Conspiración del Ocuje

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Maximiliano
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Maximiliano.JPG
Patriota Mantuano
NombreMaximiliano Quintana Silva
Nacimiento31 de octubrede 1945


LA CONSPIRACIÓN DE EL OCUJE EN MANTUA

A mediados de 1895, la situación de la guerra se había hecho más favorable a las armas libertadoras después de los desastres iníciales sufridos en las provincias occidentales, aunque en la Habana y Pinar del Río se continuaba escuchando el tronar de los fusiles y el rechinar del acero con cierta indiferencia.

Situación en Mantua

En Mantua, ante tanta pasividad, el impetuoso Maximiliano Quintana decidió que ya era hora de que los vueltabajeros prestaran su concurso para liberar la patria y trazó un plan con el fin de realizar un levantamiento armado.

BIOGRAFÏA

Maximiliano, hijo de padre español y madre cubana, había nacido en Mantua el 31 de octubre de 1873, en una casa enclavada al final casi de la calle Real. La familia Quintana-Silva estaba compuesta por once hermanos. Luis, el mayor, había estudiado en España; José, conocido por Pepe, trabajaba entonces como tabaquero en Tampa; Luis Nicolás, nacido el 10 de septiembre de1870, se enroló desde muy joven en el movimiento conspirativo contra la Corona y tuvo que exiliarse en Tampa, donde se reunió con su hermano Pepe; el resto, Manuel, Cristóbal, Antonio, Maximiliano, Antonia, Victoria, Nieves y Rosa, casada con Francisco Aragón, miembro de la Marina de Guerra española. Maximiliano cursó estudios en la escuela pública de Mantua hasta que, ya casi adolescente, sus padres decidieron enviarlo a la Habana para aprender el oficio de talabartería. Fue en la Habana de principios de la década de 1890, donde bullía el fervor patriótico entre la juventud, que el mantuano de apenas 20 años se impregnó de ideas revolucionarias y regresó a su pueblo para trabajar en el establecimiento de su padre. Allí maduraron sus ideas independentistas y bajo la influencia de su hermano Luis Nicolás juró que su patria un día iba a ser independiente.

Elaboró un plan para asaltar la cárcel del pueblo, reducir su guarnición, tomar su armamento y partir a la manigua. La prisión municipal se encontraba en la esquina conformada por las calles Iglesia y Real -hoy Maximiliano Quintana y José Martí, a unos escasos treinta metros de la talabartería donde trabajaba, ventaja que le había permitido conocer con exactitud los movimientos de la guardia. Las fuerzas atacantes debían concentrarse discretamente en el barrio el Ocuje, a un kilómetro y medio al norte del pueblo, donde existía un pozo profundo de aguas cristalinas; en ese lugar, pretextando acarrear “el mejor agua de Mantua” se reunían a menudo los complotados con el objetivo de delinear el plan de acción. Después de concentrarse y recibir las instrucciones precisas la tropa debía entrar al pueblo por un camino vecinal -que bajaba desde el Ocuje atravesando el Tejar de Don Simón Docal y convergía con el final de la calle Paraíso en el barrio “El Calá”-, en el ala Este del pueblo. Desde, allí se dirigirían a la cárcel tomando por un estrecho callejón que desembocaba en la calle Real, a unos cincuenta metros de la prisión. Para realizar la acción, Maximiliano escogió el 5 de agosto, fecha de celebración de las fiestas patronales en Mantua; ese día, después de la misa matinal en la parroquia, una muchedumbre bulliciosa procedente de todos los confines del municipio –y hasta del vecino Guane- invadía las calles y plazas del pueblo hasta bien avanzada la noche para disfrutar de los festejos por el “día de la Virgen” como solían decir los mantuanos. Las fuerzas españolas se encontraban siempre ese día dispersas y distraídas en el cuidado y mantenimiento del orden por lo que fácilmente se podía lograr el factor sorpresa. El plan parecía perfecto.

Diestro en su oficio, Maximiliano confeccionó una montura diferente a las que se ofertaban en la talabartería, provista de dos cartucheras en las que ocultaba una bandera cubana y un par de espuelas especiales; en el pico de la montura, el joven grabó la estrella solitaria.

Entrenaba la práctica de tiro en las afueras del pueblo y se adiestraba en el manejo del machete utilizando objetos que colgaba de las ramas de los árboles, mientras que en sus ratos libres practicaba su deporte favorito: el béisbol.

Pocos meses antes de la fecha convenida un esclavo domestico de toda confianza de Don Antonio Quintana, enterado de los planes de Maximiliano, puso en su conocimiento los pormenores del complot urdido por su hijo.

Antonio de Quintana y Bernaola era un español influyente en Mantua y fiel súbdito de la Corona, todo lo contrario a su esposa Doña Plácida Silva, natural del hato de Santa Isabel de Borrego donde desde antaño se conspiraba contra el poder español. Había sido subdelegado de marina, juez de paz, regidor y alcalde del ayuntamiento de Mantua en dos oportunidades: 1872-76 y 1889-91; para lograr el perdón de su hijo delató la conspiración ante el jefe del regimiento español y jefe de la guardia civil de Pinar del Río, coronel Iranzo. Pidió clemencia para Maximiliano, prometiendo además garantías de que su hijo no volvería a enrolarse en semejantes actividades.

Iranzo, satisfecho por la actitud de Don Antonio Quintana, confinó a Maximiliano a prisión domiciliaria bajo el custodio de su propio padre y decretó la captura del resto de los complotados. Manuel Saavedra y Francisco Poviones lograron ponerse a buen recaudo. El plan de levantamiento armado en el Ocuje para tomar la cárcel de Mantua el 5 de agosto de 1895 y partir a la manigua, fue una acción aislada –como tantas otras en Vueltabajo- producto al apasionamiento del joven Maximiliano –a pesar de que contaba con los ya veteranos Saavedra y Poviones- en sus ansias por liberar del yugo español a su patria chica.

Difícilmente Maximiliano y su tropa hubieran podido sobrevivir –suponiendo que el asalto a la prisión hubiera tenido éxito- en las sabanas mantuanas ante el embate de las fuerzas españolas que de inmediato hubieran acudido al municipio como en realidad sucedió a pesar del fracaso de la conspiración del Ocuje. A menos de tres meses después del estallido de la guerra convocada por Martí y sin que aún se vislumbrara la ruptura de hostilidades en Pinar del Río, el gobierno colonial, temeroso de que la apartada región más occidental de Cuba fuera escogida como punto de destino de las expediciones mambisas provenientes de los Estados Unidos, decidió reforzar sus fuerzas militares en la provincia. El 8 de mayo de 1895, el ayuntamiento mantuano tuvo que adoptar medidas excepcionales que agravaron su ya de por sí precaria situación financiera; en reunión ordinaria celebrada ese día, se analizó la cuestión relativa a la entrega de carne de res para abastecer las tropas de tránsito por el municipio; el 27 del mismo mes se discutió el pago a una compañía de voluntarios estacionados en el territorio mantuano.

Fuente

  • Enrique Pertierra Serra Volumen II (1868-1902)