa se sustenta en las modernas teorías que aporta la Ciencia de la Dirección y es elemento clave en la búsqueda de la calidad educacional.

El supervisor

El supervisor es ante todo un maestro, un educador cuya misión es la de cumplir las funciones supervisoras haciendo énfasis en la de ser un orientador y colaborador de sus colegas, maestros y profesores. Debe tener por su responsabilidad una formación más completa, una información más amplia y más actualizada, una noción más clara y más concreta de los objetivos permanentes de la educación, un concepto claro y flexible de los programas y competencia en técnicas pedagógicas. Por otra parte, el supervisor tiene a su cargo la responsabilidad de una política educacional, debe constantemente evaluar el proceso, armonizar las tendencias, unificar los criterios sin uniformar la actuación y establecer una convergencia de esfuerzos entre el cuerpo docente, los técnicos del Ministerio y las demás autoridades educacionales.

En realidad debe ser el mejor factor de síntesis y de intercomunicación entre la orientación, las aspiraciones de una comunidad, el idealismo del profesorado y los aspectos constantes de la investigación pedagógica. Es a la vez un inspector, un educador, un animador, un investigador y un promotor. Para responder a sus amplias responsabilidades sociales y educativas el supervisor debe poseer: sensibilidad, capacidad analítica, capacidad de comunicación, dominio del currículo y la enseñanza, buenas relaciones humanas y responsabilidad social. Sin embargo, el dilema práctico de la supervisión es su legitimidad y los supervisores no pueden asumir estas responsabilidades básicas, sociales y docentes, sin un alto grado de capacitación y actuación personal y profesional.

Fuentes