Toro de Lidia

Toro de lidia
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Torolidia.jpg
Otros nombresToro bravo
Clasificación Científica
Reino:Animalia
Filo:Chordata
Clase:Mammalia
Orden:Artiodactyla
Familia:Bovidae

El toro de lidia, también denominado toro bravo, designa a los especímenes machos de toro seleccionados y criados para su empleo en los diferentes espectáculos taurinos, como las corridas o los encierros.

El ganado de lidia, en general, es de temperamento muy fuerte y acostumbrado a vivir en libertad. Esto les hace ser ariscos y desconfiados. Esa desconfianza les agudiza el instinto y por eso se dice que aprenden con facilidad.

Referencias prehistóricas

Estudios craneométricos de restos fósiles, las pinturas rupestres y datos historiográficos, son la base de los estudiosos del origen de este animal único en el mundo. Debemos remontarnos a épocas pretéritas para comenzar a conocer el origen del toro de lidia desde el punto de vista del hombre, nos trasladamos al paleolítico superior (33000 a 9000 a. n. e.) pues es aproximadamente hace 30.000 años cuando aparece el arte paleolítico.

En España, Francia y el Sahara, el Arte Rupestre demuestra pictóricamente en paredes y techos, figuras de toros y de bisontes claramente diferenciadas, siluetas realizadas con piedra tallada que demuestran, por tanto, la existencia prehistórica de un animal bravo y agresivo con una tipología similar al toro de lidia actual .Incluso entre los ríos Tigris y Éufrates se han encontrado representaciones del Toro. (Actualmente es la zona del sur de Irak o la denominada en la Antigüedad como Mesopotamia).

En las Cuevas de Altamira, en Santillana del Mar (España), los cazadores-recolectores del paleolítico superior hace unos 15000 años dejaron constancia de la existencia del uro euroasiático, de un modo pictórico, a través de, pinturas rupestres (también de bisontes, como mostramos a continuación, ciervos, etc.) También se hallaron restos fósiles de huesos calcinados de un gran número de bóvidos. Los dibujos de bóvidos en grutas y abrigos, se encuentran distribuidos por toda Iberia, únicamente representan la actitud de la caza: la esquiva del toro en los lances peligrosos de su caza y la huida del cazador ante el toro herido tras herirle.

Historia de su origen

Uno de los aspectos de la historia del toro de lidia que más se presenta a discusión es la determinación sobre la aparición de la crianza del mismo con fines de lidia, seleccionando ejemplares y razas, con fines comerciales, o destinados a los espectáculos taurinos de toda índole. No parece que existiera una selección especial durante la Edad Media, en la que sin embargo, los toros, como otros animales salvajes, eran mantenidos en cautividad y protegidos por los señores feudales para propósitos de cría o de caza.

En tiempos de los Reyes Católicos ya se empezaron a conocer, así que los primeros indicios de selección del toro bravo apuntan a los siglos XV y XVI en la provincia de Valladolid, donde la proximidad a la Corte, aún itinerante en esta época, hizo que se criara en amplios terrenos una vacada que pudo sentar las bases del toro de lidia actual. Desde los términos de Boecillo, La Pedraja de Portillo y Aldeamayor de San Martín, partían los toros para las fiestas de los pueblos, de la Corte o para las eclesiásticas. El nombre de esta pretendida ganadería primigenia fue Raso de Portillo, y fue conocida hasta finales del siglo XIX. Existe la creencia de que estos toros fueron los primeros empleados en festejos reales.

Al mismo tiempo comenzaron a desarrollarse ganaderías en otros lugares de España. Andalucía se puso a la cabeza en la cría de toros, si bien también tuvieron su importancia los que se criaron a orillas del Jarama, los llamados Jijones de Villarrubia de los Ojos, los navarros y los aragoneses. Fue en la segunda mitad del siglo XVII cuando las vacadas de toros bravos empezaron a organizarse, aunque todavía sin fines claramente comerciales. Tuvo que pasar un siglo más para que el espectáculo taurino cobrara auge y aparecieran las ganaderías orientadas claramente a los espectáculos taurinos ya con fines comerciales.

Así pues, el toro actual puede considerarse el resultado del trabajo de selección efectuado desde principios del siglo XVIII mediante la prueba de la tienta a fin de elegir para su reproducción ejemplares en los que concurrieran determinadas características, aquellas que permitieran el ejercicio de la lidia; es decir, la sucesión de suertes que se ejecutan en las corridas de toros desde que el toro sale al ruedo hasta que, una vez que el diestro le ha dado muerte, es arrastrado por las mulillas. Estas características han variado tanto a lo largo de los siglos como el toreo mismo, manteniéndose como sostén del mismo un único denominador común: la bravura del toro.

Nacieron entonces, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, las que se consideran las castas fundacionales de las que parten los encastes actuales: Morucha Castellana (Boecillo), Navarra, Toros la Tierra y Jijona (Madrid y la Mancha), Cabrera y Gallardo (El Puerto de Santa María), Vazqueña, Vega-Villar (Utrera) y Vistahermosa, si bien en la actualidad el 90% de las divisas existentes proceden todas de esta última.

Características de las castas

Casta navarra

Los toros navarros, hoy inexistentes como tales, fueron toros de sierra, pequeños de tamaño, pero de temperamento tan bronco y casta tan señalada que suplían su falta de trapío con una portentosa acometividad y bravura.

Casta jijona

Reconocible por sus muchos ejemplares de pelo colorao. Todavía hoy se denomina a los animales de este pelaje como toros jijones.

Casta castellana o morucha-castellana

De toros grandes, hermosos y muy duros de lidiar.

Casta andaluza

Según José María de Cossío, debería ocupar el primer lugar en consideración por haber sido la que ha logrado el prototipo y epítome del toro de lidia.

Casta cabrera

De gran alzada, cuerpo largo y agalgado, con defensas muy desarrolladas, de la que proceden, entre otros, los ejemplares de Miura.

Casta Vistahermosa

Fundada por el conde del mismo nombre en 1772, estirpe de la que proceden la mayoría de las reses que se lidian en la actualidad.

El trapío

El trapío de un toro de lidia es el conjunto de rasgos externos, actitudes y reacciones observables a simple vista. Existe un riquísimo vocabulario taurino para designar los diferentes aspectos de la morfología y comportamiento del toro. Se dice que un toro tiene trapío cuando reúne las cualidades físicas y la presencia necesaria para la lidia. Según Pedraza Jiménez, los principales rasgos morfológicos para determinar el trapío de un toro son:

  • Tamaño y peso.
  • Estatura.
  • Conformación del tronco.
  • Conformación de las extremidades.
  • Conformación de la cabeza y el cuello.
  • Conformación de la cornamenta.
  • Piel, pelo y capa.

Comportamiento

El toro de lidia es un animal gregario, que halla seguridad y refugio en una manada. Después del nacimiento, y antes del destete, el becerro vivirá ocho o nueve meses alimentado y protegido por su madre. Dado que su madurez sexual se produce a los 16 meses aproximadamente, poco después del año se separan machos y hembras, que, a partir de ese momento, vivirán en cercados diferentes. Las diferentes edades se denominan con nombres específicos: añojos (un año), erales (dos años), utreros (tres años), cuatreños (cuatro años) y cinqueños (cinco años).

En las manadas de toros se establece una rigurosa jerarquía. Se denomina mandón al toro dominante y que maltrata a los demás. Con cierta frecuencia, este jefe es desafiado por otro miembro de la torada para arrebatarle el liderato, produciéndose violentas peleas. El toro derrotado se denomina abochornado y es atacado y perseguido por el resto de la manada, quedando apartado de la misma y volviéndose irascible y muy peligroso.

Dado que los toros no tienen acceso a las hembras, se montan unos a otros para mitigar su apetito sexual. En cada torada acostumbra a haber un «toro maricón», más débil o tímido que el resto, al que montan los demás.

Respecto a su comportamiento ante los capotes, es una creencia extendida que a los toros supuestamente les altera de alguna manera el color rojo. Esta creencia es falsa, como también lo es que estos animales vean en blanco y negro, pues en realidad los toros cuentan con visión dicromática, es decir, tienen capacidad de descomponer el espectro luminoso en dos componentes esenciales, y según la cantidad de cada uno son capaces de diferenciar los diferentes colores. En realidad, los toros, al embestir, cargan contra el movimiento.

Elección del semental

Además de probarse sus características en la tienta, se estudia la historia familiar del candidato. Únicamente se dará por concluido el proceso cuando el ganadero esté satisfecho con el desempeño de sus hijos. Siete años son necesarios para saber si un toro sirve para semental.

Y es que la elección del semental constituye una de las elecciones más delicadas y trascendentales de cuantas debe tomar el ganadero. Cada uno de los escogidos de entre los erales (dos a tres años) de la camada, es padre de treinta o cuarenta crías.

Existen dos maneras de elegir un semental. La primera es la tienta de machos: los que mejor juego dieron a campo abierto y, entre ellos, los de mejor tipo, serán los escogidos. La segunda forma es estudiando su ascendencia y descendencia, sacando los de mejor familia. Los seleccionados por uno o por otro método (no más de cinco o seis) son llevados a la plaza de tientas para probarlos en el caballo. Los toreros no utilizan el capote para pararlos, sacarlos del caballo y volverlos a poner en suerte, se valen de las piernas y de unas ramas peladas.

Todos lucirán sanos y sin defectos físicos (toros limpios).

En la plaza, el eral recibirá tantas puyas sean necesarias hasta que evidencie su falta de cualidades. En caso de que muestre clase y bravura durante ocho o nueve puyazos se le quemará (invalidarlo para su lidia en corridas o novilladas), utilizando ya los capotes para pararlo y colocarlo en suerte, hasta que tome doce, quince y hasta veinte puyazos, en los que no deberá hacer nada "feo", como lo describe el investigador español Santi Ortiz. Tendrá que demostrar clase, fijeza y claridad en la muleta, sin aburrirse ni desfallecer. Y si lo logra, habrá superado la prueba; caso contrario, ira de cabeza al matadero.

En este punto surge otra pregunta: ¿Será capaz de transmitir el toro que superó la prueba todas esas cualidades a su descendencia? Para despejar la incógnita se le enlota (encierra) con 20 a 25 vacas y se le retira una vez cubiertas estas. Luego se tentarán sus hijas cuando sean eralas. Un año más tarde se lidiarán sus hijos como utreros en novilladas y se observará el resto de su prole, como utreros también, en festejos mayores.

Concluye el proceso: si tuvo buenos resultados con su prole será semental de plantilla. Si tiene malos resultados será sacrificado.

De becerro a novillo

Los becerros permanecen hasta los 9 meses con su madre. Los machos son separados de las hembras a los 9 meses. El becerro nace, después de nueve meses de gestación, en un grupo de reses llamado punta. En ella se encuentran un semental y hasta 30 vacas bravas reproductoras. Durante los primeros nueve meses se alimenta únicamente de leche materna y permanece junto a las crías de la misma camada, sus madres y el semental. A los nueve meses el toro es destetado y herrado. Con un hierro caliente se marca, en su costado la divisa de la ganadería. Inmediatamente, los machos son separados de las hembras y ubicados en diferentes puntos de la hacienda ganadera.

Bautizo

Se pudiera creer que el nombre que lleva el toro de lidia es proporcionado al azar o capricho por el ganadero o por el mayoral o vaquero. Sin embargo, hay algo de ciencia en esto: el nombre de los machos deriva directamente del de la madre. Si la progenitora lleva el nombre de "Clavelina", su hijo se llamará "Clavelino". Si la madre se llama "Domitila", el vástago se llamará "Domitilo". Los nombres del resto de crías de la camada o reata conservarán las primeras tres letras del nombre de la madre, por ejemplo, "Dominico" o "Dominicano" o "Dominador".

En el caso de las hembras, es costumbre el bautizarlas después de la tienta, dejando a la imaginación de sus dueños o mayordomos de las haciendas, pero casi siempre ligados a la camada o reata de las cuales provienen.

Algunos ganaderos suelen reservar iniciales concretas para los nombres de los becerros, dependiendo su origen o casta.

La tienta

La tienta es la prueba que el ganadero realiza a sus erales para apreciar o comprobar la bravura de machos y hembras. En ella, el ganadero es el juez, es quien dirige personalmente la tienta como si tuviese una lupa; de sus errores o aciertos depende el éxito o fracaso de su ganadería. Es ejecutada por el tentador (generalmente el mayoral de la ganadería) y un matador de confianza del ganadero.

La tienta de machos

La tienta de hembras en la plaza constituye un verdadero experimento de alquimia. La prueba en el caballo es la primera: se le ubica a la vaquilla contra querencia para que le cueste acudir, y luego de cada puyazo, se le coloca lejos de la cabalgadura, para que arranque una y otra vez. No deberá escarbar o exponer cualquier otra manifestación de mansedumbre. En el caballo se capta no solo la bravura de la becerra, sino la fijeza de su embestida, el son que lleva en ella, si lo hace derecho, la distancia a la que se arranca, si es pronta o tarda, si se estrella en el peto o le busca las vueltas al caballo, si se entrega o se defiende.

En la primera vara, la vaca deberá colocarse a una distancia razonable; en los sucesivos puyazos se colocará más lejos, si ha peleado con clase.

La segunda parte de la prueba se lo realiza con la muleta, donde el diestro probará a la erala por los dos pitones, para medir su nobleza.

La tienta de hembras

No siempre están de acuerdo los ganaderos en el tentadero de machos; para unos, el toro debe llegar a la lidia totalmente virgen para evitar cualquier resabio. Un toro avisado (toreado previamente) debe quedar invalidado para la lidia, porque llega a conocer los engaños y comienza a buscar el cuerpo. Por lo tanto, la tienta de los machos se reduce a la prueba con el picador, sin que intervenga capote ni muleta. Es aconsejable que la tienta de machos se realice en campo abierto, en su hábitat natural, ajena a corralones, portones, burladeros o tapias que se pueden grabar en la memoria del becerro y puedan echar a perder la corrida cuando sea toro. La prueba de bravura comienza por el derribo del animal, precedido por el juego de hacerlo correr hacia la querencia, donde le esperan las picas.

El picador deberá colocarse de tal forma que deje libre su camino natural, tal como lo hace en el ruedo: el becerro entonces es libre de irse o quedarse y pelear. En las dos o tres veces que entra al caballo, el ganadero, al igual que en la tienta de hembras, observará si eral es fijo, si duda en arrancarse, si escapa, la distancia a la que embiste, si embiste de frente o de costado, su galope, si trota o se viene andando, si se estrella contra el peto o se frena; si humilla o lleva la cara alta, si empuja con fijeza o cabecea.

Interés zoológico

Al contrario que la mayoría de las razas de ganado doméstico, los toros de lidia presentan una serie de características físicas y temperamentales más propias de un bóvido salvaje. Esto no debe resultar extraño si se tiene en cuenta que a la hora de desarrollar esta raza los criadores nunca pretendieron potenciar cosas como una mayor producción de carne y leche o una mansedumbre y ausencia de cuernos acentuadas para hacer a los animales más manejables al trato humano, sino que simplemente se buscó conservar (y aún potenciar ligeramente) un comportamiento algo más violento de lo normal que hiciera al animal más propenso a la acometida y por tanto al espectáculo taurino.

Ciertos autores como el neerlandés Cis van Vuure han señalado diversas coincidencias en la estructura corporal y coloración comunes del toro de lidia con poseídas por el hoy extinto toro salvaje europeo o uro, del que se diferencia por poco más que su menor tamaño y longitud de cuernos. Durante su vida en semilibertad en las dehesas, el toro de lidia mantiene también unas costumbres similares a las de un animal salvaje, formando manadas, defendiéndose de posibles peligros por sí mismo y desempeñando una labor incalculable en el medio.

Fuentes

  • Guí­a de campo de las razas autóctonas españolas. Miguel A. Garcí­a Dory, Silvio Martí­nez Vicente y Fernando Orozco Piñán. Alianza Editorial, 1990, Madrid.
  • Pedraza Jiménez, F. B., 2001. Iniciación a la fiesta de los toros. EDAF, Madrid.
  • Pascual, Dr. Rubén (19 de Octubre de 2009). «La visión de los toros».
  • BARGA BENSUSAN R. “El Toro de Lidia”. Ed. Alianza,S.A. 1995
  • CRUZ SAGRADO J. “El Toro de Lidia en la Biología, en la Zootecnia y en la Cultura” Ed. Junta de Castilla y León.1998
  • GÓMEZ BARRERA J. A. “Ensayos sobre el Significado y la Interpretación de las Pinturas Rupestres de Valonsadero”. Ed de la Excma. Diputación Provincial de Soria.2001
  • RODRÍGUEZ MONTESINOS A. “La raza de lidia en Castilla y León”. Ed. Junta de Castilla y León.2005