Convivencia

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Concepto:Condición de relacionarse con las demás personas que permite convivir en armonía en las diferentes situaciones de la vida.

Convivencia. Es la condición de relacionarse con las demás personas a través de una comunicación permanente, fundamentada en afecto y tolerancia que permite convivir y compartir en armonía en las diferentes situaciones de la vida.

Establecimiento de la comunicación familiar

Uno de los principales indicadores de la salud familiar es, sin lugar a dudas, el nivel de comunicación que se haya establecido entre sus integrantes. La solución de la mayoría de los problemas existentes en las relaciones de quienes comparten el mismo hogar, pasa por la necesidad de incrementar los patrones comunicativos en el ámbito filial.

La comunicación familiar, en primer lugar, debe interconectar a todos los integrantes del núcleo, aunque no es menos cierto que puede coexistir con patrones de afinidad, como es el caso de las relaciones entre iguales, entendidas como los vínculos que se dan entre adultos, adolescentes o infantes, los integrantes de un mismo sexo, o grupos etarios. Estos lazos afines también suelen aparecer de manera cruzada, como son los casos de madres con hijos, padres con hijas y nieto/as con abuelo/as.

Pero en todos los casos es importante tener en cuenta que ninguna decisión, proyecto, o asunto de importancia colectiva debe asumirse sin contar con el criterio de todos, tengan la edad que tengan.

Algunas preguntas surgen entonces: ¿cuál es el mejor momento para establecer la comunicación?, ¿cómo lograrla?, ¿de qué hablar?...

¿Cuándo establecer la comunicación?

En ocasiones, la dinámica cotidiana impide prestarle la importancia que tiene el hecho de compartir los espacios que se disponen con las personas con quienes unen lazos de consanguinidad. Este hecho es lo primero que se debe desterrar.

Las conversaciones deberán fluir de manera espontánea y solo en los casos que así lo amerite recurrir a las reuniones de familia como hecho excepcional.

Algún paseo o excursión puede ser también marco propicio para informar acerca de un asunto importante y que se quiere que se recuerde para siempre.

Crear espacios para la comunicación será, entonces, la más sencilla y cotidiana de las acciones que se realizen en familia. Cualquier momento, puede ser oportuno para el diálogo.

¿Qué temas incluir?

En familia se debe conversar de cualquiera y ninguno debe causar espanto. Es esta una manera de enfrentar la vida social, por lo cual se debe contar con el respaldo de las personas que más se quieren.

Se podrán narrar historias familiares de generaciones anteriores, descubrir secretos por más dolorosos que puedan ser, proyectos futuros, resolver conflictos o cualquier cambio o hecho significativo que suceda en el marco familiar.

La sexualidad es otro aspecto a considerar en las tertulias familiares, los resultados laborales, estudiantiles o domésticos, las experiencias personales…

Se debe hablar de las cosas que están bien y las que están mal, el establecimiento de los límites, las valoraciones de los más jóvenes acerca de las normas de conducta a seguir en el hogar, la conciliación de intereses al respecto.

Una buena lectura, un programa televisivo, una película, suelen ser temas efectivos si se aprovechan bien. Proyectar una modificación en el hogar o una limpieza profunda entre todos permitirá aunar criterios y lograr la colaboración.

¿Cómo proceder?

El principio básico es no mentir. Toda la información debe estar validada por su veracidad. En las familias donde existen pequeños se debe tener en cuenta que se encuentran en la etapa de descubrimiento del mundo, por lo que resultan indispensables los referentes familiares. No hay nada que no se le pueda decir, nada que evitar, no se debe subestimar su inteligencia.

El no sentirse preparado para abordar un tema o responder preguntas, no significa dejar la duda. La consulta con la persona especializada dilatará un poco la respuesta, pero nunca quedará la incógnita.

Otro aspecto a tener en cuenta es que cualquier diálogo debe ser interactivo, o lo que es igual, fluir en todas direcciones. Ni los constantes sermones ni la actitud dominante de quien todo lo sabe ayudarán a crear la confianza suficiente para expresar los criterios.

En las relaciones con los hijos hay errores fatales: el autoritarismo y el ser dueño de la verdad absoluta, el quitarle importancia a las cosas, el hacer sentirse culpables y el abuso de conferencias y sermones. Todos ellos restan confiabilidad.

Los mensajes deben ser claros y precisos, alejados de cualquier ambigüedad. Bien lo dice el viejo refrán: Al buen entendedor con pocas palabras basta. En caso de dudas, dese un lapso para meditar.

Algo que sí está vedado es el no tengo tiempo para atenderte. Un después se puede trastocar en un nunca. Solo en casos excepcionales se pudiera dilatar la plática, pero se debe demostrar que interesa e inmediatamente darle el espacio necesario.

Modular los tonos de la voz también es fundamental, cada circunstancia requiere de un énfasis específico, que la familia debe reconocer.

Por último la aceptación del otro, o como también se dice, ponerse en sus zapatos, será una manera de enfrentar las diferencias y de ser justos.

Más que conversar

Ahora bien, comunicar es más que conversar. No caben dudas de que el don de la palabra facilita en gran medida las relaciones, pero si algo deja una huella imperecedera es el ejemplo personal. El discurso debe ser coherente con la forma de actuar.

También los gestos adquieren importancia vital. Si no se demuestra atención e interés, que gusta o disgusta un criterio, que se está de acuerdo o no, posiblemente se este perdiendo otros que son de mayor relevancia.

El mostrarse indiferentes, como témpanos de hielo, o en el peor de los casos, ni siquiera atender, traerá como resultado el alejamiento. El silencio puede ser tan dañino como un mensaje equivocado.

Actuación de la convivencia familiar con adolescentes

La familia como unidad básica y forma más usual donde se verifica la convivencia de la vida social o comunitaria, no sólo abarcaba a marido y mujer, e hijos, comprende también, en grado no poco frecuente, a los abuelos y algún otro familiar, ha ido adoptando la estructura nuclear, alimentada por los componentes esenciales de marido y mujer e hijos.

Con frecuencia ocurren roces entre los progenitores y los hijos. Al llegar a la pubertad, por razones psicofisiológicas, y fundamentalmente sociales, los adolescentes entran en conflicto con la paternidad, en sentido amplio. En lo social alimenta valores no siempre coincidentes con los que imperan en el núcleo familiar.

En ese orden pueden darse conflictos. El natural deseo de emancipación de la adolescencia está en los tiempos actuales, y ya desde antes de la entrada en el siglo XXI, en choque a veces continuo entre jóvenes y padres, siendo necesaria la intervención de un terapeuta familiar.

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Fuentes