Castillo de los Tres Reyes del Morro

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Castillo de los Tres Reyes del Morro
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Institución
Castillo del Morro4.jpg
Dirección:La Habana. Cuba

Castillo de los Tres Reyes del Morro

Diseñado en las últimas décadas del siglo XVI por el ingeniero Bautista Antonelli, con miras a la protección de la Villa de San Cristóbal de La Habana, el Castillo de Los Tres Reyes del Morro es, junto al faro que lo acompaña, símbolo de esa ciudad y de Cuba.
Desde las alturas del castillo, emplazado en un risco de la entrada del puerto, podía visualizarse la primitiva villa, por ello se convirtió en el principal punto de contacto con las demás defensas. Esta condición hizo que la fortaleza constituyera la primordial custodia de la urbe hasta la construcción de La Cabaña, en el último tercio del siglo XVIII.
Durante los años 90 del siglo XX se realizaron labores de rescate y conservación de toda la obra, y, a partir de entonces, sus espacios se transformaron en galerías de arte, escenarios de eventos culturales, que convirtieron al baluarte en un popular atractivo cultural y turístico de La Habana.


Historia

Castillo de los tres Reyes del Morro

El ingeniero militar Bautista Antonelli comenzó la construcción del Castillo de los Tres Reyes del Morro en 1589, al mismo tiempo que la del Castillo de San Salvador de La Punta. Debido a impedimentos económicos y a contradicciones entre los gobernadores de la Isla y Antonelli, la fábrica se prolongó hasta bien entrado el siglo XVII. Entre 1600 y1607 se cerraron las bóvedas y se concluyó la plataforma que se había venido construyendo, en la cual se colocaron 12 cañones, conocidos como los doce apóstoles. Otras obras complementarias, como alojamientos para las tropas, almacenes de municiones y víveres, algunos aljibes, se terminaron de construir hacia 1610. La plaza de armas contaba con unas siete unidades arquitectónicas destinadas a diferentes funciones; entre ellas sobresalían la iglesia y las casas para el alcaide y el capellán. En 1763 los ingenieros militares Silvestre Abarca y Agustín Crame comenzaron la reconstrucción de la fortaleza, dañada por el ataque inglés. La ciudadela central fue sustituida por un bloque monolítico de cantería a prueba de bombas, rodeado por caminos de ronda, pisos empedrados y acanalados para el desagüe de las aguas pluviales. Además se transformaron elementos esenciales de la estructura para poder crear nuevos espacios funcionales. Aumentaron los volúmenes, dando mayor altura y espesor a la superficie de los baluartes, a las plataformas y a los parapetos. La reparación añadió dos baluartes, un foso, un camino cubierto, aljibes, cuarteles, calabozos y almacenes, espacios todos que asimilaron las irregulares características del terreno. En su nivel inferior y por la parte que da a la bahía, se situaron las baterías Doce Apóstoles y La Pastora.
El fanal original se colocó en el medio baluarte del Morrillo, y se alimentó con leña hasta el siglo XVII; a principios del siglo XIX, con gas, y, más adelante, con aceite. Posteriormente fue demolido y el Real Cuerpo de Ingenieros levantó otro faro en 1844, al que se nombró Faro de O' Donnell. En 1945 fue electrificado; su luz irradia hasta unas 18 millas de distancia.


Arquitectura

Apostado sobre una alta roca, el Castillo de los Tres Reyes del Morro representa la clásica fortificación permanente abaluartada del siglo XVI. Lo accidentado del terreno impidió que alcanzara la perfecta simetría de las plantas renacentistas. Es un polígono irregular que se ajusta a una larga lengüeta que sale al mar y da paso al puerto. La fortaleza se proyecta en las aguas en ángulo agudo, y desde allí se escalonan y abren sucesivas cortinas hasta alcanzar el lado posterior en que comunica con tierra, protegido por dos baluartes y un foso. Sus espacios interiores poseían un sistema dinámico de interconexión entre sí, que se completaron con diferentes vías de acceso y de comunicación adecuadas.

Fuentes

Blanes, Tamara y Sandra Valdés. “Antonelli, un nombre en la piedra”. En http://www.opushabana.com
Weiss, Joaquín E. La arquitectura colonial cubana. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1996.