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Segun [[Zurita]], tras la toma de la [[Aljafería]] en junio de 1118, las tropas cristianas realizaron algunas correrías contra Tarazona y en sus proximidades se venció al ejército musulmán que acudía en ayuda de Zaragoza. Terminada la conquista de ésta a fines de 1118, se emprendió la de Tudela y Tarazona, ciudad que fue tomada por [[Alfonso I]] en 1119. Dos años más tarde se procedía a la fijación de los límites de su obispado. A la muerte del Batallador, [[Alfonso VII]] de Castilla ocupó varias ciudades aragonesas, entre ellas la de Tarazona, aunque poco después volvió a manos aragonesas. Debido a su posición fronteriza con los reinos de Castilla y Navarra esta población sufrió diversas ocupaciones a lo largo de la Edad Media.
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Segun [[Jerónimo Zurita y Castro]], tras la toma de la [[Aljafería]] en junio de 1118, las tropas cristianas realizaron algunas correrías contra Tarazona y en sus proximidades se venció al ejército musulmán que acudía en ayuda de Zaragoza. Terminada la conquista de ésta a fines de 1118, se emprendió la de Tudela y Tarazona, ciudad que fue tomada por [[Alfonso I]] en 1119. Dos años más tarde se procedía a la fijación de los límites de su obispado. A la muerte del Batallador, [[Alfonso VII]] de Castilla ocupó varias ciudades aragonesas, entre ellas la de Tarazona, aunque poco después volvió a manos aragonesas. Debido a su posición fronteriza con los reinos de Castilla y Navarra esta población sufrió diversas ocupaciones a lo largo de la Edad Media.
  
 
Eclesiásticamente, según el concilio de Burgos de 1136, el obispado de Tarazona recibía Calatayud, Borobia, Ólvega y otros lugares más, extendiéndose su jurisdicción por las tierras conquistadas por Alfonso I en la zona montañosa de la cuenca del Jalón. Entre los tenentes que tuvo destacan Céntulo de Bigorra (1121), Gaizco (1122-1129), Fortún Aznárez (1132-1171), Jimeno Romeo (1172-1184) y Tarino (1185-1196).
 
Eclesiásticamente, según el concilio de Burgos de 1136, el obispado de Tarazona recibía Calatayud, Borobia, Ólvega y otros lugares más, extendiéndose su jurisdicción por las tierras conquistadas por Alfonso I en la zona montañosa de la cuenca del Jalón. Entre los tenentes que tuvo destacan Céntulo de Bigorra (1121), Gaizco (1122-1129), Fortún Aznárez (1132-1171), Jimeno Romeo (1172-1184) y Tarino (1185-1196).

Revisión del 14:56 21 jun 2019

Turiaso
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Tarazona Zaragoza.jpg

Turiaso ciudad cabecera de la Comarca de Tarazona y el Moncayo, en la prov. de Zaragoza.

Enciclopédico

Ciudad cabecera de la Comarca de Tarazona y el Moncayo, en la prov. de Zaragoza, de cuya capital dista 84 km.; organiza el territorio comprendido entre el Moncayo y el Ebro en combinación con Borja; es cabeza de partido judicial que comprende 20 entidades y 17.606 hab.; término municipal de 243 km2 que comprende además del núcleo urbano los lugares de Cunchillos, Tórtoles, la ermita de San Vicente y la venta de Santa Ana. Situación, en otro tiempo privilegiada, en el valle del río Queiles, que pone en comunicación el valle del Ebro con la Meseta, regiones de economía diferenciada y con una extensa y rica huerta. Emplazamiento defensivo sobre un montículo de materiales terciarios (conglomerados alternando con margas) que domina la llanura aluvial del Queiles.

La historia urbana de Tarazona no puede documentarse hasta la conquista romana, pero la existencia de monedas ibéricas y los topónimos nos hablan de un primitivo núcleo celtibérico formado —según Manrique— no lejos de la fuente que nace cerca del paseo de San Juan, junto a la antigua muralla. Los romanos ampliaron el recinto urbano y levantaron una muralla, permaneciendo casi inalterado hasta la reconquista cristiana en el siglo XII del plano ortogonal romano se conservan algunas calles como la de San Atilano que era el cardo y las calles angostas de San Bernardo y San Atilano que eran decumani perpendiculares a la anterior; el punto fuerte de la ciudad, donde residía la autoridad militar, era el actual palacio episcopal.

Tras la reconquista los moros vencidos se fueron a un barrio alejado llamado Tórtoles, la judería se situaba al norte del recinto amurallado y los cristianos crecen hasta desbordar el núcleo primitivo, descendiendo la ciudad al llano. Los 3.700 hab. de finales del XV ya no cabían en el primitivo amurallamiento.

Perdida parte de su función comercial y de servicios, por su excentricidad respecto de los nuevos ejes circulatorios, Tarazona potencia su actividad industrial: la primera guerra mundial supondría un primer impulso para la industria textil, pero sería la guerra civil la que plantearía un auge económico de inmediato reflejo demográfico: 11.237 hab. en 1940 y 12.054 en 1950. La ulterior crisis de la industria textil y la competencia en el dominio del espacio planteada por la vecina Tudela suponen un nuevo frenazo en la demografía y la expansión urbana. De esta forma se inicia un lento descenso que pasa de los 12.020 habitantes en 1960 a los 10.993 de 1980 y a los 10.287 en 1998, recuperando población en los inicios del siglo XXI llegando a 10.919 habitantes en 2010.

La estructura urbana de Tarazona en esquema consta de tres unidades: casco antiguo, barrio comercial y zona industrial. El casco antiguo tiene una función eminentemente residencial con predominio de agricultores que viven en casas de tipo semirrural con uno o dos pisos; el barrio de San Miguel en la parte más alta de la ciudad, la antigua judería y el barrio mozárabe prolongan esta función residencial. La plaza del Mercado y calles próximas, trazadas sobre la ladera que desciende hacia el Queiles y donde convergen las carreteras de Zaragoza, Soria y Tudela constituyen un conjunto donde predomina la función comercial en las bajeras de los edificios de tres a cinco pisos. Por último, en el llano sobre la orilla derecha del Queiles y en torno a la estación se ubican una serie de fábricas que dan un carácter industrial a esta zona, donde no faltan viviendas modestas de moderna construcción.

La estructura de la población activa turiasonense es un fiel reflejo de las funciones y de la propia estructura urbana: una séptima parte de la población laboral trabaja en el campo, más de la mitad en la industria y cerca de un tercio en el sector terciario. La industria, predominantemente textil, da trabajo a más de 1.700 personas en 110 establecimientos, la industria actual no es la consecuencia de su pasado artesanal, afamado por sus cueros, lanas y ferrerías; en el siglo XIX la artesanía lanera se arruinó ante la competencia catalana. La implantación de la industria textil —según García Manrique— comenzó con el trabajo a domicilio de las toquillas que desde principios del siglo XX hasta la primera guerra mundial Zaragoza exportaba a las principales ciudades españolas. La primera guerra mundial fomentó la producción textil encaminada a satisfacer la demanda de los países castigados por el conflicto; la terminación de la guerra europea provocó una regresión de la que salió Tarazona merced a la guerra civil española; el ejército de Franco demandó tal cantidad de productos textiles que sirvió para modernizar y hacer florecer la industria turiasonense. En los años cincuenta nuevamente se inicia una crisis de la que se intenta salir derivando hacia la fibra artificial, pero la situación excéntrica actual de Tarazona respecto de los ejes principales de comunicación parece hacer insuperable la crisis, salvo una actuación político-económica de los poderes regionales en favor de las cabeceras comarcales periféricas.

Hoy Tarazona está considerada por las Directrices Generales de Ordenación Territorial de la DGA como cabecera subregional, o supracomarcal, organizando los servicios de los municipios aragoneses lindantes con las Comunidades Autónomas de Navarra, La Rioja y Castilla-León. Cuenta con dos polígonos industriales, el de Cunchillos de 82.275 m.2 de superficie y el de «Actuación Industrial Tarazona» que supera los 1.035.000 m.2.

Bibliografía

Garcia Manrique, E.: Las comarcas de Borja y Tarazona y el Somontano del Moncayo. Estudio Geográfico, Zaragoza, 1960. Economistas Asociados: Datos Socioeconómicos de la provincia de Zaragoza.

Evolución urbana

Los restos más antiguos de la actual Tarazona datan de fines del siglo I (a.C.). Hay noticias documentales y numismáticas anteriores. En época ibérica la ciudad se reduciría al barrio del Cinto. Las calles son rectas, en damero irregular, rodeadas por una muralla que encerraba unas 3,5 Ha. Con la conquista romana crece el perímetro urbano y se extiende hacia el río Queiles. La zona del Cinto sigue siendo el núcleo principal. Con las invasiones del siglo III, Tarazona es destruida, al menos la parte baja; los supervivientes quedaron recluidos en la zona del Cinto, abandonando la parte baja de la ciudad.

Pese a la destrucción, Tarazona no desaparece sino que por el contrario se convierte en el siglo VI en una de las fortalezas más importantes del Estado visigodo frente a los vascones. Su fisonomía urbana era similar a la ciudad bajoimperial, aunque muy marcada por su carácter militar y episcopal. La catedral visigoda se ubicaría en el actual templo de San Atilano o en el de la Magdalena, dentro del Cinto, al menos desde el año 449.

Hacia el 714 es ocupada por los musulmanes. Entre el 714 y el 878 la ciudad crece notablemente. Se mantiene el barrio del Cinto como núcleo fundamental o medina y se crean dos arrabales, uno en el actual barrio de San Miguel y otro en la zona de la calle Alta Merced. La mezquita mayor pasaría a ocupar la catedral de los godos. Se desconoce la ubicación de la mozarabía, que debió de ser importante hasta que en el año 878 se trasladan a Tudela, con lo que Tarazona sufre una importante regresión demográfica. Los judíos estaban instalados en la llamada judería vieja.

Con la conquista cristiana Tarazona ve llegar un número importante de repobladores en 1119. Se crean dos barrios nuevos, uno en la calle Mayor y otro envolviendo al arrabal de San Miguel. Los judíos extienden su barrio mezclándose con los cristianos en la llamada judería nueva. El mercado se sitúa en la plaza de la Magdalena, cuya iglesia se convierte en catedral provisional. Se construye a mediados del siglo XII la catedral nueva al otro lado del río. Los musulmanes quedan instalados fuera de la muralla pero junto al Cinto, en el barrio de San Juan. A fines del XV se construye un nuevo barrio en la parte baja, junto al río Queiles.

Durante el siglo XVI la ciudad sufre una pequeña recesión en su principio, pero la segunda mitad supone de nuevo una fase de crecimiento urbano. Se crean nuevos barrios en la actual calle Visconti y en la zona de la plaza de la Almecora. El mercado se traslada a la plaza del Ayuntamiento, antigua Lonja. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se construyen numerosos conventos e iglesias que dan a la ciudad una imagen plenamente barroca, configurando un nuevo espacio urbano.

Los dos últimos siglos son de amplio crecimiento. La revolución industrial transforma la economía agrícola en industrial y Tarazona se convierte en torno a 1800 en la segunda ciudad de Aragón con 8.000 hab. tras Zaragoza. Es necesaria la construcción de nuevos barrios para dar cabida a la nueva mano de obra industrial que acude a las fábricas de la ciudad; estos barrios se ubicarán a lo largo de las principales vías de comunicación (carreteras a Tudela y Zaragoza) y en torno al río Queiles. En la actualidad la principal vía de expansión se realiza hacia la carretera de Tudela y a lo largo de la recién urbanizada calle de la Paz.

Enciclopédico

La leyenda dice que Tarazona fue edificada por Túbal y Caín y reedificada por Hércules. Así figura en el escudo de la ciudad: «Túbal y Caín me edificat. Hércules me reedificat». Su primer bautismo fue Triaso, Turiaso para los romanos. El río Queiles marca, en cierto modo, la divisoria entre la primitiva ciudad, apretada al Cinto, y la que surgiría después abajo, en la llanura. Todo el conjunto urbano tiene valores artísticos y monumentales, donde el mudéjar alcanza sus mejores cotas. Hay arcos típicos, como el de la Traición, el de Santa Ana, el del Conde. El palacio episcopal es conocido también como el «alcázar de Hércules». También sirvió de azuda para los árabes y de residencia a los monarcas de Aragón. En la iglesia de San Francisco, que fue convento del mismo nombre, en la capilla de la Piedad, los Reyes Católicos consagraron como obispo de Toledo a Ximénez de Cisneros. El conjunto artístico es de singular importancia y constituye un excepcional muestrario de los estilos mudéjar, gótico y renacentista.

Se celebran varias fiestas. Existe una popular y tradicional romería llamada del Quililay, con desplazamiento al santuario de Nuestra Señora del Moncayo, situado a 1.620 m. de altura. Acuden de toda la comarca y los romeros son obsequiados con migas a la pastora. Los barrios de San Miguel, el Cinto, la Almehora, Tórtoles y Cunchillos celebran asimismo sus propias fiestas. Existen, además, múltiples conmemoraciones religiosas: San Blas, San Antón, San Jorge, Santa Apolonia, Nuestra Señora de la Huerta y San Isidro. Las fiestas patronales tienen su desarrollo del 27 de agosto al 1 de septiembre, en honor de San Atilano, hijo de la localidad y obispo de Zamora. Aunque el día del patrón es el 5 de octubre (es fiesta también), la celebración se corresponde en este caso con las fechas conmemorativas del traslado a Tarazona de las reliquias del santo, en 1644. En el inicio de las fiestas sale a la calle el típico Cipotegato, un personaje bufonesco, que es perseguido por todo el pueblo y al que arrojan numerosos tomates.

La patrona de Tarazona es la Virgen del Río, que tiene su ermita (siglo XVII) a orillas del Queiles, junto al casco urbano. La novena tiene lugar del 7 al 15 de noviembre, y el 27 de este mismo mes se conmemora el hallazgo de la imagen en el río Queiles, el año 1667. La ciudad de Tarazona despliega una importante actividad cultural en la que han jugado un importante papel entidades tan arraigadas como el Centro de Estudios Turiasonenses, la Casa del traductor y la Fundación Maturén. A convocatorias ya tradicionales como la exposición Anual «Tarazona Foto», se han ido sumando en los últimos años nuevas y atractivas iniciativas como la del Mercado Andalusí, cuya quinta edición tuvo lugar en junio de 2000; los cursos de la Universidad de Verano iniciados en 1999, o las Jornadas «El Retorno de Sefarad a Tarazona», organizadas por la recién creada asociación de Amigos de la cultura judía de Tarazona. Tarazona ha solicitado ante la Unesco su nombramiento como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Arqueología

Es la Turiaso de época indígena y romana, acuñadora de moneda, municipio romano entre el 31 y 28 a.C. De época romana han quedado algunos restos de singular importancia que preludian hallazgos más abundantes.

Las investigaciones y estudios arqueológicos sobre el municipio Turiaso se han venido multiplicando progresivamente, siendo su principal portavoz la revista Turiaso, órgano de difusión del Centro de Estudios Turiasonenses, principal impulsor de estos trabajos, que se han desarrollado en dos direcciones: la primera centrada en la recuperación y estudio de piezas conocidas desde antiguo por la bibliografía tradicional y en los nuevos hallazgos que se suceden la segunda.

En el primer apartado cabe destacar el sarcófago estrigilado conservado en la iglesia del antiguo Convento de los Carmelitas Descalzos —sarcófago de mármol blanco que puede fecharse en torno a los años 280-310 y está decorado en su frontal con una imago clipeata (repicada en la actualidad, en su lugar hoy puede verse una cruz sobre un monte) sobre dos cornucopias, dos putti estacionales (primavera y verano) y un grifo o esfinge inacabado en el lateral derecho y el mosaico de la calle de Tudela, núm. 13, mosaico policromo, datable en el siglo III d.C., decorado en su zona central con círculos secantes formando flores tetrapétalas y cuadrados en su centro, en la de transición con filetes triples y cenefa de «eses» y puntos alternados y en la de cierre con dos grifos opuestos enmarcando una crátera.

En el segundo puede citarse una cabeza infantil de bulto redondo en mármol blanco de época Julio-Claudia, pero uno de los hallazgos más destacados son los restos en la calle Caracol del testar de un alfar —no se han localizado indicios del taller: horno, instrumentos de ceramista, moldes…—, que produjo diversos tipos de cerámica romana: engobada (formas de paredes finas, botellas, jarras, cuencos), algunas de las piezas presentan ornamentación en relieve obtenida mediante molde; burilada, pintada con motivos de clara raigambre celtibérica o con relieves aplicados; común (botellas, jarras, morteros, lebrillos) y lucernas (sobre todo de rostrum con volutas), cuyas características morfológicas y decorativas nos indican que trabajó entre mediados y finales del siglo I de la Era.

Entre de los hallazgos de época romana, en su mayor parte debidos al azar, realizados en la ciudad de Tarazona cabría mencionar: escuelas «Allué Salvador» (villa urbana con importantes restos entre los que destaca la cabeza de emperador en Sardónice, destruida en el siglo III d.C.), Casa de la Vicaría (villa urbana destruida en la misma centuria que la anterior), San Juan, calle nueva (termas), ábside de la Magdalena y polideportivo (muros y cerámica), parque repolo (columna), plaza de San Francisco (tegulae), calle Tudela y Sagrada Familia (mosaicos), calle Caracol (testar de alfar), Faceda, Seminario, Cienflorines, palacio de la Merced, avenida de Teresa Cajal, Ensanche, iglesia de San Francisco (diversos tipos de cerámicas); otros vestigios conocidos como el sarcófago del Convento de los Carmelitas, la escultura de Meleagro de la Casa de los Moros, las inscripciones de la iglesia de San Atilano y del palacio de Aguarás no se conservan in situ, desconociéndose generalmente la ubicación exacta del punto en el que fueron encontrados.

Finalmente, en excavaciones realizadas entre diciembre de 1999 y enero de 2000, salieron a la luz lo que pueden ser los primeros restos hallados en la ciudad correspondientes a un edificio público, ya que se descubrió un ángulo de muro, con un metro de espesor que posiblemente corresponda a un edificio de gran tamaño asociado al foro. El hallazgo tuvo lugar en las catas realizadas en el recinto del palacio de Eguarás, dirigidas por Juan José Bienés y Sofía Gómez. Se encontró además un pavimento de piedras y argamasa, modificado por tumbas de época medieval, así como algunos restos materiales.

No podemos dejar de mencionar las villae rústicas que surgieron alrededor de Turiaso, de las que gran cantidad han sido localizadas; éstas pueden dividirse en el conjunto de establecimientos altoimperiales cuya función sería abastecer de productos agrícolas la ciudad (p. ej. La Dehesa) y el complejo tardorromano del valle del Queiles, consecuencia de la ruralización que se produce tras las invasiones.

En agosto de 2000 se inauguró el Museo (sala de exposición permanente) arqueológico, situado en los bajos del Palacio Episcopal. En él se exponen piezas que datan desde el Paleolítico hasta la época romana.

Bibliografía

Aguarod, M.ª C. y Amaré, M.ª T.: «Avance al estudio de un posible alfar romano en Tarazona»; Turiaso, IV-VI, Tarazona, 1983-1985, pp. 93-110, 27-139 y 19-62. Id.: «Un alfar romano de cerámica engobada, común y lucernas en Tarazona (Zaragoza)»; Congreso Nacional de Arqueología, XVIII, Islas Canarias, 1985. Bona, I. J.: «Sobre el municipium de Turiaso en la antigüedad. Estado actual de la cuestión»; Actas de las IV Jornadas del estado actual de los estudios sobre Aragón; Alcañiz, 1981, Zaragoza, 1982, pp. 205-214. Bona, I. J. y Núñez, J.: «Avance al estudio del mosaico romano localizado en la calle Tudela, 13, de Tarazona (Zaragoza); Turiaso, VI, Tarazona, 1985, pp. 63-83. Capalvo, A.: «El sarcófago romano de Tarazona»; Turiaso, V, Tarazona, 1984, pp. 143- 208. Liz, J. y Amaré, M.ª T.: «Una nueva pieza escultórica turiasonense»; Congreso Nacional de Arqueología, XVII, Logroño, 1983, Zaragoza, 1985, pp. 777-785. Lostal Pros, J.: Arqueología del Aragón romano; Zaragoza, 1980. Martín-Bueno, M.: Aragón arqueológico, Zaragoza, 1977.

Historia Med

Segun Jerónimo Zurita y Castro, tras la toma de la Aljafería en junio de 1118, las tropas cristianas realizaron algunas correrías contra Tarazona y en sus proximidades se venció al ejército musulmán que acudía en ayuda de Zaragoza. Terminada la conquista de ésta a fines de 1118, se emprendió la de Tudela y Tarazona, ciudad que fue tomada por Alfonso I en 1119. Dos años más tarde se procedía a la fijación de los límites de su obispado. A la muerte del Batallador, Alfonso VII de Castilla ocupó varias ciudades aragonesas, entre ellas la de Tarazona, aunque poco después volvió a manos aragonesas. Debido a su posición fronteriza con los reinos de Castilla y Navarra esta población sufrió diversas ocupaciones a lo largo de la Edad Media.

Eclesiásticamente, según el concilio de Burgos de 1136, el obispado de Tarazona recibía Calatayud, Borobia, Ólvega y otros lugares más, extendiéndose su jurisdicción por las tierras conquistadas por Alfonso I en la zona montañosa de la cuenca del Jalón. Entre los tenentes que tuvo destacan Céntulo de Bigorra (1121), Gaizco (1122-1129), Fortún Aznárez (1132-1171), Jimeno Romeo (1172-1184) y Tarino (1185-1196).

En esta ciudad se dio en 1267 la sentencia de Jaime I sobre I el asunto de los monederos falsos, castigándose a las personas que batían moneda falsa con los cuños de Aragón y Castilla. En las Cortes que aquí se desarrollaron en 1283 se formó la Unión de los nobles contra el rey. Diversas concesiones recibió esta población de manos de Jaime II; así en 1301 autorizó la celebración de dos ferias al año, una en julio y otra en septiembre; en 1323 otorgaba a los turiasonenses el disfrute del Moncayo, y en 1327 sus vecinos recibían el privilegio de franqueza. En la guerra de los dos Pedros los castellanos la ocuparon en 1357; y, aunque más tarde la perdieron, volvió a caer en su poder en 1363; finalmente los aragoneses, con la ayuda francesa, recuperaron la ciudad en 1366. A fines del siglo XIV se fijaron los términos entre Tarazona y Torrellas, y posteriormente con Cervera. Desde el punto de vista administrativo era cabeza de una de las doce sobrecullidas en las que se dividía Aragón con fines fiscales. Fue también una de las cinco juntas que se ocupaban de la persecución de los malhechores en el reino.

Historia Moderna

Tarazona recupera a lo largo del siglo XV la población que había perdido en el XIV y como consecuencia de las guerras y las pestes. Siguió teniendo una importancia decisiva en la defensa de la frontera contra Castilla, como ocurrió en la guerra de 1429-1436. Pero con la unión de las dos grandes Coronas de la Península, la función defensiva dejó de tener importancia. A fines del siglo XV, en 1495, se celebran en Tarazona unas importantísimas Cortes en las que se decide establecer y determinar la población de Aragón, para lo cual se realizó el primer censo completo y fidedigno de nuestra historia. Fue cabeza de la sobrecollida de su mismo nombre y cabeza de la Junta Regional para la Defensa del Reino.

El siglo XVI supone un despegue demográfico y económico en la ciudad. Se fundan numerosos conventos y florecen de forma decisiva las artes en la ciudad. En la revuelta de Antonio Pérez, secretario perseguido por Felipe II, se puso la ciudad de parte del monarca. En 1592 se reunían en Tarazona las famosas Cortes que acabaron con parte de las libertades que gozaba el reino, y supusieron el comienzo del fin de la autogobernación de Aragón. En 1594 se reestructura el gobierno de la ciudad, merced a unas ordenanzas concedidas a Tarazona por el propio Felipe II. La restauración económica lleva a construir una Lonja para mercaderes, que en el siglo XVII pasará a ser el palacio municipal. La expulsión de los moriscos supuso una importante pérdida para Tarazona, incluso algunos pueblos del valle del Queiles quedaron abandonados. En 1644 recuperó la ciudad la reliquia de San Atilano patrono de la ciudad.

En la guerra de Sucesión se puso Tarazona inmediatamente bajo la bandera del futuro Felipe V, incluso con varias compañías de armas. En 1706 estuvo a punto de ser atacada por las tropas del archiduque de Austria, que había ocupado Borja. Felipe V recompensó a Tarazona por su fidelidad, concediéndole en 1707 una serie de privilegios. El siglo XVIII ve empobrecerse a la ciudad, agobiada por las constantes contribuciones a que la sometieron los monarcas de la Casa de Borbón. En la segunda mitad del siglo hay una revitalización de la ciudad, que a fines del XVI es la segunda en población en Aragón tras Zaragoza.

Historia Contemporánea

En la guerra de la Independencia las tropas francesas ocupan Tarazona, de la que habla huido el gobernador militar de la plaza. La ciudad de Tarazona envió un representante a las Cortes de Cádiz para defender la Constitución. Tras la guerra Tarazona va a verse decididamente implicada en un lento pero progresivo proceso de industrialización. Tras la reforma del Estado en 1833, quedará incorporada a la prov. de Zaragoza. Se amplía notablemente el casco urbano y se construyen numerosas fábricas e industrias: pero a la vez, perdida gran parte de su función administrativa al centralizarse la administración provincial en Zaragoza, se convierte en una pequeña ciudad provinciana.

Tras el vertiginoso ascenso demográfico a lo largo del siglo XIX y en los primeros años del XX, sufre un estancamiento desde la guerra civil, del que todavía no ha salido, fluctuando su población en torno a los 12.000 hab. El desarrollo industrial, favorecido por la presencia de relevantes gremios de artesanos, hará que surja un importante núcleo de proletarios, sobre todo gracias a las industrias de fósforos y a las textiles.

Bibliografía

Sanz Artibucilla, J. M.: Historia de Tarazona, 2 vols., Madrid, 1929 y 1930. Gargallo, M.: Breve historia de Tarazona, Zaragoza, 1978.

Arte

—Arquitectura Civil: El casco histórico de la ciudad, muy depredado, sobre todo en el Cinto, conserva diversos edificios de interés, construidos en ladrillo y tapial, materiales poco sólidos que sufren mal el paso del tiempo.

El Ayuntamiento está situado en la confluencia de los tres barrios principales y asentado, en parte, sobre la antigua muralla. Construido en el siglo XVI, posee una importante fachada decorada con relieves de Hércules, Caco, y Perifetes, escudos de armas municipales y reales y figuras alegóricas de la Justicia y la Sabiduría, en el primer piso, rematado por un friso que representa la entrada de Carlos V en Bolonia en 1530. Fue restaurado por F. Chueca Goitia quien rehízo la galería superior tomando como modelo el claustro alto de Veruela.

El palacio episcopal lo configuran un conjunto de edificios de planta irregular, asentados sobre la antigua «Zuda», que fue comprada en 1375 a Jordán Pérez de Urriés. Aunque conserva restos constructivos de los siglos XII-XV, básicamente es obra renaciente del siglo XVI, costeada por el obispo D. Juan González de Munébrega (1536-1547), quien reforzó la cimentación y construyó el patio y la escalera, donde campean sus armas. Fue ampliado en el siglo XVIII bajo el obispado de D. José Laplana y Castellón (1755-1766). La fachada más característica es la del sur, con sus arcadas de cimentación y la triple galería de arquillos, tan aragonesa. La principal está en el oeste, decorada en el lado derecho con una estructura de retablo en ladrillo y yeso, dedicada a San Pedro.

El palacio de Alcira o de Eguarás, situado en la calle San Antón, n.° 1, es un edificio de planta en U, distribuido en torno a un patio central de dos pisos, siguiendo la tradición renacentista aragonesa.

La plaza de toros vieja es de esquema octogonal, de planta baja y tres alturas, con ventanas en el perímetro exterior y grandes arcos en el interior, sobre pilares ochavados, muchos cegados en la actualidad. Fue construida a expensas del Hospital de la ciudad entre 1792 y 1797.

En la calle de la Judería están las «casas colgadas», construcciones populares sobre ménsulas de ladrillo que son las traseras de edificios de siglo XVI. En la plaza de los Héroes de África, está el antiguo Pósito, después teatro, de planta rectangular que sigue el esquema de la Lonja de Zaragoza, aunque cubierto con techumbre de madera; es obra del siglo XVII. En la calle Mártires de la tradición turiasonense, n.° 7, está el palacio de los Gil de Borja, con fachada barroca del siglo XVII. En la calle Verde, n.° 2, la casa de los Linares, del siglo XVIII. En la calle Tudela, n.° 14, casa con gran balcón de forja y chapa repujada, del XVIII. En San Antón, números 2 al 12, están las casas de los canónigos de la catedral, construidas hacia 1780. En el paseo de la Virgen del Río, está el palacio Linares, que parece obra del siglo XVIII, rehecha en la actualidad.

—Catedral: Es tradición que fue levantada sobre el antiguo solar mozárabe de la capilla dedicada a la Virgen de la Hidria. El conjunto de la catedral obedeció a un plan uniforme que se realizó con lentitud: tres naves con crucero, cabecera semicircular y girola con capillas radiales. Las obras comenzaron a mediados del siglo XII, bajo el mecenazgo de D.ª Teresa Cajal, madre de D. Pedro de Atarés, fundador del monasterio de Veruela. En 1235 fue consagrada su cabecera por D. García Frontín II. A lo largo del siglo XIII se construirían las naves, pero los daños sufridos por el edificio tras las guerras entre Castilla y Aragón obligaron a su reconstrucción, que se hizo a partir de 1362 a expensas del obispo D. Pedro Pérez Calvillo. En el siglo XV, durante el obispado de D. Andrés Martínez Férriz, se construyó la antesacristía (1486) y se comenzó la capilla de San Andrés en el centro de la girola. Durante el siglo XVI, la catedral adquirió su configuración actual: en 1516, Mahoma Berroz y otros alarifes mudéjares trabajaban en las obras de la sacristía, sala capitular y oratorio.

El claustro, adosado al sur, es de planta cuadrada con bóvedas de crucería estrellada cuyos nervios descansan en ménsulas figurativas y vegetales; sus ventanales están cerrados por celosías en yeso de tracería gótico-mudéjar; fue comenzado en tiempos del obispo Moncada (1496-1522) y terminado en 1529; intervinieron probablemente en su fábrica Mahoma Marqua y Mahoma Malón.

El cimborrio se realizó entre 1543 y 1545, en sustitución de otro anterior en el que trabajaron Berroz y su hijo, Yayé y Mahomica, hacia 1519; para el nuevo, dio las trazas Juan de Sisuar, e intervino también Alfonso González, quien a partir de 1547 realizó las bóvedas de la nave central. Del mismo siglo son gran parte de las capillas que se abren a las naves laterales, así como las del canónigo Magaña y la del Rosario, en el claustro.

La torre, que había sido comenzada en el siglo XIII, siguiendo una estructura románica en sillería, fue proseguida en ladrillo por alarifes mudéjares (Alí Darocano, 1496-97; Muza de Vera, hacia 1509). En tiempos del obispo D. Pedro Cerbuna Negro se concluyó, encargándose la obra de los últimos cuerpos a Juan Guaza y Juan Villanueva, en 1588.

Las últimas obras de la catedral afectaron a la remodelación del trascoro y del tramo de los pies, sobre el que se situó la tribuna del órgano; fueron realizadas en tiempos del obispo D. Blas Serrate, entre 1714 y 1718.

La portada se abre en el brazo del crucero del lado del Evangelio, en arco de medio punto abocinado y decorado con figuras de la Caridad, en la clave, y otras de San Pedro, San Pablo, San Gaudioso y San Atilano, alternadas con cariátides que representan a las Virtudes. Está encuadrada por una estructura clasicista según modelos de Serlio; fue costeada por el tesorero D. Martín de Mezquita, hacia 1578. El pórtico que la cobija es obra barroca en la que intervinieron en 1722 fray Bernardo y en 1733 un fraile carmelita del convento de Tudela.

En la nave central se construyó entre 1603 y 1614 el retablo de la capilla mayor, obra del mazonero Jaime Viñola y del escultor Diego Martínez, ambos de Calatayud, y policromado por Agustín Leonardo y Gil Jiménez, vecinos de Tarazona, todo a expensas del obispo fray Diego de Yepes. Dedicado a la Virgen de la Hidria o de la Huerta, dentro de una estructura de tipo manierista representa escenas de la vida de Cristo y de la Virgen, con figuras de los santos patronos del obispado de Tarazona. Para su altar realizó el platero Lamberto Garro el rico frontal de plata, entre 1717 y 1724.

La bóveda del presbiterio está decorada con pinturas en grisalla sobre fondo dorado de estilo manierista, con profetas y sibilas del Antiguo Testamento, obra atribuida a Tomás Peliguet y realizada hacia 1552.

Adosado a uno de los pilares de la nave central se encuentra el púlpito, de hacia 1506, en yeso policromado, con fuerte sabor mudéjar, en el que intervendría el maestre Pedro.

El coro tiene una sencilla sillería gótica con decoración de tracería y calados, obra realizada por los Sariñenas hacia 1483 en tiempos del obispo D. Andrés Martínez Férriz, cuyas armas figuran en la silla episcopal. Su recinto se cierra con una reja costeada por el obispo Sánchez de Castellar a fines del siglo XVII. A ambos lados de ella y sobre los pilares, existen pinturas de San Juan Bautista y San Andrés firmadas por Vicente Verdusán en 1696.

El trascoro es obra barroca en yeso de comienzos del siglo XVIII.

La primera capilla del lado del Evangelio es la de la Visitación, fundada por D. Pedro Villalón (+ 1538), en la que destaca el retablo titular plateresco de hacia 1530, de masonería estofada y policromada atribuida a Juan Moreto e imágenes en alabastro policromado, algunas relacionadas con el círculo de Los Morlanes-Gabriel Yoly.

La segunda es la de Santiago, decorada con grandes ménsulas figurativas de los evangelistas bajo doseles calados, en yeso, de estilo hispanoflamenco. El retablo titular tiene masonería gótica de fines del siglo XV con pinturas sobre tabla en el banco de las Marías y San Juan, y en el cuerpo historias de la vida de Santiago, atribuidas a Pedro Díaz de Oviedo. La imagen titular es una importante escultura en madera policromada de Santiago Peregrino, hispanoflamenca. Este retablo fue costeado por el arcediano Antonio Muñoz en 1497.

La tercera capilla de la Purificación, fundada por el arcediano Antonio de Talavera a fines del siglo XV, está decorada con yeserías renacentistas en alto relieve de mediados del siglo XVI, lo mismo que el apostolado en grisalla que cubre sus muros. Tiene retablo titular de madera sin policromar, cuya mazonería y escultura parecen obra de Pierres del Fuego, posterior a las pinturas sobre tabla que Martín Bernat contrató en 1493. En el muro frontero a la entrada están los sepulcros renacentistas en arcosolio de Dª Ana de Guaras (+ 1544) y del fundador D. Antonio de Talavera (+ 1512). Cierra la capilla una gran reja de hierro forjado y chapa repujada, fechada en 1558 y atribuida a Pierres del Fuego y Guillén de Turena.

La cuarta capilla está dedicada a la Virgen del Pilar, obra de mediados del siglo XVIII. Su retablo es barroco, de fines del XVIII, con lienzos que, como los que decoran la capilla, son obra de hacia 1692, del estilo de Vicente Verdusán.

A los pies de la nave de la Epístola está la capilla de San Clemente y Santa Lucía, con retablo manierista de hacia 1600, construido a expensas del canónigo Serrano.

La primera capilla es la de la Anunciación, sin interés. La segunda es la de San Juan Bautista, con retablo costeado por Juan de Casanate y sus hijos en 1542. La arquitectura del mismo es obra de Esteban de Obray y las pinturas sobre tabla de las más características de Jerónimo Cósida, de estilo influido por los grandes pintores del renacimiento italiano.

La tercera capilla está dedicada a San Pedro y San Pablo, fundación de D. Pedro Pérez de Añón hacia 1532, aunque se cubre con cúpula barroca decorada con yeserías de recuerdo mudéjar. El retablo y su imaginería son obra renacentista de la primera mitad del siglo XVI. En los muros laterales de la capilla están los sepulcros de D. Pedro Pérez de Añón y D. Miguel de Herla y Añón, en arcosolio con estatua yacente y rica decoración renacentista en alabastro y yeso, el segundo atribuido a Pierres del Fuego. Sobre los sepulcros existe una galería de arcos que cobija algunas buenas imágenes de mediados del siglo XVI y de diferentes manos.

La arquitectura de la cuarta capilla, dedicada a la Virgen del Carmen, es obra de fines del siglo XV.

La quinta, capilla de la Virgen de los Dolores, es obra barroca cubierta con cúpula con linterna sobre trompas y tambor ciego de hacia 1773. Fue costeada por el obispo D. Esteban de Vilanova. Su retablo es obra rococó con imagen titular realizada por Francisco Gutiérrez, famosa ya en su tiempo.

Entrando en la catedral hacia la izquierda, la primera capilla de la girola es la dedicada a la Purísima. Ocupa dos tramos de la obra del siglo XIII, muy reformados en el siglo XVI. Fue del patronato de la familia de Cunchillos. El retablo es obra fundamental de la escultura renacentista aragonesa. La mazonería fue contratada por Juan de Moreto en 1535; la escultura está atribuida a Gabriel Joly y la policromía y el dorado fueron realizados por Antón de Plasencia y Francisco de la Puente a partir de 1536. En el muro testero están los sepulcros en arcosolio de D. Lope Cunchillos (+ 1486) y de D. Gonzalo Cunchillos (+ 1519), con estatuas yacentes de hacia 1525. Hay en esta capilla dos importantes lienzos del Ecce Homo y Dios Padre con un canónigo orante, firmados por Francisco de Castello y fechados en Roma en 1599.

La segunda capilla es la de los Calvillo, que tiene un retablo de Juan de Leví dedicado a San Prudencio, Santa Catalina y San Lorenzo realizado hacia 1392, con pinturas sobre tabla de estilo gótico-internacional. En esta capilla se encuentran los sepulcros de los fundadores D. Fernando y D. Pedro Pérez Calvillo, góticos de fines del siglo XIV.

La tercera, capilla de San Lorenzo, fue costeada por el deán D. Lorenzo García, hacia 1462. Su retablo es de bella arquitectura plateresca contratada por Esteban de Obray en 1532 y con pinturas sobre tabla realizadas por Juan Fernández Rodríguez a expensas de los mercaderes Juan de Cervera y Agustin de Segarra.

La capilla central de la girola está dedicada a San Andrés y tiene ingreso apuntado con jambas decoradas con figuras de la Anunciación sobre ménsulas con escudos de los Férriz, obra de fines del siglo XV. Toda ella está recorrida por un friso de estuco policromado que imita incrustaciones de piedras semipreciosas. El retablo mayor es obra barroca de comienzos del siglo XVIII con curiosa policromía en blanco y azul. Tiene lienzo titular del Martirio de San Andrés que, al igual que la Anunciación del ático y las cuatro historias de la vida de San Andrés que decoran los muros, son obra italiana de fines del siglo XVII.

A continuación está la capilla de San Vicente Ferrer, que fue dotada por el canónigo inglés hacia 1763, sustituyendo la antigua dedicación a Santa Marta. Su retablo es obra rococó costeada por D. Gonzalo Machuca en la segunda mitad del siglo XVII.

La última capilla está dedicada a la Virgen del Rosario y conserva su aspecto original del siglo XIII. Fue patronato del protonotario Morales. El retablo es obra del siglo XV, cuya mazonería está atribuida a Juan de Oviedo y las pinturas sobre tabla a Martín Bernat y Miguel Jiménez; la imagen titular es una de las más bellas vírgenes góticas de Aragón, del siglo XIII.

Entre los diversos objetos que se conservan en las sacristías merecen ser destacados algunos lienzos como el de Vicente Berdusán que representa la venida de la Virgen del Pilar, firmado y fechado en 1690; del mismo puede ser el Martirio de San Sebastián, muy influido por la pintura madrileña del siglo XVII; las Lágrimas de San Pedro, riberesco, del siglo XVII, y una Sagrada Familia, obra madrileña del siglo XVIII. Entre las piezas de orfebrería, posee la catedral una importante colección de bustos relicarios: el de San Gaudioso, del último tercio del siglo XVI, cuya peana la realizó el navarro José Velázquez en 1596; el de San Prudencio, concertado con Luis de Guevara, platero de Tarazona, en 1589; el de San Atilano, obra de Claudio Llenequi de 1620, y el de San Millán, obra zaragozana fechada en 1672. Asimismo, un gran templete procesional de planta cuadrangular, clasicista, de la segunda mitad del siglo XVI, costeado por la familia Villalón y en el que trabajaba, en 1595, el platero José Velázquez. Cobija una custodia de plata sobredorada, en templete gótico con decoración de tracería calada y figuras de ángeles, obra del siglo XV costeada en parte por D. Pedro López de Urrea, en 1421, y un copón de plata sobredorada, de Ausburgo, del siglo XVI, que perteneció al obispo Francés de Urritigoiti cuyas armas ostenta.

—Otras edificaciones religiosas —Iglesia parroquial de la Magdalena: Fue la primitiva catedral de Tarazona; existente ya en el siglo XII, de esa época conserva la cabecera y el cuerpo inferior de la torre, de sillería románica. Es de tres naves de desigual longitud separadas por pilares; debió de estar cubierta con techumbre de madera, conservada en las naves laterales, obra del siglo XV. Todo el edificio sufrió una remodelación a fines del siglo XVII en la que se sustituyó la cubierta de la nave central por bóveda de cañón con lunetos y se enmascararon con igual sistema las laterales. En estas obras intervino entre 1694 y 1699 el maestro Gregorio León. La torre fue continuada en ladrillo con estructura mudéjar; intervino en ella hacia 1503 el maestro Mahoma Rubio «el Moro». La portada principal está situada en el tercer tramo de la nave del Evangelio. En el presbiterio, el retablo dedicado a Santa María Magdalena es de mazonería plateresca realizada por Pascual de Soria, y la policromía y pinturas sobre tabla, fechadas en 1566, están atribuidas a Pietro Morone. Temporalmente recibe culto en esta iglesia la imagen del patrón de Tarazona, San Atilano, obra barroca de hacia 1760. En el segundo tramo de la nave de la Epístola, destaca una gran tabla representando en el anverso a la Inmaculada Concepción y en el reverso el Juicio Final, obra aragonesa de comienzos del siglo XVI. En el coro se conserva un importante facistol de planta octogonal con incrustación de taracea y decoración de lazos mudéjares, del siglo XV. Las capillas que se abren a las naves laterales destacan por sus embocaduras trabajadas en yeso de los siglos XV y XVI.

—Iglesia parroquial de San Miguel: Se asienta en el antiguo solar de la mezquita islámica fundada con posterioridad a la reconquista. Es una iglesia gótica de una nave de tres tramos, con capillas laterales y cabecera poligonal, cubierta con bóvedas de crucería estrellada. Su ingreso actual está en el segundo tramo del lado del Evangelio, aunque posee una monumental portada, cegada, románica tardía, en el segundo tramo del lado de la Epístola. El conjunto del edificio es obra de fines del siglo XV y comienzos del XVI, consagrado en 1546, que se asienta sobre otro más antiguo del siglo XIII, fecha que conviene a la antigua portada. De la misma época son los fundamentos de la torre, situada al norte, en la que intervendría en 1507 Muza de Vera. En el siglo XVII se construyó la sacristía. El retablo mayor es obra plateresca con pinturas sobre tabla atribuidas a Pietro Morone, su policromía realizada por los hermanos Prudencio y Juan de la Puente, hacia 1559.

—Iglesia parroquial de Santa Teresa: Fue el antiguo convento de los carmelitas, trasladado en 1677 desde la localidad de Novallas. Edificio de planta de cruz latina con capillas profundas entre los contrafuertes, cubierta con bóveda de cañón con lunetos y cúpula en el crucero. La fachada, a los pies, se estructura siguiendo el modelo de la iglesia madrileña de la Encarnación. Su interior se conserva intacto y posee un rico conjunto de retablos, rococós en su mayoría, con buena escultura de escuela aragonesa del siglo XVIII, entre los que destacan los dedicados a San Juan de la Cruz, San Simón Stock, San José y la Piedad, este último con un grupo escultórico de gran calidad. En la sacristía se conserva un sarcófago paleocristiano con estrígiles del siglo III.

—Iglesia de nuestra Señora de la Merced: Fue el antiguo convento de la orden mercedaria en Tarazona, y en su iglesia está instalada la parroquia de San Andrés, adscrita a la catedral. Edificio de planta de cruz latina con capillas profundas entre los contrafuertes, cubierto con bóveda de cañón con lunetos y cúpula con tambor en el crucero. Su construcción fue comenzada hacia 1629 y concluida en 1633 por el maestro Jerónimo Baquero. La cúpula del crucero es obra del siglo XVIII, al igual que la portada de ingreso, a los pies. El retablo mayor, de madera sin policromar, se realizaría en el primer cuarto del siglo XVIII, con imagen de la titular y otras de santos mercedarios de gran calidad. De la misma época son los colaterales de los brazos del crucero, dedicados a San Pedro Nolasco y San Ramón Nonato, con lienzos aragoneses del siglo XVII. En la tercera capilla del lado de la Epístola recibe culto el Cristo del Rabate, del siglo XVI, que recuerda que en este lugar existió la antigua iglesia de Santa María del Rabate. Adosados a la iglesia están los edificios del ex convento de la Merced, obra barroca iniciada en 1717.

—Iglesia de San Francisco: Antiguo convento de los franciscanos, fundado, según la tradición, por San Francisco de Asís en 1214. Edificio de una nave de cinco tramos con capillas entre los contrafuertes y cabecera poligonal. Se cubre con bóveda de crucería estrellada cuyos nervios descansan en ménsulas heráldicas. Es obra de fines del siglo XV y del XVI. En el siglo XVII se construyeron las sacristías y sala capitular y entre 1793 y 1801, la capilla de la Venerable Orden Tercera por el maestro José Basarte, interesante por su movida concepción espacial. Al sur de la iglesia se encuentra la torre y el claustro muy deteriorado, al que se abre la capilla de la Piedad, donde fue consagrado obispo Francisco Jiménez Cisneros. El retablo mayor está dedicado a la Inmaculada y es obra clasicista de la primera mitad del siglo XVII, con mazonería del estilo y taller de José Virto y escultura de los talleres de Calatayud. Adosado al presbiterio está el sepulcro de D. Pedro Quintana (+ 1528) que contribuyó a la ampliación de la iglesia. En la quinta capilla del lado del Evangelio, está el retablo de Santa Ana, de mazonería de la segunda mitad del siglo XVI y pinturas sobre tabla que pueden atribuirse a José Vicente Mola - Roland de Mois. Empotrado en el muro del atrio de entrada se conserva un grupo escultórico que representa la donación de la ermita de San Martín de las Heras a San Francisco de Asís por los esposos Novallas, obra gótica de fines del siglo XIV o comienzos del XV. Procedente de esta iglesia, se conserva en el palacio episcopal una custodia de plata sobredorada en templete gótico, de fines del siglo XV o comienzos del XVI.

—Convento de Las Carmelitas de Santa Ana: La iglesia es de planta de cruz latina cubierta con bóveda de cañón con lunetos, decorada con labores de yesería de motivos geométricos, y bóveda vaída en el crucero. El claustro de planta cuadrangular se adosa al sur y en torno a él se distribuyen las dependencias conventuales. Este convento fue fundado por el obispo fray Diego de Yepes, comenzándose las obras en 1601. La iglesia fue contratada con el maestro de obras de Tudela Juan González y tasada por Beltrán Íñiguez y Bernabé de Aroche. En el claustro intervino el cantero Peciña. Todo el edificio es del siglo XVII, con excepción de la portada de la iglesia, construida en el siglo XVIII. En el interior destacan el retablo mayor dedicado a Santa Ana y los colaterales de San Jerónimo y San Simón Stock, de la segunda mitad del siglo XVII, y los de la Trasverberación de Santa Teresa y de San José con el Niño, obras del siglo XVII con pinturas de escuela aragonesa coetáneas. Entre otros objetos dedicados al culto, conserva un importante legado de orfebrería y pintura del obispo Yepes, así como el vaso de Santa Teresa, engarzado en un bello relicario de plata sobredorada, del siglo XVII.

—Convento de las Carmelitas de San Joaquín: Fundado en la primera mitad del siglo XVII por excisión del convento de Santa Ana.

La iglesia es de planta de cruz latina cubierta con bóveda de crucería y cúpula en el crucero; comenzó a construirse en 1632, experimentando un gran empuje su fábrica a partir de 1644, gracias al legado de la madre Hipólita de San José. Durante este siglo se completó todo el edificio con el claustro, adosado al norte de la iglesia, salvo las celdas, construidas en 1715 a expensas de la madre Josefa del Santísimo Sacramento. El retablo mayor es obra de comienzos del siglo XVIII, con lienzo titular del estilo de Francisco del Plano y otras pinturas de distintas manos de los siglos XVII y XVIII. En la clausura se conserva el lienzo del primitivo altar dedicado a Santa Ana, San Joaquín y la Virgen y otros santos, obra del pintor de Tarazona Gil Jiménez, realizado en 1637. También cabe destacar la imagen sedente de la Virgen con el Niño, románica del siglo XII, un lienzo de las lagrimas de San Pedro, traído de Roma en el siglo XVII y una imagen del Niño Jesús junto a la columna de la flagelación, rococó, así como varias piezas de arte suntuario en maderas finas e incrustaciones.

—Convento de las franciscanas de la Concepción: Fundado en tiempos del obispo de Tarazona D. Hércules Gonzaga. La iglesia, de una nave de tres tramos y cabecera plana con cubierta de crucería estrellada, se construyó a partir de 1541 y fue consagrada en 1546. El coro alto se cierra con celosías gótico-mudéjares. En parte el edificio está asentado sobre las murallas de los siglos XII-XIV y los cuerpos bajos de la torre aprovechan un torreón circular del recinto amurallado. El retablo mayor, barroco, es obra de José Ramírez de Arellano y de su taller, realizada hacia 1757 a expensas de D.ª M.ª Rosa Fernández de Córdoba. También son de destacar los dedicados a San Agustín, San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, con mazonería del siglo XVI y lienzos titulares del siglo XVII; se rematan con pinturas de José Luzán Martínez (siglo XVIII). En la sacristía interior es de señalar la imagen de candelero de la Dolorosa, obra probable de José Ramírez.

—Iglesia de San Vicente Mártir (Hospicio Doz): Fue el noviciado de la Compañía de Jesús que se estableció en Tarazona por expreso deseo de D. Pedro Cerbuna Negro, en 1590. La iglesia es de planta de cruz latina con capillas profundas entre los contrafuertes y tribuna. Se cubre con bóveda de cañón con lunetos y cúpula en el crucero. Parece obra de mediados del siglo XVII, remodelada en el XVIII en la cúpula, coro alto y fachada, al igual que los cuerpos superiores de la torre. El retablo mayor es en general obra manierista de la primera mitad del XVII. Decoran la iglesia numerosos y ricos retablos clasicistas del XVII y rococós del XVIII y destacan la gran tabla de San Vicente Mártir de principios del XVII, antigua titular del retablo mayor, y el lienzo de San Ignacio y San Francisco Javier ante el Niño Jesús, obra firmada por Bernardino Balduino en Roma en 1663.

—Iglesia De La Virgen Del Río: Construida para dar culto a la Virgen del Río, intervinieron en su fábrica el maestro de obras de Tarazona, Pedro Domínguez, quien la concluyó en 1672. Presenta planta de cruz latina con capillas profundas entre los contrafuertes cubiertas con cúpula con linterna, mientras que la nave central se cubre con bóveda de cañón con lunetos y el crucero con cúpula. El retablo mayor es obra barroca de 1675 atribuida a José Serrano. De gran interés son los frisos y pavimentos de azulejo, fechados en 1721.

—Iglesia de San Atilano: Situada en el barrio del Cinto, es un importante edificio barroco de tres naves, crucero y cabecera, cubierta con bóvedas de cañón con lunetos y arista y cúpula gallonada en el crucero. El conjunto es de gran unidad y comenzó a construirse en 1744. Fue consagrado en 1769. En la actualidad carece de culto y se procede a su restauración.

—Ermita de San Juan Bautista: Situada en la salida de la ciudad hacia Ágreda, es obra del siglo XVII que aprovecha una cueva excavada en la roca. Su estado es ruinoso. En su interior, el retablo mayor tiene por titular un lienzo de la Predicación de San Juan Bautista de fines del siglo XVII, del estilo y taller de V. Berdusán, y una imagen de San Juan Bautista, gótica del siglo XV.

—El Crucifijo: es un templete de planta octogonal, situado en la salida de la ciudad hacia Ágreda, construido en ladrillo por el maestro de obras de Tarazona, Pedro Domínguez, en 1660. Cobija un crucifijo de piedra del siglo XVI.

En la capilla mayor del Seminario Nuevo se conserva un retablo manierista de comienzos del siglo XVII, procedente de la capilla del Rosario del claustro de la catedral, con pinturas sobre tabla de santos dominicos y escenas de la vida de la Virgen.

Bibliografía

Sanz Artibucilla, J. M.: Historia de la fidelísima y vencedora ciudad de Tarazona; Madrid, 1929-30. Torralba Soriano, F.: Catedral de Tarazona; Zaragoza, 1954 (2ª, 1974). Canellas López, Ángel: «Tarazona y sus gentes en el siglo XII»; Cuadernos de Historia, J. Zurita, 1963-65, pp. 27-47.

• Música: Por la importante participación desde muy antiguo de esta ciudad en la historia de Aragón y de España, con trascendentales acontecimientos dentro de sus muros, era de esperar que asimismo el desarrollo de la música, estrechamente unida a estos eventos históricos, dentro de la ciudad fuera muy notable, como así lo dejan entrever los relativamente pocos datos que conocemos.

La capilla de música de la catedral, de la que es reflejo su archivo musical, el más importante en España en música religiosa del tiempo de los Reyes Católicos, cuenta con renombrados maestros: Cristóbal de Soria, que en 1516 pasa a la Capilla del Arzobispo de Zaragoza; Juan García de Basurto (1517-1521); Pedro Pérez (1521-1523); Francisco Arnal, invitado a suceder en 1586 a Melchor Robledo en la capilla de La Seo de Zaragoza, rige la de Tarazona desde antes de 1572 hasta 1611; Mateo Calvete (1611-1616); Sebastián Romeo, que viene de Tafalla (Navarra) en 1621 y pasa a Zaragoza en 1636; José Ruiz Samaniego pasa en 1661 también al magisterio de La Seo zaragozana; en 1717 se va al de la catedral de Jaca el maestro Juan Francisco de Sayas, maestro en ésta de Tarazona y autor de un tratado sobre Música canónica, motética y sagrada.

Del ambiente musical de Tarazona probablemente alrededor de esta capilla de música, habla también el hecho de que nacidos y formados en la misma fueran, primero, el celeberrimus Juan de Olorón, maestro en Huesca desde 1561 a 1566; y los maestros Francisco de Silos, maestro en la catedral de Zaragoza desde 1593 a 1632 y Martín de Silos, en la capilla de Las Palmas de Gran Canaria por aquellas mismas fechas.

El primer organista conocido de la catedral es maestre Johannes, «tañedor de órganos», en 1495; otros, Juan de Baylo (1513); Pedro Garijo, muy elogiado por el Cabildo en 1528; cesa en 1552 Francisco Garijo y le sucede un tal Frías, ciego, organista en la catedral de Teruel y que había servido al duque de Calabria; desde 1566 a 1588 ocupa el puesto Jerónimo Aranda, al que sucederá Diego Forniés, quien lo ostenta todavía en 1628; en 1666 lo es Lucas Pujol.

Consta que en Tarazona había órganos en la Concepción ya en 1560, hoy en pie; en la Magdalena había uno del siglo XVII; existen los del siglo XVIII en el Carmen y en la Merced, éste de Silvestre Thomás; en San Francisco hay uno de factura moderna. La catedral llegó a contar con tres órganos grandes y uno pequeño. A través de los tiempos, el cabildo tuvo empeño en tener un órgano nuevo y más grande para su catedral: en 1490, construido por el maestro organero Enric; en 1580 y de nuevo uno más grande en 1601 por Guillaume de Lupe, vecino de Tarazona y con taller organero en la misma; en 1692, por Félix Yoldi; y el actual, de 1787, por Tomás Sánchez. En torno a los mismos trabajan numerosos organeros conocidos en la región aragonesa: Gabriel Vázquez, Gonzalo de Córdoba, Pedro Basurto, un tal Félez, que en 1551 se va a Flandes, dejando en la catedral, esperando volver, «arcas de herramientas y aparejos de su oficio», Damián Puche, Gaudioso de Lupe, Bartolomé Sánchez, Francisco Turull, y otros.

Fecha significativa para la música en Tarazona, como para toda España, era la del Corpus Christi, con su víspera y su octava: danzas, representaciones y cortejos religiosos en los que la música entraba como parte integrante. Las cuentas de 1495 nos hablan de la participación de trece músicos que tañen un aynar, un tambor, dos atabales, dos azamoras, rabeles, trompeta, vihuela y tamborinos. En 1509 se mencionan las representaciones que los infantes o niños de coro hacen la víspera y en el claustro de la catedral, que muchos años más tarde, en 1595 y todavía en 1626 vuelven a ser mencionadas, con intervención en las primeras de añafiles, tamborinos corrientes y otros de cuerdas o chicotenes, charamelas o flautas, rabiquetes o rabeles, atabales, etc., por lo normal en manos de músicos moros de los lugares cercanos de Torrellas, Tórtoles, Trasmoz, Grisén y otros. También se tenían concursos de danzas, de diferentes denominaciones y características. Ángeles y juglares aparecen ya en 1495, y éstos todavía en 1527. En 1529 son los cantores de la catedral quienes representan doce reyes. Un año antes, en 1528, la danza del unicornio resulta vencedora sobre las danzas de los caballos y de los elefantes. Seis eran las danzas en 1598, al parecer representadas por compañías de representantes y ya en el siglo XVII por los infantes o niños de coro de la catedral.

Bibliografía

Calahorra Martínez, P.: Historia de la Música en Aragón; Colec. Aragón, núm. 8, Zaragoza, 1977. Durán Gudiol, A. «Los Maestros de Capilla de la Catedral de Huesca», Argensola, Huesca, 1959. Pero la casi totalidad de estos interesantes datos sobre la música en Tarazona la debemos a la valiosa investigación personal de José-Carlos Escribano Sánchez, miembro activo del Centro de Estudios Turiasonenses. Ascensión Aguerri estudia parcialmente el tema, con relación al turiasonense Guillaume de Lupe.

Fuentes