Teseo, Ariadna y el Minotauro (libro)

Teseo, Ariadna y el Minotauro
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Cubierta del libro
Título originalTeseo, Ariadna y el Minotauro
Autor(a)(es)(as)Graciela Montes
Editorial:Editorial Gramón-Colihue, Buenos Aires, Argentina, 1997
ColecciónPágina/12
GéneroNarrativa
ImprentaAPEGSA
ISBN987-503-012-0
PaísBandera de Argentina Argentina

Teseo, Ariadna y el Minotauro. Obra de la literatura juvenil inspirada en la mitología griega, específicamente en la leyenda de la venganza del rey Minos por la muerte de su hijo, quien declaró a Atenas una terrible guerra que no pudo soportar, y la condición impuesta a los atenienses para librarlos de ella, fue el tributo cada nueve años de siete muchachos y siete muchachas, para que fueran destrozados por el Minotauro.

Sobre la edición original

La edición original del libro Teseo, Ariadna y el Minotauro formó parte del proyecto cultural del Centro Editor de América Latina que encabezara José Boris Spivacow.

Personajes protagónicos

  • Teseo: hijo único de Egeo, el rey de Atenas, y, sobre todo era un gran héroe, uno de los héroes más famosos que tuvieron los griegos.
  • Ariadna: muchacha bella y tímida que se enamoró de Teseo, era la hija del rey Minos.
  • Minotauro: monstruo feroz y devorador. Desde la punta de los pies hasta el cuello era solo un hombre grande y fuerte, con los músculos tensos, pero tenía una gran cabeza de toro, con gruesas narices, ojos crueles y diminutos, labios gruesos y una imponente corona de cuernos largos y filosos como sables.

Sinopsis

El asunto del Minotauro había comenzado unos veinte años antes de que Teseo naciera, cuando el hijo de Minos, el rey de Creta, fue asesinado en las montañas cercanas a la ciudad de Atenas. Desesperado por la muerte de su hijo, enloquecido y furioso, el rey Minos declaró una guerra sin cuartel a los atenienses y durante años los persiguió de todas las formas posibles con sus tropas.

No había día en que no hubiera alguna escaramuza; los atenienses vivían aterrados y ya no podían ocuparse más de sus cultivos ni de los asuntos políticos de la ciudad. Para colmo, los dioses del Olimpo se habían enojado por el injusto asesinato del muchacho y colaboraran con Minos mandando sobre Atenas sequías, pésimas cosechas y toda clase de enfermedades. La situación era intolerable para los atenienses, y para lograr que los dioses los perdonaran tenían que conseguir primero el perdón de Minos.

Los atenienses decidieron mandar una delegación a Creta para negociar con el furioso rey Minos, quien le puso como condición para firmar la paz, que los atenienses se comprometieran a mandarle cada nueve años, un contingente de siete muchachos y siete muchachas, todos fuertes, sanos y hermosos. De esta forma vengaría la muerte de su hijo, porque había mandado a construir un palacio enorme, lleno de recovecos, del que nadie pudiera salir; era un infinito laberinto, en cuyo centro viviría el Minotauro que destrozaría con sus cuernos a los muchachos y las muchachas que llegaran desde Atenas.

Los atenienses no tuvieron alternativa, debían aceptar, de otro modo Atenas terminaría arrasada. Muy pronto partió para Creta un barco con velas negras —en señal de luto— y los atenienses lloraron en las costas desconsoladamente, así se repitió a los nueve años y cuando se cumplieron los otros nueve y se estaba realizando el sorteo para seleccionar a los muchachos y las muchachas, Teseo, escuchó murmuraciones acerca de que el rey Egeo cumplía siempre con su palabra, pero nunca incluía a su hijo en el sorteo, por lo que le pidió a su padre que lo enviara a él junto con seis muchachos más, a lo que el padre se opuso, pero Teseo lo convenció asegurándole que mataría al Minotauro y regresaría.

Al llegar a Creta los pobres jóvenes comenzaron a enterarse mejor de la desgracia que los aguardaba. El ingenioso arquitecto que diseñó el palacio lo hizo de tal manera que había una cantidad infinita de pasillos y corredores sinuosos, que doblaban a veces hacia la derecha, otras hacia la izquierda, que terminaban retrocediendo, se bifurcaban. Los que entraban al laberinto podían pasarse días y más días tratando de encontrar la salida, pero no lo lograban. De un corredor pasaban a otro, daban vueltas en redondo, volvían a pisar sus propias huellas y se perdían irremediablemente. Y, mientras tanto, el Minotauro, sediento de sangre, los aguardaba en el centro, donde tarde o temprano acabarían desembocando.

Tan horrible era el suplicio, que el propio Teseo, siempre tan animoso, empezó a pensar que tal vez esa fuera su última aventura, y de no haber contado con la ayuda de Ariadna, seguramente habría sido así.

En la descripción de la batalla de Teseo contra el Minotauro el lector puede apreciar la valentía de este joven, cuando los demás cerraron los ojos porque no soportaron ver al monstruo, Teseo se enfrentó muy resuelto a aquella temible bestia. El Minotauro parecía intrigado por aquella víctima rebelde, que le hacía frente, tan diferente de los muchachos que había despedazado nueve años antes.

Bibliografía

Montes, Graciela. Teseo, Ariadna y el Minotauro. Buenos Aires : Editorial Gramón-Colihue, 1997