Veruela

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Veruela
Información sobre la plantilla
Obra Arquitectónica
Sala capitular del Monasterio de Veruela.jpg
Descripción

Veruela El Real Monasterio de Santa María de Veruela es una abadía cisterciense del siglo XII, situada en las cercanías de Vera de Moncayo, en Tarazona y el Moncayo, Zaragoza, Aragón, España.

Enciclopédico

(Hist. Med.) La fundación de este monasterio cisterciense se realizó en 1146 por monjes procedentes del francés de Scala Dei invitados a tal efecto por don Pedro de Atarés. Éste donó para ello los lugares de Veruela y Maderuela, donación que sería confirmada por Ramón Berenguer IV. Con ello Veruela fue el primer monasterio cisterciense de la Corona de Aragón.

Su primer abad fue el francés fray Raimundo Ramón, al que siguieron una serie de abades que ocuparon el cargo de forma vitalicia hasta el siglo XVII; a partir de entonces el puesto se ocupaba durante cuatro años. Según Jerónimo Zurita y Castro, los monjes se trasladaron al nuevo monasterio en 1171. La iglesia se consagró en 1248. Su patrimonio se vio rápidamente ampliado, principalmente gracias a donaciones reales. Ramón Berenguer IV le concedió Monfort, Figueruelas y Alcalá de Moncayo. Sancho III de Castilla y Sancho VI de Navarra también le concedieron diversos privilegios. Alfonso II añadió a estos dominios Vera de Moncayo, El Pozuelo de Aragón, Purujosa y el castillo de Herrera; estos dos últimos lugares los cambió Veruela por Bulbuente. Posteriormente y de diversas formas adquirió Litago, Maleján, la granja de Mazalcoraz, Villamayor (no el actual, en término de Zaragoza) y, a mitad del siglo XV, Ainzón. Además de todos estos lugares tuvieron heredades repartidas por todo Aragón, así como diferentes derechos: de pastos (Talamantes, Tabuenca, Trasobares), de extracción de piedra (Trasmoz), de agua (Añón), etc.

Los habitantes de su señorío tenían prohibido vender las tierras recibidas a vecinos de otros lugares no vasallos del monasterio, o a personas que no fueran de condición servil. Estaban obligados a no dejar de cultivar la tierra más de dos años seguidos y el monasterio conservaba el monopolio de molino, horno y batán. La forma más corriente de los cultivos era la rotación cuatrienal: cáñamo-trigo-lino-otro trigo o cebada. De estos productos recibía el monasterio una parte que oscilaba según el contrato de aparcería entre 1/5 y 1/8. También era muy frecuente el cultivo de la vid y de productos hortícolas, si bien estos últimos predominantemente para el consumo familiar, en cuyo caso no estaban sometidos a pago alguno.

Arte

Guarda todavía Veruela completo su recinto amurallado con arco de entrada, cubos, etc., atribuyéndose al carácter guerrero y defensivo habitual en esos edificios. Estas murallas fueron realizadas por obreros de la región y la entrada principal fue coronada, ya en la primera mitad del siglo XVI, con un cuerpo octógono, pilastras clásicas y apuntamientos platerescos; a un lado de la entrada están las armas de don Hernando de Aragón, al otro las del abad don Lupo Marco. El gran patio de honor tiene a un lado el sencillo palacio abacial y al fondo la fachada de la iglesia, con soberbia portada románica de cinco arquivoltas, que apoyan sobre columnas de las jambas rematadas por hermosos capiteles. La desnuda superficie del muro sobre esa puerta se enriquece con una serie de elementos de decoración puramente arquitectónica, sobre los cuales abre el gran óculo.

El interior de la iglesia es de gran importancia constructiva y espacial, bien conservado, completamente característico del estilo transitivo del románico al gótico y con una interesantísima girola con capillas, muy bien conservadas, adornadas con fina molduración. Junto a la cabecera, tan hermosa y unitaria en su estilo, se ofrecen dos contrastados conjuntos: a un lado la capilla de San Bernardo que estuvo enriquecida con un retablo renacentista y que todavía conserva el sepulcro de alabastro, de finos detalles de puro renacimiento, dedicado a don Lupo Marco ese conjunto se hizo por Pedro Moreto y Bernardo Pérez. Enfrente está la compleja y espectacular portada barroca de entrada a la sacristía.

El claustro está en conjunto bien conservado gótico en su parte baja, en piedra, remontado con la superior, en ladrillo, de concepto y decoración plateresca. En uno de los costados del claustro está la sala capitular, realización semejante a las de tantos monasterios de este tipo, pero que aquí ofrece aún una más severa aspereza y mayor simplicidad, conservando magníficos enterramientos, entre los cuales el de don Lope Jiménez conserva notabilísimos restos de pintura con interferencias de elementos moriscos.

El escriptorio es una robusta estancia de singular belleza y que ha sido recientemente restaurada devolviéndole su aspecto primitivo. También ha sido restaurado el gran refectorio que ofrece, claramente, dos épocas: una la parte inferior, de tono románico realizada en piedra, para rematar en lo alto en una obra más esbelta, gótica, en ladrillo, con bóvedas estrelladas muy efectistas; la nobleza de este espacio es verdaderamente singular. También ha sido restaurada, devolviendo al espacio su enorme amplitud y severa traza, la antigua cillería.

Entre reformas posteriores se conserva la cocina, a la que será factible devolver su primitivo aspecto. Van apareciendo en catas partes de los antiguos muros. Y queda, prácticamente intacto, el que fue gran dormitorio, tardío, en la planta alta con espectaculares bóvedas. Quedan también en perfecto uso gran número de dependencias y claustros construidos en los siglos XVII y XVIII (y aun en épocas más recientes), así como la gran escalera que, evidentemente, ha sido rehecha en varios momentos. Y próxima a ella la evocación de la que fue celda de residencia de los Bécquer en Veruela.

Interesa citar también aquí como pieza importante la escultura de la Virgen con el Niño, obra del gran escultor Juan de Juni, pieza inusitada en las tierras de Aragón.

Fuentes