Diferencia entre revisiones de «William Wladimir Cumbajín Bautista»

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Y es que, al igual que el inteligente y complejo Harold Shipman, este  primitivo asesino de inteligencia mediocre, gozaba también del  sentimiento de poder que le inspiraba tener en sus manos la vida de la  víctima, por lo que afirmó:
  
 
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última versión al 09:11 30 sep 2014

William Wladimir Cumbajín Bautista
Información sobre la plantilla
Nacimiento1971
Quito, Ecuador
Conocido porEl Asesino de los Matorrales.

William Wladimir Cumbajín Bautista, llamado el “Asesino de los Matorrales”, fue un brutal asesino de mendigas, que ataba a sus víctimas para después violarlas, torturarlas, extirparles los genitales y dejarlas tiradas en sitios apartados.

Síntesis biográfica

Infancia

Nacido en 1971 en Quito, en el seno de un hogar pobre, desestructurado y disfuncional. Perdió a su padre siendo poco más que un bebé,y sufrió de los maltratos de su madre parapléjica, pero alcohólica y drogadicta. Recibió una escolarización elemental e incompleta, sufrió abandono posteriormente por lo que se vio obligado a vivir en las calles, donde mendigaba o vendía caramelos y flores en las plazas y portales del centro de Quito.

Dormía en construcciones abandonadas y túneles de las avenidas del sur de Quito, y juntarse con otros jóvenes para sobrevivir a los ataques de abusadores, con muy malas compañías terminó consumiendo drogas, la violencia, el alcohol y la delincuencia ocasional, al punto de que casi todas las cosas que tenía eran robadas, y por ello, antes de que empezara sus asesinatos, tenía cuatro detenciones por robo a mano armada.

En la escena del crimen

William tenía como espacio delictivo al centro y al sur de Quito, zonas ambas de gran concurrencia, flujo turístico y actividad comercial; pero, por la noche, espacios propicios para la delincuencia menor, siendo habituales los robos de carteras y otros bienes personales.

De noche también el centro y sur de Quito solían llenarse de mendigos, que formaban parte del paisaje habitual nocturno y podían verse tirados junto a los monumentos históricos, durmiendo en cartones o buscando alguna cosa para comer en medio de los tachos de basura. Pero aquellos no eran los únicos espacios en que William se movía, pues cerca de las mencionadas zonas yacían, cerca de poco transitadas autopistas, quebradas no iluminadas y terrenos baldíos con espeso follaje y altos matorrales, en los que casi nadie se adentraba, y mendigos y drogadictos empleaban para pernoctar y delinquir.

Víctimas

William comenzó buscando a sus víctimas entre las indigentes y vendedoras ambulantes . Estas eran mujeres desvalidas que por lo general padecían problemas de salud física o mental, tenían entre 20 y 30 años (exceptuando dos víctimas), poseían muy escasa higiene, educación nula o casi nula, baja estatura (por ser casi todas de raza aborigen) y, pese a su desconfianza hacia cualquiera que no fuera de su condición social (incluso tratándose de gente del gobierno o de instituciones de caridad), guardaban una potencial ingenuidad hacia aquellos con quienes podían sentirse identificadas en virtud de una compartida miseria material.

Este era el tipo de mujeres que le conocían, se fiaban de su falsa amabilidad y sus tentadoras propuestas, y accedían a seguirlo a espacios aislados donde eran violadas, torturadas y asesinadas, en la forma en que más adelante se detallará. A estas mujeres William les hacía conversa, las seducía, les ofrecía mantenerlas económicamente o alguna otra cosa a cambio de que accedan a tener sexo con él en algún lugar apartado.

Con muchas de las víctimas el asesino comió antes de matarlas y, misteriosamente según se supo tras los interrogatorios, el asesino decía que casi todas sus víctimas se llamaban “Blanca” y tenían 27 años. Aquí debe tenerse en cuenta que él fingía estar loco y poseído por espíritus, de modo que lo de “Blanca” de 27 años debía ser parte de sus jugadas de manipulación; pero, como bien señalaron los psiquiatras, en el fondo era un dato importante porque, aunque fuese algo surgido en el marco de la mentira deliberada, indicaba asociaciones inconscientes que señalaban la búsqueda de una víctima arquetipica y simbólica en sus víctimas reales y concretas.

Modus operandi

El modus operandi de william consistía en ganarse la confianza de la víctima y hacerle ofrecimientos como seguridad, comida, estabilidad económica a cambio de favores carnales, se iba a un lugar apartado con la víctima y allí, presa de sus impulsos sádicos y su ansiedad sexual, la agredia, la dominaba, le ataba las piernas a la altura de los tobillos y contra los matorrales, la colocaba en posición ginecológica, la violaba y, usualmente la torturaba y mutilaba y hasta extrajo los genitales de algunas antes, finalmente las mataba con sus propias manos, con cuerdas, ropa de la víctima o alguna otra cosa que improvisadamente pudiera emplear como instrumento de ejecución.

Era un verdadero sádico, que describió aquellos momentos de crueldad como:

“algo magnificente e indescriptible”.

Y es que, al igual que el inteligente y complejo Harold Shipman, este primitivo asesino de inteligencia mediocre, gozaba también del sentimiento de poder que le inspiraba tener en sus manos la vida de la víctima, por lo que afirmó:

“era un placer que no tiene explicación, mi poder, tener en mis manos la víctima”.

Según diagnosticaron los psiquiatras, a nivel interno, durante la consecución de los crímenes el asesino se mostraba primeramente lúcido y consciente, pero con cierto temor, ofuscación, y ansiosa y violenta búsqueda de la satisfacción de la pulsión sexual, cosas estas que después iban cediendo paso a una disminución paulatina de la conciencia, causada por el aumento del arrebato emocional, la excitación y el deseo por dominar, someter, y torturar, pulsiones estas que alcanzaban su cúspide en el momento en que el asesino, extrayendo manualmente los genitales de las víctimas, sentía el latir de la carne y el calor y la humedad de la sangre en sus manos, llegando a experimentar lo que los especialistas denominaron un “paroxismo con sentimientos místicos y de poder sobre la vida”.

De ese modo, tras acabar sus atrocidades, William, siguiendo el patrón del asesino desorganizado, dejaba los cadáveres allí, sin preocuparse por borrar evidencias o sacar de escena al cadáver, tomando las únicas precauciones de asesinar en lugares apartados y a horas poco concurridas. Bajo ese patrón, dejó cuerpos en lugares donde luego, con la llegada del día, sus crímenes se harían visibles. Es decir que, pese a que deseaba evitar ser capturado al cometer sus crímenes de noche, a la vez deseaba dar a conocer sus crímenes, al menos según la opinión del criminalista Carlos Echeverría y el psicólogo Bruno Stornaido. Por esa actitud, los cadáveres aparecieron cerca de la Universidad Central, en San Roque, en la quebrada del Río Machángara y en el bosque de Oyacoto.

Fuentes