Antístenes de Atenas

Antístenes
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Filósofo griego, fundador de la escuela cínica
NombreAntístenes de Atenas
NacimientoAño 444 a.c
Atenas
FallecimientoAño 365 a. c

Antístenes de Atenas. Filósofo griego. Discípulo de Sócrates, fundador de la denominada escuela cínica desarrolló las ideas socráticas y consideró únicamente como verdadero el conocimiento de lo singular. Sometió a crítica la doctrina de Platón sobre las ideas (como conceptos generales de existencia independiente) y afirmaba el ser tan sólo de las cosas singulares. No obstante, tenían aún mayor importancia la crítica –según los principios de la escuela cínica– que hizo de la civilización con todos sus resultados, el llamamiento a que el hombre limitara sus necesidades a lo más indispensable, el desprecio por los estamentos y diferencias de clase y la consiguiente unión con los elementos democráticos de la sociedad de aquel tiempo (Cínicos).[1]

Síntesis biográfica

Nació en Atenas en el año 444 a.c, de padres tracios, su condición de meteco (extranjero), lo cual lo afectó toda su vida.

Estudios

Estudió retórica bajo Gorgias, Hipias de Élide y Pródico de Ceos y se inició en los misterios órficos. Luego de conocer a Sócrates, se convirtió en su discípulo.

Muerte

Muere en el año 365 antes de nuestra era.

Curiosidades

  • Según relata Platón en el diálogo Fedón, fue uno de los que acompañaron a Sócrates en la celda en el momento de su muerte.
  • Admiraba de Sócrates la independencia de criterio y el desinterés por la riqueza y las posesiones materiales.
  • Quizá el haber presenciado los últimos momentos de Sócrates y el haber sido testigo de su tranquilidad y entereza frente a la muerte le hayan inspirado el concepto de ataraxia (imperturbabilidad, indiferencia ante las pasiones).
  • Vestía un manto, un zurrón y un bastón, como lo harían después todos los cínicos. Para liberarse de toda atadura, no tomaba nada que no pudiese llevar consigo.

Filosofía

Sus enseñanzas eran las de un sofista, con la diferencia de que no consideraba a la disputa una preparación para la formación intelectual sino una preparación para la vida virtuosa.

Afirmaba que sólo existe lo individual, oponiéndose explícitamente a la Teoría de las Ideas de Platón. Una vez dijo: «Mi querido Platón, yo veo bien un caballo, pero no veo una caballeidad.», a lo que Platón respondió:

«Claro, porque tú tienes ojos, pero no entendimiento.»

Su postura puede denominarse nominalista ya que —según él— el conocimiento sólo puede llegar a nombrar lo individual pero no debe adentrarse en el terreno del juicio.

Entendía por "virtud" a la conformidad con la naturaleza. La virtud era entonces un saber, pero un saber vivir, no un conocimiento puramente teórico. La virtud, que permite alcanzar la felicidad, consiste en la autarquía, el dominio de sí, el desapego por todo bien material y por toda necesidad superflua o artificia.

Confiaba en el ser humano individual, no en las instituciones. Por eso predicaba la vuelta a la naturaleza, en oposición a la domesticación social.

Las leyes establecidas, las convenciones sociales no eran para este sabio, que como todos los cínicos despreciaba las normas, las instituciones, las costumbres y todo lo que representa una atadura para el hombre.

El objetivo es alcanzar la felicidad y esto se consigue si uno depende solo de sí mismo. Lo fundamental para el cínico es la autarquía, es decir la independencia de todo condicionamiento exterior, la autosuficiencia, que puede aprenderse pero que requiere un esfuerzo.

Antístenes pone como ejemplo al héroe Heracles (Hércules). Atrás queda todo aquello que considera que ya no le pertenece al sabio, la familia, el dinero, la fama y sobre todo sus antiguos pensamientos.

Obras

Antístenes escribió numerosos libros y una serie de diálogos en los que Sócrates era el protagonista, pero ninguno ha llegado hasta nosotros. Diógenes Laercio agrupó sus escritos en diez volúmenes, de todo lo cual se conservan tan sólo dos fragmentos.

Referencias

  1. Rosental M. y P. Iudin. Diccionario Filosófico. Ediciones Universo, Argentina, 1973, p. 18.

Fuentes