Cinesiterapia

Cinesiterapia
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Cinesiterapia. Constituye un medio para acelerar la recuperación del paciente de las lesiones y enfermedades que han alterado su forma normal de vida.

Introducción

La pérdida o la alteración de la función impide o modifica su capacidad para vivir independientemente, para realizar su trabajo y para gozar de las diversiones.

El individuo puede reaccionar a los requerimientos del medio ambiente abandonándose a sí mismo y permaneciendo inactivo o bien adaptándose de la mejor manera posible a la alteración de su forma de actividad.

El proceso de recuperación se retarda por la inactividad y la debilidad resultantes que son difíciles de corregir cuando llevan mucho tiempo de evolución, por ejemplo la cojera después de las fracturas de la pierna. Debe hacerse todo lo posible para lograr la recuperación pues, aun en el caso de no conseguirla completamente, al menos puede lograrse un estado que se acerque bastante a la normalidad, a menos que se sepa ciertamente que no es posible una restitución a la función normal.

Finalidades de la cinesiterapia

Las finalidades que persigue el tratamiento por los ejercicios son las siguientes:

  1. Estimular la actividad donde y siempre que sea posible para disminuir los efectos de la inactividad.
  2. Corregir la ineficacia de los músculos o grupos musculares específicos y lograr la amplitud normal del movimiento articular sin retardo para conseguir un movimiento funcional eficiente.
  3. Estimular al paciente para el uso de la capacidad lograda con la práctica de las actividades funcionales normales y acelerar así su rehabilitación.

Técnicas de cinesiterapia

Los movimientos realizados para el tratamiento pueden clasificarse de la forma siguiente:

  • Movimientos activos
  • Voluntario: Asistido, Asistido Libre, Asisitido-resistido,
  • Resistido
  • Involuntario reflejo
  • Movimientos pasivos
  • Relajado
  • Forzado
  • Manipulador
  • Postura

El movimiento empieza y termina en la postura o posición, que puede clasificarse como activa o pasiva.

El movimiento y la postura activos se logran por la contracción muscular en respuesta a la demanda requerida de forma adecuada a la capacidad del paciente para dicha demanda.

El movimiento y la postura pasivos son el resultado de la aplicación de fuerzas externas cuando los músculos son incapaces de contraerse o cuando se relajan voluntariamente para permitir el movimiento o el apoyo.

Las técnicas más efectivas para lograr los objetivos del tratamiento son:

  1. Las que imprimen la máxima actividad posible.
  2. Las basadas en tipos de movimientos que son los mismos que los realizados por el paciente para sus actividades funcionales normales.
  3. Los músculos ejercen su máxima actividad cuando se estimulan sus unidades motoras útiles, es decir, cuando se contraen al máximo. Como que la fuerza de la contracción es proporcional a la resistencia que se le opone, la aplicación del mayor grado de resistencia posible, es decir, una resistencia máxima, requiere la contracción máxima. Cuando algunos músculos son más débiles que otros, su potencia y resistencia están sostenidas por sus contracciones repetidas máximas contra la resistencia que aumenta proporcionalmente a su aumento en potencia hasta que se restablece el equilibrio. La reacción de alargamiento de los músculos acortados se logra por la potente contracción de los músculos antagonistas para conseguir la amplitud de movimiento en las articulaciones rígidas.
  4. Los tipos de movimiento conjunto se aplican para las actividades más funcionales. Estos tipos de movimiento son más naturales al paciente, y cuando son los mismos o muy semejantes a los realizados en su práctica diaria, deben ejecutarse en forma que contribuyan a mejorar la función y con los mismos músculos que la realizan.

Cuando es imposible o está contraindicada la actividad se usan los movimientos pasivos para mantener la extensibilidad de los músculos y la libre amplitud de movimiento en las articulaciones. En algunos casos, están indicados los movimientos pasivos para aumentar la amplitud de los movimientos articulares.

Estudio de los problemas del paciente

Los problemas que surgen de la pérdida de la función son distintos para cada paciente, por lo que el tratamiento debe plantearse según los requerimientos individuales. De esta forma se invierte juiciosamente el tiempo del paciente y el del fisioterapeuta y siempre puede lograrse algo positivo después de cada sesión de tratamiento; de no ser así el tratamiento será inefectivo. Esto podrá parecer un consejo superfluo, pero siempre debe tenerse en cuenta.

Valoración del estado del paciente

Antes de empezar todo tratamiento debe realizarse una cuidadosa valoración del estado del paciente, con lo que el fisioterapeuta se hallará en condiciones de establecer el tratamiento de acuerdo con el médico y las condiciones del paciente.

Como guía para la selección de las técnicas adecuadas y de los medios de valoración de la mejoría conseguida existen esquemas con las pruebas destinadas a descubrir las necesidades del paciente, sus posibilidades y sus incapacidades o limitaciones. Los mismos esquemas y métodos de pruebas pueden usarse por el fisioterapeuta para casos semejantes. He aquí una serie de pruebas que responden a las siguientes preguntas:

¿Qué debe hacer el paciente?

Se requiere la cooperación del paciente y de todas las personas que le rodean en su vida diaria para descubrir las necesidades propias de su actividad, aquéllas a las que debe prestarse una prioridad urgente en el tratamiento.

¿Qué puede hacer el paciente?

Las posibilidades del paciente representan un medio muy valioso para corregir o compensar la pérdida de una función. Puede usarse la acción de los músculos potentes para compensar la acción de los músculos débiles y lograr la iniciación de la contracción de los músculos que, de otra manera, permanecerían inactivos. Como sea que, por parte de los pacientes, existe la tendencia a concentrarse en su incapacidad y a frustrar todos los intentos para vencerla, es conveniente dirigir su atención hacia las cosas que pueden hacer y a realizar las que pueden contribuir a recuperar la función de otras partes de su organismo.

¿Qué es lo que el paciente no puede hacer?

Existen una serie de pruebas para la eficiencia muscular y la amplitud del movimiento articular, con observaciones sobre los movimientos y reacciones que revelan la extensión, naturaleza y localización de las deficiencias que producen la alteración o la pérdida de la función.

Algunos métodos de exploración

Toda prueba o exploración debe obedecer, en lo posible, a un patrón o modelo clásico, es decir, debe realizarse siempre de la misma forma y en las mismas circunstancias en cada ocasión. Deben registrarse y guardarse todos los esquemas para usarlos en el momento oportuno siempre que se repita la prueba. Algunas pruebas o exploraciones de uso frecuente son las siguientes:

Pruebas funcionales

Se usan para conocer las necesidades del paciente y sus posibilidades en relación con sus actividades funcionales, por ejemplo, la movilidad (en cama, al movilizarlo, en la deambulación, etc.), su actitud personal (comidas, vestidos, aseo, etc.), en su hogar o en sus quehaceres (cocina, lavado, barrido, etc.), en el trabajo y en sus diversiones. Deben realizarse en el propio ambiente normal del paciente o en circunstancias lo más semejantes posibles. Su realización se registra como práctica, adecuada, ayudada (con ayuda máxima o mínima) o como fracaso. Debe establecerse una estrecha cooperación entre el fisioterapeuta y el técnico en terapéutica ocupacional para contribuir a que todas estas pruebas constituyan un valioso medio para decidir los métodos primordiales y valorar el progreso de la recuperación.

Pruebas de la amplitud articular

La medida de la limitación del movimiento articular presenta, en la práctica, muchas dificultades. Se escoge la posición más adecuada para cada paciente con el objeto de asegurar que se halle relajada cualquier estructura que pueda producir una limitación de la movilidad articular; por ejemplo, deben relajarse los músculos de la pantorrilla flexionando la rodilla para medir el grado de amplitud de la articulación del tobillo.

Se fija el hueso proximal a la articulación que debe medirse, con lo que el movimiento articular se realiza en un plano determinado. Se usa un medidor de ángulos o goniómetro con su pivote sobre la articulación que debe medirse, con una de las varillas paralelas al hueso proximal y la otra paralela con la zona en movimiento. Se lee el grado de angulación en la escala y se registra el número correspondiente de grados considerados como de movimiento libre, o bien en una forma que se presta a menos confusión y que es el registro del número de grados que faltan a una articulación para dirigirse en una dirección determinada, por ejemplo, a la rodilla le faltan 30 grados para alcanzar la extensión completa.

Como la amplitud normal del movimiento varía considerablemente según los individuos, siempre que sea posible debe medirse también la articulación simétrica. Cuando no es posible, por cualquier circunstancia, la medición de un ángulo, debe usarse una cuerda inextensible para medir la distancia entre dos puntos óseos para obtener un medio de valorar el aumento o la disminución en la amplitud del movimiento.

Pruebas de la eficiencia neuromuscular

Pueden realizarse por medios eléctricos, manuales o mecánicos.

  • Pruebas eléctricas. Deben ser practicadas por el médico con el electromiógrafo. Son particularmente valiosas para el diagnóstico.
  • Pruebas musculares manuales. Para que estas pruebas sean útiles se requiere una técnica clásica y una considerable experiencia. Sin embargo, la clasificación de los datos de la exploración se registra generalmente según la escala de Oxford, es decir:
  1. Ausencia de contracción.
  2. Fibrilación de contracción.
  3. Débil, Pequeño movimiento con gravedad compensada.
  4. Regular. Movimiento contra la gravedad.
  5. Buena. Movimiento contra la gravedad y alguna resistencia.
  6. Normal.
  • Medición de la circunferencia. Esta prueba se basa en el hecho de que existe una relación entre el desarrollo de la fuerza o potencia y el de la hipertrofia. Se usa una cuerda de material inextensible para medir la circunferencia del miembro a un nivel determinado. Las experiencias en miembros normales demuestran que este método es poco útil incluso en manos expertas; sin embargo, todavía se usa con gran difusión.
  • Prueba de potencia estática. La potencia de la contracción estática o isométrica puede valorarse por medio de una balanza de resorte capaz de registrar de 20 a 40 kg. En este tipo de balance es prácticamente despreciable la extensibilidad del resorte y puede disponerse de tal forma que la contracción del grupo muscular se realice en un punto preestablecido dentro de su amplitud. La medición puede realizarse por el máximo peso registrado o por el peso promedio registrado por la medición de tres esfuerzos consecutivos realizados con intervalos de un minuto.

En algunos casos, como en la garra de la mano, puede ser útil medir la fuerza de compresión ejercida sobre un muelle o una pelota de goma unidos a algún aparato con registro de presión.

  • Prueba de potencia dinámica. Este método fue preconizado por Lorme y Watkins, y se basa en los ejercicios progresivos contra una gran resistencia. El peso máximo que puede levantarse de una sola vez en una amplitud preestablecida se denomina una repetición máxima, y el peso máximo que puede levantarse diez veces a ritmo natural sin descanso entre las elevaciones es la décima repetición máxima. Es muy conveniente conocer el peso que puede ser elevado para evitar la fatiga resultante de los continuos ensayos y errores y para reducir rápidamente el peso que puede elevarse.
  • Prueba de resistencia. La resistencia puede calcularse registrando el punto de la máxima potencia de los músculos cuando su esfuerzo de contracción se repite en intervalos determinados durante un período dado de tiempo.
  • Pruebas de rapidez. La práctica adecuada de las actividades funcionales puede registrarse mediante el uso de un reloj, por ejemplo, el tiempo empleado en vestirse o en recorrer una distancia determinada.

Pruebas para la coordinación

La coordinación del movimiento, o la falta de coordinación, se observa en la deambulación del paciente, en la práctica de movimientos impuestos durante la ejecución de determinados movimientos, tales como llevar el pulpejo del dedo a la nariz o hacer mover el talón arriba y abajo a lo largo de la espinilla del lado opuesto.

Medición de la capacidad vital y de la amplitud de las excursiones respiratorias

Se usa un espirómetro para medir la capacidad vital. Se invita al paciente a respirar lo mejor posible y entonces hacerle soplar a través de la embocadura del espirómetro, que registra el volumen en centímetros cúbicos.

Medición de la longitud de la pierna

El acortamiento real de la pierna se mide desde el borde superior del trocánter mayor al maléolo externo, y el acortamiento aparente desde la espina ilíaca anterosuperior o el ombligo hasta nivel de la articulación de la rodilla o la punta del maléolo tibial.

Medición del ángulo de inclinación pélvica

La inclinación anteroposterior de la pelvis puede medirse mediante un inclinómetro pélvico.

Pauta del tratamiento

Cuando el fisioterapeuta se ha hecho cargo del proceso que afecta al paciente, debe proceder a seleccionar los ejercicios activos y pasivos para establecer la pauta del tratamiento.

Es preciso para ello un amplio conocimiento de las técnicas y de todas las posibilidades de su ejecución. La conveniencia y utilidad de cada técnica puede deducirse fácilmente de la respuesta del paciente y de efectividad para conseguir o acelerar su recuperación.

Fuente

  • M. DENA GARDINER. Diplomada del Bedford Physical Training College Profesora de la Chartered Society of Physiotherapy Antigua Delegada Principal del London Hospital School af Physiotherapy