Diferencia entre revisiones de «Toma de Jobabo»

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Sin dudas ese hecho constituyó el punto culminante de la guerra de liberación en esta localidad, situación que motivó a que llevemos a los lectores vivencias del jefe de columna no. 12, jefes o segundos jefes de pelotones, combatientes y participantes en esa decisiva acción militar. <br>  
 
Sin dudas ese hecho constituyó el punto culminante de la guerra de liberación en esta localidad, situación que motivó a que llevemos a los lectores vivencias del jefe de columna no. 12, jefes o segundos jefes de pelotones, combatientes y participantes en esa decisiva acción militar. <br>  

Revisión del 19:55 14 mar 2011

Toma de Jobabo
Información sobre la plantilla
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Fecha:30 de diciembre de 1958
Lugar:Jobabo

Sin dudas ese hecho constituyó el punto culminante de la guerra de liberación en esta localidad, situación que motivó a que llevemos a los lectores vivencias del jefe de columna no. 12, jefes o segundos jefes de pelotones, combatientes y participantes en esa decisiva acción militar.

¿Cómo analizó Bermúdez Cutiño aquella epopeya?

Toma del cuartel de Jobabo.

Habíamos rechazado varios intentos de los guardias para cruzar de Camagüey hacia Oriente y sostenido prologados combates en el tramo comprendido entre el río Jobabo –límite entre ambas provincias- y el Crucero de Domínguez, a 7 kilómetros de Victoria de Las Tunas. Sin embargo, entrábamos en una etapa de relativo descanso después de lograr derribar el puente de Jobabito… Estos hechos decidieron el ataque, por segunda vez, al Cuartel de Jobabo; pero en esta ocasión se pondrían en práctica las experiencias adquiridas en el anterior intento. Se decidió agrupar varios pelotones para asegurar la toma del Cuartel, mediante un ataque combinado donde se incluían el cerco y las emboscadas al posible refuerzo, en todas las direcciones posibles.

Entre las indicaciones precisas que dio el Comandante estaban:

Avanzar desde distintas direcciones y entrar en el pueblo simultáneamente; cada pelotón y escuadra debía ocupar el lugar indicado, comenzar el ataque cuando se decidiera, de acuerdo con la señal prevista; disparar durante la noche un tiro con cada fusil y una ráfaga con cada ametralladora y esperar a que los guardias dispararan mil tiros. Coordinado el plan en sus mínimos detalles, al anochecer del lunes 29 de diciembre de 1958 comenzamos el desplazamiento para ocupar las posiciones asignadas a cada pelotón y escuadra. A nosotros, como parte del pelotón, nos tocó hacernos cargo del juzgado y batir desde este sitio, hasta recibir la señal de avance, a los guardias que se encontraban en el Central.

Entretanto, el resto del pelotón, bajo el mando de su jefe, cumplía otra misión. El fuego contra nuestra posición era bastante recio, aunque considero que los que atacaron al Cuartel por el frente tenían una situación más difícil. Al amanecer, los tiros se hacían cada vez más nutridos y, como a las 11 de la mañana, irrumpió la aviación. Otra vez el pueblo de Jobabo se lanzaba fuera de sus casas para ayudar al Ejército Rebelde, al ejército de Fidel, al ejército del pueblo, a su ejército. Mujeres y niños cruzaban las calles para llevarnos agua, café, cigarros y comida.

Un sentimiento de orgullo nos invadía:

Pertenecer al Ejército Rebelde. Seguía el combate, pero como a las 2 de la tarde, dejamos de escuchar disparos. Era evidente que los guardias se habían retirado del Cuartel y el Central y no sabíamos cómo había podido suceder tal cosa. Para sorpresa nuestra, los guardias aprovecharon al parecer una alcantarilla en cuya salida habíamos situado una posta de dos hombres que, sin embargo, no pensaban que aquellos utilizarían ese medio. Por eso, lograron sorprender a los nuestros, apresarlos y llevarlos prisioneros en su huida. Cuando nos dimos cuenta de la realidad, ocupamos a toda velocidad los caminos de salida del pueblo, para cortarles la retirada. Según las versiones de los vecinos que vieron a los guardias, éstos se dirigían en la dirección de Elia, Camagüey. Cogimos un camión y salimos rápidamente. Nos emboscamos en un lugar conocido por “La Zorra” y, a los pocos minutos de encontrarnos allí, un compañero nuestro que fungía como explorador los divisó, desde un montículo de piedras…, era incuestionable que se trataba de los guardias que, debido a lo bajo de la manigua, caminaban encorvados; además, por el color amarillo de sus uniformes, se tendía a confundirlos con vacunos pequeños. Nos corrimos hacia la izquierda, por donde vendrían a salir los guardias. Cuando estos estaban a una distancia al alcance de nuestras armas, abrimos fuego. Solo bastaron unos cuantos disparos para que se rindieran todos.

Sus fusiles apenas tenían algunas balas, ya que las habían consumido durante toda la noche y parte del día en la defensa del Cuartel y en este sentido las cosas habían ocurrido tal como fueron previstas por nosotros. Había que ver la cara sonriente de Norberto Cruz, “Ráfaga” y la de Nery Cabrera, a quienes los guardias venían anunciando que los ahorcarían en cuanto salieran de la zona de peligro para ellos. Cogimos a aquellos treinta y tres guardias (algunos lograron evadirse y uno resultó muerto cuando intentó escapar) y los montamos en un camión. Minutos después, ya estaban encerrados en el mismo calabozo donde habían torturado y masacrado durante años, aquel “laboratorio de muerte”, ahora en manos del pueblo.

Hasta aquí su altanería, hasta aquí sus crímenes. Todo Jobabo se lanzó a la calle. Sus habitantes querían hacer justicia por sus manos contra aquellos esbirros arrogantes, abusadores y asesinos, pero esto no se les permitió. Para eso estaban los tribunales, que los juzgarían según las leyes de la República en Armas. Muchas expresiones de ancianos, amas de casa y hombres de trabajo, coincidían: “¡Al fin Jobabo es libre!”.

En la acción de la captura de los guardias en La Zorra participaron compañeros de varios pelotones. También coincidieron allí los capitanes Pepe Botello y Pepe García, éste último jefe de un pequeño grupo que operaba en esta zona. Ambos pertenecían a las tropas rebeldes de Camagüey y tomaron parte en la toma de Jobabo, como apoyo. Según nuestro criterio, en esta acción se destacó el compañero Manuel Pérez, “Chunga” (f), del pelotón del capitán Silvio García Planas. Se cumplía así nuestra promesa sin alternativas: “Volveremos a sacarlos vivos o muertos”.

En la medida en que fueron formulándose las denuncias de la población, los prisioneros iban ocupando su lugar en el calabozo para ser juzgados por sus crímenes y abusos. Había que verlos, tan “humildes”; ninguno había hecho nada, nadie mató, nadie atropelló, todo era calumnias, ellos eran buenos y los había hasta “revolucionarios”, todos querían ser nuestros amigos, a casi todos les éramos familiares.

Los vecinos de Tunas y sus alrededores se concentraron frente al Cuartel (la Capitanía) para aplaudir el triunfo revolucionario y pedir justicia contra los asesinos que allí estaban, ya no solo de la Capitanía sino de los puestos de la guardia rural de Jobabo, Bartle y Manatí. También los manferreristas y policías iban convirtiéndose en “huéspedes” de aquel lugar en la medida en que les “salían” las noticias de sus crímenes, que ellos consideraban tan sepultados como sus víctimas.

Al día siguiente se nos comunicaba lo que sin dudas constituyó para nosotros el más alto honor; la decisión de que nos incorporáramos a la Columna del Comandante en Jefe para realizar la histórica marcha hacia la capital del país, formando parte de la caravana de la Libertad. La vida y los hechos se han encargado de demostrar de manera palmaria lo justo y certero de la expresión de nuestro Comandante en Jefe el día que llegamos a la capital: “Estamos en un momento decisivo de nuestra historia. La tiranía ha sido derrotada. La alegría es inmensa y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizás en lo adelante todo sea más difícil. “

Sobre este acontecimiento el Comandante Eduardo Sardiña Labrada (Lalo) recuerda:

Después de la llegada de la columna 12 al territorio tunero y haber rechazado varios intentos de los guardias de cruzar de Camagüey hacia la provincia de Oriente y sostenidos prolongados combates en el tramo de la carretera central comprendido entre la división de Oriente-Camagüey y el crucero Domínguez, a 7 kilómetros de la ciudad de las Tunas, posterior al derribo del puente divisorio entre las dos provincias el día quince de Diciembre y dejar liberado a Bartle el día dieciséis, se creaba una situación donde la liberación de Jobabo, cuartel enclavado al suroeste de nuestro territorio, aún cuando los guardias se mantenían acuartelados, era una anomalía inaceptable y constituía un imperativo no sólo militar sino también político.

Por tales razones se decidió el ataque el 29 de diciembre de 1958. Para la citada acción se decidió agrupar a varios de los pelotones de la columna, aún cuando fuera necesario traer algunos desde lugares relativamente distantes, como fue el caso del pelotón de Ango Sotomayor, situándolo en la loma de Pepe Bello para evitar la entrada de refuerzos por la carretera Tunas-Jobabo, mientras que el Capitán Juan Olivera se ubicó en la carretera de Holguín. Reagrupadas las fuerzas se llevó a cabo un ataque combinado que incluía además el cerco y las emboscadas contra el refuerzo que eventualmente podía llegar fundamentalmente desde la dirección de Camagüey, donde siempre había columnas del ejército tratando de cruzar hacia oriente, previsto todo se decidió el movimiento donde cada pelotón y escuadra ocuparía el lugar indicado, durante la noche del veintinueve, hasta esperar la señal del ataque.

Previamente se habían coordinado los esfuerzos con los elementos más cercanos del frente Camagüey, fundamentalmente para que apoyaran la acción esencialmente en la dirección Elia-Jobabo, esta coordinación dio sus frutos cuando el treinta de Diciembre el enemigo fue capturado durante su huída, en el lugar conocido por La Zorra, ya en territorio de Camagüey, donde participaron compañeros del citado frente. De esta forma, dicho a grandes rasgos, a más de cuatro décadas, cuando ya se hacen borrosas las cosas y hasta se pierden los detalles, se liberó el pueblo de Jobabo y obtuvo su merecida victoria después de tantos esfuerzos por librarse de los esbirros que tanto daño le hicieron…

Adalberto Blas Ruiz, -Bulito-, combatiente de la Columna No.12, extrajo de su memoria:

El capitán Juan Olivera estaba ubicado con su pelotón en la carretera de Holguín, Ango Sotomayor en la Loma de Pepe Bello, Ernesto Labrada en el Tecal, Salvador Sosa, Roger García y Silvio García, dentro del poblado y fundamentalmente en el cuartel, el pelotón de Marcos Carmenates también estaba en diferentes posiciones en el interior del pueblo, yo ocupé el centro telefónico conjuntamente con Agustín Aldana y otros compañeros con Lalo al frente. Blas Peralta, combatiente de la 1ra escuadra del pelotón dirigido por el capitán Salvador Sosa, comentó: Yo integraba la 1ra escuadra dirigida por el 1er teniente Rodolfo Pérez. El jefe de la 2da era Armando Hechavarría (F) y de la 3ra Sergio Ferriol.

La entrada para la toma del cuartel de Jobabo la hicimos por la carretera de Las Tunas, la escuadra a la que yo pertenecía fue asignada para la orilla del río Jobabo, límite con Camagüey en aquel entonces, próximo al puente, del lado del pueblo para evitar la entrada del refuerzo del enemigo y la huída de los batistianos, conjuntamente con otras fuerzas de la propia columna No.12, y del lado de allá del río estaban tropas del comandante Víctor Mora. Las dos escuadras restantes de mi pelotón quedaron posicionadas para la toma del poblado y el cuartel, integradas por los pelotones de Silvio, Roger García y Marcos Carmenates. Sé que los guardias se escaparon por unas alcantarillas y fueron capturados en La Zorra.

Eran como 38 batistianos; hubo un muerto. La mayoría de ellos estaban armados con Spingfield (…)

Pepe García jefe de un grupo guerrillero integrado a la tropa del comandante Víctor Mora recordó:

Estando acampados con el Comandante Víctor Mora en el lugar conocido como la Arrocera Bartés, en Sabalo, próximo a la costa sur, éste recibió un aviso del comandante Lalo Sardiñas, el 30 de diciembre de 1958 acerca de la toma de Jobabo. A mí me ordenaron ir para la zorra ese mismo día. Todavía era temprano cuando me ubiqué en los Cuatro Caminos, en el que comunica a Berrocal con el habanero. Alrededor de las tres de la tarde unos compañeros me avisaron que venían los guardias a campo traviesa; la gente de Lalo venía detrás. Nosotros los interceptamos, eran más de 30 guardias, no recuerdo la cantidad exacta, traían granadas y espingfield y unos cuantos tiros, no se cuantos. A La Zorra se apareció Lalo, se llevó a los batistianos, incluyendo el armamento y las municiones. Después seguí con Víctor por el sur, el 1ro de enero nos encontrábamos en El estribo, con Julio Camacho, jefe del Movimiento 26-7 en Camagüey, ya disfrutábamos la alegría del triunfo.

Después de analizar con profundidad y notar la coincidencia de los testimonios ofrecidos por la máxima dirección de la Columna No.12 “Simón Bolívar”, algunos de sus jefes o segundos jefes de pelotones, integrantes de ellos y otros protagonistas de aquella epopeya, y las restantes fuentes consultadas, podemos resumir que en Jobabo esa fuerza llevó a efecto un ataque combinado bajo las órdenes del Comandante Eduardo Sardiña Labrada ,Lalo, asistida por la Columna No. 13 “Ignacio Agramante”, dirigida por el Comandante Víctor Mora, de la cual participaron los capitanes Pepe García y Pepe Botello.

En su concepción estratégica, el orden combativo fue el siguiente:

Columna 12 El capitán Juan Olivera, con su pelotón, se situó en la carretera de Las Tunas, en dirección a Holguín, y allí continuó impidiendo el movimiento del enemigo hacia el territorio jobabense en esta ocasión. El capitán Salvador Sosa situó la 1ra escuadra a la altura del río Jobabo, del lado del poblado. Los capitanes Silvio García y Marcos Carmenates, con parte de sus respectivos pelotones, quedaron emboscados en el lugar conocido como Las Caballerías, en el terraplén de Jobabito, para impedir la posible llegada de los refuerzos procedentes de Camaguey. Los restantes combatientes de ambos pelotones ocuparon posiciones frente al cuartel, en el poblado, a ambos lados del bosque de tecas, la pista de aterrizaje y el aserrío, conjuntamente con los pelotones de Ernesto Labrada, Salvador Sosa, Róger García. Con excepción de los efectivos que se situaron en lugares estratégicos, todos accionaron conjuntamente y de forma combinada, según el cause de los acontecimientos como se concibió el ataque.

El Comandante Lalo Sardiña, junto con Gregorio Ortiz Porras, Chichí; Agustín Aldana, Adalberto Ruiz (Bulito) y otros compañeros de la comandancia tomaron el centro telefónico. Columna No.13. El Comandante Víctor Mora estaba ubicado en la Arrocera Bartés, cercana a la costa sur. A Pepe García le fue asignado Cuatro Caminos en el sendero que comunica a Berrocal con el Habanero, no muy distante del río Jobabo; a orilla de éste, cerca de la primera escuadra del Capitán Sosa, fue situado Pepe Botello. Los batistianos fueron convocados a la rendición desde el primer momento y no aceptaron, por lo que el combate duró toda la noche del 29 y parte del día 30 de diciembre de 1958. Las opiniones más generalizadas coinciden en que los disparos cesaron alrededor de las dos de la tarde, cuando los efectivos del régimen, a pesar de los dos rebeldes que quedaron custodiando esa salida, lograron escapar por el alcantarillado del central y fueron apresados en La Zorra, por fuerzas combinadas de las Columnas 12 y 13, lo cual demostró la efectividad del plan trazado. A partir de aquel dia comenzó una nueva etapa en la historia de la localidad: Jobabo en Revolución.

Fuentes:

  • FELIPE YERO ROSALES ESTEBAN. “En el llano a toda Costa”. Editorial Verde Olivo, 2007.
  •   _______________________________. “En el Centro de mi Memoria”. Editorial San Lope, 2007.
  •   _______________________________. “Apuntes para una epopeya rebelde.”