Cátulo Castillo

Cátulo Castillo
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NombreCátulo Castillo
Nacimiento6 de agosto de 1906
Buenos Aires, Argentina
Fallecimiento19 de octubre de 1975
Buenos Aires, Argentina
NacionalidadArgentina
OcupaciónPoeta, letrista, compositor y director
PadresJosé González Castillo

Cátulo Castillo. Poeta, letrista, compositor y director argentino.

Síntesis biográfica

Cátulo Castillo, poeta, letrista, compositor y director que nace el 6 de agosto de 1906 en Buenos Aires, Argentina.

Trayectoria

Recorre con sus letras los temas que siempre obsesionan al tango: la dolorosa nostalgia por lo perdido, los sufrimientos del amor y la degradación de la vida. No tiene en cambio espacio para el humor ni para el trazo despreocupado, y tampoco para el énfasis rítmico de la milonga. La palabra último figura en varios de sus títulos, como dando testimonio de ese desfile de adioses que atraviesan sus letras, donde hay siempre compasión por quienes padecen y un frecuente recurso al alcohol como fuga. Cátulo no se da, como letrista, un perfil definido, en lo cual se parece más a Enrique Cadícamo que a Homero Manzi. No alcanza a menudo la calidad poética de éste ni el lacerante poder de observación de Enrique Santos Discépolo, pero enaltece al género con una obra vasta e influyente, siendo notable su aporte como compositor.

Aunque su obra de músico no sea la que nos ocupa en esta semblanza, es justo recordar que, en su juventud, Cátulo concibe páginas de gran hermosura, varias de las cuales llevan letra de su padre, José González Castillo, talentoso comediógrafo y dramaturgo de ideas anarquistas, que hasta debe exiliarse por unos años en Chile, llevando a su pequeño hijo, para escapar de la represión. Tangos como el imperecedero “Organito de la tarde” (que concibe cuando conta 17 años), “El aguacero (Canción de la Pampa)”, “Papel picado”, “El circo se va” y “Silbando” (en colaboración con Sebastián Piana) dan cuenta del único caso de semejante comunión creadora entre padre e hijo en la historia del género. Con otros letristas escribe páginas trascendentes, como “La violeta”, con el poeta Nicolás Olivari; “Corazón de papel”, con Alberto José Vicente Franco, o “Viejo ciego”, con Manzi (y en colaboración con Piana), entre otras. Un dato asombroso es que Cátulo haya podido ser, al mismo tiempo que inspirado músico y poeta, un boxeador de renombre, que llega a conquistar el título de campeón argentino de peso pluma.

El compromiso político con los explotados inspira una de sus obras tempranas, “Caminito del taller”. Ese tango, que Carlos Gardel graba en 1925, le pertenece a Cátulo en letra y música. Describe en él, con enorme sensibilidad, el triste destino de una costurerita enferma, a la que observa pasar rumbo al trabajo en las mañanas invernales con su fardo de ropas. Así como crea con ésta una composición clave dentro del tango de protesta social, Cátulo aportaría obras emblemáticas para otras tesituras.

Tal el caso de “Tinta roja”, de 1941, con música de Piana, donde se funden en la añoranza el barrio y la propia infancia. «¿Dónde estará mi arrabal? ¿Quién se llevó mi niñez?», pregunta su protagonista. De ese mismo año, y de la misma pareja autoral, es “Caserón de tejas”, un hermoso vals que llora las mismas pérdidas y, dentro del repertorio de compás ternario, es también una obra sobresaliente.

De otro carácter es “María”, con música de Aníbal Troilo, creado en 1945. Poema intensamente romántico, que evoca un amor encerrado entre dos otoños, puede ser elegido para representar toda aquella corriente sentimental que bañó al tango durante la década de los 40, con influencia del bolero y con el papel protagónico del cantor de orquesta, que seducía al público femenino con su voz, sus temas y su estampa. Aunque el amor sigue siendo fuente de penas y sinsabores, ya no hay en estas historias perversidad ni traiciones. Su lugar suele tomarlo el misterio: «Un otoño te fuiste, tu nombre es María, y nunca supe nada de tu rumbo infeliz...», versea Cátulo.

Aunque haya sido un letrista decisivo en aquellos años, el liderazgo poético del género lo alcanzaría recién en la década del 50. Es preciso recordar que en 1951 muere Discépolo y Manzi, que Cadícamo había reducido mucho su producción, como ocurre con José María Contursi, y que sólo [[Homero Expósitov, entre los máximos nombres de las letras tangueras, intenta renovarse a sí mismo, aunque su mejor inspiración ya había pasado. Claramente ,es Castillo quien domina el panorama y tiene el mérito de abrir nuevos caminos, que sin embargo se irían borroneando con la declinación que sufre el tango desde finales de aquella década. Por otro lado, los vanguardistas, con la magna excepción de Astor Piazzolla, concentraba su interés en el tango instrumental.

Aunque Cátulo sigue escribiendo en la línea evocativa, con tangos como “Patio mío”, “El patio de la Morocha” o “El último farol”, lo mejor de su nueva producción no está ahí. Cerca ya de sus cincuenta años, sus letras comienzan a expresar una actitud desesperada ante la vida. Es con esos tangos de la desesperación, impregnados de sensualidad y de filosofía, que construye el último apogeo poético del género, irguiéndose por encima de sus contemporáneos. “La última curda”, de 1956, con música de Aníbal Troilo, es probablemente el tango cantado más trascendente de esa década. Como había hecho Manzi en 1950 en “Che bandoneón” y otros letristas en tantas otras piezas anteriores, Castillo dialoga con ese fuelle de «eco funeral» donde residen los secretos del tango y de la existencia. Olvido, condena, fracaso, alcohol, aturdimiento son los elementos de esa conversación sombría, que define a la vida como «una herida absurda». Las versiones iniciales que graba el cantor Edmundo Rivero, en 1956 con Troilo y en 1957 con Horacio Salgán, son de una rara perfección. Una lectura diferente pero asimismo memorable es la registrada en 1963 por Roberto Goyeneche, con Troilo.

Otros tangos fundamentales de aquella etapa son “Una canción” 1953, con música de Troilo; “Anoche” 1954, con Armando Pontier, y “Perdóname” 1954, con Héctor Stamponi, tres obras mayúsculas que motivan excelentes versiones (por voces tan destacadas como las de Alberto Marino, Horacio Deval, Charlo, Jorge Casal, Pablo Moreno u Oscar Alonso, entre otras). El drama de los inmigrantes [[Italianos le inspira piezas de gran relieve, como “Domani” 1951, con Carlos Viván, y “La cantina” 1954, con Troilo. Ya en los años 60 forja importantes éxitos con el áspero “Desencuentro” 1962, con Troilo, y el más convencional “El último café”, con Stamponi.

Con estas menciones no se agota la extensa obra creativa de Cátulo Castillo. Para evitar que queden innombrados en esta semblanza, citamos otro número de excelentes tangos con los que enriquece los mejores repertorios: “Se muere de amor”con Pedro Maffia, “Color de barro” Anselmo Aieta, “Dinero, dinero” y “Malva” Enrique Delfino, “La madrugada” Ángel Maffia, “Te llama mi violín” Elvino Vardaro, “Una vez” Osvaldo Pugliese, “Naná” Emilio Barbato, “Para qué te quiero tanto” Juan Larenza, “Rincones de París” y “Volvió a llover” Osmar Maderna, “Burbujas” Carlos Figari, “Maleza” Enrique Munné, “Pobre Fanfán” Delfino/Barbato, “Ventanal” Atilio Stampone, “Tango sin letra” Venancio Clauso y “Sin ella” Charlo. La amplia y sobresaliente nómina de compositores con los que colaboró confirma el compromiso de Cátulo con el mejor tango.

Muerte

Cátulo Castillo fallece el 4 de noviembre de 1961.

Fuentes