Cueva de María Teresa

Cueva de María Teresa
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Petroglifos descubiertos en 1984 en la cueva de María Teresa
Ubicaciónoeste del río Higuanojo,
municipio Trinidad,
Sierra de Cubitas,
provincia de Sancti Spíritus,
República de Cuba Bandera de Cuba

Cueva de María Teresa es una cueva ubicada en las alturas del municipio Trinidad, a 150 msnm (metros sobre el nivel del mar).

Fue declarado monumento local de la provincia de Sancti Spíritus

Existe en ella un área de petroglifos que fueron descubiertos en el año 1984.

Localización

La Cueva de María Teresa o de La Jía se encuentra ubicada en la margen oeste del curso inferior del río Higuanojo, a unos 2 km del poblado de La Güira, en unas alturas premontañosas aisladas. La espelunca tiene su entrada a 150 metros sobre el nivel del mar. Su nombre deviene de la finca María Teresa, donde se halla enclavada dicha cueva.

Características

Presenta cuatro petroglifos que fueron descubiertos en 1984 y estudiados en 1986. Este conjunto de arte rupestre se encuentra en una columna situada en un salón de 38 metros de largo y 16 de ancho. Está integrado por dos figuras antropomorfas, una tercera circulariforme y la otra, probablemente inconclusa. Todas ellas miran al sureste y se hallan dispuestas verticalmente a lo largo de una columna de 1.87 metros de altura.

En la confección de los petroglifos de María Teresa se utilizó la técnica de la percusión, que consiste en tallar en las rocas figuras a base de pequeños golpes que hacen saltar fragmentos de la piedra.

Esta cueva estuvo perdida durante más de un siglo a la investigación científica y descrita en la novela Sab por la escritora camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda, la cueva de María Teresa guarda testimonios gráficos de uno de los sitios ceremoniales de los indocubanos.

Localizada a 120 m sobre el nivel del mar, en el este de la agramontina Sierra de Cubitas, y fue publicada por primera vez en 1841 en la capital española.

El hallazgo

La oquedad, una grieta de aproximadamente 30 m de longitud y 75 de ancho, en el fondo posee un mural de pictografías aborígenes considerado por el doctor Antonio Núñez Jiménez (1923-1998) una sucesión de especies zoológicas muy geometrizadas.

Rombos, triángulos, conos y círculos, entre otros elementos, figuras en las ilustraciones las cuales radican en la pared y en un saliente del techo utilizado, al parecer, para realizar la ubicación de los dibujos.

El contacto de la ciencia con ese reciento arqueológico quedó interrumpido en los más de 10 años trascurridos desde las preferencias a la gruta en el artículo adicional a los Apuntes para la historia de Puerto Príncipe, difundido en 1839 y las visitas científicas a María Teresa en los años 1970.

La alusión de 1839, que ofrece la primera referencia histórica a pinturas indígenas en cavernas del país, expone:

La cueva […] es una sola sala espaciosa llana y de buen piso […]. En sus paredes se advierte, una cenefa igual a las de algunas de nuestras habitaciones, lo que persuade, que no es obra de la naturaleza, y más si se atiende a la igualdad del dibujo, a la figura de los colores, a las proporciones, se infiere que dicha cenefa es porciones […] se infiere que dicha cenefa es obra de los antiguos que tal vez vivieron o se alojaron en algún tiempo, porque no puede ser otra cosa […]. En la práctica la espelunca estaba perdida a los efectos de los pesquisajes pues no había sido posible, localizarla hasta que en 1974 espeólogos camagüeyanos la encontraron, pero no detectaron las ilustraciones indocubanas.

La undécima sala

Cotejados los datos publicados acerca de la oquedad con los obtenidos en la inspección ocular contemporánea, surgieron peculiaridades valoradas así por Núñez Jiménez:

Al leer el relato de la Avellaneda vemos que habla, al referirse a la Cueva de María Teresa, de la undécima sala… y que los abismos que le siguen son las enormes bocas del infierno. [...] La baja [o sea, el descenso], es peligrosa.
Si eliminamos del relato la undécima sala, ya que aquella espelunca no puede hablarse de más de dos o tres salones, la descripción de la gran poetisa se corresponde con la cueva estudiada, sobre todo por la existencia de la cenefa pictográfica de la cual había mencionados relatos de 1839 y 1841, lo que nos lleva a identificar por ahora la cueva localización con la de María Teresa.

Mural faunístico

El mural tiene una extensión de poco más de 10 metros y puede considerarse dividido en 2 partes principales, entre las que, en un espacio de pocos metros, sólo hay un dibujo.

Según observaciones del mencionado científico, «algunas de las pinturas de María Teresa, enclave integrante de la región pictográfica de Cubitas, sugieren la presencia de fa jutía, iguana, saurios y ofidios.

Los dibujos, atribuidos a agricultores-ceramistas, nombre para designar a subtaínos y taínos debieron encerrar objetivos mágicos para esos in­dividuos, miembros de los grupos culturales aborígenes más desarrollados del archipiélago cubano.

Las referidas gráficas poseen, por su estilo y color pardo rojizo, similitud con las pictografía de la cueva de Pichardo, distante 5 kilómetros: donde el principal de los dibujos es un cemí o ídolo antropomorfo (figura humana), con cierto grado de estilización.

De acuerdo con estudios de arqueólogas de Camagüey, las frutas con ilustraciones indígenas de la Sierra de Cubitas sólo fueron empleadas para fines ceremoniales por las comunidades que habitaron en el Valle de Cubitas, al norte de la pequeña cordillera.

Tales puntos de vista añaden que los antiguos pobladores de la llanura costera se trasladaban a sus recintos sagrados por las obras cársicas o fallas secundarias del macizo montañoso, conocidas por pasos, y las cuales aún son utilizadas para la comunicación entre el norte y el sur, y viceversa.

Reto a los siglos

Después de tanto tiempo excluido de las investigaciones científicas, María Teresa resultó detectada a causa del tesón y la perseverancia humanos.

Allí, entre el «diente de perro» cubiteño sigue custodiando tesoros que el transcurso de los siglos no ha podido -destruir, y que el hombre tiene el deber de preservar. Las citas fueron tomadas de

Salón de las Columnas

Mapa antiguo de la isla de Cuba. No muestra la ubicación de la Cueva de María Teresa.

El Salón de las Columnas es un amplio salón de 38,40 m de longitud y 16 m de anchura. Conforma la entrada principal de la cueva; la cual está orientada hacia el sureste. Durante el día la luz solar posibilita la iluminación de hasta un 70 % de este salón, que se ha convenido en llamar de Las Columnas; lo que le confiere excelentes condiciones para ser habitada por grupos humanos en situaciones extremas o adversas. Varias columnas sostienen o sirven de apoyo al techo abovedado en el nivel más alto de la espelunca. Es precisamente en la superficie de una de estas columnas donde fueron tallados los petroglifos de la cueva de María Teresa.

Fuentes

  • Colectivo de autores (2003): Monumentos nacionales y locales de Sancti Spíritus. Sancti Spíritus: Ediciones Jarao, 2003.
  • Ajuares prehispánicos
  • Silva Silva, Adolfo (1990): «La cueva de María Teresa», artículo publicado el 20 de enero de 1990 en el periódico Granma (La Habana). Consultado en la Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella (Camagüey).