Ana Betancourt

Ana Betancourt
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Patriota cubana, defensora de los derechos de la mujer.
NombreAna María de la Soledad Betancourt Agramonte
Nacimiento14 de diciembre de 1832
Puerto Príncipe, Camagüey, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento7 de febrero de 1901
Madrid, Bandera de España España
Ana María Betancourt. Destacada independentista cubana. Patriota insigne de la ciudad de Camagüey. Proclamó la redención de la mujer cubana en la Asamblea de Guáimaro.

Más allá de Guáimaro pocos conocen la intensidad y la dureza de su vida, pues ella fue una de esas mujeres que trascendió su época por la propia acción de sus actos.

Datos biográficos

Nació en Puerto Príncipe, Camagüey, el 14 de diciembre de 1832. Esposa del Coronel Ignacio Mora Pera, con quien contrajo nupcias el 17 de agosto de 1854.

Ana Betancourt nació en un mundo legitimado por la servidumbre del sexo débil. Por aquellos tiempos, década del 30 del siglo XIX, el famoso novelista Honoré de Balzac expresó que la mujer
“es una propiedad que se adquiere por contrato; un bien mueble; porque la posesión vale título; en fin, hablando propiamente, la mujer no es más que un anexo del hombre”

En ese sentido la suerte le sonrió a Ana, pues contrajo nupcias con Ignacio Mora, un joven bien diferente al escritor francés. A su lado, la camagüeyana comenzó a emanciparse y a desprenderse de todo vestigio de ignorancia. Ignacio quería una esposa cultivada, por eso le enseñó gramática, historia e idiomas. Su educación incluyó lecturas políticas y revolucionarias con el propósito de formar en ella un sentimiento de amor a la Patria. El matrimonio no pudo concebir hijos, sin embargo, lograron un vínculo tan fuerte que trascendió la vida misma.

La pareja tenía 14 años de casados, cuando Ignacio Mora se alzó con otros 75 camagüeyanos el 4 de noviembre de 1868, en Las Clavellinas. Comenta Ana que antes de despedirse su esposo le dijo:
“Los acontecimientos que van a desenvolverse pueden sernos fatales. Lo que tengo en perspectiva es, o una bala en el campo, o el patíbulo en la ciudad [...] debes considerarte viuda desde hoy, para que así te sea menos dolorosa la noticia de mi muerte”.
“Y muerto tú -expresó Ana- ¿qué haré yo sola en el mundo? Úneme a tu destino, empléame en algo, pues como tú, deseo consagrarle mi vida a mi Patria”
Luego de agradecerle por la comprensión se despidió Ignacio y partió rumbo a la manigua.

Una mujer en Guáimaro

En Guáimaro se encaminaría la futura República en Armas y hasta allí se dirigió la amada pareja, unida con anterioridad por los azares de la guerra. Ana Betancourt ni Ignacio Mora participaron en la Asamblea Constituyente, pues no formaban parte del grupo de los 15 diputados electos para la ocasión. Sin embargo, al terminar las sesiones de debates, en un mitin popular, la camagüeyana reclamó los derechos de las féminas.

“Ciudadanos: La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime, en que una Revolución justa rompe el yugo y le desata las alas […] aquí todo era esclavo; la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. ¡Llegó el momento de libertar a la mujer!”.
Ana Betancourt
Escuchó estas palabras Carlos Manuel de Céspedes y luego de acercarse a la patriota le afirmó:
“El historiador cubano al escribir sobre este día dirá cómo usted, adelantándose a su tiempo, pidió la emancipación de la mujer”.
Años después, José Martí, con su inigualable poética redactó lo siguiente:
“Al caer la noche, cuando el entusiasmo no cabe en las casas, en la plaza es la cita, y una mesa la tribuna: todo es amor y fuerza la palabra; se aspira a lo mayor y se sienten bríos para asegurarlo; la elocuencia es arenga, y en el noble tumulto, una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana”.

Suplicio

El 9 de julio de 1871 un grupo de 50 guerrilleros cubanos sorprendieron al matrimonio en un rancho en los montes de la Rosalía del Chorrillo. Una delación propició el sitio exacto donde se encontraban. Corrieron hacia la manigua, pero el reumatismo punzaba con ahínco en la rodilla de Ana. Rogó a su esposo que la dejara, pues si la encontraban sola no le harían daño, mas si él se quedaba ambos morirían y de seguro ella sería violada solo para verlo impotente.

En pocos minutos se despidieron. Jamás la pareja se volvería a ver. Así lo quiso el destino. Las fuerzas colonialistas llevaron a Ana hasta las sabanas de Jobabo y durante tres meses a la intemperie la utilizaron como cebo para capturar a Ignacio Mora.

A la valerosa mujer le pidieron escribir a su cónyuge para que este se presentara a cambio de su vida.
“Era incapaz de aconsejarle a un esposo que cometiese una acción indigna y degradante. En cuestión de honor todo término medio me parecía deshonroso. Que los hombres de la clase de Ignacio y de sus principios no se deshonraban jamás”. Contestó Ana.
Estuvo varios días amarrada a una ceiba y soportó un simulacro de fusilamiento por más de un cuarto de hora.
“Se propaló la voz de que iban a fusilarme. En efecto, a las cuatro de la madrugada se presentó el centinela y me intimó la orden de seguirle a la fortaleza. Como no podía andar, le pedí me llevase del brazo, y apoyada en él atravesé el trayecto que separaba el rancho del fuerte. Ya en la entrada, me dejó el centinela sola y fue a darle aviso al jefe. Tanta era mi indignación al ver vejada así mi dignidad de señora, que ansiaba el momento de la ejecución para probarles que en Cuba hasta las mujeres sabíamos despreciar la muerte”, anotó Ana en sus memorias.

Acompañada por otras familias insurrectas, Ana permaneció prisionera al aire libre. De los españoles no recibió comida, ropa, medicinas ni alojamiento. De ellos solo podía esperar insultos y malos tratos. Vivió algún tiempo de limosnas y de los cuidados de una familia de apellido Núñez. Durante su cautiverio sufrió los pesares de la guerra y la soledad. Miles de ancianos, niños, mujeres y hombres morían en aquella prisión sin barreras víctimas del tifus y de la insalubridad.

Ana pudo escapar de este destino gracias a la ayuda de su hermana, quien le mandó seis onzas españolas, para sobornar a un guardia, y una carta donde le escribía la dirección de la familia Horstman, radicada en La Habana.

Fuga y exilio

El 9 de octubre de 1871, habiendo enfermado de tifus, logró deshacerse de sus captores y dirigirse a La Habana, desde donde salió hacia México. Poco después se radicó en Nueva York.

En 1872 visitó al presidente de EUA, Ulises Grant, para que intercediera a favor del indulto de los estudiantes de medicina presos por los sucesos de noviembre de 1871. En ese mismo año pasó a residir en Kingston, Jamaica, donde en noviembre de 1875 recibió la noticia del fusilamiento de su esposo.

En 1882 regresó a Nueva York y en 1889 marchó a España. En junio de ese año comenzó a copiar el diario de Ignacio que se mantenía en posesión del general brigada español Juan Ampudia.

Muerte

Murió a las tres de la tarde con 30 minutos hora de Madrid. Al juez municipal se le notificó que la fallecida era natural de Puerto Príncipe, Cuba, y viuda del coronel del Ejército Libertador Ignacio Mora de la Pera. Nada extraordinario para un funcionario español.La efímera caravana mortuoria, compuesta por unos cuantos amigos, recorrió las frígidas calles en busca del cementerio de la Sacramental de San Justo.

Era el 8 de febrero de 1901 cuando descansó su cuerpo inerte. Una bronconeumonía le arrebató el deseo de retornar a la Patria. Ana Betancourt Agramonte jamás se escondió detrás de un hombre. Pocas veces se le vio zurciendo las costumbres patriarcales. Sin embargo, la camagüeyana, pese a su fortaleza espiritual, sintió como nadie las desesperanzas de la vida, la crudeza de la guerra y la amarga compañía de la soledad.

En ocasiones, la historia prescinde del hombre que habita en el héroe o de las lágrimas desprendidas por una heroína. Nada más nefasto para separar lo inherente: el legado de una gran persona que quiere cambiar su época.

Sus restos fueron trasladados a La Habana y luego Guáimaro, donde reposan actualmente.[1]

Referencias

  1. Nace Ana Betancourt, patriota camagüeyana. Disponible en: http://www.radiobayamo.icrt.cu/efemeride/nace-ana-betancourt-patriota-camagueyana/. Consultado el 2 de febrero de 2015

Fuentes

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