Teoría del apego

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Teoría del Apego
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Desde que fue desarrollada la teoría del apego por John Bowlby en el año 1969 ha sido posible mejorar la comprensión de los procesos de personalidad y diferencias individuales de los adultos. A su vez, las investigaciones realizadas posteriormente han permitido establecer una correlación entre el estilo de apego desarrollado durante la infancia y ciertas variables importantes durante la adultez.

Efectos emocionales

El primero en desarrollar una teoría del apego a partir de los conceptos que aportara la psicología del desarrollo, con el objeto de describir y explicar por qué los niños se convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros cuidadores, así como los efectos emocionales que resultan de la separación, fue John Bowlby (Bowlby 1998).

En este sentido, este autor parte del supuesto de que la conducta de apego se organiza utilizando para ello sistemas de control propios del sistema nervioso central, al que se le ha atribuido la función de protección y supervivencia. Existe la tendencia a responder conductual y emocionalmente con el fin de permanecer cerca de la persona que cuida y protege de toda clase de peligros. Y aquellos que poseen estas tendencias tienen más probabilidades de sobrevivir y de poder traspasar dichas tendencias a generaciones posteriores

Estilos de apego

Los estilos de apego se desarrollan tempranamente y se mantienen generalmente durante toda la vida Bartholomew, 1997), permitiendo la formación de un modelo interno que integra por un lado creencias acerca de sí mismo y de los demás, y por el otro una serie de juicios que influyen en la formación y el mantenimiento de las dinámicas relacionales durante toda la vida del individuo (Bradley, Cafferty, 2001). Por esto resulta importante la figura del primer cuidador, generalmente la madre, ya que el tipo de relación que se establezca entre ésta y el niño será determinante en el estilo de apego que se desarrollará. No obstante, otras figuras significativas como el padre y los hermanos pasan a ocupar un lugar secundario y complementario, lo que permite establecer una jerarquía en las figuras de apego (Bowlby, 1998).

Se sabe que los niños que tienen una interacción positiva con su cuidador logran internalizar la sensación de seguridad, lo que les permite ampliar sus emociones. En otras palabras la conducta de apego depende de la manera como el individuo es capaz de reflejar la sensación de seguridad. Ainsworth define tres estilos de apego en base a cómo responden los individuos en relación a la figura de apego cuando están agustiados: seguro, ansioso-ambivalente y evitativo (Ainsworth, citado en Buchheim, & Mergenthaler, 2000).

Apego seguro

El apego seguro se da cuando la persona que cuida demuestra cariño, protección, disponibilidad y atención a las señales del bebé, lo que le permite desarrollar un concepto de sí mismo positivo y un sentimiento de confianza. En el dominio interpersonal, las personas seguras tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo (Mikulincer, 1998). El apego ansioso se da cuando el cuidador está física y emocionalmente disponible sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al individuo más propenso a la ansiedad de separación y al temor de explorar el mundo. No tienen expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores, debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales. Es evidente un fuerte deseo de intimidad, pero a la vez una sensación de inseguridad respecto a los demás (Mikulincer, 1998). Por último, el apego evitativo se da cuando el cuidador deja de atender constantemente las señales de necesidad de protección del niño, lo que no le permite el desarrollo del sentimiento de confianza que necesita. Se sienten inseguros hacia los demás y esperan ser desplazados sobre la base de las experiencias pasadas de abandono (Mikulincer, 1998).

Calidad del apego madre-hijo

La calidad del apego madre-hijo va a depender de lo que cada una de las partes involucradas aporte a la relación, así como de la influencia directa que cada una de ellas ejerce sobre la otra (Bowlby, 1998). En este sentido, son muchas las investigaciones que han relacionado el estilo de apego con variables como la calidad del cuidado, la receptividad al llanto, la periodicidad de la alimentación, la accesibilidad psicológica, la cooperación y la aceptación de la madre (Isabella, 1993). Al mismo tiempo se han realizado investigaciones que buscan comparar la calidad de las relaciones del niño con cada uno de sus padres, llamando la atención el hecho de que es posible que el niño desarrolle un estilo de apego seguro con un padre y un estilo de apego inseguro con el otro(Fox, Kimmerly & Schafer, 1991), constituyéndose esto en una evidencia de que el temperamento por sí solo no permite clasificar a un niño de acuerdo a un patrón de apego seguro o inseguro; aún cuando hay estudios que atribuyen mayor importancia al temperamento infantil en la predicción del estilo de apego (Calkins, & Fox, 1992; Mangelsdorf, & Frosch, 1999. Según Bowlby, el estilo de apego refleja la interacción entre la personalidad del niño, la familia y el entorno social más amplio, por lo que no debe resultarnos extraño que exista una influencia conjunta entre las variables propias del cuidador y el temperamento infantil.

El apego en la edad adulta

Se ha estudiado el apego en la edad adulta en base a cinco dimensiones: la estabilidad de los patrones de apego, la relación entre el apego y rasgos de la personalidad, la evaluación prototípica del apego, la identificación de apegos múltiples en la edad adulta, y la especificidad de los patrones de apego en el adulto (Bartholomew, 1997). Según Bowlby los modelos de apego tienen su efecto sobre la forma como se codifica y se organiza la información acerca de sí mismo, las figuras importantes y los distintos eventos emocionales (Cook, 2000). Por lo que, se han realizado investigaciones con el objeto de determinar si existen o no diferencias en la forma de buscar y procesar la información, en personas con distintos estilos de apego (Mikulincer, & Florian, 1999).

Se encontró que los individuos con un estilo de apego seguro son capaces de realizar una búsqueda activa de información, se muestran abiertos a la nueva información, poseen estructuras cognitivas flexibles que le permiten adaptarse adecuadamente a los cambios del ambiente, a plantearse objetivos realistas, a evitar los pensamientos irracionales, a tener expectativas positivas acerca de las relaciones con los otros y a confiar más en ellos. Mientras que los individuos con estilos de apego evitativo y ansioso tienen estructuras cognitivas más rígidas y mayor acceso a recuerdos negativos, lo que genera desconfianza en los primeros en cuanto a las relaciones con otros, y conflictos con la intimidad en los segundos, ya que por un lado desean tenerla y por el otro tienen temor de perderla (Collins, 1996).

Estilos de apego

De esta forma, determinadas características presentes en las dinámicas relacionales que establecen las personas, guardan una estrecha relación con sus estilos de apego individuales. Aquellas personas con un estilo de apego seguro tienden a desarrollar modelos mentales de sí mismos como amistosos, afables y capaces, y de los otros como confiables y bien intencionados. Por lo que les resulta relativamente fácil intimar con otros y no se preocupan acerca de ser abandonados o de que otros se encuentren muy próximos emocionalmente. Las personas con estilos de apego ansioso tienden a desarrollar modelos de sí mismos inseguros, y de los otros como poco confiables y resistentes a comprometerse, lo que se refleja en una preocupación frecuente por el abandono6. Por último, aquellos con un estilo de apego evitativo desarrollan modelos de sí mismos como suspicaces, escépticos y retraídos, y de los otros como poco confiables o demasiado ansiosos para comprometerse, lo que les imposibilita a confiar y depender de otros7 (Simpson, Rholes, & Phillips, 1996; Collins, 1996; Feeney, & Kirkpatrick, 1996).

Los estilos de apego en la experiencia de rabia o enojo

Bowlby fue el primero en examinar el rol que juegan los estilos de apego en la experiencia de rabia o enojo. Según este autor, la rabia es una respuesta funcional de protesta a otros, y que aquellos con estilos de apego inseguro logran transformar esta respuesta en otra que resulta disfuncional. Más recientemente, Mikulincer (1998) a este respecto concluyó que las personas con estilos de apego seguro presentan menos propensión a la rabia, expresan su enojo de manera controlada, sin señales de hostilidad a otros y siempre buscan resolver la situación una vez que están enojados. Las personas con estilos de apego ambivalente y evitativo tienen más propensión al enojo, caracterizándose por metas destructivas, frecuentes episodios de enojo y otras emociones negativas.

Estilos interpersonales

Sin embargo, algunos estudios han analizado la influencia de los estilos interpersonales de los pacientes sobre las respuestas del terapeuta durante el proceso terapéutico, según la teoría del apego. Hardy, Aldridge, Davidson, Rowe, Reilly y Shapiro (1999), en función de dichos resultados lograron identificar tres temas principales en los problemas de apego: preocupaciones por la pérdida o el rechazo, sentimientos relativos al conflicto y necesidad de contacto estrecho o proximidad. A su vez, categorizaron las respuestas del terapeuta como: a) suministro de continencia, seguridad y estructura; b) reflejo de las emociones y preocupaciones del paciente; y c) interpretación o desafío del estilo de apego del paciente. Esto ha llevado a plantear la hipótesis de que las respuestas del terapeuta a los problemas del paciente están mediados por sus estilos de apego, existiendo evidencia de que el terapeuta tiende a responder con reflexión a estilos que muestran preocupación, y con interpretación a aquellos que muestran un estilo evitativo (Hardy, et al., 1999).

La coherencia, la comprensibilidad, la continuidad, la congruencia, la plausibilidad y el equilibrio afectivo

Quiñónez (1997) sugiere prestar atención a la coherencia, la comprensibilidad, la continuidad, la congruencia, la plausibilidad y el equilibrio afectivo, en el discurso del paciente cada vez que se evalúe una situación determinada. Se destaca entonces tres aspectos importantes:

  • Estructura: haciendo referencia a la manera como se relacionan las distintas experiencias que configuran la narrativa del paciente. Partiendo del hecho de que cada paciente tiene pasado, presente, e incluso futuro.
  • Contenido: haciendo referencia a las temáticas presentes en el discurso del paciente. Por ejemplo, temáticas presentadas por el paciente en forma recurrente que tienen que ver con rupturas afectivas experimentadas como abandono, conformando un estilo de apego inseguro.
  • Calidad: haciendo referencia al tono emocional en cada una de las experiencias presentes en el discurso del paciente. Por ejemplo, una organización del significado personal depresiva, caracterizada por rabia y desamparo en situaciones difíciles.

Como terapeutas buscar la manera de establecer una buena alianza terapéutica en la que logremos percibirnos trabajando con el paciente por un objetivo común. Y esto sólo será posible si se desarrolla una especie de sensibilidad hacia el paciente, conscientes en todo momento de nuestra propia subjetividad y nuestros propios estilos de apego, de manera de permitirle la asimilación y la acomodación de su narrativa personal. Por esta razón, consideramos fundamental analizar y reconceptualizar los estudios realizados en materia de estilos de apego, desde Bowlby hasta nuestros días, como patrones de procesamiento mentales de información que permiten generar modelos de realidad y de sí mismo.

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