Carlos Quijano

Revisión del 13:12 19 jun 2019 de Elsita ciget.ltu (discusión | contribuciones) (Síntesis biográfica)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Carlos Quijano
Información sobre la plantilla
Cquijano.jpg
Locutor
NombreCarlos Quijano
Nacimiento21 de marzo del 1900
Montevideo, Bandera de Uruguay Uruguay
Fallecimiento10 de junio del 1984
Bandera de los Estados Unidos Mexicanos México
NacionalidadUruguayo
CiudadaníaMexicana
Alma materUniversidad de la República Oriental del Uruguay
OcupaciónAbogado, Político, Ensayista y Periodista Uruguayo

Carlos Quijano. Fue un periodista y político uruguayo. Auténticamente una vida en el siglo y su pensamiento el que, acaso con mayor hondura, marcó al menos a tres generaciones en este Uruguay que tanto lo desvelara y cuyos avatares siguió (y hasta profetizó, en la medida en que es profetizable la historia), lúcidamente, muchas veces solo y a contracorriente.

Puede afirmarse que nada de importancia acaeció en Uruguay en los años que corren entre (1917) y (1984) que no tuviera en Quijano un testigo insobornable, cuando no, un actor visceralmente comprometido.

Síntesis biográfica

Nació en Uruguay, Montevideo el 21 de marzo de 1900. Destacado estudiante, culminó la carrera de abogacía en la Universidad de la República Oriental del Uruguay con medalla de oro a los 23 años y luego viajó a Francia para cursar ciencias políticas y economía en La Sorbona.

En (1917), fue fundador con otros jóvenes reformistas de su generación del Centro de Estudios Ariel, militante en las luchas universitarias que se habían iniciado en la Universidad Nacional de Córdoba y que sacudían también al Uruguay. Profesor de Literatura en Enseñanza Secundaria entre (1918) y (1923).

Fueron tiempos de afiebrada actividad (política, estudiantil, periodística), de reafirmación de convicciones en muchos aspectos, de revisión y apertura en otros. En la AGELA se encontró con los compañeros de generación provenientes de toda América Latina: el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, el cubano Julio Antonio Mella, el mexicano Carlos Pellicer, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el salvadoreño Toño Salazar, y el nicaragüense León de Bayle.

Regresó al Uruguay en (1928), y ocupó un escaño de diputado por el Partido Nacional. Continuó su actividad periodística fundando el diario El Nacional y, más tarde, el semanario Acción. En (1935) participó de manera activa en un frustrado intento revolucionario contra la dictadura de Gabriel Terra.

Características

Fue capaz, como pocos, de atisbar tempranamente los lejanos estremecimientos de la tempestad (cultural, económica, política) que empezaba a cernirse en el horizonte, cuando la clase dirigente, tras los fastos de los dos centenarios, dormía su "siesta feliz", confiada en la eterna bienaventuranza de aquella "Suiza de América", de aquel remanso de paz en un continente azotado por los malos vientos de la miseria, el analfabetismo, las pestes y las dictaduras.

Esa vocación revisionista funcionó así desde su impetuosa adolescencia, signada por las luchas estudiantiles de la Reforma Universitaria, hasta su muerte en el exilio mexicano, dispuesto ya a emprender el regreso y a reanudar la lucha desde adentro, desde su tribuna por excelencia, Marcha. ("La muerte siempre gana", había premonitoriamente titulado uno de sus editoriales). Nacido con el siglo, Quijano vivió apasionadamente su estremecida peripecia, los ojos puestos sobre todo en su país, la "patria chica", entrañable, pero también en América Latina, esa patria grande a la que, inevitablemente, habría de arribarse un día a pesar de los innumerables escollos, de las inevitables traiciones y renuncias.

En Paris

Durante ese período, Quijano dedicó una parte sustancial de su tiempo a los estudios económicos (que de ahí en más teñirían su pensamiento), al conocimiento de Marx. Pero en la hora de las definiciones, como lo señala Ardao, optó por el nacionalismo contra el internacionalismo, como "encauzamiento aconsejable" en América Latina. La elección no fue fácil: "Me ha costado cuatro años, los cuatro años de Europa, de desgarramientos, de dudas, de observación, pero al fin creo que he encontrado mi "verdad", y que ella ha de servir para que encontremos "nuestra verdad", la verdad de toda la generación a la que pertenecemos [...] creo que nuestra fórmula de acción debe estar en tres palabras: nacionalismo, socialismo y democracia".

En cierta ocasión, en un editorial escrito precisamente en París en (1960), Quijano repasó esos años de sueños y esperanzas, y confesó haber experimentado la tentación de la renuncia. En un emotivo pasaje, imagina un diálogo con su propia sombra, con aquel joven de los años veinte: "Esa sombra está aquí, en el estrecho cuarto poblado de papeles y recuerdos, en esta minúscula, perdida y alejada isla, en esta fecunda y lacerante soledad. [...] A miles de kilómetros está mi tierra. Hacia ella miraba, cuando, joven, aquí me corroían la nostalgia, el ardor. Hacia ella miro, ahora, desde este París que una vez quise no abandonar y sobre el que ha caído la noche".

En París, Quijano completará una rigurosa formación económica, revisará parte de las convicciones, devociones o certidumbres que llevaba en sus maletas al embarcar. Muchas de esas "ideas fuerza", sin embargo, se afianzarán, serán afinadas. En un editorial escrito muy poco antes de su partida, hizo algo así como una profesión de fe personal y un programa de las tareas que aguardaban a la Nueva Generación, la suya: "Repudio del positivismo y orientación filosófica idealista, y además socialismo exento de todo dogmatismo sectario, nacionalismo antiarmamentista, liberalismo democrático.

Por último: hispanoamericanismo como postulado básico en materia internacional o como instrumento eficaz de redención social, difusión de la cultura, he aquí los elementos comunes, principios y medios del movimiento. Puede que todavía, alrededor de las tres ideas nucleares (nacionalismo, liberalismo y socialismo) no se hayan podido consolidar mucho los conceptos; pero lo que es evidente [...] es que una renovación ideológica de trascendencia se está produciendo y que la nueva generación, colocada por mandato del tiempo en las izquierdas, está buscando superar el contenido, ya envejecido entre moldes rígidos, del marxismo, y dotar, lo que es más importante, a América, de una ideología nueva, que no sufra la deprimente y extraña tutela europea".

Uno de los temas cuyos fundamentos políticos e históricos serán analizados a la luz de una argumentación siempre fervorosa, pero sobre todo economicista, será el del imperialismo. En agosto de 1925, Quijano participa en París de una acto de solidaridad con el presidente de México, Calles, por ese entonces enzarzado en un duro enfrentamiento con Estados Unidos. En su discurso, sostendrá que "el conflicto actual entre México y EE.UU. no es sólo un episodio más de la lucha entre el imperialismo yanqui y América Latina [...] -Es también un episodio de la lucha entre dos concepciones económicas diferentes. Combatir al lado de México, es combatir por la revolución contra el capitalismo [...] El imperialismo yanqui es una cuestión económica, un sistema económico; el latinoamericanismo debe serlo también; pero un sistema opuesto al yanqui".

El tema ocupará buena parte de su correspondencia, de sus notas periodísticas. Fruto de esas reflexiones será su primer libro Nicaragua: Ensayo sobre el imperialismo de losEstados Unidos.

Otro de los temas acuciantes (y no sólo de este período "parisiense", ya que su íntima discusión se prolongará hasta mucho más tarde) es el de la revisión de su fervor rodoniano: "Todos estos procesos que Quijano vivió tan intensamente durante su experiencia europea no podían sino cuestionar y desafiar al menos ciertos componentes de su anterior fervor rodoniano", entienden Caetano y Rilla.

Según este punto de vista, las bases centrales del idealismo de filiación arielista estaban estrechamente vinculadas al desinterés.

Actitud que, piensan, no podía compadecerse con las exigencias de su forja ideológica, "mucho más proclive a un compromiso de neto cuño político y por ello más realista en sus aspiraciones. [...] Su renovada adhesión a la democracia como sistema, su apertura al socialismo, su antiimperialismo mucho más concreto y militante, y sobre todo, el carácter de su nueva conciencia latinoamericana, constituían todos factores que tendían a debilitar en Quijano las resonancias de la filosofía del "Maestro", contribuyendo así a un planteo revisionista que era, al mismo tiempo, el punto de partida de un nuevo marco de pensamiento"7

Caetano y Rilla piensan que "Las diferencias se expresaban muy nítidamente en el cotejo entre la nueva conciencia latinoamericana que Quijano había adquirido en sus "años europeos", y aquel americanismo algo difuso, de cuño moral y cultural, que defendiera desde las filas del Centro Ariel y desde la redacción de su revista, antes de su partida a París". 8

Arturo Ardao, en cambio, entiende que esa "revisión" del espíritu arielista fue matizada. Reconoce que "a la primeriza conciencia antimperialista, tal como emergía de las páginas de Ariel y perduraba de algún modo en el propio Ingenieros [...] aportaron a Quijano los años de París el sólido fundamento económico, entendido como científico, de que hasta entonces había carecido. Pero no sólo en esta dirección, sino en todas las demás de su pensamiento político, el economismo [...] pasa a primer plano, como dominante inspiración del realismo a que se inclina cada vez más".

Carta a un lector

Quijano hará públicas estas objeciones en (1927), poco antes de su regreso al Uruguay, en una Carta a un lector (El País de Montevideo 26/9/27), incluida en este volumen. Allí, entre otras cosas, escribió lo siguiente: "... para cerrar esta serie de cartas, nada mejor que hacer conocer a Ud. las impresiones que una reciente lectura de un viejo libro nos ha producido: la lectura de "Ariel" que durante estos años de Europa no habíamos vuelto a abrir.

Por extraña coincidencia, el libro cayó en nuestras manos en un ambiente que contribuía a dar a su lectura cierto carácter simbólico. Estábamos trabajando [...] empeñados en conocer las vicisitudes de la política deEstados Unidos en Panamá, cuando buscando unos libros, tropezamos con el de Rodó. Nos pareció bien releerlo. [...] ¿Será necesario decir a Ud. que nuestro respeto y nuestra admiración por Rodó no son menores ahora que antes? Y, sin embargo, ¡cuántas objeciones a su "sistema" esta nueva lectura nos ha hecho aparecer!"

En esa misma carta, Quijano escribe que "... en un continente que todavía no ha sabido ganarse su pan, Rodó predica la educación autiutilitaria, el culto de la belleza; en un continente enfermo de "dilettantismo", la cultura integral; en un continente enfermo de idealismo y de pereza, el "ocio noble", la despreocupación del presente; en un continente idolátrico y atrasado, en marcha todavía detrás del "hombre", el culto del héroe; y en un continente que no sabe lo que es la democracia y que menos lo sabía en la época de la aparición de "Ariel", cuando las oligarquías y las dictaduras se expandían de Norte a Sur, se lanza a combatir los presuntos y en todo caso lejanos peligros de aquel régimen.

Lo repetimos, nosotros no discutimos a fondo la tesis de Rodó. Discutimos su oportunidad libresca, pero no la observancia de la realidad [...] En América no habrá ni cultura, ni arte, ni ciencias propias, ni organización política estable, mientras no hayamos resuelto nuestra independencia económica, mientras no adquiramos la disciplina del trabajo; mientras no seamos fuertes y ricos, es decir, mientras nosotros no explotemos nuestras propias riquezas. En alguna parte perdida de su libro, Rodó debe reconocerlo. Lo malo es que no saque las conclusiones que se imponen".

Publicaciones

Hombre de Marcha, Maestro de generaciones, con su divisa marinera que, de alguna manera, resumirá y asumirá el sentido de su vida: Navigare necesse. Vivere non necesse. Marcha fue un instrumento, dijimos, pero extremadamente afinando; también un atalaya y un ámbito privilegiado, dentro del cual Quijano luchó y (puede decirse con entera verdad) murió. "Nuestra lucha se da en Marcha y desde Marcha", escribió en un editorial.

Los editoriales y notas incluidos en "Cultura. Personalidades. Mensajes." Vol. VI, abarcan un período que va del año (1919) (Los restos de Rodó, Revista "Ariel") hasta 1983 (Derrotas que serán efímeras. Cuadernos de Marcha, Tercera época, N°1). Los recopiladores acordamos dividir el material en tres grandes grupos: Cultura, Personalidades, Mensajes. (El título de este último apartado nos fue sugerido por Arturo Ardao). Nos consta que la selección pudo ser más amplia, pero creemos que el material escogido es representativo de los intereses e inquietudes del Quijano juvenil y del Quijano ya maduro, el que empieza a escribir alrededor de los años treinta.

Aparte una o dos notas (el reportaje a Unamuno en el París de los años 20), los temas dominantes del apartado Cultura son el de la Nueva Generación (la suya), su tarea y su destino, y el de la Enseñanza como un todo, en función de las necesidades y carencias del país. El tema de la Nueva Generación, surge primero como evocación misionera de un trabajo, como repaso (melancólico) después. Son ejemplares los editorialesLa nueva generación, escrito en (1924), y Mensaje de Navidad, que es de (1960).

El de la Enseñanza, cuya inadaptación a las necesidades del país es tempranamente subrayada y analizada, mereció una serie de editoriales, entre ellos uno particularmente lúcido. (El mundo es una gota de agua). En esa serie, Quijano analiza los fines de la enseñanza, la aparente oposición entre Ciencia y Tecnología por un lado y Humanidades por otro, preguntándose si la querella encubría (encubre) una falsa oposición. Y concluye con esta grave interrogante: "¿De qué valdría la autonomía, puramente formal, por otra parte, en un país sometido al extranjero, en un país que tiene necesidad, o cree tenerla, de recurrir a la asistencia técnica de los ajenos para resolver sus problemas y dar consuelo a sus cuitas?".

En el último editorial dedicado al tema (Cara al desafío), sostiene que la democratización de la enseñanza se ha detenido en los umbrales, que está esclerosada, que es una inversión, no un consumo y que existe un divorcio entre "la vida y la escuela". En conclusión, piensa que no habrá una reforma sustancial de la enseñanza sin una reforma en profundidad del país y sus estructuras. "Unamos el destino de la enseñanza al destino del país. Situemos a aquella, bien hondas las raíces, en la dramática realidad nacional".

En un nota acerca de Washington Beltrán, escrita en 1932, aparece ya ese motivo: "Buscó su verdad, a ella permaneció fiel, por ella conoció la pobreza y la lucha, por ella dio, generosamente, su vida".

Se tema suele unirse a otro, muy frecuente en estas notas: el del silencio en la (aparente) derrota, el de la grandeza para aceptar el olvido, el ostracismo o la muerte. Tal el artículo dedicado a Eduardo Acevedo Díaz a propósito de la publicación de un libro: "Durante largos años, casi veinte —de 1903 al 21— Acevedo Díaz calló. Entre su expatriación y su muerte, el silencio. Y después de muerto, siempre el silencio, porque como ahora nos lo revela o confirma su hijo, no dejó nada escrito. [...] Ni explicaciones ni justificaciones".

El tercer apartado recoge una serie de editoriales que aquí se publican bajo el título Mensajes. Salvo el primero de ellos, que remonta a 1934, los restantes fueron escritos en los tumultuosos años sesenta. El tema dominante, prácticamente del primero al último, es el destino del país. "El Uruguay es lo que es. Los uruguayos somos lo que somos, porque el pasado, dominado por la geografía, fue lo que fue". En suma, un país, como un hombre, es él y su circunstancia.

De esta serie, acaso el más representativo sea el titulado Atados al mástil (Marcha, 26/6/64), que es a la vez una reflexión en torno a la crisis del Uruguay y un repaso de esos 25 años en los que vivió "atado al mástil" de Marcha. Allí Quijano recurre una vez más a una imagen marinera para sugerirnos el sentido de su lucha, librada desde el puente del semanario, "planteando los problemas sin la mira puesta en los hombres que tienen la responsabilidad de resolverlos".


Fuente