Ana María Huarte

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Ana María Huarte
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Emperatriz de México
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Nombre real de Huarte y Muñiz, Ana María Josefa Ramona
Nacimiento 17 de enero de 1786
villa de Valladolid
(hoy Morelia),
estado de Michoacán,
virreinato de Nueva España
(actual México),
Reino de España Bandera del Imperio Español
Fallecimiento 21 de marzo de 1861 (75 años)
ciudad de Filadelfia,
estado de Pensilvania,
Estados Unidos Bandera de los Estados Unidos de América
Entierro Filadelfia
Heredero Agustín de Iturbide y Green
Cónyuge/s Agustín de Iturbide
Casa Real Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaíso
Padre Isidro Huarte
Madre Ana Manuela Muñiz Sánchez de Tagle


Ana María Huarte (Michoacán, 17 de enero de 1786 - Filadelfia, 21 de marzo de 1861) fue una aristócrata criolla de la Nueva España, que se convirtió en “emperatriz de México” cuando fue proclamado su esposo el emperador Agustín I, en 1822.

Síntesis biográfica

Ana María Huarte Muñiz era hija de Isidro Huarte (1744-1824), un importante empresario de origen navarro que había logrado hacer fortuna en México gracias a la explotación de los indígenas mexicanos y los negros africanos. En México también protagonizaría una relevante carrera política, y de la segunda esposa de este, Ana Manuela Muñiz Sánchez (1749-1800), mexicana de Durango y miembro de una de las familias más acaudaladas e influyentes de la zona.

Como era costumbre en las familias de “rancio abolengo” en Nueva España (México), la pequeña Ana María Huarte fue educada según los estándares europeos. En su exilio en Estados Unidos se supo que no había aprendido ningún idioma ―como ella había hecho creer a sus súbditos mexicanos― y siendo instruida en el protocolo más estricto. Su paso por el prestigioso Colegio de Santa María no pasó desapercibido para sus profesores, quienes pronto descubrirían en ella a una niña de gran inteligencia y con un especial talento para la música, pasión que la acompañaría toda su vida. Con la llegada de la juventud, Ana María Huarte se convertiría en una muchacha de llamativa belleza y con una personalidad arrolladora. En poco tiempo, de hecho, se convertiría en una de las atracciones de la alta sociedad de la ciudad, dejando prendados a no pocos hombres. Uno de ellos sería de hecho su futuro marido, Agustín de Iturbide.

Amor a primera vista

Si bien sus padres habían nacido en México, toda la familia de Agustín de Iturbide era oriunda de Guipúzcoa. Pese a que los Iturbide se dedicaban a prósperos negocios, el futuro emperador descubre muy pronto su vocación militar, alistándose al ejército siendo apenas un adolescente. Todas las crónicas apuntan a que entre ambos jóvenes se produjo un auténtico flechazo y que en poco tiempo ya discutían sobre un posible enlace matrimonial. Éste llegaría, tras la aprobación de las dos familias que no pusieron ningún a una relación que al fin y al cabo unía a dos de las familias más prominentes de Nueva España, el 27 de febrero de 1805 en la Catedral de Valladolid (actual Morelia), contando el novio veintidós años y la novia diecinueve. En la sociedad mexicana de la época se destacó sobre todo la gran dote que Ana María Huarte incorporó al matrimonio ―se habla que superaría los cien mil pesos de la época, una cifra astronómica― que les serviría para adquirir una espectacular finca en Maravatío, donde se instalarían recién casados.

Los primeros años de matrimonio fueron de gran felicidad. Poco a poco, Ana María Huarte y Agustín de Iturbide irían formando una gran familia, formada por un total de diez hijos ―el primero, Agustín (1807-1866) y, el último, Agustín Cosme (1824-1873)―. Asimismo, y gracias sobre todo a la familia de Ana María, la economía de la pareja estaba totalmente saneada. Sin embargo, los continuos viajes de Agustín de Iturbide, quien, como oficial del ejército, estaba obligado a pasar temporadas en diversas campañas militares, comenzaron a hacer mella en el matrimonio. A ello hay que unir el hecho de que Iturbide, progresivamente, fue politizándose, hasta el punto de convertirse en uno de los líderes de los opositores al régimen colonial español. Cuando la llamada Guerra de Independencia dio comienzo en 1810 no fue extraño pues que Agustín fuera uno de los cabecillas de la rebelión contra la metrópolis.

Pese a que Ana María Huarte apoyaba a su marido en su carrera política, su presencia pública era en estos momentos muy discreta, prefiriendo dedicarse a la educación de sus hijos y a sus aficiones, especialmente la literatura y la música. Varias fuentes apuntan a que Agustín comenzó en estos años a llevar una vida disoluta, pero Ana María Huarte haría oídos sordos a los rumores y siempre se mantendría leal a su marido, al que admiraba como militar y como político.

Los primeros “emperadores” de México

Tras el largo conflicto bélico con España y con los llamados realistas, mexicanos que defendían los postulados de la monarquía hispánica, el 24 de febrero de 1821 es declarada la independencia del Imperio mexicano, siendo Agustín de Iturbide uno de sus principales valedores. Un año después, tras innumerables intrigas y tensiones entre los diferentes grupos políticos, Agustín era proclamado primer emperador de México por el congreso del país. La ceremonia de investidura, por la que Ana María Huarte se convertía asimismo en “emperatriz”, se celebró el 21 de julio de 1822 en la Basílica de Santa María de Guadalupe de la capital azteca. Los nuevos Jefes de Estado se instalaron en el Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaíso.

Ana María se hizo acompañar de una dama principal, siete damas, nueve damas honorarias, siete damas de cámara; además tenía a su servicio encargadas de guardarropa, el médico y las sirvientas. A los príncipes se les asignaron guardianas, tutores e institutrices.

Al momento de la coronación, Iturbide había abandonado su vida Huarte, pero por razones políticas tuvo que reconciliarse con ella. Iturbide tenía muy mal carácter y la fama de ser mujeriego. Era afecto a asistir a fiestas y francachelas, donde se cuenta que así conoció a la célebre Güera Rodríguez (María Ignacia Rodríguez), quien despertó en él una pasión que lo orilló a derrochar la mayor parte de su fortuna.

Ana María Huarte vivía en una gran depresión y encontraba consuelo en la comida: era adicta a los dulces de leche con nuez, que la hacían evocar sus recuerdos de infancia.

El exilio en Estados Unidos

Agustín de Iturbide fue derrocado y fusilado.

Desolada y humillada, Ana María, embarazada de su último hijo, abandonó México, después de recibir la autorización del Congreso mexicano, que le concedió además una abultada pensión con la condición de que descartase cualquier estratagema para recuperar el poder para ella o sus hijos en el futuro.

Con su inmensa fortuna, la “emperatriz” viuda y sus hijos se instalaron en Estados Unidos. En Nueva Orleans nació su último hijo, Agustín Cosme. Después residieron en Baltimore y finalmente en una pequeña casa en Georgetown, a las afueras de la ciudad de Washington. Sus hijos se fueron alejando para estudiar en carísimos colegios de Europa. Ana María y sus hijas Juana y María de Jesús se instalaron en una mansión que compraron en Filadelfia

Ana María Huarte, rompiendo la promesa por la que aceptó la pensión del Gobierno mexicano, intentó promocionar a sus hijos varones adultos como posibles mandatarios mexicanos, pero ya su influencia en tierras aztecas era nula.

Muerte

Ana María Huarte, que en los últimos años de su vida se entregó con fervor a la religión, falleció el 21 de marzo de 1861 en la mansión de su propiedad en la ciudad de Filadelfia, a la edad de 75 años.

Sus restos mortales descansan sin ningún tipo de honores en la Iglesia de San Juan Evangelista de Filadelfia, lejos de los de su marido, que se encuentran en la Catedral Metropolitana de México.

Fuentes